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Identifican el “antigal” del Pueblo de la Toma en Córdoba
Por La Voz - Monday, Apr. 18, 2016 at 11:47 AM

Está en los alrededores del pasaje Quevedo. Significa que es el “lugar de los antiguos”. En la zona se hallaron restos óseos y construcciones materiales.

Video con testimonios en la publicación original

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Por Mariana Otero

Entre la orilla sur del río Suquía, el cementerio San Jerónimo, la calle La Rioja y el pasaje Alpatacal, a dos cuadras de Zípoli, se erige un “espacio sagrado” para los descendientes de los comechingones, un lugar que, se cree, tiene un aura especial. Allí se ubicaría el “antigal” del Pueblo de la Toma o, lo que es lo mismo “el lugar de los antiguos de barrio Alberdi”.

“El ‘antigal’ es un espacio y un tiempo originarios, íntimamente relacionados con el actual, que se concretan en la especial “valoración del territorio” donde vivieron los antiguos y dicen que ‘los antiguos son los muertos de los antigales’”, explica Adriana Gleser, coordinadora del Centro de Investigaciones del Instituto de Culturas Aborígenes (Ciica), que trabaja desde hace una década para recuperar e interpretar el pasado de la comunidad comechingona.

En el pasaje Quevedo, a la vera del Suquía, se encontraron restos óseos humanos, construcciones materiales ancestrales y se recuperaron los relatos que subsisten por la transmisión oral.

El lugar, dicen los investigadores, contiene un aire de sacralidad. Un “antigal” remite a pueblos de los que hoy quedan ruinas y donde habitaron los “antiguos”.

Los recuerdos de los descendientes de “El Pueblito” y los pobladores del lugar, contrastados con los datos de los archivos históricos, asegura Gleser, permiten “rescatar aspectos históricos y antropológicos silenciados, ocultos, desconocidos o inexistentes para la sociedad”.

Saberes populares

¿Qué se encontró? Existe una serie de evidencias materiales junto a saberes populares con centro en el que hoy es el pasaje Quevedo, que corta con la calle Páez Molina, antigua Comechingones, entre Tablada e Igualdad. “El pasaje Quevedo es un lugar muy particular del barrio que es parte de él, pero sus rasgos físicos y sociales lo distinguen”, asegura Gleser.

Los testimonios de los vecinos revelan que hasta los años 1958 o 1960, el pasaje no tenía una traza definida por la Municipalidad.

Era un callejón estrecho que, al este, se cortaba en el lote de Mafalda Tapia, una vecina que habita Alberdi desde hace casi 70 años, y hacia el oeste se interrumpía por el rancho de Liberata Tobares (“la India”) y un ombú.

Luego subía hacia una barranca que, en los planos de Catastro fechados entre 1883 y 1888, figura como tierra de los Quevedo, probablemente miembros de la familia del cacique Liborio Quevedo.

Por otra parte, revela la investigación, los relatos de los habitantes indican que en el pasaje había una pirca, conocida como “la pirca de los indios” que se conservó hasta que fue destruida a fines de la década de 1950, momento en el cual se realizaron tareas de desagüe en ese sendero.

Dos partes de la mole de piedra fueron trasladadas a casa de Mafalda, que hoy las conserva por su alto valor simbólico y, se cree, histórico.

El estudio indica que en aquel momento se hallaron restos óseos humanos con ajuar próximos a la pirca, que podría haber sido un cementerio indígena, un centro ceremonial o una casa-pozo.

Los datos fueron aportados por personas que nada sabían acerca de cómo se sepultaban los aborígenes. Esos huesos fueron enterrados a la vera del Suquía, por donde hoy pasa la Costanera.

Los pobladores coinciden, además, en que ignoran por qué el pasaje lleva ese nombre. Dicen que se llama así “desde siempre” y que “no saben de ningún prócer ni personalidad importante que tenga ese nombre”. El pasaje sólo es nombrado por un apellido, que coincide con el del cacique que vivía al terminar el sendero.

Adriana Gleser puntualiza, además, que los lotes del pasaje no pueden ser escriturados. Al parecer, los habitantes compraron sus terrenos a corredores inmobiliarios que los habrían estafado, durante la primera mitad del siglo 20.

Así, unas 25 familias sólo tienen boleto de compraventa o título de posesión. Los vecinos que intentaron normalizar la situación en Catastro se encentraron con que esas tierras no figuran subdivididas ni loteadas.

En los planos de Catastro, asegura la investigadora, el pasaje no figura ni marcado ni nombrado.

La manzana que lo contiene, no lo registra. Podrían ser “tierras indias” o tierras fiscales destinadas a espacios verdes o podrían no haber sido loteadas por encontrarse en espacios anegables.

Gleser puntualiza que en los alrededores del pasaje también se hallan huellas materiales y simbólicas: existe por lo menos un mortero, dentro de una casa, y algunos relatos hablan, además, de prácticas curativas con la arcilla del río.

Semana del aborigen

Hoy. Facultad de Ciencias de la Comunicación (FCC), aula 6. A las 10. “Sin lugar en los medios: la cobertura de lo indígena en la prensa gráfica de Córdoba”. “Tierra y territorio en la cosmovisión andina”, por Víctor Acebo (ICA). A las 18. El “antigal” del Pueblo de la Toma. Un lugar de los antiguos en Alto Alberdi. Relatos de los vecinos del pasaje Quevedo. Centro de Investigaciones del ICA.

Mañana. FCC, área Verde. A las 10. “Comida y ancestralidad”, por Teresa Saravia. 16.30. Acto en el Monumento al Sol, en San Juan y Vélez Sársfield. Marcha hacia Ciudad Universitaria. 18. Escuela de Trabajo Social. “Telenovelas argentinas para conquistar el desierto”, Grupo Cinemapunk.

Miércoles 20. Museo de Antropología, Yrigoyen 174. 15. Caminares, rondas y comidas. Taller para niños. 18. FCC. Aula 4. “La ancestralidad en el paisaje, el autorreconocimiento en el ser”. Pablo Gramajo, artesano y poeta.

El Pueblo de la Toma

Originarios. A poco tiempo de la fundación de Córdoba, la población aborigen que ocupaba el territorio que se extiende desde la ribera sur del río Suquía y el oeste del arroyo La Cañada hacia la Lagunilla –cerca de Alta Gracia–, Malagueño y La Calera fue conocida como “El Pueblo de la Toma” o “El Pueblito de Indios de la Toma”. Una comunidad originaria que los españoles dieron a conocer como “comechingón”.

El nombre. Los llamaron Pueblo de la Toma porque eran los responsables de construir y mantener las tomas de aguas y canales que proveían de agua a las quintas y casas de la ciudad.

Antes de los españoles. Antes de la conquista española, en este territorio –hoy barrio Alberdi, Alto Alberdi y aledaños– hubo poblaciones tanto nómades como sedentarias, explica Adriana Gleser.

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Por La Voz - Monday, Apr. 18, 2016 at 11:47 AM

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La pirca. El curaca Ramón Aguilar muestra la parte conservada de una antigua estructura de piedras.

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La pirca de los indios en la casa de Mafalda
Por La Voz - Monday, Apr. 18, 2016 at 11:50 AM

En el patio de la casa Mafalda Tapia se encuentran dos trozos de “la pirca de los indios”, una pieza que podría ser histórica.

Uno está enterrado y el otro asoma a la superficie.

Los vecinos mayores de 60 años recuerdan la pirca que, a mediados del siglo 20 tenía una longitud de unos cinco metros, un grosor de 60 centímetros y una altura de un metro y medio.

Se conservan fotografías de la época, además de los vestigios en la casa de Mafalda. Se trata de una construcción mediana de piedras encimadas de tal manera que conformaban una estructura sólida que no filtraba ni el agua ni el aire.

La pirca podría ser restos de una casa-pozo, de un cementerio o de un centro ceremonial.

“Un grupo de hombres, en 1958 más o menos, realizó excavaciones para una obra de agua y encontró restos óseos salinizados en una bolsa de arpillera. Uno de ellos era mi papá Marcial Agüero”, cuenta Gladis Agüero, una de las vecinas del pasaje Quevedo que jamás pudieron escriturar sus casas.

Mafalda muestra parte de la pirca que fue trasladada allí cuando fue destruida para realizar los desagües. Está orgullosa de tenerla en el patio.

“Este es un lugar sagrado”, opina Teresita Villafañe, curaca del Pueblo de la Toma. Ramón Aguilar, otro de los caciques, coincide: “Es el sitio de nuestros ancestros”.

Aldo Villafañe, descendiente de comechingones, es nieto de Mercedes Cortez, hija del cacique Félix Cortez. Vive en el terreno de su abuela que data de 1886. “Nosotros nunca dejamos de estar, aunque un gobernador dijo hace muchos años que nosotros ya no existíamos”, apunta Aldo.

“Nos han negado mucho tiempo, pero yo desde niña sé que soy comechingona”, subraya Teresita, cuyos análisis de ADN confirmaron su origen amerindio. “En los libros, la historia está escrita por los conquistadores”, agrega.

Cristina Agüero, también hija de Marcial, dice estar orgullosa de ser parte del barrio. “Somos una comunidad que no sabía la importancia de esta pirca. Es muy emocionante conocer la historia”, opina.

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