Julio López
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Elecciones y revolución
Por Agencia Walsh - Wednesday, Sep. 23, 2015 at 2:32 PM

Lunes, 21 de Septiembre de 2015 | (AW) Falta poco más de un mes para las elecciones nacionales. Escándalos, denuncias cruzadas, pocas ideas y casi ninguna propuesta que realmente tenga que ver con las necesidades de lxs oprimidxs, más allá de las vaguedades y generalidades que utilizan en sus discursos quienes aspiran a continuar ejerciendo (y eventualmente ampliar) y usufructuando la porción de poder político que detentan sin importar la fracción a la que dicen representar. Nada que sorprenda demasiado más allá de dejar al desnudo las ambiciones y modo de actuar de lxs poderosxs. Por otro lado, el Frente de Izquierda, que con muchos de sus integrantes compartimos trincheras y aspiraciones, está inmerso en una discusión sin fin entre sus principales organizaciones integrantes, que hacen dudar de la continuidad del mismo. En ese marco seguimos preguntando y preguntándonos:

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¿Qué aporta participar del proceso eleccionario a la lucha por terminar con la sociedad capitalista y construir una más justa y solidaria?

No es un debate cerrado. Todo lo contrario. Aunque esta es la última entrega, la discusión sigue abierta.

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Gramsci, leído desde San Marcos Sierras
Por Agencia Walsh - Wednesday, Sep. 23, 2015 at 4:04 PM

Gramsci, leído desde...
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Hace falta un partido que se proponga desaparecer con dirigentes que se propongan dejar de serlo

Lunes, 21 de Septiembre de 2015 | La obra de Antonio Gramsci ,"El Príncipe Moderno" está basada en el libro “El Príncipe” de Nicolás Maquiavelo, un político, filósofo y escritor italiano del siglo XVI muy discutido, mucha gente piensa en él como un inventor de métodos políticos perversos e inmorales.

Tal es así que ese tipo de maniobras se llaman “maquiavélicas”. Gramsci como otros pensadores lo ven de otra manera. El propio Maquiavelo dirá en su prólogo al “EL Príncipe” que después de haber leído y estudiado a los grandes estadistas de la historia y de su propia experiencia política en su tiempo escribe su libro. Entonces Maquiavelo no se atribuye haber inventado nada solamente exponer como obraban y obran los grandes estadistas y políticos. Pero ¿Con qué fin? Trabajar sobre su proyecto de lograr unificar a Italia, bajo una monarquía. Cosa que ya habían logrado España y Francia. La principal beneficiaria de esto era aunque suene raro era la burguesía que estaba aprisionada por pequeños señores feudales, en pequeños reinos. La unidad bajo un gobierno único hacia posible un mercado nacional, desde donde las burguesías disputarían el mundo, los campesinos y las capas bajas se sentían en ese momento atraídos por ese proyecto así que era una causa popular.

Gramsci ve a Maquiavelo entonces como un estudioso de la realidad que tiene un proyecto político y estudia como desde la realidad concreta, las maneras de concretarlo, y los sujetos capaces de llevarlo a cabo. Para Maquiavelo, el sujeto era un príncipe que con los métodos aplicados por los grandes políticos y estadistas consiguiera la unidad de los distintos actores sociales sobre todo del pueblo para este proyecto, o sea que pudiera unir lo disgregado en una voluntad común de transformación.

Gramsci lee a Maquiavelo entonces buscando herramientas para transformar a Italia, quiere ver la realidad de su época encontrar los métodos y sujetos . Hace falta dice pensando en la derrota de los consejos de fábrica de Italia de 1919, una fuerza que aglutine los sectores- clases oprimidas y que están disgregados. ¿Qué sujeto podría hacer esto? No un príncipe, no un sujeto individual, sino un grupo de hombres, un partido capaz de encontrar las maneras necesarias de agrupar lo disperso y coordinar las acciones para lograr la transformación de la sociedad. Un líder individual sirve cuando hay que actuar con extrema rapidez, pero esto si se prolonga y profundiza termina restaurando el viejo orden, no transformando la sociedad. Hace falta entonces un partido, especial, un partido que se proponga desaparecer con dirigentes que se propongan llegar a no serlo.

La sociedad dividida en grupos, clases antagónicas, opresores y oprimidos produce los partidos que son la consecuencia y no la causa de la división social, si se termina la opresión y la libertad se consolida, no habrá mas partidos, sino organización democrática de todos en busca del destino y el bien común, los conflictos podrían resolverse sin violencia, no haría falta ni partidos liberadores, ni opresores, o sea que un partido liberador debe proponerse como objetivo final desaparecer y los dirigentes de tal partido tienen que tener como objetivo terminar con esa división del trabajo dirigentes y dirigidos o sea dejar de serlo.
Para Gramsci esa es la realidad existente con la cual trabajar, la existencia de dirigentes y dirigidos, el dirigente debe combinar artista con científico, dos habilidades que el capitalismo trata de impedir que los trabajadores desarrollen y que un partido liberador debe tratar de desarrollar, naturalmente algunos trabajadores consiguen desarrollar esas habilidades y pueden convertirse en dirigentes, o miembros de las clases burguesas disconformes que se enfrentan con su clase de origen y que se ponen de parte de los oprimidos ,también pueden convertirse en dirigentes, lo importante es tener claro que el objetivo final es dejar de serlo. Sino restauran el viejo orden. ¿Cómo lograr esto? Es un tema no cerrado, hasta ahora explicado de distintas maneras por las distintas corrientes revolucionarias sigue sin resolverse, Gramsci vio el nacimiento del stalinismo y no llegó a verlo desplegado en toda su magnitud, ni la derrota colosal para los trabajadores en que finalizó. Pero igual advierte contra el centralismo burocrático, opuesto para él al centralismo democrático.
Polemizando con los anarquistas de ayer y los de hoy les diría uds empiezan por el final, toman por realidad lo que es su deseo, la realidad es que el sistema capitalista crea subjetividades diferenciadas en las personas, a la mayoría las condena a solo pensar en su subsistencia diaria mientras que otros tiene todas las facilidades y estímulos para ocupar los lugares de privilegio y mando. Esta realidad hay que reconocerla para transformarla, no es un discurso, ni palabras inspiradas la que lo cambian, sino nuestra propia acción como seres humanos reales existentes y con las limitaciones que vivir en el capitalismo nos crea. Entonces la transformación no es automática y por decreto, la democracia directa ya, sino en nuestra lucha cotidiana con ese objetivo buscar caminos que nos hagan avanzar hacia eso.

Un partido formado solo por compañeros que ven solo la realidad cotidiana y solo piensen en los intereses del día a día vinculados a la subsistencia, es fácilmente absorbido o disgregado por el sistema, también un grupo de compañeros con ganas de planificar y crear políticas que trasciendan las necesidades de cada día y trascender los planteos locales y parciales, no conecta esto con lo cotidiano con la mayoría de las personas es también fácilmente derrotado, la unión de estos dos tipos de compañeros , es imprescindible para una organización de este tipo, y tambien entender que no hay entre los dos una muralla china sino que es muy bueno que aprendan todos de todos es una condición para ganar.

En la propia lucha contra el poder burgués esta la clave del triunfo o la derrota, si nuestras construcciones dependen mucho de un líder, o un grupo o partido se considera dueño de la verdad y cree que él es la revolución y los demás enemigos a derrotar, dificulta el éxito de la lucha y si se triunfara es garantia de restauración. Esto no significa aceptar el oportunismo y las claudicaciones, sino como decía un personaje de Paco Ignacio Taibo, un viejo militante que ya estaba senil y perdía el sentido de la orientación espacio temporal ,cuando se levantaba por la mañana, entonces preguntaba lo que era mas importante para él ¿Quiénes son los compañeros, quiénes los enemigos?

Juan Grinberg

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¿Participar? ¿No participar?
Por Agencia Walsh - Wednesday, Sep. 23, 2015 at 4:05 PM

¿Participar? ¿No par...
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Viejo es el debate, entre aquellos que piensan y actúan para terminar con el capitalismo y toda forma de organización social que oprima y explote a los seres humanos y a la naturaleza, sobre si es correcto o no participar de las elecciones que periódicamente se realizan en aquellos países autoproclamados democráticos.

Creemos que aun es un debate válido, que no ha sido saldado y que difícilmente lo sea en un futuro próximo.

Las características de este debate varían según sea el lugar y la época en que se realiza.

Sin entrar todavía en el eje de la discusión que atraviesa a las llamadas fuerzas de izquierda, nos preguntamos:

¿Es posible, en una sociedad en esencia autoritaria y represora como la capitalista, el ejercicio de prácticas institucionales verdaderamente democráticas?

¿Se puede entender como democracia el mero hecho de votar?

Quienes pretendemos revolucionar el mundo creemos que esta es una concepción muy estrecha de democracia.

De todos modos y en ese marco, dentro de esa lógica de pretendida democracia, preguntamos:

¿Es posible creer que cualquier persona que cumpla con los requisitos constitucionales pueda acceder siquiera a una candidatura?

¿Se puede pensar que están en las mismas condiciones de ser elegidxs quienes poseen dinero o están en las cercanías de los poderes instituidos, que quienes no tienen nada?

Y continuamos interrogándonos dentro de la lógica electoralista:

¿Es democrático que lxs elegidxs incumplan sistemáticamente las promesas de campaña, por otro lado cada vez más vagas e imprecisas, sin que haya remoción o medida institucional que corrija eso?

Las respuestas a estas y otras preguntas por el estilo que podríamos formular, creemos que caen por su propio peso. De cualquier forma y suponiendo que quienes asumen nuestra representación a través del voto, sean “gente honesta”, y pareciera que es lo único que podemos esperar dentro de un régimen “democrático”, interrogamos:

¿Es posible creer que una organización o alianza política posea la solución de cada uno de los problemas que enfrenta la sociedad o los que surjan en el futuro? ¿No es algo omnipotente y autoritaria esa pretensión? ¿No sería más lógico pensar que las cosas se solucionan mejor en forma colectiva? ¿No sería más democrático eso?

Pensamos que es necesario debatir sobre estas cuestiones tan instaladas en la cotidianeidad social, tan básicas.

No creemos que la frase “La democracia no será perfecta, pero es lo mejor que tenemos” sea un mandato inmodificable, ni que cuestionar sea llamar al golpe de estado. Todo lo contrario. Sostenemos que la lucha por terminar con los regímenes de explotación y la construcción de verdaderas prácticas democráticas van de la mano.

Desde el llamado pensamiento de izquierda hay quienes afirman, y con razones que compartimos, que las elecciones como instrumento del estado opresor, están impregnadas de la esencia clasista que las genera.

Explican que las elecciones garantizan la continuidad del modelo capitalista con el consenso y aceptación de gran parte de la población, que participa mayoritariamente de la disputa entre alternativas que no cuestionan el modelo.

Afirman que cuando la continuidad del sistema no fue posible garantizarla mediante elecciones entonces, se dieron golpes de estado, en sus más variadas formas, que pusieron al desnudo la esencia autoritaria y represora del sistema.

Participar, según esta mirada, sería legitimar la llamada “farsa electoral” y crear la ilusión de que los cambios son posibles a partir de las elecciones.

Otrxs luchadorxs que comparten la afirmación de que las elecciones no son democráticas, y a favor de de participar en ellas, sostienen que a pesar de lo expuesto, es necesario participar porque son una “tribuna” para millones de personas que no se debe desaprovechar y es un espacio de lucha como tantos otros donde se confronta con los opresores.

El debate se remonta históricamente si se quiere, a la discusión sobre las vías de la revolución. Discusión que continúa atemperada en esta época, luego de que varios intentos tanto por vía insurreccional como por vía electoral, fracasaran.

¿Será posible arrebatarles el poder político y económico a lxs capitalistas por vías pacíficas, ó la vía de la insurrección armada revolucionaria es la única manera de hacerlo?

El debate sigue.

Paralelamente se remite a otro históricamente, un poco más reciente: ¿Cómo definimos al poder? ¿El poder se toma por asalto o se construye? ¿Existe tal dicotomía? ¿Existe el contrapoder?

Creemos que la polémica continuará hasta que los hechos den la razón o no a alguna de las posturas. Hasta que por fin construyamos el mundo donde el buen vivir sea posible, sin opresión, ni explotación. El mundo donde la solidaridad y el respeto por lxs otrxs sea lo que prime.

Hoy nos encontramos en nuestro país, una vez más frente a un proceso electoral y con él, las dudas y cuestionamientos.

Las fuerzas ubicadas a la izquierda del mapa político que participan de las elecciones empiezan a tener expectativas acerca del caudal de votos a obtener.

Nos interrogamos, en plena conciencia de que dichas fuerzas expresan su acuerdo en que las elecciones no traerán de por sí el fin de la sociedad capitalista, sino que son parte de una estrategia que se dan, en la lucha por terminar con ella:

¿Es ético participar de un proceso eleccionario sin denunciar el carácter de clase, profundamente antidemocrático de las elecciones? ¿Sin explicar por qué las elecciones responden a un modelo social que combatimos?

¿Es una estrategia justa participar sin poner en evidencia lo anterior? ¿Alcanza con decirle a la gente: vote trabajadores, vote contra el capitalismo? ¿El mero enunciado convierte el dicho en hecho? ¿No se generan expectativas en lxs votantes que no podrán ser satisfechas? ¿No genera la idea de que son otrxs, lxs representantes, quienes deben solucionar los problemas y que quienes votan deben apoyar o en el mejor de lxs casos controlar?

Hay quienes sostienen, y creemos que con justas razones, que no da lo mismo, a los efectos de la lucha, el triunfo de uno u otro sector. Qué la lucha por mejoras en las condiciones de vida de lxs oprimidxs pueden verse favorecidas o no según el resultado eleccionario. Creemos que es cierto. Pero:

¿Es tan decisivo? ¿No se corre el peligro de correr el eje? ¿No se corre el riesgo de que se depositen más expectativas en las elecciones que en la fuerza de la propia participación? ¿Será posible decir: “vótenos pero no confíe en nosotrxs”?

¿Se puede participar y denunciar el verdadero carácter de las elecciones al mismo tiempo? ¿No sería un tanto esquizofrénico hacerlo? ¿De ser posible, cómo? Y sobre todo ¿Por qué no se hace?

¿En ese marco, participar y no denunciar a fondo, no legítima las prácticas antidemocráticas?

Y sobre todas las cosas, nos preguntamos:

¿Habrá que esperar la llegada de la nueva sociedad, como se espera la llegada del Mesías, para experimentar y ejercer la verdadera democracia? ¿No será posible intentarlo ya, aunque más no sea en los pequeños universos en que participamos?

No hablamos de cosas que no se han hecho o al menos intentado, al contrario, las distintas experiencias asamblearias, pueden servir de ejemplo.

Creemos que pensar, debatir y construir formas de participación democráticas es uno de los grandes desafíos que los seres humanos tenemos, sobre todo aquellxs que anhelamos y actuamos para revolucionar la vida. Podremos debatir también si participar o no de las elecciones en cada momento histórico es correcto o no, pero creemos que aprehender verdaderas prácticas democráticas es lo prioritario.

Pensamos que intentarlo forma parte de la construcción de nuevas relaciones entre todxs nosotrxs, de la construcción de una nueva sociedad. Una sociedad donde el buen vivir sea una realidad posible.

Rodolfo Grinberg

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Acerca de las elecciones
Por Agencia Walsh - Wednesday, Sep. 23, 2015 at 4:06 PM

Acerca de las elecci...
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Hoy por hoy, el movimiento sindical o partidario y las aspiraciones políticas del pueblo están en un profundo desacuerdo

Sábado, 19 de Septiembre de 2015 | Las elecciones nos enfrentan ante un problema eminentemente filosófico como el del uno y la multiplicidad. En realidad, propiamente hablando, me refiero al problema de mi aparición en la esfera pública, es decir, el espacio donde aparezco ante otros como otros aparecen ante mí. Por medio de la acción y el discurso la gente organiza la forma de su habitar juntos. En ese sentido, la polis no es la ciudad-estado en su situación física sino la organización que surge del actuar y hablar juntos. La acción y el discurso crean un espacio entre los participantes donde cada uno puede encontrar su propia ubicación en todo tiempo y lugar. La forma de gobierno, o sea, las distintas maneras en las que puede organizarse la esfera pública, en la medida en que surgen del discurso y la acción, se instituyen posteriormente, sólo cuando los hombres ya están de acuerdo de qué modo quieren vivir.

Sin embargo, aunque todos los hombres son capaces de actos y palabras, la mayoría de ellos no se afirman en este espacio de aparición que es lo político. Desde mi perspectiva, las elecciones constituyen uno de esos tantos obstáculos que impiden mi participación en la esfera pública. Y la representación, ya sea a través de partidos o de sindicatos, cada vez posibilita menos la distinción de los sujetos que forman parte de ese particular conglomerado de gente. Si en un principio la representación comenzó como un modo de conciliar la multiplicidad de las voluntades en una general, hoy en día persigue exactamente lo contrario, esto es, amplificar una voluntad singular hasta lograr que se confunda con una voluntad general. En realidad, hoy por hoy, el movimiento sindical o partidario y las aspiraciones políticas del pueblo están en un profundo desacuerdo. Para Hannah Arendt, los sindicatos y los partidos nunca han sido revolucionarios en el sentido de desear una transformación de la sociedad junto con la transformación de las instituciones políticas. En su mayoría, los sindicatos y los partidos políticos han sido partidos de intereses, en absoluto diferentes de los partidos que representan a las restantes clases sociales. Por eso, en La condición humana la autora sostiene que: “sólo apareció una distinción en esos raros y sin embargo decisivos momentos en que, durante el proceso de una revolución, resultó repentinamente que la clase trabajadora, sin estar dirigida por ideologías y programas oficiales de partido, tenía sus propias ideas sobre las posibilidades de gobierno democrático.”



Adelantándose incluso a nuestro propio presente, aparecen los sistemas de consejos populares de las distintas revoluciones del pueblo que se contraponen a las democracias representativas o los gobiernos totalitarios. Un hecho decisivo, aunque poco señalado, en el desarrollo de las revoluciones europeas es que la consigna de los consejos populares nunca partió de los partidos que tomaron parte activa en organizarlos. Como tales, los consejos nunca fueron bien recibidos por los ideólogos que querían usar la revolución para imponer formas preconcebidas de gobierno. Según Arendt, el punto más importante de la revolución rusa era el siguiente: soviets (consejos) sin comunismo. En este tiempo, lo anterior implicaba esto: soviets sin partidos. Los adelantos de la revolución húngara o rusa tienen que ver con estos dos hechos fundamentales inherentes a la actividad de los consejos populares. Por un lado, ellos tienen la ventaja de ser movimientos espontáneos de alcance nacional, y por otro, el atributo de ser el espacio de aparición de aquellos que no tienen aparato político predeterminado. Si no queremos ir a buscar los ejemplos a otros continentes o países podemos recurrir a los nacionales. Los levantamientos de diciembre de 2001, espontáneos y de alcance nacional como los de la revolución húngara, constituyeron un claro ejemplo de que las revueltas populares no se gestan por los sindicatos o los partidos políticos. Y aunque muchas de ellas fracasen, eso no quiere decir que valga la pena dejar de intentarlo.

Nahuel Grinberg.

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