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Voces inmóviles: 165 días de acampe QoPiWiNi en la 9 de julio
Por Derrocando a Roca - Friday, Jul. 31, 2015 at 1:04 PM

Ante el ninguneo político y el oportunismo de algunos medios, desde Derrocando a Roca te contamos cómo se vive en el Acampe QoPiWiNi. Luego de 5 meses, ¿Cuánto tiempo más pasará hasta que la Presidenta los reciba? Por medio de acampes y cortes de ruta, los pueblos indígenas de nuestro país siguen luchando por ser escuchados. El reclamo es el de siempre: Tierra, reconocimiento, respeto y cumplimiento de los Derechos Indígenas.

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Por Santiago Pellegrini @PellegriniSanti

PH: Pharu Fotografía

“No depende de nosotros”. La frase, corta y concreta, que Félix Díaz nos dejó el 14 de febrero, primer día del Acampe, aún retumba entre la Av. De Mayo y la 9 de Julio. El gobierno nacional, personificado en el reclamo en la figura presidencial, se conserva intransigente frente a la duración de la protesta. Los tiempos electorales priorizan agendas distantes a la problemática originaria, y así se recrea, como en el 2010, la desidia política que ignora a conciencia la violencia con la que distintos pueblos indígenas conviven en la provincia de Formosa.

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Una bandera wiphala y un pasacalle sobre el que se lee “Presidenta no se vaya sin recibirnos” basta para identificar el acampe, compuesto por una gran tienda azul sobre la cual se desprenden a sus costados pequeñas carpas, para dos o tres personas, y toldos alzados a base de sogas y palos de caña. A sus alrededores, pilas de donaciones cubiertas con lonas, para evitar el desgaste del sol y las lluvias, rebalsan del interior de unas carpas ya colmadas, reflejo del tiempo que 30 familias mantienen activo el reclamo. El espacio se achica, se agota, y la necesidad de quienes en Formosa se encuentran preocupa a Narciso, referente de prensa del Acampe, que busca aunque sea un flete, una camioneta o colectivo para llevar a su tierra los objetos recolectados. “Muchos quieren venir pero no hay presupuesto. También muchos vienen y se van, por el frío, se sufre mucho, es muy distinto el clima allá”, nos comenta entre mates y pregunta: “¿Hasta cuándo dura el frío?”.

A 5 meses de comenzado el Acampe, la protesta conglomera a cuatro comunidades de la provincia de Formosa: Qom, Wichí, Nivaclé y Pilagá. Los atropellos de la administración de Gildo Insfran, caudillo oriundo de la estructura pejotista que logra mantenerse en el poder desde 1995, convocan a la unión de las distintas comunidades en torno al Acampe, que en sus comienzos levantó la comunidad Qom. La política, sin embargo, no golpea sola. Tiene sus cómplices, sus operarios judiciales que a los abusos que descuidan derechos conquistados le suma un servicio legal arrodillado a los intereses políticos de turno, procesando a quienes no tienen más que sus cuerpos para defender el territorio. Ante tal contexto, la alternativa se recrea a kilómetros de distancia de sus comunidades, su tierra, su silencio y sus climas, y nada queda más que aguantar la falta de agua y gas, el hacinamiento, un ida y vuelta del epicentro porteño y una ignorancia política que se mantiene inerte ante el paso del tiempo.

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“Ellos usan y violan sus propios textos… El pensamiento de ellos es matar, eliminar a los pueblos originarios. Al gobierno le interesa el territorio no los pobres, cuando mueren que mueran, a ellos les conviene”, explican a través de una conferencia de prensa distintos líderes del Acampe. El eje de la protesta se asienta en cada comunidad sobre un conflicto central: el territorio, y la pertenencia del mismo. Las prácticas arbitrarias del gobierno de Insfran se apropian de tierras ajenas y reprimen a quienes se oponen, concediendo territorios a la explotación de empréstitos tanto públicos como privados sin la consulta previa que derechos internacionales establecen como obligatoria – tal como dictamina el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo, sancionado en 1989 y ratificado en la Argentina por la ley 24.071. A más de cien años, el Estado provincial formoseño reproduce sin pudor la historia, y así surge el calco de una matriz política, cultural y económica que se asienta en las raíces de nuestro Estado Nacional y sus consagradas cruzadas civilizatorias.

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El 1 de julio un cordón policial amaneció amenazante alrededor del acampe. Los rumores sobre un posible desalojo recordaron a distintos medios masivos la existencia del Acampe denominado QoPiWiNi, por las siglas de los pueblos que lo conforman. El mismo día la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación recibió a diferentes líderes de las comunidades en pie para comenzar una mesa de diálogo que traté las demandas de la protesta. En aquel encuentro inicial, considerado favorable para quienes asistieron, se estableció el compromiso por parte del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI) de avanzar en el reconocimiento del pueblo Nivaclé y la entrega de DNI a cada una de las personas indocumentadas de las comunidades formoseñas. La segunda reunión, sin embargo, se estancó sobre las exigencias más conflictivas, dada la nula presencia de representantes de la provincia de Formosa y la falta de tratamiento a las problemáticas en torno al territorio y la persecución judicial. Hasta el momento, simplemente se consiguió la promesa de una nueva futura reunión, sobre la cual esperan ser convocados.

A pesar del considerable avance, el escepticismo coherente con una historia que se repite a través de los años exige la reunión presidencial para concluir con la medida de lucha. El asesinato de Roberto López durante la represión a la protesta llevaba a cabo por la comunidad Qom Potae Napocna Navogoh (La Primavera) en la ruta 86, el 23 de noviembre del año 2010, llevó a dicha comunidad, liderada por Felix Diaz, a un Acampe, tal como el que se mantiene hoy en día en Capital Federal. Después de cinco meses de reclamo, una mesa de diálogo establecida entre Nación (representada por el entonces Ministro del Interior, Florencio Randazzo), la provincia de Formosa y los Qom – con distintos organismos de Derechos Humanos como “garantes” – concluyó en cajones políticos, promesas incumplidas y un desalojo forzado por policías, gendarmes y miembros de La Campora encabezados por Andrés Larroque, según denunciaron, entre otros, la representante de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, Nora Cortiñas.

El recuerdo vigente del trunco desenlace del pasado Acampe cuestiona toda promesa que desde el gobierno no garantice una resolución convincente de las demandas planteadas. La actual agenda de trabajo, reclaman, debe servir como puente para una reunión con Cristina Fernández. El cansancio lógico de cinco meses de acampe no doblega una paciencia milenaria lamentablemente acostumbrada al despojo y la violencia. El tiempo, así cómo agobia, exige. La larga resistencia, mantenida a pesar de las dificultades inherentes a toda protesta alzada sobre la falta de recursos y el afán de justicia, no permite tan sólo palabras como respuesta, y a la espera, entonces, continúan.
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“Si hablamos de la parte cultural, a nosotros nos costó adaptarnos a esta otra forma de contexto, en nuestra comunidad hay más silencio, y cada gente que pasa te saluda, te pregunta cómo estás, como está tu salud”, nos comenta Palomo, quien se encuentra presente desde el 14 de febrero. Y agrega: “Este contexto es diferente, hay mucho racismo, mucho egoísmo y discriminación”. La discriminación política encuentra su eco social en insultos aislados que, aunque golpeen la integridad de quienes protestan, lejos se encuentran de los acercamientos que uno acostumbra a ver en el Acampe. Jóvenes con el deseo de aportar su firma y alimentos, adultos con los minutos necesarios para acercar donaciones y hablar con los miembros de las comunidades, y hasta una señora que tranquilamente para una camioneta 4×4 en plena Av. de Mayo, entrega a un niño por la ventana del auto un cartón de leche en polvo y grita, eufórica: “Yo soy del campo también, así que se lo que están sufriendo”.

La fuerza de la Capital se reconoce, sobre ella se apuesta. La centralidad porteña visibiliza, incomoda, acerca a distintas agrupaciones políticas y abre el camino al vértigo de lo mediático. Engloba, representa, y así consigue liderar demandas que cruzan fronteras étnicas y provinciales. La 1ra Cumbre Nacional Indígena, convocada por el acampe QoPiWiNi y celebrada entre el 27 y el 29 de mayo, sirve de ejemplo. La participación de 25 pueblos indígenas de 17 provincias del país no fue un obstáculo al momento de elaborar una declaración conjunta, la cual sirve de guía actual para cualquiera que busque comprender las principales demandas de las comunidades originarias: derogación de la ley antiterrorista, sobre la cual se amparan las penalizaciones “de los líderes indígenas que reclaman sus derechos en defensa de sus territorios”; “El desprocesamiento de todas las autoridades indígenas procesadas, como el caso de Relmu Ñamku de la comunidad mapuche Winkul Newen de la Provincia de Neuquén”; y, por supuesto, “que la Presidenta Cristina Fernández reciba de manera urgente a los hermanos de QOPIWINI”.

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“Viene mucha gente a sacar fotos, pero nuestro reclamo no les interesa. Muchos nos dicen “estamos con vos”, pero al momento de tomar una medida, desaparecen bajan sus banderas y no acompañan. Hay organizaciones, políticos que quieren apoyarnos pero no pueden, tienen sus límites de partido. De sentirnos apoyados no, nunca. No estamos teniendo nada, solamente viene gente que nos ayuda para mantener esto. Nos traen agua, frazadas, algunos alimentos, para que esto funcione y se mantenga” concluye con crudeza Palomo. Cinco meses de Acampe desgastan, consumen. Muchos se acercan a brindar su aliento, entregar donaciones, realizar entrevistas y siguen, de vuelta a la rutina. Ahí esperan, duermen y habitan, siempre entre la Av. de Mayo y la 9 de Julio, y desde el lugar que esta nota ocupa tan sólo queda el sentimiento de apoyo y un reclamo compartido: Señora presidenta, no se vaya sin recibirlos.

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