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Tucumán o la crónica de un país anunciado
Por Gustavo Robles - Thursday, Aug. 27, 2015 at 10:52 PM

¿Alguien puede sorprenderse en serio de lo que ocurrió y ocurre en Tucumán? ¿alguien puede sorprenderse de la podredumbre de esta “democracia” burguesa que hemos sabido conseguir, y sus procesos electorales? En esa provincia, mientras la policía que hoy reprime a los manifestantes de manera salvaje (siempre lo hizo) se autoacuartelaba y la sociedad era un caos de saqueos y linchamientos, el gobernador Alperovich y su esposa Rajkés (que supo ser la tercera en la sucesión presidencial) se paseaban y se mostraban alegremente por las pirámides egipcias, montando camellos, en uno de los toures más caros del planeta.

Tucumán o la crónica...
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Rajkés, en una manifestación de pobres y hambrientos, los humilló diciéndoles que no se hicieran los vivos con ella porque ellos eran unos “negritos y vagos de mierda” y ella tenía 10 mansiones. Esa es la concepción feudal que tienen los caudillos pejotistas y desparraman en su militancia y parte del pueblo sometido que los sostiene.

Manzur, hoy electo gobernador en estas vergonzosas elecciones, supo ser ministro de salud provincial, falseando todos los datos sobre desnutrición infantil en la provincia. Como “castigo”, la mayor señora feudal de todas y todos, CFK, lo nombró ministro de salud de la Nación.

La concepción feudal no se encuentra sólo en las provincias. En todo caso, en el interior es donde está más explícita y descaradamente expresada. Pero está claro que el pejotismo kirchnerista abona esa forma de encarar la realidad: se manejan no como administradores del Estado, sino como sus dueños. La presidenta es el más acabado ejemplo de ello. Y eso se replica tanto en las provincias como en los municipios administrados por los capo-mafia del conubano bonaerense.

Entonces… ¿Alguien puede sorprenderse de esta Argentina?

Si la presidenta, cada vez que tiene que atender su salud, en vez de hacerlo en los hospitales públicos como el resto de la gente a la que condena a hacinarse en ellos, lo hace en las clínicas más caras del país.

Si sus hijos hacen lo mismo, y sus nietos nacen lejos de los edificios estatales de atención de la salud.

Si el gobernador de la provincia más grande del país y aspirante a presidente Daniel Scioli va a arreglar su prótesis a Italia, porque en los 12 años de kirchnerismo ni siquiera ellos tienen ese tipo de adelanto aquí. Claro, ellos pueden viajar para atenderse, el 90% de la gente no…. Ah, además, se le ocurrió irse en medio de las peores inundaciones de los últimos años en la provincia que gobierna desde hace ocho años…

Estos canallas que se la dan de “progresistas”, son la lacra que más ha contribuido a sostener las inequidades de un sistema ya desigual por naturaleza como lo es el Capitalismo. Algunos, a “esto” que vivimos, lo llaman “democracia”, y se escandalizan por la realidad que nos toca vivir, sin entender (o sin querer hacerlo) que lo que vivimos es consecuencia del modo de producción capitalista, que lejos está de ser democrático (es desigual, concentrado y autoritario). Es decir, el kirchnerismo es parte del problema, porque el problema es el sistema burgués al que sostiene y del que forma parte.

Como parte del problema, el kirchnerismo ha contribuido como nadie a la consolidación de las desigualdades, a pesar de su discurso. Sobran ejemplos:

Después de 12 años, deben subsidiar la pobreza que niegan (pero todos vemos), con 18 millones de planes ¡¡18 millones!!

A esos planes, este gobierno los considera “trabajo”, y por eso nos quiere hacer creer que el índice de desocupación es de un dígito. Y no es todo lo malo que genera: los que reciben esos planes también creen que “trabajan”. El kirchnerismo ha destruido el concepto de trabajo digno en esta dékada nefasta.

En Tucumán se vio repartir bolsas de comida a los votantes por parte de las ordas oficialistas ¿Alguien puede sorprenderse? Es una práctica habitual del pejotismo (y no exclusiva pero sí la más extendida y aceitada) desde hace décadas, y en todas las provincias. En el conurbano es habitual el punterismo clientelar y patoteril. El clientelismo es una de las prácticas más repugnantes de la política, porque se aprovecha vilmente de los más necesitados.

A nadie puede sorprender el voto que reciben los verdugos por parte de sus víctimas de esa manera. Pero el kirchnerismo ha ido más allá, ha refinado tanto las formas del engaño, que miles y miles de jóvenes pueden sostener que el agua no moja e ignorar los ridículos en los que caen. Muchos de estos pibes le discuten los hechos de décadas pasadas, sin haberlas vivido, a quienes sí las sufrieron. Por eso son capaces de negar la colaboración del matrimonio santacruceño con la Dictadura genocida, o el seguidismo y apoyo a Menem, del que decían había sido “el mejor presidente de la historia”, aunque les muestren las fotos y documentos de aquella época. De nada vale decirles “yo la viví, a mi no me la cuenta nadie”, como se la cuentan a ellos, porque es tal el fanatismo que es imposible hacerlos entrar en razones. Igual que a los fanáticos religiosos. Les han hecho creer que tienen razón por el sólo hecho de ser jóvenes, claro que siempre y cuando acepten la versión oficial de los hechos.

El kirchnerismo, después de 12 años de gobierno, de utilizar el Estado como si fuera propio y encima para entregar nuestro patrimonio y mantener y sostener el sistema de explotación capitalista, deja una sociedad absolutamente desigual, donde no sólo hay clases, sino castas, pues el funcionariado del Estado se ha conformado en eso, una bolsa de mugre donde quienes lo integran sólo piensan en cómo engañar al pueblo para meterse en el entramado de la corrupción, enriqueciéndose en los negociados con la burguesía.

Pero además y como consecuencia, la consciencia social ha retrocedido de manera alarmante. No sólo miles y miles creen que “defender la soberanía” es entregarle nuestros recursos a las multinacionales; no sólo creen que “desendeudarse” es pagar una deuda que nunca debimos, generando una mayor que ahora han legitimado ante el sistema financiero del imperialismo; no sólo creen que “ser independientes” es depender de las inversiones y financiamiento extranjeros: también hay millones que creen que cobrar un plan “es trabajar”. Hay millones que creen que se realizan como seres humanos “consumiendo”. Hay millones que creen que ser pobre es su condición permanente e inevitable. Hay millones que creen que sin patrón no hay trabajo. Hay millones que aplauden a sus propios verdugos.

Un ejemplo claro de lo que nos deja el kirchnerismo como sociedad, son los linchamientos callejeros, de personas a las que supuestamente han pescado “in fraganti” cometiendo algún delito. Los linchan sin ningún remordimiento, sólo porque alguien los acusa, sin ningún proceso justo, sin derecho a la defensa. Es el retroceso más alarmante en la consciencia de este pueblo cuya clase obrera alguna vez peleó por su independencia política y por el poder. Hoy estamos bien domesticados para ni pensar en eso, y encima nos matamos entre nosotros, los explotados y marginados ¿Alguien puede sorprenderse del “sálvese quien pueda”, del desdén por el otro, de la falta de respeto por el prójimo, del hay que ganar “a cualquier precio”?

Así es la cosa: después de 12 años de administración de los patagónicos, el 10% más rico se lleva el 30% de la renta del país, mientras el 10% más pobre sólo accede al 1,5%, según el mismísimo Indec. La desigualdad sigue siendo una afrenta en nuestra sociedad, a pesar del cacareo del PJ-K.

Pero eso no es todo. Porque también nos deja esta mayoría opositora, que puede movilizar a decenas de miles de personas para oponerse al kirchnerismo, pero no a la degradante cultura imperante: tanto Massa, como Macri o Sanz, son lo mismo que Scioli o los Kirchner en ese sentido. Ese pueblo que en el 2001 gritaba atronadoramente el “Que se vayan todos”, hoy vota a sus propios verdugos.

¿Alguien puede entonces sorprenderse de lo que ocurrió y ocurre en Tucumán?

Nadie

Los burgueses, es decir, los patrones, los explotadores, están de fiesta, con los bolsillos llenos como nunca antes y agradecidos por los servicios prestados en esta déKada arrasada.

La verdadera solución está en terminar con toda esa lacra, lo que significa terminar con el sistema que los ampara. Sin dudas ese bello concepto que significa el Socialismo, un orden donde el poder, los medios de producción y los recursos naturales estén en manos de las mayorías explotadas en el camino de extinguir la explotación y las desigualdades de clase, es la salida. Pero para ello debería existir una herramienta poderosa que nade contra la corriente degradante en la que vivimos y pueda dar la batalla para el cambio de consciencia necesario. Algo que todavía no está a la vista.

Habrá que trabajar mucho y lejos de los conceptos arraigados de la cultura burguesa para lograrlo.





Gustavo Robles

26-8-15

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