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Por Carlos del Frade - Thursday, Sep. 22, 2016 at 7:36 PM

Publicado: 19 Septiembre 2016 | (APe).- Las historias provinciales explican la profundidad de la historia nacional. Los proyectos políticos y económicos echan raíces profundas que suelen ser ignoradas desde la Capital Federal. Consecuencias del país unitario que es la Argentina más allá de su cacareado y desfigurado federalismo de la boca para afuera.

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La matriz del siglo diecinueve se muestra vigorosa, dos siglos después. El problema de la coparticipación siempre renueva la tenue discusión pero evidencia la concentración de riquezas en los que manejan el Río de la Plata y el puerto de Buenos Aires como si fueran de las minorías que no son del interior, como le llaman, sino de la ciudad del exterior, como se desprende de esa forma de nombrar a las provincias. No habría Belgrano sin el aporte de los pueblos originarios de Salta, Jujuy y Tucumán; no habría San Martín sin el compromiso de las mayorías que no sabían leer ni escribir de Mendoza, San Juan y San Luis; no habría Mesopotamia sin las luchas de los que siguieron a Artigas y Andresito.

La Argentina se hizo desde adentro y cuando se impone la visión extranjera, los dolores aparecen en toda la geografía. Por eso la evolución de las historias provinciales denotan la profundidad de los planes económicos, políticos y culturales que quieren imponerse desde Buenos Aires y más allá.

Bartolomé Mitre no solamente fue el creador del diario “La Nación” y la Academia Nacional de Historia, sino también el presidente que decidió aplicar la guerra de policía en seis provincias argentinas. Ocupación porteña en aquellos territorios que no seguían sus ideas de integración subordinada al imperio inglés. Un gobernador santafesino, Nicasio Oroño, habló de esas invasiones y nombró a las víctimas como desaparecidos. Eran las décadas del sesenta y setenta del siglo diecinueve.

El lunes 12 de septiembre de 2016, a ciento cincuenta años de la reforma constitucional que le sacó a las provincias la posibilidad de cobrar algo de las exportaciones que surgen de sus tierras, el gobierno nacional de Mauricio Macri y la administración santafesina de Miguel Lifschitz, firmaron el llamado “convenio de cooperación entre el ministerio de Seguridad y la Provincia de Santa Fe”.

Basados en la ley de seguridad interior, invocando la emergencia en seguridad, tanto la nacional como la provincial, el eje del convenio es hacerle honor al decreto 228 del 21 de enero de 2016 que habla de la necesidad de coordinar fuerzas federales y provinciales para intervenir en distintos lugares del monumental país de los argentinos.

La resurrección de Mitre

Ya no se trata del imperio inglés, sino de los proyectos de Estados Unidos que desde 1988 con Reagan, primero, y luego a partir de 2002, en Colombia, predica la necesidad de recuperar territorios provinciales con las fuerzas federales.

Las movilizaciones que reclaman más seguridad, no solamente en Rosario y Santa Fe capital, sino en distintos lugares de la Argentina, tienen la respuesta política que ya planificó la administración Macri de acuerdo a lo construido por el imperio y aplicado en distintos pueblos de América del Sur.

En Colombia, México y Brasil hablan de desaparecidos, tal como lo hacía aquel casi desconocido gobernador de Santa Fe del siglo diecinueve, Nicasio Oroño; hablan del negocio impune de las armas y el narcotráfico y también hablan de los controles sociales cada vez más rigurosos sobre las juventudes.

A pocos días del “convenio” entre la provincia de Santa Fe y el gobierno nacional, los fantasmas de Mitre y Oroño se mueven inquietos, mientras los intereses de las minorías descansan en paz y el viejo país unitario celebra una nueva victoria.

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