Julio López
está desaparecido
hace 6427 días
versión para imprimir - envía este articulo por e-mail

Los silencios y las voces en la antropología
Por CONICET - Thursday, Feb. 04, 2016 at 10:32 AM

08/01/2016 | Una antropóloga argentina halló pruebas de que Robert Lehmann-Nitsche fue testigo de la Masacre de Napalpí, algo que el alemán nunca mencionó.

Los silencios y las ...
lena-d_vila.jpg, image/jpeg, 995x560

Lena Dávila. Foto: CONICET Fotografía

Lena Dávila es becaria doctoral del CONICET en el Instituto de Ciencias Antropológicas de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires y se especializa en la producción de Lehmann-Nitsche, un antropólogo de origen alemán que tras recibirse en su país natal en 1897 vino a la Argentina para dirigir la sección antropológica del Museo de La Plata donde permaneció hasta su jubilación en 1930. Recientemente, en el archivo del Instituto Ibero-Americano en Berlín, Dávila encontró pruebas que acreditan la presencia del académico en la Reducción de Napalpí –hoy Colonia Aborigen Chaco- el 19 de julio de 1924, cuando se produjo la represión en la que unos quinientos indígenas de los pueblos Toba y Mocoví fueron asesinados.

“Siempre se supo que Lehmann-Nitsche había estado en Napalpí en julio de 1924 estudiando los mitos y las ideas astronómicas de los Toba porque así figura en sus escritos. Podía no haber estado cuando el hecho tuvo lugar, pero todo hacía suponer que algo tenía que saber; entonces, aparecía la pregunta sobre las razones de su silencio. Pero hasta ahora no había certeza sobre su presencia en la reserva en el momento que ocurrió la masacre, lo que ya deja fuera de toda duda su conocimiento de la misma, aun cuando no la haya visto con sus propios ojos”, explica Dávila.

Entre los documentos encontrados por Dávila en el Instituto Ibero-Americano en Berlín se destacan dos. Una foto en la que se ve al antropólogo posando junto al avión utilizado por los represores para reconocer el terreno en cuyo dorso puede leerse, “Avión contra el ‘levantamiento indígena‘ en Napalpí” escrito en la letra cursiva del alemán y en su lengua materna. En la foto aparecen además otras personas, entre las cuales, de acuerdo a la identificación de la investigadora, figuran algunos de los involucrados en la masacre.

El otro documento es una carta del naturalista Enrique Lynch Arribálzaga, primer director de la reducción y anfitrión de Lehmann-Nitsche durante su estadía en la Reducción, en la que le decía: “Ya había visto Ud. la forma franca y sensacional como han sido revelados al Congreso los sucesos de Napalpí de que fue Ud. testigo”. Lynch Arribálzaga se refería a la denuncia de los hechos realizada por el diputado socialista Pérez Leiros, quien bregaría infructuosamente durante un año en el parlamento nacional por la formación de una comisión que viajara al Chaco para investigar lo sucedido.

La Reducción de Napalpí había sido fundada en 1911 en el Territorio Nacional de Chaco con el objetivo de incorporar a los indígenas a la sociedad a través del trabajo y la educación. “Si uno piensa en cómo se encara lo que se consideraba el problema indígena en el territorio argentino, hay una diferencia entre norte y sur. Mientras en el sur se optó por el extermino, en el norte, por el desarrollo de las agro-industrias, hubo una mayor necesidad de generar una mano de obra barata y estacional, para lo que se buscó disciplinar a los indígenas e incorporarlos al trabajo. En la medida en que las Fuerzas Armadas se fueron retirando comenzaron a ganar espacio, primero las misiones religiosas y después las reducciones. Napalpí pretendió convertirse en el modelo de reducción forestal-agrícola que se promovería en toda la zona. Tenía incluso una escuela adentro con el fin de reeducar a los niños. En los hechos, finalmente, la escuela casi no funcionó, como incluso lo denunciara el diario el Heraldo del Norte”, explica la antropóloga.

“Aunque las reducciones tenían propósitos que se podrían caracterizar como humanitarios, como la supuesta protección de los indígenas y el otorgamiento de aparentes mejores condiciones laborales para los mismos, en realidad se trataba de lugares de disciplinamiento social en los cuales se llevaba a cabo una sedentarización forzosa de los indígenas que allí habitaban, y, por sobre todas las cosas, eran espacios de gran y continua explotación. Las poblaciones originarias habían sido acorraladas, despojadas de sus tierras; a muchos no les quedó otra opción, incluso para sobrevivir, que aceptar asentarse en este tipo de espacios”, opina Dávila.

Según su reconstrucción de los hechos, hacia comienzos de 1924 se generó malestar entre la población de Napalpí por diferentes motivos, entre los que se destaca la decisión de la administración de aplicar una quita del 15 por ciento sobre las cosechas de algodón para afrontar diversos costos, y un decreto del gobierno del Territorio Nacional de Chaco que prohibía la contratación de trabajadores indígenas por fuera del lugar en el cual estaban asentados.

El descontento motivó una concentración de cientos de indígenas en un campamento cercano que llevó a que en mayo el gobernador chaqueño, Fernando Centeno, viajara a Napalpí para reunirse con los líderes del movimiento y acordara la suspensión de la sustracción del 15 por ciento a cambio de la disolución de la protesta y de la vuelta al trabajo. “Pero todo lo que promete Centeno no se cumple, ni siquiera el compromiso de llevarles algo de comida”, relata Dávila.

Los indígenas volvieron, entonces, a concentrarse y, supuestamente protagonizar algunos incidentes con la policía. “Algo que por cierto es dudoso ya que muchas veces los conflictos eran iniciados por la propia policía y después la prensa oficialista daba una versión de los hechos en la cual los indigenas aparecían como los malos de la película. Finalmente, por orden del gobernador, se decide poner fin al agrupamiento a través del aniquilamiento. El punto era terminar con el conflicto y que otros volvieran a trabajar porque se estaba perdiendo mucha plata”, cuenta la responsable del hallazgo.

Dávila también aporta una interpretación respecto de la causa del silencio de Lehmann-Nitsche, más allá del temor que pueda haber sentido, lo cual, a juicio de la antropóloga, de todas formas no lo justificaría. “En 1910 se celebra en Buenos Aires el Congreso Científico Internacional Americano y él presenta una ponencia en la que propone que se creen en Argentina reservas indígenas al estilo de las de Estados Unidos donde los pueblos originarios pudieran vivir a su manera sin ser sometidos por la raza blanca, pero trabajando para los ingenios -algo que no tenia nada que ver con vivir a su manera. Aunque el congreso vota en contra, un año después se crea Napalpí, que de alguna forma era el modelo de reducción que Lehmann-Nitsche había propuesto. La hipótesis que yo planteo es que pronunciarse contando lo que había visto implicaba asumir el fracaso de lo que él había postulado. Muy lejos de ser las reducciones espacios donde los indígenas podían vivir a su manera como el pretendía, los terminaba encontrando aun más vulnerables y susceptibles de aniquilamiento”, dice.

Otro dato que confirmarían las cartas que Lynch Arribálzaga envío a Lehmann-Nitsche, halladas en el Instituto Ibero-Americano en Berlín, es que la violencia contra las poblaciones originarias no se limitó a un único acontecimiento. “La masacre fue el 19 de julio de 1924, pero los actos de represión y aniquilamiento continuaron. Se iba a buscar a la gente que había participado del movimiento y logrado escapar el día de la masacre y se la asesinaba. Esto lo atestiguan las cartas. Lehmann-Nitsche parece todo el tiempo preocupado por la seguridad de Lynch Arribálzaga y a lo sumo por la de él, pero no por la de los demás. En algún momento, el ex director de la reducción le dice que ojalá todos los habitantes del territorio pudieran gozar de la seguridad que él tenía”, cuenta Dávila.

Hoy la Masacre de Napalpí vuelve a adquirir actualidad porque está en marcha un proyecto para juzgar el hecho en el marco de un Juicio por la Verdad. “Se está en una etapa de investigación. A diferencia de otros casos, los perpetradores de la masacre están muertos y, por lo tanto, no pueden ser juzgados. De todas maneras el reconocimiento de lo sucedido es crucial para los pueblos originarios y, desde mi perspectiva, es importante para todos, porque forma parte de la historia de de cómo se fueron construyeron los Estados-Nación”, concluye la antropóloga.

Para ver el artículo de la autora haga click aquí: https://nuevomundo.revues.org/68052

Por Miguel Faigón

agrega un comentario