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Esa costumbre de matar
Por Martín Stoianovich - enREDando.org.ar - Thursday, Sep. 10, 2015 at 4:08 PM

Familiares y amigos de Roberto Arrieta, asesinado el pasado domingo por un policía, se movilizaron en Puerto General San Martín para exigir justicia. Mientras se llora la muerte de otro pibe, aumentan los casos de gatillo fácil en la provincia.

Esa costumbre de mat...
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Foto: Mariana Dada

 

Por Martín Stoianovich

El frío y las repentinas lluvias de este miércoles no fueron un obstáculo para los familiares y amigos de Roberto Arrieta que volvieron a movilizarse por las calles de Puerto General San Martín para exigir justicia por el pibe de 22 años que el pasado domingo se convirtió en nueva víctima de gatillo fácil en la provincia de Santa Fe. Las gotas de la garúa camuflaron las lágrimas desprendidas de un profundo dolor por otro pibe asesinado. “Justicia por Rober. No al gatillo fácil – no a la violencia institucional”, rezaba la bandera que sostenían sus amigos y encabezaba la movilización.

Cerca de las 18, cuando la marcha estaba por comenzar, Romina, novia de Roberto, tomó un altavoz y no alcanzó a decir más que “Justicia” unas cuatro veces. El llanto la interrumpió y el abrazo con sus cercanos fue, otra vez, el consuelo a su alcance. “Lo mataron adelante mío, por qué lo tienen que matar así”, decía entre el disgusto y la bronca. Romina, que está por terminar la secundaria, se convirtió hace unos días en una de las tantas personas a las que una bala policial les arrebata un ser querido. De allí su inexplicable dolor, compartido en la movilización por Alberto Perassi, papá de Paula, quién desde hace casi cuatro años busca justicia por la desaparición y muerte de su hija en un caso que también esconde a la complicidad policial.

El pasado domingo transitaban en moto por las calles de Puerto General San Martín, a donde habían llegado desde la localidad de Aldao para comprar unos pollos y festejar  así el cumpleaños 22 de Roberto. Mientras se espera aclarar todo lo sucedido previo a la muerte del joven, lo que se sabe es que un policía de San Lorenzo, a bordo de una moto Honda Tornado, los embistió y los dejó tirado en el pavimento sobre la intersección de Avenida San Martín y Córdoba.  Cerca de las siete de la tarde médicos del Sies le dieron el alta en la misma escena del choque, y luego la pareja se fue a la Comisaría 5ta, a pocas cuadras de dicha esquina, a realizar la denuncia. Allí hubo un cruce de palabras y sucesos que, entre la versión de los familiares de Roberto y el cuestionado relato policial, todavía intentan dilucidarse mediante la investigación de la fiscal Karina Bartocci a cargo de la unidad de Violencia y Corrupción Institucional. Lo único concreto es el disparo que el policía Jonathan Puebla dio a Roberto en su pecho a menos de un metro de distancia. Su novia diría después que las palabras del suboficial de 24 años antes de asesinar a Roberto fueron: “A vos te vamos a enseñar lo que es el respeto”. Había sido el tercer disparo después de otros dos realizados como amenazas con un arma de la cual todavía no se tiene certezas. El pasado martes, Puebla fue imputado por homicidio y se le dictó prisión preventiva sin plazos, pero se espera que con los avances de la investigación se compruebe el probable encubrimiento en torno al choque previo y el posterior asesinato.

Durante la movilización de este miércoles, los allegados de la víctima manifestaron el dolor por las versiones difundidas por algunos medios de comunicación de la zona. Es que, como suele suceder cuando la policía está implicada en un hecho de semejante gravedad, se busca culpabilizar a la otra parte, aunque se trate de un pibe muerto por las propias balas oficiales. Se dijo que Roberto había esquivado un control de tránsito, que el tumulto de gente que llegó a la comisaría aquel domingo estaba haciendo disturbios, entre otros rumores que buscan justificar lo que no tiene explicación lógica. A Roberto lo sentenciaron a muerte y los mismos policías intentaron trasladarlo al hospital sin llamar a una emergencia, removiendo así toda posibilidad de esclarecer el hecho con profundidad. Sólo queda el relato de Romina, y su padre, que cuenta cómo protegió a su otra hija, de diez años, de uno de los disparos. Un video difundido recientemente muestra a Roberto reprochándole a un policía por haberlo chocado. “Vos sos la ley, yo no te voy a pegar, te voy a hablar como yo sé hablar”, se lo escucha decir al pibe en respuesta a un policía que lo enfrentaba. Minutos después sucedió el ataque.

“Mi primo no se cayó de la moto, no tuvo un accidente, la policía le disparó a menos de un metro. No titubeó, no se le escapó el tiro”, gritaba la prima de Roberto mientras pedía justicia “para que esto no se repita nunca más”. A su vez, la novia del pibe remarcó la falta de acompañamiento de las autoridades de Puerto General San Martín y San Lorenzo, y mencionó la responsabilidad política sobre el accionar policial que desembocó en la muerte de Roberto.

¿Se va a acabar?

En lo que va del año los casos de gatillo fácil relevados públicamente ya superan la decena en Rosario y alrededores. Muchos de ellos bajo la misma mecánica según el relato policial: enfrentamiento armado y supuesto delincuente abatido. Pero siempre aparece un testimonio cercano a la víctima que ofrece otra versión, en la cual suele haber ejecuciones a corta distancia, armas plantadas y encubrimiento del resto de la fuerza. También hay casos como el de Roberto Arrieta, en donde el policía implicado directamente no tiene la posibilidad de ocultar o distorsionar su actuación, o casos como el de Franco Casco, en donde no hay balas de por medio pero sí el resto de los aspectos como el encubrimiento policial y el silencio político. Por eso, quienes critican el accionar de las fuerzas de seguridad, afirman que no se trata de un policía corrupto, sino de una institución no sólo corrompida, sino que actúa bajo una estrategia sistemática garantizada por el Poder Judicial que, por acción u omisión, termina dejando impunes la mayoría de casos.

El dolor de la familia Arrieta es el dolor de la familia Godoy, que sufre la pérdida de Carlos, de 25 años y asesinado en barrio Empalme Graneros por un policía que lo remató por la espalda cuando yacía en el suelo sin posibilidad de defensa. El llanto de la familia Arrieta viene de la corriente de lágrimas de la familia Zamudio, quien pagó con la sangre de Maximiliano, un pibe de 16 años, la decisión de un prefecto de dispararle a corta distancia en un pasillo de barrio Tablada. La bronca de la familia Arrieta es la bronca que sostiene la familia Herrera, quien tuvo que toparse con la irresponsabilidad y saña de la Policía de Acción Táctica que asesinó a Jonathan, de 23 años, baleado mientras lavaba su auto en la vereda. Los nombres son cada vez más y se acumulan a una lista que se empeña en extenderse en el impulso de la policía del gatillo fácil.

“Se va a acabar esa costumbre de matar”, fue uno de los cantos que acompañó la movilización. Bruno, un amigo de Roberto, contó a enREDando que en su pueblo la violencia policial “se sufre en el día a día”. “Hoy nos toca a nosotros porque a mí amigo lo mataron como a un perro. Queremos que no haya más otro Roberto”, dijo entre el llanto que acompañaba su reflexión. Pero la realidad indica que pibes asesinados por la policía sigue habiendo frecuentemente y que esa costumbre de matar no se termina.

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