Julio López
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Somos una isla en un lago de blancos
Por El Orejiverde - Monday, Jun. 27, 2016 at 8:49 AM

El 25 de junio de 1876, el general Custer y el 7º Regimiento de Caballería de los Estados Unidos fueron derrotados en la batalla de Little Big Horn por Toro Sentado y sus guerreros sioux y cheyennes

Somos una isla en un...
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Junio de 1876. Hace ya diez años que se ha descubierto oro en Montana. Miles de colonos y aventureros blancos pretenden ocupar las tierras que, por el Segundo Tratado de Fort Laramie, han sido otorgadas “a perpetuidad” a la nación sioux en 1868. Además, las vías del ferrocarril invaden el territorio y la presencia indígena se convierte en un serio inconveniente.

Presionados por el ejército y la voluntad del gobierno de arrinconarlos en reservaciones cada vez más al oeste, los originarios resisten al brutal avance del ejército norteamericano. Diezmados, los pueblos se aglutinan alrededor de Toro Sentado (Sitting Bull, Tatanka Iyotanka), jefe de los sioux hunk papa y reconocido líder espiritual que adhiere, aunque no abiertamente, al culto de la Danza de los Espíritus. Todo esto inquieta al gobierno, temeroso de esta prédica que anuncia la expulsión de los blancos y el regreso al orden de los antepasados.

Ante los hechos consumados, Toro Sentado un día deshace sus trenzas, se quita las plumas y la pintura del rostro y llena su pipa con tabaco. Elige a tres de sus hombres de confianza y marcha a lo alto de una colina. Allí, de cara al sol y ofreciendo la pipa al cielo eleva una plegaria: “Gran Espíritu, Wakan Tanka, dame toda la caza. Atráela hacia mí para que mi pueblo tenga comida este invierno. Que los hombres buenos tengan el poder para que todas las naciones sean fuertes y felices. Que los sioux puedan seguir su vida. En agradecimiento haré la Danza del Sol durante dos días y dos noches y te daré un bisonte entero”

Pocos días después Toro Sentado ofrenda un gran bisonte a Wakan Tanka y comienza la Danza del Sol: con el torso desnudo cubierto de cicatrices, se acerca al centro del recinto circular donde se hallan y su hermano adoptivo, Toro que Salta, le lacera el pecho y la espalda para atar correas a su carne y ligarlo, casi colgado, al poste central. Así danza dos días y dos noches hasta que se desmaya para luego anunciar que ha tenido una visión con guerreros cabizbajos. “Estos soldados muertos –interpreta- son los presentes del poder. Matadlos pero no toméis ni sus fusiles ni sus caballos. Si dirigís vuestros corazones a los bienes de los blancos, provocaréis la invasión de esta nación”

Más tarde, en un Gran Consejo, el legendario líder anuncia: “Somos una isla en un lago de blancos. Debemos permanecer juntos o nos vencerán por separados. ¡Quieren la guerra y se la daremos!”. Convoca entonces a un gran encuentro en su campamento, donde se concentran entre 6 y 9 mil personas alojadas, a lo largo de 5 km, en unos mil tipis organizados en siete círculos, correspondientes a igual número de tribus. Es el mayor campamento indigena de la historia, y sus jefes son Toro Sentado (hunk papa lakota), Gall (lakota siounan), Caballo Rojo (lakota minnencojou), Lluvia en el Rostro y Dos Lunas (cheyennes del norte) y Caballo Loco (oglala sioux).

Por otro lado, un joven general norteamericano de brillante trayectoria, reconocido por su bravura en las guerras contra el indio (en 1868, en un ataque nocturno, arrasó la aldea de Washita en Oklahoma) acaba de enfrentarse con el presidente Grant por un tema administrativo, pero es reivindicado por sus camaradas de armas, que lo imponen al mando del 7º Regimiento de Caballería, bajo las órdenes del general Terry (los otros generales eran Crook y Gibbon, cada uno con sus tropas) en el gran operativo (más de 3 mil soldados) que se prepara para desalojar a los indios de la zona en conflicto.

Aunque molesto por el lugar subalterno que le han asignado, George Armstrong Custer no resiste la oportunidad de participar en una campaña donde puede, si actúa con astucia, aumentar suficientemente su prestigio personal y presentarse como candidato a la presidencia de los Estados Unidos. Recordaba, sin duda, que ya dos militares (Andrew Jackson en dos oportunidades y William H. Harrison) habían ocupado ese cargo gracias a sus campañas contra los indígenas.

Little Big Horn, la batalla “wa kin yampi” (anunciada por la visión)
Los militares habían dividido sus tropas en tres grupos que, a modo de pinzas, encerrarían a los indios mientras trataban de agruparse. En este operativo el general Crook prácticamente chocó con Caballo Loco, quien, siguiendo el cauce del Rosebud, se dirigía al campamento de Sitting Bull sobre el mismo río, aledaño al valle del Little Big Horn. Crook fue derrotado y los indios siguieron su camino.

Mientras tanto, conscientes de que el enemigo se movía más rápido de lo previsto, se dispone el avance del 7º de Caballería, al que, para hacerlo más liviano y veloz, su jefe, el general Custer, ordena dejar los sables y prescindir de la batería Gattling que le correspondía. A sabiendas del temperamento impetuoso de Custer, se le ordena expresamente ubicar a los indígenas y esperar al resto de las tropas para el ataque.

Custer conoce el valor del factor sorpresa en la guerra contra el indio y comprende que, de ser descubierto, los guerreros se dispersarán por las praderas sin ofrecer un blanco fijo y no está dispuesto a sufrir esa frustración. Ubicado el campamento, divide sus tropas en tres grupos: el capitán Benteen queda a cargo de las lentas mulas con municiones y vituallas, mientras que el mayor Reno y él mismo avanzan sobre el poblado en columnas separadas.

Siguiendo su costumbre (que le valió el apodo de “Hijo de la Estrella de la Mañana” por parte de los sioux) Custer decide atacar al amanecer, pero, al no encontrar la forma de vadear el río, somete a su tropa a una larga vigilia hasta que hay suficiente luz. Acostumbrado al ataque de pequeños poblados y con el manifiesto deseo de destruir los bienes de los indios para forzar su rendición e inclusión en las nuevas reservaciones, ordena a Reno avanzar y atacar el campamento, siempre ignorando su real tamaño. Reno es desbordado y Custer, que desde una colina descubre la magnitud del poblado, envía una nota a Benteen para que acuda urgentemente con tropa y municiones. En una hora Reno pierde a la mitad de sus agotados hombres y se retira hacia una colina perseguido por los indígenas, que están descansados y montan caballos frescos.

En tanto, Custer manda una columna al mando de Yates a atacar por la retaguardia a las fuerzas que asediaban a Reno. El oglala He Dog los descubre y, mediante disparos, llama la atención de los demás guerreros. Yates retrocede y se instala en una colina vecina del sitio donde Custer espera los refuerzos de Benteen, y ambos se convierten en el centro de la táctica envolvente de los sioux, que los atacan desde todos los flancos.

Benteen, por su parte, alcanza a Reno y ambos, al evaluar sus posibilidades (se calcula una proporción de 15 a 20 indígenas por cada soldado), deciden esperar la llegada de las municiones para luego avanzar. Pero es demasiado tarde y ven, desde lejos, que el estandarte del arrogante general Custer flamea ya en manos de exultantes indígenas. Lo que sigue es una verdadera masacre de soldados incluso hasta la mañana del día siguiente, cuando los guerreros de Toro Sentado abandonan el lugar con familias, pertrechos y botín.

Custer fue hallado muerto con una bala en el pecho y otra en la sien. No fue mutilado (salvo la falange de una mano) y su rubia cabellera permaneció intacta. Sobrevivieron Giovanni Martini, el italiano que llevó el mensaje a Benteen, un explorador oculto bajo la manta de un sioux muerto y un caballo del ejército llamado “Comanche”. Todos los demás murieron: 268 militares en uno de los peores desastres del Ejército en Estados Unidos.

Disgustado por el saqueo a los cadáveres a pesar de su advertencia, Toro Sentado reconoció el valor de los guerreros, especialmente Caballo Loco y Gall, pero, como buen estratega, advirtió la conveniencia de migrar a Canadá. El gran líder no intervino directamente en la batalla, sino que se mantuvo en contacto con Wakan Tanka, implorando protección. Fue tal vez en esos momentos que vislumbró la feroz revancha del 7º de Caballería que, en 1890 atacó a mansalva la reservación de Pine Ridge en Dakota del Sur, en la llamada Masacre de Wounded Knee.

“La voluntad de arriesgar la vida por el bienestar o el honor del grupo era la más alta prueba de carácter” (Dr. Ch. Eastman -Ohiyesa- sioux santee y médico que atendió a los sobrevivientes de Wounded Knee)

Por María Ester Nostro
Fecha: 24/6/2106

Notas relacionadas:
Los jefes de la Resistencia, 07 de mayo 2016 La resistencia indígena en América del Norte, 30 de abril 2016

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