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De "cabecitas" a "planeros": raza y clase en la política argentina
Por La Arena / La Pampa - Monday, Nov. 16, 2015 at 7:01 PM

11/11/2015 - BALLOTTAGE, REVANCHISMO Y VIGENCIA DE ANTIGUOS PREJUICIOS

La autora hace una análisis sobre las expresiones discriminadoras que se han difundido a través de Internet a propósito de posturas políticas en defensa de uno de los candidatos presidenciales que competirán el 22 de noviembre en el ballottage.

CLAUDIA SALOMON TARQUINI*

"El cambio q se viene para uds es q van aprender a usar pico y pala manga de planeros vividores de gente trabajadora gusanos q pudren la patria!!!!" (Comentario en redes sociales, noviembre 2015)

Para los medios de comunicación no se hacen declaraciones sobre el tema, porque sería algo inapropiado que en plena campaña electoral, los candidatos que se dicen defensores de las instituciones republicanas vayan a pasar por racistas, pero en las redes sociales los seguidores de Cambiemos no se privan de repetir términos como "planeros", "negros de mierda", "negros planeros" y expresiones por el estilo, o de publicar imágenes como la que acompaña esta nota, en la que se contraponen "negras que se embarazan para cobrar el plan" asociadas a Scioli y "familias blancas/decentes trabajadoras" asociadas a Macri. Si se hiciera una denuncia ante el Inadi por cada una de estas expresiones los expedientes se acumularían sin cesar.

"Sentido común".

No puedo en estas breves líneas resumir los ríos de tinta que han corrido en las investigaciones en Argentina sobre las vinculaciones entre raza, clase y las formaciones nacionales de alteridad (por parte de autores como Rita Segato, Claudia Briones, José Luis Grosso, Alejandro Grimson, Alejandro Frigerio, Gustavo Blázquez y tantos otros investigadores sociales). Pero sí me interesa llamar la atención sobre la presencia de estos elementos en tanto forman parte del sentido común y son utilizados políticamente para generar adhesiones a discursos racistas y de revanchismo clasista (como el del primer texto del epígrafe), discursos que apenas son cuestionados por quienes los enuncian.

Es que con la reiteración de determinados enunciados como verdaderos, que tienen un origen histórico, ciertas imágenes van sedimentando y haciéndose parte del sentido común. Su verdadera eficacia está en que no se cuestiona su verdad, y se repiten hasta el hartazgo sin tener noción de su origen.

Convendría entonces hacer un breve repaso de los orígenes históricos de expresiones que desembocan en "negros planeros" como si se tratara de un sujeto social verdaderamente existente. En esos procesos históricos se encuentran articulaciones de nociones de raza y clase que hacen a nuestra forma de pensarnos como sociedad.

Primero.

Una operación de "blanqueamiento". Se dice que en Argentina no hay racismo porque "no hay indios ni negros". El argumento que sigue a esto es que los indígenas fueron exterminados en las campañas del desierto y los afrodescendientes en las guerras de fines del siglo XIX (como la del Paraguay). Varias investigaciones han demostrado que esto no es cierto, pero conviene recordar que quienes imaginaron la nación ya en las primeras décadas del siglo XIX -como Sarmiento y la llamada Generación de 1837- lo hicieron apelando a la posibilidad de una Argentina blanca, moderna, racional y con gustos y población venida de Europa. Esta es la visión que se difundió -negando por ejemplo la presencia de negros e indios en los censos nacionales- y así fue como se construyó la noción del país como un crisol de razas, pero que solo podía incluir a italianos, españoles y poco más. En esa "comunidad imaginada" no había lugar para indígenas o afrodescendientes.

Segundo.

Una operación de "interiorización de las líneas de color". En el esquema descripto previamente, era necesario reconocer la existencia de "otros internos" que debían considerarse parte de la nación. Así, toda presencia de indígenas o afrodescendientes era relegada en primer lugar al "interior" del país y "al pasado". Se contrapuso así un centro moderno, blanco y europeizado que era bastión de la civilización, y un interior considerado como atrasado, emblema de la barbarie. Los trabajadores que llegaban a Buenos Aires en la década de 1930 y tenían algún rasgo indígena eran llamados "cabecitas negras", y años más tarde, la expresión de un "aluvión zoológico", haría referencia a estos sectores populares que llegaban a la ciudad con reclamos políticos específicos en octubre de 1945. Una actualización de este discurso la hemos escuchado hace unos días en el discurso de Alfonso Prat Gay con la asociación del interior con "caudillos" en términos despectivos, que remite a las visiones mitristas de la historia.

Tercero.

Una asociación de estos negros (ya no descendientes de africanos sino los conocidos como "cabecitas negras") con ciertas características indeseables, sintetizada en la expresión "negros de alma". Como dice Claudia Briones en su libro Cartografías argentinas, bajo la descripción del "negro de alma" entran todas las supuestas inadecuaciones al modelo del "argentino tipo" (que como vimos es también una invención): el "negro de alma" es inadecuado desde el punto de vista de la apariencia (porque tiene rasgos indígenas o afro, heredados de poblaciones supuestamente extinguidas), de la actitud (por una supuesta falta de 'cultura'), de sus pautas de consumo y estética (por ser supuestamente chabacano u ordinario), de sus formas de ocupar los espacios (al estar en lugares como villas o en ocupaciones ilegales), de sus convicciones políticas (por ser asociados por lo general al peronismo y a supuestas prácticas clientelares -ir a los actos por el choripán es la expresión más habitual-), y especialmente por sus hábitos de trabajo (por considerarlos desocupados o criminales) (Buenos Aires, Antropofagia, 2005). Quienes utilizan estos términos creen no ser racistas porque no se están refiriendo a alguien por el color de su piel, pero como vemos, la expresión "negros de alma" no es menos racista por eso.

Cuarto.

Una perduración de la oposición colonial entre "vecinos decentes" y "vagos y malentretenidos". En la época colonial en el Río de la Plata, la definición de un "vago" era la de aquel que sin tener impedimento físico para ganarse el sustento trabajando, no lo hacía. El castigo más habitual era el destierro o los azotes. Con la expansión ganadera a partir de la década de 1820 y la necesidad de mano de obra asalariada en los campos bonaerenses, el castigo pasó a ser el servicio de armas para todo aquel que no tuviera papeleta de conchabo, y las características del "vago" se extendieron hasta abarcar a familias campesinas enteras, es decir aquellas que incluso tuvieran una pequeña parcela, donde tenían una huerta y criaban sus animales. Esto habilitó que fueran expulsados de las tierras que trabajaban para poner a esas personas a trabajar como asalariados. Esta noción de "vago", como han demostrado los trabajos del equipo de Raúl Fradkin, es una construcción histórica a la que se le opusieron -ya en aquella época- las imágenes de "vecinos" (asociados a la "decencia"), en una dicotomía que sigue reactualizándose cuando la coyuntura lo permite.

Quinto.

Una racialización de los sectores subalternos, y su asociación con la "vagancia", a través de la expresión "negros planeros". Muchos de los que frecuentamos las redes sociales hemos visto con preocupación una página denominada "Gorila antes que planero". No hace falta enunciar el término "negro": está implícito. Se fusionan aquí las nociones racistas de "cabecitas negras" (y sus variaciones "negro cabeza" o "cabeza") o "negro de alma" con la de "vago" en tanto opuesto a "vecino decente" (que paga sus impuestos, trabaja, etcétera). Las expresiones de revanchismo de clase como "manga de planeros vividores de gente trabajadora" no se explican solamente por divisiones de clase sino también por un profundo racismo arraigado en Argentina, que esconde ese racismo al sostener que "acá no hay negros" (en el sentido de afrodescendientes), pero que deposita todas las características negativas en los "negros de alma", como contrapuestos a la "gente trabajadora".

Reflexionar.

Evidentemente, semejantes formas de pensar nuestra sociedad no se resuelven en el ballotage del 22 de noviembre, pero es necesario reflexionar sobre algunos de los clivajes que se han ido constituyendo históricamente, y recordar la cantidad de sangre que ha corrido (de indígenas, de gauchos, de afrodescendientes, de obreros fusilados, de militantes políticos) para que estas imágenes sigan perdurando en toda su vigencia.

* Docente e investigadora. UNLPam. Conicet

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