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Por Florencia, por Lautaro
Por Mariel Martínez - Notas.org.ar - Friday, Mar. 18, 2016 at 7:08 PM

17 de Marzo de 2016 | A once años de la desaparición de Florencia Pennacchi, familiares y amigos siguen reclamando justicia. Mientras tanto, la impunidad cobra nuevas víctimas: en Miramar, Lautaro Blengio fue secuestrado y torturado por su militancia y su condición sexual.

Por Florencia, por L...
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Hace 11 años una piba neuquina salió de la casa porteña en que vivía, con lo puesto. Sin documento, plata ni abrigo. Tenía 24 años, estudiaba economía en la Universidad de Buenos Aires, trabajaba en el Instituto de la Vivienda de la ciudad. Tenía amigas. Tenía familia. Era morocha de sonrisa grande. Salió de su casa sin documentos ni abrigo, y nadie nunca más la vio. Se llamaba Florencia Pennacchi.

Desde ese 16 de marzo del 2005 la búsqueda incansable de sus familiares, amigos y de todos los que estamos empecinados en construir un mundo en donde la vida de todos valga lo mismo de mucho, se topó con las trabas propias de la justicia tuerta y patriarcal.

La investigación, plagada de irregularidades, fue encabezada por el entonces comisario Jorge Cipolla -en su momento al frente de la división antisecuestros- denunciado por sus vinculaciones con tratantes y regentes de prostíbulos. Premisas estrafalarias, pistas falsas, e incluso sospechas sobre la vida privada de Florencia, constituyeron una vez más el abanico que intenta darle aire a los victimarios moviendo un viento de sospecha sobre la víctimas.

Jorge Cipolla tuvo que ser removido ante la evidencia ineludible: una de sus propias compañeras policías, infiltrada como agente encubierta en prostíbulos, lo acusó de ser quien cobraba las coimas a los proxenetas. Jorge Cipolla tenía una esposa. Su esposa basó su campaña política en la lucha contra la trata. La esposa de Jorge Cipolla era la entonces legisladora y luego diputada del PRO, María Eugenia Rodríguez Araya. No será apresurado insertar aquí conclusiones.

El fiscal de la causa, Marcelo Retes, no “pudo” en 11 años dar con siquiera un línea de investigación que fructificara en un acercamiento a pistas que llevaran a Florencia. Pero sí pudo rápidamente desestimar la hipótesis de un secuestro con fines de explotación sexual realizado por y para redes de trata, a pesar de tener en sus manos indicios tales como la presencia de dos mujeres, también sometidas ellas a explotación sexual, que testimoniaron haber visto a Florencia Pennacchi en al menos tres prostíbulos del país. Marcelo Retes siguió sosteniendo, con una firmeza cínica, que la desaparición de Florencia había sido por voluntad propia.

Este 14 de marzo por la mañana en Miramar, torturaron a un pibe. Lautaro. Tiene 17 años, es el presidente de su centro de estudiantes y milita por los derechos de la inmensa comunidad que nuclea a aquellos que no encajan en los patrones heteronormativos de esta sociedad PROlija: lesbianas, gays, bisexuales y trans.

Hace unos días Lautaro Blengio denunció ante la fiscalía de General Alvarado, a cargo de Ana María de Caro, las persecuciones y amenazas que viene recibiendo de parte de la policía local. Más luego, dos policías de civil lo subieron a un auto, lo golpearon salvajemente, le apagaron cigarrillos encendidos en su cuerpo, le marcaron con un cuchillo en el pecho el lugar donde le dispararían y lo dejaron abandonado en el vivero municipal.

Cuando en el verano pasado los hostigamientos policiales habían recrudecido y se habían sistematizado, la familia de Lautaro se acercó a la justicia para pedir un habeas corpus preventivo. La jueza Florencia Hogan se negó a brindarlo, argumentando que no peligraba la integridad física de Lautaro. La jueza Hogan tiene un esposo. El esposo de la jueza Florencia Hogan es del Frente Renovador, se llama Germán Di Cesare y es el intendente de Miramar. Otra vez, insertemos aquí conclusiones.

Porque la verdad, no estamos tan jodidos como para no saber concluir obviedades. No estamos tan ciegos como para no ver como la estructura policial está al servicio de las redes de trata. No estamos tan negados como para no darnos cuenta que las fuerzas policiales torturan y matan todo lo que no toleran. Ni tampoco somos tan ingenuos como para pensar que lo hacen por voluntad propia, porque se les ocurre nomás.

Policía, poder judicial y político están casados en un matrimonio por conveniencia. Se obligan a acariciarse las miserias y a bancarse el asco de dormir en una misma cama para sostener este orden injusto y asesino que nos muere, nos tortura y nos desaparece.

Ninguno de los de acá está dispuesto a mantener esta farsa. La policía no nos cuida, la justicia no nos redime y el poder político no nos garantiza ni los derechos ni la vida ni la democracia. Será cuestión de lucha, denuncia y calle. Será cuestión de estar más juntos, más gritando. Más cuidándonos las espaldas mientras seguimos usando nuestras manos para apuntar.

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