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El histórico maltrato hacia los paisanos en la frontera
Por Nicolás G. - Saturday, Jan. 30, 2016 at 9:26 AM
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La fila para ingresar se extiende por no menos de 200 metros todas las jornadas. Los paisanos que esperan ansiosos son cuentan que es normal la demora de entre tres y cuatro horas para terminar el trámite, y que finalmente, cuando revisan los equipajes, rompen bolsos, insultan o simplemente se creen los dueños de la verdad porque visten un gorrito y uniforme verde oliva.

El histórico maltrat...
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La lenta fila en la frontera de La Quiaca y el maltrato de la Gendarmería, la “odisea” que día a día deben enfrentar miles de personas.

El impiadoso sol castiga a la fila de personas que esperan su turno para entrar a la Argentina. “Hace tres horas que esperamos, caballero, y las wawas cansadas están”, dice María, una potosina que vuelve al país con sus dos hijas a cuestas en su aguayo, después de pasar los carnavales con su familia. “Bienvenidos a la República Argentina”, reza el cartel en letras blancas sobre fondo verde que recibe día a día (en el cruce más importante que tiene el país gaucho con el altiplánico) a miles de paisanos, gringos, locales, vagalleros, “mulas”, turistas, comerciantes o simples viajeros.

La fila para ingresar se extiende por no menos de 200 metros todas las jornadas. Los paisanos que esperan ansiosos son personas que en muchas ocasiones se han visto abocados a subsistir mediante la fabricación de artesanías de madera, cerámica, tejidos y otras artes ancestrales. Pero que por la explotación sufrida y los bajos precios que les paga la industria, no tienen suficientes recursos ni para comprar nuevos materiales.

Estos paisanos cuentan que es normal la demora de entre tres y cuatro horas para terminar el trámite. “Yo he perdido un micro en La Quiaca más de una vez por la espera”, cuenta Roberto, un paceño enfundado en un saco y corbata que viaja hasta Buenos Aires para luego embarcarse en un viaje de negocios por Alemania. No es difícil averiguar las causas: una pequeña ventanita, el trato con desprecio del gendarme de turno y un “ultramoderno sistema de ingreso digital” representado por una sola computadora que deber registrar los ingresos al país. En definitiva, un cuello de botella que termina aletargando durante horas un trámite que debería ser un mero formalismo rápido y sencillo. ¿Acaso el mentado proceso de digitalización y la llegada de las nuevas tecnologías no podrían agilizar el asunto? ¿Cuánto dinero le implicaría al Estado argentino la compra de tres o cuatro computadoras para acelerar el trámite? Seguramente mucho menos del que se destinan para realizar pomposas campañas para publicitar anuncios de integración regional que no pasan más allá de la esfera discursiva y poco se materializan en la realidad.

Porque si de respeto hacia los migrantes se trata, les recomendaría a las autoridades nacionales o del INADI que se presenten cualquier madrugada a la salida de la ciudad de La Quiaca, más precisamente en el precario (a la buena del frío viento altiplánico y el calcinante sol) puesto de control que tiene la Gendarmería Nacional, para constatar la falta de respeto y grado de violencia que ejercen los representantes de esa fuerza contra los ciudadanos bolivianos (muchas veces con el visto bueno e hirientes comentarios de los parroquianos argentinos) cuando revisan los equipajes, rompen bolsos, insultan o simplemente se creen los dueños de la verdad porque visten un gorrito y uniforme verde oliva.

A todos ellos (funcionarios, gendarmes, políticos, personal de aduana o simple hombre o mujer con pensamientos intolerantes) les recordamos que migrar, viajar, pasar una frontera no es un delito, es un derecho que tenemos todos los seres humanos.

Por Nicolás G.

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