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Para discutir el FIT
Por Ariel Mayo, Roberto Parodi y Jorge Saavedra - Sunday, Aug. 16, 2015 at 10:01 PM

16 de agosto de 2015 | Como es sabido, el FIT participó en las PASO del 9 de agosto dividido en dos listas, una encabezada por Jorge Altamira (PO, IS y otros grupos menores) y otra encabezada por Nicolás Del Caño (PTS). Se quebró así el acuerdo vigente desde la fundación del FIT, consistente en rechazar a las PASO como mecanismo de selección de candidatos. Durante meses la izquierda se enfrascó en una polémica furiosa. El pasado de fragmentación y luchas internas, que se creía clausurado, retornó intacto y recargado. Chicanas, insultos y acusaciones de todo tipo pasaron a ser la orden del día. La presentación de dos listas por el FIT para competir en las PASO desencadenó un agitado debate en la izquierda en general y entre las organizaciones que componen el FIT en particular. Opinión | Por Ariel Mayo, Roberto Parodi y Jorge Saavedra.


Sin embargo, la palabra “debate” no sirve para calificar la discusión a la que asistimos. Lejos de clarificar las políticas respectivas, el “debate” fue un torneo interminable de chicanas entre el PO y el PTS; el chiste fácil (sólo para entendidos) reemplazó a la caracterización de las posiciones; la chicana barata y los lugares comunes tomaron el lugar de la elaboración de una estrategia de poder para la clase obrera. La victoria de la lista de Del Caño (PTS) sobre la lista de Jorge Altamira (PO-IS y otros) no clausura la disputa, sólo la cierra provisoriamente. El presente artículo tiene dos objetivos: desarrollar los motivos que justifican esta última afirmación, y plantear algunas cuestiones fundamentales para iniciar el análisis de la experiencia del FIT.

Los partidos que integran el FIT practicaron este tipo de “debates” a lo largo de toda su historia, mucho antes de que existiera el Frente. Pero esta vez la coyuntura es diferente. Desde su constitución en 2011, el FIT se convirtió en un polo de atracción para una izquierda tradicionalmente dispersa. Es por eso que el contenido y las maneras del “debate” actual contribuyen a debilitar a la izquierda, en momentos en que los partidos del orden burgués se aprestan a llevar adelante un fuerte ajuste sobre los ingresos y las condiciones de vida de los trabajadores.

La construcción de una izquierda revolucionaria, capaz de disputarle el poder a la burguesía, va de la mano con la crítica de todo lo existente. Es por ello que consideramos que una intervención fructífera en el “debate” debe tener como punto de partida la discusión de los supuestos que se encuentran detrás de las posiciones de los partidos que componen el FIT, sin detenernos ante trayectorias inmaculadas o supuestas verdades partidarias. Desde nuestro punto de vista, el principal defecto del “debate” consistió en que giró en torno a cuestiones superficiales (tal o cual candidatura), sin abordar el problema fundamental, que es la naturaleza misma del FIT. La controversia sobre candidaturas oculta los verdaderos problemas, que son tanto políticos como teóricos. En este sentido, cabe aplicar a la cuestión la afirmación proverbial “que el árbol no nos tape el bosque”. En otras palabras, es el momento para emprender una crítica de la experiencia del Frente, haciendo hincapié en las causas de sus limitaciones.

Para ir a la raíz del problema, nada mejor que empezar por el origen. El FIT surgió en 2011 como respuesta a una imposición del Estado burgués. El régimen de las PASO puso a los partidos de izquierda ante la disyuntiva de unirse o sufrir la imposibilidad de participar en las elecciones nacionales, dado el piso de votos que dicho régimen imponía a las agrupaciones políticas. Si bien esto es historia conocida, constituye un elemento central para comprender la naturaleza del Frente. El FIT no se originó por la convergencia en la lucha de clases de los partidos que lo integran, ni de un proceso de acercamiento paulatino entre los mismos.

Fue el fruto no deseado de una iniciativa del Estado burgués, que obligó a los partidos de izquierda a actuar en pos de la unidad para no desaparecer de los comicios nacionales. El tema electoral constituyó, pues, el cemento que forzó la unidad, que ni siquiera contempló al conjunto de la izquierda trotskista (por ejemplo, el Nuevo MAS). En este punto hay que agregar que decir que el FIT fue una respuesta a la creación de las PASO no significa negar que existía (y existe) la necesidad de lograr la unidad de la izquierda. Si bien no tenemos espacio aquí para desarrollar lo que sigue, puede decirse que los logros electorales del FIT se explican, en buena medida, por el mérito mismo de la unidad, aunque ésta sea exclusivamente electoral.

El régimen de las PASO actuó, a su vez, sobre partidos que se concebían, cada uno a sí mismo, como EL partido revolucionario. El trotskismo se caracterizó a lo largo de su historia por elevar a la categoría de dogma un diagnóstico sobre la realidad argentina basado en supuestos heredados del Programa de Transición (estancamiento crónico de las fuerzas productivas; crisis permanente del capitalismo, una clase obrera siempre a la ofensiva, dirigencias burocráticas que traicionan a los trabajadores e impiden la marcha triunfal hacia el socialismo, etc.). Cada uno de los partidos trotskistas se considera a sí mismo como el mejor intérprete de dicho diagnóstico, en tanto sus oponentes expresan variantes degeneradas u oportunistas del mismo. Debido a esto, toda vez que se planteó la unidad de dichos partidos, la misma nunca superó los términos electorales y se caracterizó por su corta duración. De ahí también las enormes dificultades para incorporar a las agrupaciones de la izquierda no trotskista. El dogmatismo, la negativa a someter a una discusión franca los supuestos y la caracterización de la realidad argentina, hacen que todo acercamiento entre partidos y organizaciones tenga un carácter meramente superficial. Los partidos pueden mezclar su personal en las listas de candidatos; los militantes no se mezclan ni confluyen (salvo en casos excepcionales) en la lucha política cotidiana.

En este marco, el FIT ha sido, desde sus comienzos, una “cooperativa electoral”. Permitió que los partidos trotskistas superaran el obstáculo de las PASO sin necesidad de emprender acciones en común fuera de las elecciones (y aún en este plano cada partido hizo rancho aparte – nunca hubo “mesitas” comunes del FIT -). Jamás se conformaron comités de base del FIT. De hecho, ni siquiera fue posible constituir una bancada en común como FIT. Esta marca de origen fue y es uno de los impedimentos para que el Frente se constituya en canal de expresión de los trabajadores. Constituido como respuesta a una iniciativa de la burguesía, el FIT respetó en todo momento la división del trabajo que se encuentra en la base de la dominación capitalista: activo en el plano electoral (y en época de elecciones), fue incapaz de generar iniciativas unitarias en el plano de las luchas obreras. En las luchas cotidianas, cada partido siguió actuando por separado, compitiendo por ver quién tenía mayor visibilidad en los conflictos.

El problema fundamental del FIT es, por tanto, la política. Y ella estuvo ausente en el “debate” actual. Reducir la discusión a los mecanismos de selección de candidatos equivale a ocultar los problemas de fondo. Esta postura puede resultar útil para los partidos que se disputan el control del FIT, pero es a todas luces insuficiente para la construcción de una alternativa revolucionaria. Por eso insistimos en que ha llegado el momento de encarar un debate serio sobre el FIT en particular y la izquierda argentina en general, y para ello es imprescindible discutir política. Como indicamos más arriba, esto implica abordar una discusión profunda de los supuestos aceptados por los partidos que integran el FIT.

Para ello es preciso discutir el trotskismo y su evaluación de la realidad argentina. La transformación del trotskismo en un dogma inapelable (así lo conciben los partidos que integran el FIT) impide el desarrollo de la izquierda revolucionaria, pues condena a las organizaciones a repetir una y otra vez el mismo diagnóstico frente a una realidad cambiante, y a proponer las mismas tácticas que han demostrado su esterilidad durante décadas.

Un ejemplo sirve para ilustrar lo anterior. Cuando se cuestiona la ausencia de referencias al socialismo en la propaganda electoral de los partidos del FIT, éstos responden que todo está explicado en el programa del Frente. Esta actitud es característica. El programa es pensado como el núcleo de la política; así, elaborar un programa equivale a fijar el rumbo del partido de una vez y para siempre. El programa, la pureza de sus consignas, es el indicador del carácter revolucionario del partido. Lejos de ser una síntesis de la confluencia entre la política del partido y la relación de fuerzas en un momento determinado, el programa se transforma en un fetiche, que suplanta a la comprensión de la realidad. El partido es revolucionario porque su programa lo es. El deber ser (el programa) reemplaza al examen de la práctica (el ser efectivo) del partido. De este modo, al fijar el programa, los partidos se ponen a cubierto de cualquier crítica. Total, si alguien cuestiona, se lo envía a leer el programa, donde se encuentran las respuestas a todos los problemas, pasados, presentes y futuros. Nuestra posición es diferente. La política está determinada por las prácticas y las concepciones de los actores, las cuales se encuentran plasmadas, por ejemplo, en los spots televisivos. En un sentido, éstos son más importantes que el programa, pues expresan para las grandes masas el diagnóstico y la propuesta del marxismo. Es por ello que la ausencia de toda referencia al socialismo en los spots de la campaña electoral expresa un problema de fondo en la concepción política de los partidos del FIT.

El FIT realiza una campaña electoral en la que las ideas socialistas se encuentran ausentes. Los miles de afiches que empapelan las ciudades gracias al esfuerzo de los militantes sólo sirven para hacer visibles las caras de los candidatos. Contar con un programa “revolucionario” no sirve de nada si la práctica política no va dirigida a difundir y promover el socialismo. En este punto, la táctica transicional desarrollada por el trotskismo resulta contraproducente en las condiciones actuales de reflujo de la clase obrera y aceptación mayoritaria de la ideología democrática burguesa. Aquí la práctica electoral se enlaza con el diagnóstico de la coyuntura. Puesto que la economía siempre está al borde de la bancarrota (estancamiento de las fuerzas productivas) y que la burguesía es incapaz de seguir gobernando (crisis política derivada del mencionado estancamiento), basta con plantear alguna consigna precisa para lograr que las masas estallen y rebasen a sus conducciones traidoras. De ahí que los eslóganes de campaña dejen de lado la propaganda del socialismo, innecesaria dado que ya están dadas las condiciones subjetivas y sólo falta el detonante.

La discusión en torno a los candidatos del FIT (y al método de selección de los mismos) impide avanzar en el desarrollo del debate necesario acerca de la estrategia y la táctica de la izquierda en Argentina. Pero hay otros factores que obstaculizan la posibilidad misma del debate. Entre ellos, el principal es la percepción, generalizada entre muchos militantes de la izquierda, que sostiene que el FIT es una herramienta que fortalece un camino de independencia de clase. De este modo, el FIT queda blindado frente a las críticas, pues éstas son interpretadas como un ataque (oportunista) a la independencia política de la clase obrera. Ahora bien, a nuestro juicio el FIT está lejos de promover dicha independencia política. Si bien la misma es declamada, la práctica política de los partidos que lo integran tiende a reproducir la creencia en que cada uno de ellos es el portador de la verdadera conciencia revolucionaria, antes que a difundir las ideas socialistas entre los trabajadores. Se reproduce así una lógica amigo – enemigo, según la cual los propios militantes son los amigos y los militantes de los otros partidos del Frente son los enemigos, mucho más que la propia burguesía. Esta es una de las razones que impiden poner en práctica el tan mentado Frente Único en el plano sindical; en los conflictos obreros opera muchas veces la lógica perversa que lleva a participar en aquellos en los que el partido tiene la dirección o alguna influencia, en tanto que se descuida la intervención en aquellos liderados por los otros partidos del frente. La lucha consecuente por la independencia política de la clase obrera se transforma así en una pelea por mostrar quién tiene más fuerza.

Otro argumento esgrimido para preservar al FIT de las críticas afirma que éste constituye la principal expresión de la unidad de la izquierda. Para los defensores de este argumento, la unidad es un valor indiscutible, que debe ser preservado casi a cualquier precio. Sin embargo, y aún reconociendo, como hemos indicado más arriba, que el logro de la unidad parcial es una de las razones de los éxitos del FIT, en ningún momento el FIT representó la unidad de TODA la izquierda (aún reduciendo ésta a los partidos trotskistas). Pero, además, la unidad lograda por el FIT tiene alcances muy limitados; en la práctica, se trató siempre de una unidad plasmada en la composición de las listas electorales. Todos los intentos por profundizar la unidad (por ejemplo, la Asamblea de Intelectuales) fracasaron ante la firme resistencia de los partidos a abandonar la lógica amigo – enemigo.

Las críticas al FIT formuladas en este artículo, lejos de cerrar la cuestión, deben ser tomadas como el punto de inicio de una amplia discusión sobre la experiencia del Frente. Tanto el triunfalismo como el sectarismo conducen a callejones sin salida, por lo menos en términos de la construcción de una alternativa a la dominación capitalista. De ahí la necesidad de dejar de lado el lenguaje conformista (“hicimos una gran elección”) y comenzar a elaborar seriamente el balance de la experiencia del Frente.

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una cuestión
Por uno - Monday, Aug. 17, 2015 at 5:02 PM

"La construcción de una izquierda revolucionaria, capaz de disputarle el poder a la burguesía, va de la mano con la crítica de todo lo existente."

La lucha es clase contra clase. Es el proletariado quien disputa el poder a la burguesía. En todo caso, la izquierda revolucionaria disputa el poder a otros partidos.

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es el troskismo
Por uno - Monday, Aug. 17, 2015 at 5:13 PM

sobre las críticas que el artículo plantea a la política del FIT, es válida también para otras corrientes troskistas.

La ausencia del socialismo más allá de algunos eslóganes y la ausencia de un verdadero programa desarrollado sobre qué se haría si se llega al gobierno (o incluso un programa de cómo llegar al gobierno) tiene la explicación en que la praxis troskista gira alrededor de un agitacionismo en base a "consignas de transición". La declaración programática del FIT es un conjunto de consignas de agitación.

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