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Cuando al fin todos seamos nuestro policía
Por Lucas Paulinovich, Agencia Sin Cerco - Wednesday, Oct. 05, 2016 at 11:45 AM

3 de octubre de 2016 | Las últimas semanas, Rosario fue un muestrario de discursos y soluciones de seguridad del más vasto repertorio. Entre las negociaciones del gobierno provincial con el nacional, la vuelta de los gendarmes a distintas ciudades, hasta la visita de carabineros chilenos en función docente, la problemática de la inseguridad ganó la centralidad de la agenda pública y es un punto de encrucijadas y acusaciones. Mientras tanto, varios casos de linchamientos se visibilizaron a través de los medios de comunicación. Las violencias horizontales continúan recrudeciendo. Los índices son un registro alarmante que desespera a funcionarios políticos y agudiza la intranquilidad de los vecinos. Un panorama caldeado donde germinan con facilidad las opciones autoritarias y las soluciones represivas.

Cuando al fin todos ...
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En ese clima se avanzó con la reforma del Código Procesal-Penal de la Provincia, que obtuvo media sanción en Senadores. Propone una serie de reformas que incluyen la asignación de mayores poderes a los fiscales, prolongando los plazos de detención sin aviso al juez competente, lo que amplía la posibilidad implícita de secuestro durante cuatro días de un sospechoso por el solo hecho de serlo; e incorpora figuras como el agente encubierto, el delator premiado y la creación de un registro público de libertades. En definitiva, es una etapa de racionalización legal de un ánimo ciudadano que los medios se encargan de aterrorizar y los dirigentes políticos intentan capturar para brindar soluciones sensacionalistas.

A dos años y medio del asesinato de David Moreyra, que por lo cruento y brutal, logró poner a Rosario en la vidriera nacional de los linchamientos, Bruno Nápoli, uno de los autores de “Linchamientos. La policía que llevamos dentro”, estuvo en la ciudad junto a Ariel Pennisi y Pablo Hupert,  uno editor, el otro también autor, de la publicación que salió en 2014 y está dedicada a David Moreyra. “La idea es hacer lecturas problematizadoras sobre los linchamientos. El lenguaje de ciertos medios tiende a catalogarlos como legítima defensa. Pero estos casos no son ni emoción violenta, ni exceso en la legítima defensa, esas son formas para intentar justificar homicidios. Son jóvenes que están robando y son asesinados por una o más personas. Vos no podés combatir un delito cometiendo un delito peor. Porque esa es la misma justificación de la dictadura. Jóvenes peligrosos que se los hacían desaparecer. Y ahí aparecían los ‘por algo será’, ‘algo habrán hecho’, que son justificaciones políticas basadas en una tremenda pedagogía de la crueldad”, dice Nápoli.

—Vos venís laburando desde hace tiempo la relación del delito financiero y la configuración de la violencia, ¿cómo se da la identificación de determinadas violencias como delitos, a la par de que hay otras prácticas delictivas que no son consideradas así?

—Hay financistas, hombres de mucho dinero, banqueros, que son verdaderos delincuentes, que estafaron gente, se quedaron con los ahorros de millones de personas, de toda la vida, no es que le robaron una cartera o un celular. Y sin embargo, no hubo ni un solo caso de linchamiento, eso es impresionante. Entonces, ¿cuándo un hecho se considera delito? Ahí hay que tomar en cuenta el lenguaje racista que los llama “delitos de guante blanco”. En cambio, el delito callejero está hecho por “negros”. Los delitos financieros tienen total impunidad. Los delitos menores, que son mucho más visibles, tienen un castigo social, mediático, del lenguaje, con un nivel de crueldad que dice que hay que matar al que roba, como si estuviera bien asesinar a alguien. Nadie pide el asesinato de los banqueros. Que el otro sea chorro no evita que lo que hizo el carnicero de Zárate sea un homicidio, las cosas hay que llamarlas por su nombre. Los linchamientos son asesinatos para defender cuestiones materiales. Los discursos son muy violentos. No se puede plantear el fusilamiento del que roba. Habría que matar a todos los que robaron, incluido los grandes ladrones, que no son los que roban en la calle. Y esa no es una solución.

—Esas señales de impotencia en los discursos, como los pedidos de exterminio masivo, no suelen tener correlato con los hechos.   

—Supuestamente, se dice que el Estado está ausente, por eso pasa lo que pasa. Y no es así. El Estado no está ausente, está más presente que nunca. En Buenos Aires, el delito está administrado por la Policía Bonaerense. Cada delito que se comete, es facturación irregular de las comisarías. Por eso salen, no por la ley. La ley es muy dura, cualquiera que la conozca lo sabe. Es durísima respecto al hurto, al robo a mano armada, al intento de homicidio, las penas son durísimas. Los dejan ir porque facturan. En los secuestros es clarísimo, siempre está metido un comisario, un policía o un político de la zona.

Filosofía vecinócrata

La vecinocracia tiene un fundamento de filosofía política permanentemente recreada, en estado práctico. El contrato liberal-racional o la gesta iniciática son desplazados por la contraprestación mercantil. Impuestos pagos, derecho adquirido a que sean oídos los reclamos. El Estado no asume ninguna representación, sino que es una entidad de pura satisfacción. Trabaja con clientelas. Cuando el servicio de protección y control estatal falla, el ciudadano, cliente inconforme, puede procurárselo. El libro circula por las distintas zonas del fenómeno del linchamiento, desde su apelación al juez yanqui Charles Lynch, que en 1780, durante la guerra civil, promovía el asesinato de los que eran acusados de monárquicos, aún cuando los jueces los habían absuelto, hasta las representaciones mediáticas, la elaboración de demonios criminales y sentidos aterrorizados.

Dividido en siete partes que incluye sectores que ensayan en términos de Manifiesto; otro sobre las incumbencias de lo religioso, en La Cosa y la Cruz; la condición del linchador, en Linchadores; Escritura, cine y mass-media, que esboza genealogías y modos de producción imaginaria; Justicia, código, policía, sobre los alrededores de la ley; en De Norte a Sur se hace un balance regional, se comparan casos y se trazan analogías; y por último, cierra con un Balance y un apéndice que releva cosas de linchamientos producidos ese año hasta la fecha de publicación. David Moreyra es el único caso donde el linchado terminó muerto.

—Ahora que el Estado se reconoce por completo como gestor represivo, como otra dimensión del sinceramiento, ¿qué papel le cabe en la fundamentación de esa filosofía política de la vecinocracia y la incitación a las violencias horizontales?

—El Estado siempre jugó a través de esta pedagogía de la crueldad en establecer la diferencia entre lo que es un vecino y el otro que es molesto, cuerpo indócil. Cuando logra construir eso, es muy fácil eliminarlos. El Estado lo hizo siempre desde su fundación. El Estado argentino se funda en base a la construcción de la idea de que los malones de los indios eran bárbaros y había que exterminarlos. En los años ’20 y ’30, ese Estado autoritario se va a sostener en la represión sistemática de los obreros díscolos que apoyaban el anarquismo y eran extranjeros, por eso existió la ley de Residencia que duró hasta 1960. En los años ’50 ese Estado va a asesinar a los jóvenes peronistas. Y en los ’70 a los que considera los subversivos, que son jóvenes militantes de 14 a 28 años. El Estado se transforma en ese eje de represión y es el que hizo siempre esa construcción de los cuerpos a eliminar. Una vez lograda esa otredad, es muy fácil, porque es un dolor externo, no es propio.

—Hoy la encarnación del peligro recae en los pibes pobres que vienen de barrios marginales.

—Por eso, la imagen del pibe chorro, de gorrita o, incluso, de las pibas víctimas de secuestros para la trata, que instalan la idea de que seguramente son putas o andan con gente complicada. Entonces, quedan por un lado los buenos, que trabajan esclavizados todo el día y mal pagos. Y por el otro, los malos. Por eso no, hay reclamo cuando matan a un pibe pobre, de la villa, y es un escándalo cuando le pasa a un pibe de clase media o alta. Es lo que pasó con Bloomberg. Y todos se transforman en oráculos y dicen “era un pibe con mucho futuro”, como si supieran lo que iba a pasar. Nadie sabe qué va a pasar, se construyen esas imágenes. Por ese pibe blanco, rubio, con plata, todos se movilizan. Cuando matan a un pibe de la villa, no se mueve nadie. El termómetro de sensibilidad social está guiado por esa construcción ideológica y el odio de clase elaborado por los medios, que permite la eliminación de cuerpos indóciles. Eso es muy fuerte y es la función que tiene el discurso de la vecinocracia. Si nos remitimos a la alianza Cambiemos, son todos evasores fiscales, los principales evasores de la Argentina que generan hambre, desocupación y deuda. Son delincuentes, sin embargo, hasta hay una justificación moral de que están cuidando sus ahorros porque es un país inseguro.

—¿Qué efectos micropolíticos pueden tener estas medidas que se están aplicando, desde la invasión de gendarmes en los territorios, hasta las figuras del arrepentido, el delator o el infiltrado, esos tipos penales que prácticamente legalizan la comisión de delitos que hasta ahora las fuerzas cometían por atrás?

—En principio, se espera un acortamiento muy fuerte de las libertades y que suba el nivel de asesinados por el Estado, que es muy alto en toda la democracia. Desde el ’83 hay 4000 asesinados por las fuerzas estatales y 200 desaparecidos. La mayoría joven y pobre. Las consecuencias van a ser tremendas para algunos sectores. En principio van a ser los más castigados corporalmente. Hace unos días, la Policía, en la villa 1-11-14, secuestró a unos pibes que laburaban en la Garganta Poderosa, los torturó sin freno y después los dejó. Los pibes fueron a hacer la denuncia y en la Fiscalía se encuentran con uno de los policías que los habían torturado. Entonces, va a ser nefasto para los sectores vulnerables, más fáciles de castigar y estigmatizados por la sociedad. Pero lo que no nos damos cuenta es que las consecuencias son nefastas para todos. Que se establezcan regímenes que tienen gestualidades autoritarias, por ejemplo, permitirle a la Policía que vaya sin patente, en un auto con vidrios polarizados y de civil, es una salvajada. Es un atentado directamente contra la libertad individual y de los cuerpos. Y eso es contra todos, no solo contra un sector. Es muy fácil de aplicar contra cualquiera.

—En Rosario, este año se intensificaron conflictos que dejan visible la relación entre territorios violentos y revalorización de las tierras, especulación inmobiliarias y voracidad empresarial, ¿creés que hay una tendencia hacia la privatización y tercerización de la seguridad y los castigos? ¿En qué términos pueden darse?

—Los negocios que tienen que ver con narcotráfico, que se estructuran en distintas ciudades, como Rosario, necesitan de una gran liquidez, necesitan guita. Ese dinero tiene que estar generado de algún lado. Generalmente pasan por algún banco o por negocios que sean legales. Uno es la privatización de la tierra, la venta de terrenos e inmuebles. Tenemos que pensar la relación directa entre negocios supuestamente legales, que generan mucha liquidez, y el dinero que, en vez de ser declarado para pagar impuestos, se fuga, se lava y va por intermedio de un banco o una financiera, a negocios ilegales. Sino, no hay manera de entender cómo estos cárteles o grupos organizados, tienen armas, autos, comunicación, viajes y hacen un circuito enorme que solo se mueve a través del dinero. Eso no se genera solo por la venta de droga callejera. Hay una ligazón entre negocios ilegales y legales. Esos negocios legales los hacen los que más guita tienen, no los pobres.

—En relación a las resistencias a esta oficialización de la violencia estatal y auge del fervor linchador, ¿por dónde crees que van a pasar esas estrategias y quiénes son los actores que pueden encabezar eso?

—Me parece que hay que apostar a las organizaciones sociales para contrarrestar esta pedagogía de la crueldad y este discurso racista que constantemente atraviesa los temas de la inseguridad y los liga a lugares que no son su centro. Tenemos que aprender a problematizar y visualizar cuál es ese centro. Imaginate que los 60 bancos de la Argentina mañana se queden con los ahorros de todos los argentinos y fuguen el dinero. Parece que no pasó porque cuando sucedió eso en 2001, que estaban muchos de los que están ahora, a nosotros se nos ocurrió pedir que se vayan todos los políticos, no los bancos. En este caso pasa lo mismo. Hay inseguridad y decimos: ausencia del Estado. Y después, por derecha y por izquierda, se producen discursos tremendamente conservadores. La izquierda, sobre todo, con la idea de la inclusión, que dice que hay inseguridad porque no hay inclusión. Están diciendo que los que roban son los pobres. Y eso no es cierto. Si hacemos un plan de inclusión para los pobres, porque supuestamente esos pobres son los que salen a robar, hay que incluir también a los ricos, porque también roban, y roban mucho más que los pobres. Penissi decía “con ese criterio, hacemos una Asignación Universal por Hijo, y después, hacemos una Asignación Universal por Buitre, porque también hay que incluir a estos chorros”. Es una locura, suena gracioso, pero funciona así. Hay que ubicar bien cuál es el motivo de la inseguridad, que no es la falta de trabajo y educación, sino todo lo contrario, es la presencia de empresarios, banqueros y financistas, que son delincuentes que destinan el dinero robado a negocios ilegales. Y encima la Policía es administradora del delito. Ahí las organizaciones sociales van a tener que jugar un rol importante, los sindicatos también. Ahí tiene que estar la resistencia.

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