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Pleno empleo en la City, el fantasma del CCK y el Davosito paralelo de Massa
Por Alejandro Bercovich - Friday, Sep. 16, 2016 at 11:26 AM

16 de septiembre de 2016

Pleno empleo en la C...
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Alejandro Bercovich
abercovich@diariobae.com

Al menos tres veces pasó por delante de los imponentes sets televisivos que montaron Clarín y La Nación en el vestíbulo del Centro Cultural Kirchner cual bandera soviética tras la toma del Reichstag. Y lo hizo sin que casi nadie advirtiera su presencia. Cultor del bajo perfi l, deambuló como un fantasma por la vieja sede del Correo entre los CEOs extranjeros, los gerentes locales y los lobistas de variado pelaje que la coparon durante toda la semana, sin tener que detenerse a responder preguntas sobre su “hermano” Mauricio Macri ni sobre su infl uencia en la mesa chica gubernamental donde jura participar cada vez menos. Nicolás Caputo logró incluso presenciar las conferencias de su primo Toto, el secretario de Finanzas, y de David Thorne, el enviado del Departamento de Estado, pero no llegó a verse con Maurizio Bezzeccheri, el jefe regional de la italiana Enel, a quien no conoce en persona pese a que administra Edesur, de cuyas acciones posee un 25%.

Nicky, como le sigue diciendo cariñosamente su amigo de toda la vida, atiende por estos días inquietudes de dos mundos: el político y el empresarial. Velocistas por naturaleza, los traders de la City le hicieron lugar en abril como vicepresidente del Merval y volvieron a elegirlo anteayer como número dos del flamante mercado federal B&MA, donde aspiran a hacer confluir las bolsas de valores de todo el país. Para ellos, como lo iba a ser el director Nicolás Scioli si su hermano mayor ganaba las elecciones, el ex Newman es un puente inmejorable a la hora de transmitir pedidos puntuales al Presidente. En la interna de Cambiemos, en cambio, Caputo juega como contrapeso: es el respaldo menos pensado del ala política donde conviven Rogelio Frigerio y Emilio Monzó (con sus diferencias de estilo), enfrentados cada vez más encarnizadamente con Marcos Peña y los CEOs del gabinete.

Si el Davosito fue un triunfo de Peña en la arena que les interesa a él y a Jaime Durán Barba (generó “conversación” durante toda la semana y corrió del centro de la escena a las desventuras tarifarias que volverán hoy con la audiencia pública por el precio del gas), el eje gravitante volverá desde el lunes al Congreso, donde Monzó mastica sus rencores contra el jefe de Gabinete. Es allí donde el oficialismo necesita aprobar contrarreloj tres leyes clave para su plan económico: el Presupuesto, la reforma “gradualista” del impuesto a las Ganancias que sulfura a la CGT por su tibieza y el nuevo régimen público-privado para obras de infraestructura que permite a las empresas concesionarias litigar contra el Estado en tribunales extranjeros, a cuya aprobación condicionaron sus pomposos anuncios de inversión las multinacionales que financiaron el Foro. Especialmente la alemana Siemens, cuyos directivos admitieron en 2010 haber pagado coimas millonarias al menemismo a cambio del contrato para imprimir los DNI.

Monzó se ufana en privado de que el Congreso “es el único lugar donde funciona la coalición Cambiemos”. Y desafía a sus interlocutores a encontrar un oficialismo que haya logrado aprobar leyes de la relevancia de las sancionadas este año sin controlar ni un tercio de la cámara de Diputados. Cerca suyo empiezan a acusar a Peña y sus CEOs de “no haber cuidado lo suficiente” a Macri y de haber consumido demasiado capital político en batallas inconducentes como la del incombustible Juanjo Aranguren. También en su entorno se pergeñó una carambola aún verde pero que podría ayudar a resolver la crisis en la que se sumió el PRO porteño desde que Martín Lousteau anunció sus intenciones de volver a candidatearse a la intendencia: que Horacio Rodríguez Larreta reemplace a Peña como régisseur nacional y que Diego Santilli asuma en su lugar para exhibirse más ante el electorado, de cara a unos comicios comunales de 2019 que intuyen reñidos.

Tigres y leones
No casualmente Monzó fue el único macrista que mencionó a Sergio Massa en el escenario de la Ballena Azul, el imponente teatro donde sesionó el plenario del Davosito y que dejó boquiabierta a la mayoría de los asistentes argentinos que jamás lo habían pisado. El jefe de Diputados sabe que pronto volverá a necesitar votos renovadores y esquivó todo lo que pudo la conflagración con esa bancada respecto de las importaciones, que Massa propuso prohibir por tres meses en los sectores “sensibles”, a lo que el latin lover Francisco Cabrera respondió acusándolo de “hablar por hablar”.

Como el nuevo río de agua cianurada que Barrick derramó sobre Jáchal justo mientras el Gobierno hablaba de las bondades de la minería “sustentable” para atraer nuevos jugadores al sector, la pelea con Massa no pudo haber llegado en un momento menos oportuno. Entre martes y miércoles, en Tigre y en su despacho del Congreso, el jefe renovador mantuvo once reuniones secretas en paralelo al Davosito con varios de los CEOs que se acreditaron allí. A la mitad los conocía de su paso en enero por el Davos suizo, donde Macri lo había presentado como “uno de los líderes más importantes de la oposición”, con “serias posibilidades de convertirse en quien conduzca al peronismo”. Apenas ocho meses después, el panorama que trazó Massa frente a esos interlocutores no fue el más cautivante. Sobre todo si, como dijo Paolo Rocca el martes, los inversores le otorgan a la estabilidad política la misma relevancia que un buen retorno y un contexto macro adecuado a la hora de decidir un desembolso.

“Esto es todo fra-fra. Los grandes negocios que se pueden cerrar en este contexto ya estaban cerrados desde antes. Telecomunicaciones, infraestructura, energía y minería son todos negocios grandes y con mercados cautivos que no se cierran en una feria. La mayoría vino a vender y nada más”, minimizó en su breve paso por el evento el diputado massista José Ignacio de Mendiguren, quien no se cansa de torpedear desde el Congreso y desde la UIA los dos caballitos de batalla del equipo “productivo” del Gobierno: la apertura comercial y la reconversión de los sectores que consideran inviables.

Islas del tesoro
Igual que en la negociación con los fondos buitre, el apoyo de la Casa Blanca fue decisivo para el Davosito. “Es como si Obama se hubiera puesto a llamarlos desde allá para que estos monstruos vengan hasta acá”, canchereó extasiado ante BAE Negocios uno de los ministros que participó. Además de agradecerlo con una licitación armada a la medida de sus compañías en el nuevo plan de energías renovables, Macri decidió sorprender al embajador Noah Mamet y pasar a saludar en persona por el cóctel del martes por la noche en el Palacio Bosch. Gestos que valora mucho el Departamento de Estado, padrino de la candidatura de la canciller Susana Malcorra a la secretaría general de la ONU.

Martín Marrón, el antiguo compañero de JP Morgan de Alfonso Prat-Gay y Toto Caputo que hizo carrera hasta conducir todas las filiales americanas del banco fuera de Estados Unidos, comentaba en ese cóctel que “en la City hay pleno empleo”. Y que para contratar 50 jóvenes por mes como están haciendo para adaptar su filial local al regreso de la Argentina al mercado de deuda, se ven obligados a robárselos a la competencia. Una situación bien distinta a la que se vive en pueblos industriales como Zárate o Ensenada, para los cuales el nuevo ciclo augura —en el mejor de los casos— una reconversión traumática en términos sociales.

Lo más probable es que en 2017 convivan ambas realidades. El presidente del Santander, Enrique Cristofani, tuvo un pantallazo de esos claroscuros en una gira que encabezó antes de quedarse con la red de sucursales del Citi por sus locales en todo el país, durante la cual escuchó historias de unas 4.000 Pymes. La mayoría le expresó inquietudes por la recesión actual, pero también un moderado optimismo. Eso confirmó sus sospechas de un incipiente rebote, que ya había empezado a notar en un repunte del 20% en los créditos prendarios y personales durante agosto y lo que va de septiembre. Aún así, nadie tira manteca al techo. “En el mejor de los casos vamos a crecer el 3%. Y en una economía que crece al 3%, no le va bien a todo el mundo. A los sectores que dependen del tipo de cambio alto les va a ir mal, porque durante varios años vamos a tener ingreso de capitales y apreciación cambiaria”, vaticinó otro banquero.

Claro que a medida que llega, de a cuentagotas, el capital extranjero exige cada vez más condiciones. Una de ellas es que se relajen y simplifiquen los controles estatales. Hacia allí apunta el traspaso de las funciones de la Inspección General de Justicia (IGJ) a la Ciudad, que impulsa el gobierno porteño pero que resiste la fiscal general ante la Cámara de Apelaciones en lo Comercial, Gabriela Boquín, alineada con la procuradora Alejandra Gils Carbó. Boquín reclamó que se interrumpa la instalación de las nuevas oficinas de la IGJ porteña, cuya creación planteó como inconstitucional. De concretarse el traspaso, la Ciudad pasará a controlar a todas las sociedades radicadas legalmente en sus límites, funcionen o no en el distrito. También tendría jurisdicción registral sobre los clubes de fútbol, las sociedades offshore, los centros de estudiantes y las ONG, como la Fundación Suma de Gabriela Michetti. Una verdadera isla del tesoro.

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