Julio López
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Vuelven las relaciones sexuales con Estados Unidos
Por Peppo - Friday, Oct. 30, 2015 at 2:39 PM

La embajada imperial de EEUU en Argentina y los mercados (banqueros y empresarios locales, estadounidenses y europeos) estan festejando el repunte de uno de sus mejores alumnos, el candidato a presidente Mauricio Macri (que fue a preguntarles, a quien debia poner de jefe de la policia metropolitana (también a la embajada de Israel)).

Macri, un liberal de derecha que garantiza cambiar hacia un neo-neo-liberalismo económico: nuevo endeudamiento externo y vuelta al cogobierno con el FMI y sus recomendaciones, nueva apertura a las importaciones lo que llevará a un nuevo colapso de la pequeña y mediana empresa local y mas bonanza a las transnacionales y principales grupos empresarios locales, devaluación y ajuste al pueblo con privatización de las jubilaciones y el regreso de las AFJP, privatizaciones, baja de salarios, despidos y desocupación. Salud y educación pagas. Doóar flotante, de modo que el oficial se iría a unos $15 lo que representa de golpe una devaluación de aprox 40% para el pueblo, para luego avanzar hacia al menos el 100%. Al candidato liberal Massa le conviene que gane Macri ya que quedaría como única alternativa supuestamente peronista para postularse a presidente en el 2019, aunque no puede decir a sus votantes que le voten a Macri ya que muchos de ellos son peronistas no lo harían (lo que se vería en las elecciones), mostrando que le han desobedecido. Despues cuando diga como Menem "si hubiera dicho que iba a hacer, nadie me hubiera votado" ya va a ser demasiado tarde, nos abrocharon a todos.
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...Aún con contradicciones, los procesos de Venezuela o Bolivia donde hay un enfrentamiento visible con las burguesías locales, la fuerza política en el gobierno tiende a radicalizar su acción ante cada intentona de la derecha. Por el contrario con los llamados “gobiernos progresistas” surgidos luego de la década neoliberal pero que no van a fondo con una serie de cambios estructurales, terminan “pavimentando” el camino a la derecha. Le paso a Bachelet con Piñera. En Brasil Dilma debió incorporar a representantes del empresariado local en su gabinete (Economía y Agricultura) y podría pasarle al kirchnerismo si finalmente Macri derrota a Scioli en balotaje...
Balotaje y avance conservador, una lectura de la primera vuelta...
Federico Orchani
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Dura derrota de gobierno y Partido peronista en primera ronda presidencial
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30-10-2015
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Argentina está en suspenso tras los resultados de la elección el domingo pasado. Resumo los datos en un apéndice al final de la nota.
Excepto aisladas e inaudibles voces de un sector de la izquierda revolucionaria este desenlace no fue previsto. Por lo mismo, no hay respuesta inmediata a la coyuntura.
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Sólo una brusca reversión de las tendencias hoy visibles podría evitar la victoria de Mauricio Macri y el Frente Cambiemos.
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Macri, como he repetido en numerosas ocasiones, es un pálido representante de la Internacional Parda. Responde ideológicamente a José Aznar y Álvaro Uribe. Cambiemos es un frente con la Unión Cívica Radial, socialdemócrata, y la Coalición Cívica, creación artificial del Departamento de Estado, por cuya mano fue creada esta fórmula hasta el momento exitosa. En la creatura tuvo un peso singular el Vaticano, que no obstante apoyar inicialmente a Daniel Scioli, cuando Cristina Fernández impuso como candidato a gobernador de Buenos Aires a Aníbal Fernández giró en redondo y respaldó fuertemente a María Eugenia Vidal, quien finalmente arrolló al peronismo en la provincia de mayor peso del país (cuenta con el 40% de los habitantes y el mayor desarrollo industrial).
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Así las cosas, la fórmula lanzada a ganar el 22 de noviembre está apalancada por cuatro fuerzas potentes: socialdemocracia, socialcristianismo, una patrulla perdida digitada por el Departamento de Estado y la Internacional Parda, que responde a la vez a Washington y Bruselas a través de Uribe y Aznar.
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Que después de 12 años de gobierno del matrimonio Kirchner gane una fórmula digitada por el imperialismo y su mentor espiritual, habla por sí mismo respecto de la naturaleza y carácter de este gobierno. En 2007 Cristina Fernández ganó explicando que quería una Argentina a imagen y semejanza de Alemania. Nadie podría acusarme de simpatía con el gobierno alemán si digo que 8 años después Argentina sería feliz si, aunque sea lejanamente, pudiera compararse con la maltrecha cabeza del imperialismo europeo.
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Tras cuatro años de estancamiento, recesión y elevadísima inflación, Argentina atraviesa un dramático momento económico, que el próximo presidente –incluso considerando la improbable eventualidad de que sea Scioli- tratará de resolver apretando el cuello de los trabajadores y el conjunto del pueblo, con la precondición de someterse sin condiciones a Washington y alinearse con el imperio contra la revolución en curso en América Latina.
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Nada de esto es novedad. No hablo en este tono cuando la Presidente calla a 72 horas de la derrota que la tiene ella como responsable directa. Quienquiera puede ver mis posiciones (http://www.luisbilbao.com.ar) desde el inicio de este gobierno, en mayo de 2003. Reuní posicionamientos al respecto en mi libro Argentina como clave regional (Fuenap, 2004). Estas afirmaciones continúan un posicionamiento explícito frente a una gran ficción que engañó a muchos.
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El cambio regional que esto representa, sumado a la crisis convulsiva del gobierno brasileño, lo resumí en la edición de octubre de América XXI ( http://americaxxi.com.ve/la-naturaleza-del-conflicto/ ).
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Ahora se trata de asumir la nueva situación, que está muy lejos de ser desfavorable para la perspectiva de una revolución antimperialista y anticapitalista en la región.
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Justamente: si Fernández en lugar de Alemania hubiese puesto a Venezuela como faro a seguir en 2007, hoy estaríamos en otra situación. Pero el fracaso de tal prototipo es, en realidad, la impotencia del sistema capitalista para resolver incluso los problemas más elementales de nuestras sociedades latinoamericanas. Quienes optaron por esa híbrida mezcla de socialdemocracia y socialcristianismo están hoy claramente en bancarrota.
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Al otro lado de la barricada, la Revolución sigue su marcha, seguramente afectada por la defección de sucesivos gobiernos, pero estratégicamente fortalecida por pueblos que tienen cada día más claro que, ante la convulsiva crisis del capitalismo, los horrores de esa crisis tanto en la guerra como en el drama de millones de seres humanos lanzados a la deriva, tienen más posibilidad (porque tienen más necesidad) de comprender que la Revolución Bolivariana de Venezuela y el heroico esfuerzo de los gobiernos del Alba son la única respuesta posible, aunque difícil y exigente.
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El resultado electoral del 25 de octubre en Argentina era previsible. Y fue previsto. De un solo plumazo fueron barridos el reformismo burgués (por estos días llamado desarrollismo o keynesianismo) y el tradicional reformismo obrero, apalancado por la socialdemocracia, el ex-comunismo y el socialcristianismo, arrasados moral y electoralmente por la ciudadanía en sus diferentes estratos.
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El suspenso durará poco. En la hipótesis más optimista, hasta el recambio presidencial el 10 de diciembre y el comienzo de la faena, en marzo de 2016. Pero ya ha llegado la hora de palabras nítidas y rotundas: Revolución; Socialismo.
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Por arduo que sea el camino, es ahora que comienza. Y sabremos recorrerlo hasta el fin.
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Apéndice: Los resultados de la elección
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Los tres candidatos principales, Daniel Scioli, Mauricio Macri y Sergio Massa obtuvieron a nivel nacional 36,86%, 34,33% y 21,34% respectivamente. En comparación con las Paso, realizadas el 9 de agosto, Scioli perdió 2 puntos, Macri ganó 4 y Massa 1. En la provincia de Buenos Aires la gobernación quedó en manos de María Eugenia Vidal, del Frente Cambiemos, con 39,49% contra 35,18% de Aníbal Fernández, actual jefe de gabinete nacional, y 19,22% de Felipe Solá, ex gobernador peronista actualmente alineado con Massa.
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Conducido por la viuda de Kirchner el Partido Justicialista fue arrasado allí donde siempre tuvo su base principal. No sólo perdió la gobernación de la provincia de mayor peso en el país, sino también 64 gobiernos municipales en el interior, incluyendo La Plata, capital provincial, y todas las grandes ciudades del distrito: Mar del Plata, Bahía Blanca, Olavarría, Junín, Pergamino, Campana, Rojas... Peor aún: el PJ y el Frente para la Victoria perdieron municipios clave del Gran Buenos Aires, Quilmes, Lanús, Morón, 3 de Febrero, Pilar, entre tantos otros. A la pérdida de la provincia de Buenos Aires, que concentra el 40% de la población nacional, se agregaron derrotas por porcentajes inusuales en la Capital Federal y en las tres provincias con mayor población y desarrollo industrial después de Buenos Aires: Córdoba, Santa Fe y Mendoza.
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El Frente de Izquierda y los Trabajadores obtuvo el 3,27% y el Frente Progresista el 2,53%. El Partido Socialista, que originalmente encabezó ese sector, tuvo un durísimo revés con la derrota de Hermes Binner, que no logró la banca de Senador por la cual compitió. Otro fracaso estrepitoso lo sufrió el PC, asociado a la candidatura de Aníbal Fernández a través del ex intendente de Morón Martín Sabbatella, quien fue como candidato a vice gobernador, perdió esa posición y también la intendencia de Morón, que había delegado en su hermano.
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En otro plano y a diferencia de lo ocurrido en las Paso, el voto en blanco y los anulados (entre otros el Voto Protesta) fue bajo a nivel nacional: 2,36 y 0,75; también en Córdoba: 1,22% y 0,82%; en Santa Fe 2,52% y 1,10%. Pero hubo provincias donde cobraron una relevancia mayor. En Chubut hubo 9,58% en blanco y 1,51% nulos. En Santa Cruz 3,65 y 1,08%; en Neuquén 3,72 y 1,42 respectivamente. También hubo una participación mayor de la ciudadanía: del 74% en las Paso al 80,88% el 25 de octubre. Aunque no se puede medir en votos, la iglesia católica y propio Papa jugaron un papel importante en estos resultados. No tanto porque Vidal proviene de ese cenáculo, sino porque Francisco se empeñó personalmente en que Aníbal Fernández, acusado de narcotráfico y participación en asesinatos, no accediera a la gobernación de Buenos Aires.
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Luis Bilbao
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=205092
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Un balotaje crucial para América Latina
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29-10-2015
El resultado de las elecciones del pasado domingo no fue un rayo en un día sereno. Un difuso pero penetrante malestar social se había ido instalando en la sociedad al compás de la crisis general del capitalismo, las restricciones económicas que impone a la Argentina el agotamiento del boom de las commodities y la tenaz ofensiva mediática encaminada a desestabilizar al gobierno. Era, por lo tanto, apenas cuestión de tiempo que esta situación se expresara en el terreno electoral.
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Ya las PASO (elecciones Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias) celebradas el 9 de Agosto habían sido una voz de alarma, pero no fue escuchada y analizada por el oficialismo con la rigurosidad requerida por las circunstancias. Prevaleció una actitud que para utilizar un término benévolo podríamos calificar como “negacionista”, gracias a la cual la autocrítica y la posibilidad de introducir correctivos estuvieron ausentes, con las consecuencias que hoy estamos lamentando.
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Me ceñiré, en este breve análisis, a algunos aspectos más relacionados con la estrategia y la táctica de la lucha política adoptadas por el Frente para la Victoria en los últimos meses. Dejo para otro momento la realización de un balance de la experiencia kirchnerista en su integralidad y con sus múltiples contradicciones:
asignación universal por hijo y concentración empresarial;
extensión del régimen jubilatorio y regresividad tributaria;
desarrollo científico y tecnológico (ARSAT I y II, etcétera) y sojización de la agricultura; orientación latinoamericanista de la política exterior y extranjerización de la economía.
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Algo he dicho al respecto en el pasado y no viene al caso reiterarlo en esta ocasión. Volveré sobre este tema en un escrito futuro, sin el apremio del momento actual. Tampoco me referiré, por ejemplo, a cuestiones que remiten a un arco temporal que trasciende la actual coyuntura electoral, como por ejemplo la llamativa ineptitud para construir un sujeto político y hacer de “Unidos y Organizados” una verdadera fuerza plural y frentista y no un cascarón vacío cuya única misión fue apoyar, sin ninguna eficacia práctica, las medidas del gobierno.
O a la asombrosa incapacidad para preparar, al cabo de doce años de gobierno, un liderazgo de recambio que no fuera Daniel Scioli, un político nacido del riñón del menemismo. O a la suicida actitud, seguida hasta hace unos pocos meses, de descalificar y hasta ridiculizar a quien, al final del camino, era el único candidato con el que contaba el kirchnerismo a la hora de enfrentar la riesgosa sucesión presidencial. Es decir, se vapuleó a una figura, contra la cual no se ahorraron ninguna clase de ofensas y humillaciones, sin percibir, en la alegre ofuscación de los cortesanos del poder, que era la única carta con la que contaban y que poco después deberían vergonzosamente aferrarse a ella, cual clavo ardiente, en una desesperada tentativa por salvar “el proyecto”. Dejo a la imaginación de los lectores la calificación de esta actitud.
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Más cercano en el tiempo se cometieron varios errores de estrategia política de incalculables proyecciones:
para comenzar, la decisión de no apoyar a Martín Lousteau en el balotaje por la jefatura de gobierno de la ciudad de Buenos Aires en contra de Horacio Rodríguez Larreta, el delfín de quien hoy aparece como el probable verdugo del kirchnerismo. De haberse actuado de esa manera, dejando de lado un absurdo fundamentalismo, el macrismo habría perdido la ciudad de Buenos Aires y se le habría propinado un golpe -si no mortal, al menos demoledor- a la candidatura presidencial de Mauricio Macri. Esta ofuscación del FPV, de la cual participaron desde la Casa Rosada hasta el último militante, fue una bendición para la derecha ya que le permitió nada menos que conservar en su poder a la ciudad de Buenos Aires y salvar el futuro de su principal espada política. Pocos casos de miopía política pueden igualarse a este.
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Pero la carrera de errores no se detuvo allí. Con la intención de salvaguardar la pureza ideológica de la fórmula kirchnerista, y ante la desconfianza suscitada por Daniel Scioli y su sinuosa trayectoria política no se tuvo mejor idea que proponer como candidato a vicepresidente a Carlos Zannini. Al optar por el Secretario Legal y Técnico de la Presidencia se configuró una fórmula “kirchnerista pura”, buena para aplacar la ansiedad de los propios pero absolutamente incapaz de captar un solo voto por fuera del universo político del kirchnerismo.
Esta decisión pasó olímpicamente por alto todo lo que enseñan los manuales de la sociología electoral, que dicen que para obtener una mayoría hay que presentar una oferta política capaz de atraer la voluntad no sólo de los ya convencidos -el núcleo duro de una fuerza partidaria- sino también de quienes podrían ser atraídos por otras razones: rechazo a las fuerzas anti-kirchneristas, cálculo oportunista o tendencia a “votar a ganador”, entre muchas otras. Pero la fórmula Scioli-Zannini cerraba todas estas puertas, como se comprobó el pasado domingo y se quedaba enclaustrada en el voto kirchnerista, importante para insuficiente para obtener la diferencia que hubiera evitado el temido balotaje.
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A lo anterior se agregó otro yerro inexplicable: el empecinamiento en proponer como candidato a la gobernación de la crucial provincia de Buenos Aires, que con casi el 38 % del padrón nacional es la madre de todas las batallas políticas en la Argentina, al Jefe de Gabinete de Ministros de la Presidenta Cristina Fernández, Aníbal Fernández. Este fue víctima de una tenaz e inmoral campaña de desprestigio que lo convirtió en el personaje con mayor imagen negativa de la provincia. Pese a ello se insistió tercamente en una candidatura que solo representaba a los propios y que perdía por completo de vista el complejo panorama electoral de la provincia. El resultado fue una derrota inapelable a manos de una candidata opositora, María Eugenia Vidal, que carecía por completo de experiencia en ese distrito ya que se había desempeñado en los últimos ocho años como Vice Jefa de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires, acompañando a Mauricio Macri. Justo es reconocer que en esta derrota existen responsabilidades concurrentes: la mala imagen de Fernández se articuló con la pobre gestión de Scioli en la provincia. Si esta hubiera sido algo mejor Vidal no podría haberse alzado con la gobernación. Por ejemplo, si en lugar de dotar a la provincia con los tan publicitados 85.000 nuevos policías el gobernador saliente hubiera designado una cifra igual de nuevos maestros seguramente otro habría sido el resultado. En todo caso, cuesta entender las razones del tan pernicioso como costoso empecinamiento en sostener una candidatura como la de Fernández en esas circunstancias.
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Por último, en este breve racconto, otro error fue la decisión de hacer que Scioli desplegase una campaña en la cual fuera lo más parecido posible a Cristina y cuyo eje central fuese la cerrada defensa de la gestión presidencial, sin ninguna proyección a futuro. Contra quienes proponían como slogan el cambio -de ahí el nombre de la alianza derechista: “Cambiemos”- o quien como Macri demagógicamente exaltaba la “revolución de la alegría”, Scioli aparecía como un político triste y titubeante, a la defensiva, e históricamente maltratado por la presidenta y su entorno, debilitado por las críticas recibidas desde la Casa Rosada, la Cámpora, Carta Abierta y con un libreto que lo condenaba a posicionarse como un acérrimo defensor del “proyecto”, sin la menor posibilidad de aludir a todo lo que faltaba hacer en el mismo, como una reforma tributaria integral, la estatización del comercio exterior y la implementación de una heterodoxa política antiinflacionaria que evitase la licuación de una parte nada desdeñable de la cuantiosa inversión social del gobierno de Cristina Fernández. Los resultados están a la vista.
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Habría otras cuestiones por señalar, como el faltazo ante el debate con los otros candidatos presidenciales, que lo disminuyó aún más antes los ojos de la opinión pública y el oportunista anuncio, hecho sobre la hora, de duplicar el piso salarial para el impuesto a las ganancias, algo que el gobierno nacional tendría que haber hecho hace mucho. En todo caso, parecería que ciertos cambios habidos en la estructura social argentina y en el clima cultural imperante en el país, fuertemente semantizados por el terrorismo mediático lanzado por la derecha; cambios producidos precisamente por las políticas de inclusión social del gobierno de CF, no operaron en la dirección de otorgarle mayor sustentabilidad al proyecto sino todo lo contrario, en línea con tendencias ya observadas en países como Brasil, Bolivia, Ecuador y Venezuela y que es incomprensible que hubieran sido pasadas por alto en la Argentina. No necesariamente los sectores populares que mejoran su situación socioeconómica y cultural gracias a la acción de los gobiernos progresistas y de izquierda luego lo recompensan con su voto, y en la Argentina del pasado domingo esto fue muy elocuente.
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Hace tiempo que hemos venido advirtiendo que, ante la ausencia de una sistemática labor concientizadora y de formación ideológica –la célebre “batalla de ideas” de Fidel- el boom de consumo no crea hegemonía política sino que termina engrosando las filas de los partidos de la derecha.
Dado lo anterior, revertir lo ocurrido en la primera vuelta electoral aparece como una empresa muy difícil aunque no imposible.
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Habrá que intentarlo, para evitar que la Argentina sea la punta de lanza de un proceso que, ahora sí, podría ser el inicio del “fin de ciclo” progresista en la región, algo que hasta hace unos pocos días parecía poco probable. De hecho, si el candidato del kirchnerismo es derrotado en el balotaje sería la primera vez que un gobierno progresista o de izquierda es vencido en las urnas desde el triunfo inaugural de Hugo Chávez en diciembre de 1998. Hasta ahora, todos esos gobiernos fueron ratificados en las urnas y sería lamentable que la Argentina rompiera con esa positiva tendencia. Tenemos una responsabilidad regional de la cual no podemos sustraernos: una victoria de Macri sería un golpe mortal para la UNASUR, la CELAC y el mismo Mercosur.
Además, la Argentina se realinearía incondicionalmente con el imperio y este redoblaría su ofensiva en contra de los gobiernos bolivarianos, cada vez más privados de apoyos externos. Como latinoamericano y marxista no puedo ser indiferente ante la amenaza que representa un eventual gobierno de Macri que se uniría de inmediato a Álvaro Uribe, José M. Aznar y sus mentores norteamericanos en su pertinaz cruzada para erradicar de la faz de la tierra al chavismo, a los gobiernos de Evo y Correa y para propiciar el “cambio de régimen” en Cuba. Es decir, para liquidar definitivamente todo rastro de antiimperialismo en América Latina.
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Nadie situado genuinamente en la izquierda política podría contemplar distraídamente esta posibilidad ni dejar de hacerse cargo de enfrentarla con todas sus fuerzas. Desgraciadamente, llegados a este punto, no tenemos mejores opciones que la de apoyar al FPV para aventar el riesgo de un mal mayor, sabiendo empero que si lográsemos triunfar en este empeño tendríamos que darnos de inmediato a la tarea de construir una verdadera alternativa política de izquierda porque el kirchnerismo, con sus aciertos, sus errores y sus limitaciones ideológicas, no lo es y no puede serlo.
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¿Podrá Scioli doblegar a su contrincante en el balotaje? Dependerá de cómo diseñe su estrategia de campaña para estas semanas. Los dos debates con Macri pueden ser la llave del triunfo, si es capaz de pasar a la ofensiva y demostrar que tras la vaguedad discursiva de su oponente se esconde un brutal programa de ajuste. Pero no le bastará con eso. Tendrá también que dejar de circunscribir su discurso a la defensa de la obra del kirchnerismo (algo para lo cual la presidenta Cristina Fernández no necesita ayuda porque lo hace infinitamente mejor que él), definir nuevas prioridades y salir con propuestas concretas en materia económica, social, cultural e internacional que le permitan persuadir a la opinión pública que podrá ser el presidente que comience a hacer todo aquello que el kirchnerismo, en otros momentos, reconocía que aún restaba por hacer y no hizo. Y que lo diga con convicción, sin pedirle permiso a nadie ni esperar la palmadita afectuosa de la Casa Rosada. Es una tarea difícil pero no imposible. Enfrente suyo no tiene a un De Gaulle o un Churchill sino a un insulso producto de un astuto marketing político, apoyado por el aparato publicitario de la derecha imperial. Difícil, repito, pero lejos de ser imposible. Ojalá que le vaya bien porque, aunque algunos se empeñen en negarlo, en este balotaje también se juega el futuro de los procesos emancipatorios y de las luchas antiimperialistas en América Latina.
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Atilio A. Boron
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=205048

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