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El índice de ocupación Triaca, el peligro de jugar con el empleo
Por Economía - La Capital - Sunday, May. 01, 2016 at 6:25 PM

Sábado, 30 de abril de 2016 | El índice de ocupación Triaca, el peligro de jugar con el empleo. El gobierno de Mauricio Macri reproduce en su abordaje de la problemática del desempleo el mismo mecanismo que ensayó el gobierno anterior con la inflación.

El índice de ocupaci...
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Indec. Al negar el desempleo, Triaca hace lo que le criticaban a Moreno.

El gobierno de Mauricio Macri reproduce en su abordaje de la problemática del desempleo el mismo mecanismo que ensayó el gobierno anterior con la inflación. El IPC de Moreno fue reemplazado por el índice de ocupación de Triaca, cuya imprecisión y mirada sesgada no puede ocultar la ola de despidos, suspensiones y precarización que percibe cualquier trabajador, cualquier empresario y cualquier político que ponga el ojo en el territorio.

Las cifras no gubernamentales sobre despidos surgen de centrales sindicales, consultoras económicas especializadas, observatorios laborales de reconocida trayectoria, institutos público-privados de empleo y de los propios sindicatos afectados. Los números muestran disparidades entre sí porque no son una fuente única, pero hay coincidencia en las cesantías superaron las 100 mil en los primeros meses del año. Y según quién lo mida, el cálculo es amarrete, ya que hay gremios que evitan llamar despidos a los ceses de contratos temporales con las que muchas empresas cubren un enorme porcentaje de su plantilla de personal y porque es lógico pensar que la incertidumbre que afecta hoy a los empleados registrados se multiplique en el amplísimo sector que permanece en la zona oscura del mercado laboral.

La preocupación por los despidos no sólo se apoya en cifras que tienen fuentes más ciertas que muchos de los indicadores de inflación privados (no todos) que se tiraron durante años al azar aprovechando la masacre estadística de Guillermo Moreno. Si todos esos datos terminaban, más o menos científicamente, en la sensación de bolsillo o la "inflación del supermercado" que exhibía Hugo Moyano para negociar paritarias, también en el caso del desempleo hay una realidad cotidiana que valida o no las cifras. Y el propio cambio de discurso del gobierno, que aunque de la peor forma debió salir a abordar el problema, es parte de esas validaciones. No hace diez años sino cuatro meses que los funcionarios del Ejecutivo nacional escenificaban la comunicación de cientos y cientos de despidos en dependencias públicas como una muestra de su coraje política, que se reprimía a los trabajadores que protestaban por la pérdida de puestos de trabajo, que los ministros hablaban de la grasa militante y desafiaban a los sindicatos a negociar paritarias cuando les apriete el fantasma del desempleo. Por algo el gobierno no convocó al anunciado consejo económico y social, organismo que por más colaboracionista que se presente, hubiera obligado a Macri a someter el duro plan de ajuste de su primeros meses al famoso consenso de las corporaciones que su mismo espacio reclamó durante años.

El final de la historia está por escribirse, pero aparece en los hechos transcurridos hasta ahora la posibilidad de pensar que hubo, además de la trampa ideológica que le tendió la ortodoxia, un grosero error de diagnóstico sobre la verdadera dimensión de la herencia de la posconvertibilidad. Y eso pone límites a la estrategia política de jugar con ellas. Las bóvedas, las causas judiciales, los contadores de billetes, las mentiras del Indec y toda esa opacidad que alimentó la anterior gestión, son un activo de Macri para pilotear las denuncias de los Paraná Papers y cierta cuota del ajuste en marcha. Pero el cuidado del empleo, el salario, el piso de protección social, la vocación por mantener la producción nacional y la actividad económica, son herencias económicas y hasta culturales que interpelan fuertemente a quien quiera desmantelarlas. Forman parte de un acervo que no se altera por la opinión sobre si el juez de turno tiene que poner o no preso a tal persona. Las Lebac al 38 por ciento son consideradas un gran negocio por los que pueden aprovecharla, pero ninguno de ellos consideran que son sustentables. Y la película de las fábricas cerradas ya se vio y se padeció. No es fácil querer reproducir esa experiencia en forma gratuita. Esta semana habló el presidente del Banco Central en un seminario, en el cual arengó a favor de la bancarización y se quejó porque los ahorristas prefieren el colchón, ya que el gobierno anterior no cuidó el valor de la moneda. Es peligroso pensar que en serio un funcionario crea que la desconfianza a las entidades financieras no deviene de la más dramática crisis bancaria, económica y social de la historia contemporánea, como la de 2001.

El problema, en este aspecto, no fue Moreno sino que los bancos no devolvieron los depósitos. Enfrascados en este mundo de ideas financieras, no es de extrañar que en menos de un mes de haber logrado un "éxito republicano" al conseguir la adhesión de distintos sectores políticos para reendeudar al país, hoy esté contra las cuerdas intentando que no se apruebe la ley antidespidos. Una norma muy racional que fue aplicada con buenos resultados y que busca amortiguar un problema que ya está instalado, más allá de que la verdadera solución sería un cambio de programa económico. Y que además se debate como producto de la "república parlamentaria" que se ensalzaba un mes atrás.

Como el arquero que le grita a la defensa dormida, los funcionarios oficialistas deberían aprovechar el gesto opositor y de las centrales sindicales para recalcular sus prioridades. Tímidamente, se ve en algunos sectores algún intento por reconectarse con la realidad, como en el caso de lo subsidios al transporte en el interior, que tuvieron un tratamiento diferente al ajuste generalizado aplicado en las tarifas de la luz. El enorme impacto negativo de las inundaciones es otro terreno en el que el oficialismo trata, al menos desde los gestos políticos, de reorientar rápidamente sus primeros pasos.

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