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Somos el pueblo del 20 de diciembre
Por Izquierda Revolucionaria - Friday, Dec. 18, 2015 at 3:24 PM

En un nuevo aniversario de la Rebelión Popular de 2001, este viernes 18 marchamos de Congreso a Plaza de Mayo para reivindicar la vigencia de esa gesta histórica. Aquí, el artículo sobre aquellas jornadas de la edición de diciembre de A Vencer.

Somos el pueblo del ...
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Por María del Carmen Verdú

A 14 años de la rebelión popular del 19 y 20 de diciembre, por la memoria de los caídos y el futuro de los trabajadores, la tarea es avanzar en la coordinación y la unidad de las luchas, mientras construimos organización política hacia el socialismo.

A mediados de los '90, empezó a hacerse visible la resistencia popular contra el ajuste, la flexibilización laboral y la desocupación que descargaba sobre el pueblo trabajador el gobierno de Carlos Menem. La experiencia del Santiagazo precedió el inicio de la organización masiva de los trabajadores desocupados, que junto a trabajadores estatales, estudiantes, jubilados y otros sectores populares, empezaron a protagonizar piquetes, movilizaciones, tomas de tierras y de edificios públicos. Las movilizaciones obreras en Tierra del Fuego, a principios de 1995, ante el cierre de grandes fábricas como Continental, dejaron el primer muerto en la represión a una movilización post dictadura, con el obrero metalúrgico Víctor Choque. Dos años después, la huelga de los docentes neuquinos y el corte del puente interprovincial en Cutral-Có sumaría el nombre de la trabajadora Teresa Rodríguez a la lista.

Para 1999, con la crisis en aumento, ganó las elecciones nacionales la Alianza UCR-Frepaso. Ya desde la primera semana de su gobierno quedó claro que se profundizarían el ajuste, la flexibilización, la desocupación y la represión, como lo comprobamos el 17 de diciembre, con el ataque de la gendarmería a los trabajadores autoconvocados de Corrientes que cortaban el puente Gral. Belgrano, después de seis meses sin cobrar sus sueldos. El asesinato de Mauro Ojeda y Francisco Escobar en esa jornada prologaría las muertes, en el norte del país, de otros manifestantes, como Aníbal Verón.

A fines de 2001, la pauperización y la miseria, en un escenario en el que la proliferación de "cuasimonedas" ejemplificaba la magnitud de la crisis, llevó a los sectores más pobres del pueblo a apropiarse de lo que les era negado, por medio de los saqueos. El gobierno radical-peronista, que había ungido a Domingo Cavallo como ministro de Economía, avanzó sobre los ahorros de las clases medias, lo que sumó un nuevo actor al repudio. La presencia en las calles de los sectores más organizados, en particular los desocupados, era constante.

La declaración del estado de sitio el 19 de diciembre hizo explotar la bronca, que se expresó en masivas movilizaciones en todo el país, que enfrentaron el aparato represivo con un saldo de 39 muertes, y forzaron, el 20 de diciembre, la renuncia del ministro de economía primero y del presidente después.

Aquellas jornadas, a pesar de su elevado nivel espontáneo y de lo heterogéneo de su composición, que sumó trabajadores desocupados y en actividad, estudiantes y sectores de clase media, significaron un quiebre que dejó en evidencia la fuerza que tiene el pueblo trabajador, que con su lucha mostró que es capaz de desplazar gobiernos y abrir nuevas perspectivas.

En las semanas siguientes, mientras la burguesía avanzaba a tientas para encontrar el camino de su recomposición, la movilización se mantuvo en niveles altísimos y crecieron las formas de organización, con las asambleas barriales, la recuperación de fábricas en quiebra y otras experiencias populares, que abrieron la puerta de la política a nuevos sectores.

Luego tomó el timón Eduardo Duhalde. Con el asesinato de Maxi y Darío en el Puente Pueyrredón, su gobierno se propuso cerrar a sangre y fuego la fuerza rebelde del pueblo que seguía copando las calles y cuestionaba el statu quo, pero que no había logrado construir una propuesta política propia, para encauzar la lucha hacia un proyecto que defendiera los intereses del pueblo movilizado.

Y finalmente, comenzó la etapa que hoy termina, con las tres gestiones presidenciales del kirchnerismo. Si sus inicios estuvieron marcados por la necesidad imperiosa de tomar parte de la agenda impuesta por la rebelión popular de 2001 para lograr gobernabilidad, su retirada por derecha, escoltada por Scioli, da cuenta del fracaso de una propuesta que intentó canalizar los reclamos populares de aquella gesta por la vía institucional, administrada por los partidos del sistema.

Catorce años después, la agenda abierta en 2001 aún está en proceso de desarrollo, en un escenario marcado por el ascenso al poder de la versión más reconcentrada de la derecha, que por primera vez logra imponerse a través de elecciones, y no por un golpe militar o el fraude. La clase trabajadora ha hecho grandes avances, en estos años, en la gestación de organización sindical clasista, de base y antiburocrática, y somos parte, junto a muchos compañeros y compañeras, de auspiciosos reagrupamientos hacia la unidad de los revolucionarios. Pero falta andar, todavía, para que la izquierda anticapitalista y socialista constituya una alternativa política del pueblo trabajador en la perspectiva de una profunda transformación social.

Queda así en evidencia las tareas centrales que debemos acometer en esta etapa, en la búsqueda de todas las formas de coordinación y unidad para resistir los ataques y dar las luchas que vendrán, al tiempo que avanzamos en la construcción de una fuerza social revolucionaria que sea verdadera referencia para el pueblo trabajador.

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