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Diego Cortés comics legacy - Holy trinity
Por Mariana Salinas - Tuesday, Aug. 25, 2015 at 2:01 PM

10/08/2015 | Sí, por supuesto que el título de esta nota es cualquiera. Lo puse así porque seguramente Diego se estaría riendo con él. “¿Te pidieron escribir una nota sobre mí? Jo!“ hubiera dicho, probablemente. Hace unos días Priscilla Listello Molinero, de Gala Visuales me pidió hacer esto y en mi cerebro, la respuesta tardó menos de una milésima de segundo: ¿Qué puedo decir yo, que no se haya dicho antes de Diego? ¿Qué puedo decir que no hayan dicho sus amigos más queridos y allegados, con los cuales vivió miles de cosas?.

Diego Cortés comics ...
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Quiero tratar de evitar un texto triste, porque muchos hemos llorado como niños y aún no me olvido de los llantos desconsolados de amigos de Bs.As que me llamaban por teléfono diciéndome que tenía que ser un error, que Diego no se había ido.
Hasta mucho más allá del mapa llegaban sus amigos y gente querida.

Voy a hablar del ambiente de la historieta, porque a eso me dedico y ahí fue en donde lo conocí al Diego hace años: de eventos de historietas, de ir al local; pero sólo estos últimos 3, me acerqué a él como editor y algo así como cuando uno se acerca a un jefe piola.
Con 39 años, dedicó 20 a la difusión de la historieta, poesía y narrativa desde Córdoba.
Hizo que autores de otras provincias quisieran publicar con su sello editorial y obligó a un viraje de miradas hacia el centro del país, que a veces es un poco olvidado. Él estaba orgulloso y contento de eso; a veces, tapado de trabajo, no lo podía creer.

En 2013, luego de haber publicado mi 1er libro infantil en Llanto, me dijo un día, de la nada: “Che, y si hacemos una antología infantil y empezamos a hacer libros para niños? a Llanto le falta eso. Querés coordinarlo vos?”. Fue una alegría inmensa, una bomba;  alguien de este bello (pero también voraz) mundo comiquero, sin dudarlo me sumó a colaborar en un mega proyecto como lo es Llanto de Mudo. Posta, no lo podía creer.

No cualquiera hace eso y si algo era Diego, es que era generoso.
Una de las palabras claves de esta Santísima Trinidad es: GENEROSO.
Desde hace años y de a poco, fue sumando  gente al proyecto de la editorial, gente con pilas, con ganas de seguir. Diego tenía buenas corazonadas para las personas y con el tiempo, debo darle la razón en algunas de las cosas que viví con él.
No fue egoísta, rotundamente no. Sembró de a poco semillas, para que continuaran con Llanto. Eso lo logró a base de compartir y de luchar. Estoy más que segura que nunca lo hubiéramos escuchado decir: “Si me voy a vivir al medio del monte, Llanto se termina conmigo”. JAMÁS.

Cuando pudo, me regaló más de una vez, un libro de la editorial para que le regalara a mi novio, porque sabía que viajaba lejos a verlo.

Pero las cosas no se logran sólo a base de generosidad. También hay que poner el pecho y el loco lo puso hasta el último respiro.
La segunda palabra de la tríada es: LUCHADOR.
Me acuerdo que al entrar a ese sucuchito que es Llanto, ahí estaba sentadito  con la compu (es feo hablar en tiempo pretérito, para mí sigue ahí), haciendo cosas como maquetar las páginas de distintos libros de historieta, poesía, y narrativa. Desde esa esquina del local, desde aquella trinchera, chateaba todos los días con gente que quería publicar con él, hablaba con los distribuidores u organizaba cuándo llevar tales o cuales cajas para acá y para allá. Era un Capitán General y a la vez, un soldado raso, de esos que entregan todo.

Siempre estaba calmado ante todo. Recuerdo que una vez me dijo: “Me mandaron todas estas páginas de historieta con el texto en PSD, y no en Illustrator, voy a tener que separar los colores texto por texto, tengo que llevar a imprenta y todavía me falta banda” y lo decía riéndose.
Si me hubieran enviado eso a mí, con el trabajo de chino que eso conlleva, hubiera prendido fuego todo;  era mucho para corregir, pero a él lo hacía feliz.
Hacía de todo. A mil, pero tranquilo (hasta radio hizo este último tiempo).

Siempre luchando, enviando los libros a convocatorias para ver si eso podía ayudar a publicarlos, siempre peleando para conseguir un mango más para poder editar.

No quiero olvidarme de la última (pero no menos importante) palabra clave de esta Trinidad: HUMILDAD.
Como en todos lados, hay mucha gente trabajando en el mundo de la historieta actual y como en todas partes, está el afamado “choque de egos”;  mientras a veces uno podía ver volar lanzas envidiosas, flechas de fuego y puñales, ahí estaba Diego, inmutable, con el perfil más bajo que haya visto jamás (y créanme que he visto de todo en mis años comiqueros).

Humilde, pero fuerte.

No hacía falta que hiciera alarde cordialmente de quién era o qué había hecho, de eso te enterabas después y te quedabas sorprendido (o “de cara”, como dicen acá).

Unos días antes de que el desenlace fatal nos ahogara a todos, (estúpidamente) yo había escrito un texto en una red social, quejándome de que terminé una carrera en la Facultad de Artes, pero eso no me daba de comer en la actualidad.
Inmediatamente me escribió y su respuesta fue más o menos la siguiente: “Una cosa es lo que hacés para llevar el pan a tu hogar, que a veces coincide con lo que amás hacer, y otra muy distinta es dejar de hacer lo que más te gusta en el mundo porque eso te da plata o no, aunque sea quitándole horas al sueño”.
A veces cuando era necesario, Diego te tiraba estas bombas molotov, dignas de quien se las ha pasado armándolas pacientemente para revertir lo que dicta el sistema, para demostrar que lo que pensabas, no era así, que se puede cambiar y que hay que seguir, porque el tiempo pasa y no espera a nadie.
Él lo hizo, él es la viva respuesta a eso.

No sólo todo este legado de letras deja Diego, sino uno de los más importantes: su hijito, el amor de su señora, hermanas, padres y familia.

En este momento siento el alma aturdida, pero a la vez con cierta paz, porque tuve la oportunidad de conocerlo y saber quién era, no por lo que me decían que era, sino por la propia experiencia.  Me quedo con la pica de no haber podido ayudarlo más aún mientras hacía de todo, me quedo apretando los labios porque nunca empecé ese guión que me pasó y que él nunca terminó porque la que me colgué fui yo.
Él, quizás sabiendo (porque se lo había dicho) y cuando más lo necesité, hizo que pudiera resguardarme en las trincheras de Llanto y seguir luchando desde otro lugar, en donde había corridas para llegar a tiempo, risas, colgadas, generosidad, contratiempos, lucha, humildad y un gran sueño y una vastísima obra.

Casi como un héroe de batalla o un superhéroe de carne y hueso, su memoria y sus acciones se transmiten y viven por siempre.

Gracias Diego, eternamente.

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