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La situación de la clase obrera en China
Por Mario Hernández - Friday, Oct. 07, 2016 at 8:34 PM

07-10-2016

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Resumen

Los trabajadores sufren los efectos de la caída de la economía y la devaluación de los últimos meses. Las huelgas y protestas contra despidos y recortes salariales crecen. La cuestión social alarma a la cúpula del Partido Comunista.

Que la economía del gigante asiático ya no sigue su marcha como antes no es novedad y las noticias de las caídas en la Bolsa o una expectativa de crecimiento más modesta, comparada con otros años, disparan la alarma internacional.

Menos conocido es el descontento que comienza a extenderse en el movimiento obrero chino ante el empeoramiento de sus condiciones de vida. La devaluación del yuan golpeó los ya magros salarios, miles de empresas cierran en busca de “mercados laborales” más baratos (no solo en otros países de Asia sino incluso en las maquiladoras del norte de México), miles de trabajadores pierden su trabajo en la industria del carbón porque “una economía que se desacelera consume menos energía”, dicen los empresarios.

Esta situación es la que hace crecer el descontento entre los trabajadores y es la que sirve como combustible para que crezca la ola de huelgas en los principales centros industriales del país.



Unas 1.650 personas fallecen diariamente en China como consecuencia de trabajar en exceso, según datos hechos públicos por la Radio Internacional de China, una de las dos emisoras estatales. Esto implica unos 600.000 fallecimientos al año.

Alrededor de las ocho de la mañana del 17 de marzo de 1980, Tian Yu se arrojó desde el cuarto piso del dormitorio de la planta de Foxconn en Longhua. Apenas un mes atrás había llegado a la ciudad de Shenzhen, la megalópolis de rápido crecimiento cercana a Hong Kong, desde un poblado agrícola en la central provincia de Hubei. Como tantos millones de jóvenes de origen rural, ella deseaba un empleo en la urbe y una nueva vida en los pujantes centros industriales de China.

Morir por un iPhone, Pun Ngai, Jenny Chan y Mark Selden

Durante el tratamiento médico de Tian Yu, más de una docena de jóvenes obreros de Foxconn intentaron quitarse la vida.

Un trabajador anónimo colocó en internet el siguiente mensaje: “Morir es la única manera de atestiguar que alguna vez hemos vivido”.

La desaceleración económica de China, especialmente el debilitamiento de sus exportaciones, ha establecido el marco de la reciente oleada de protestas en el sector manufacturero. Aunque el gobierno haya fijado la tasa de crecimiento económico en un estable 7 %, la disminución de la actividad industrial muestra signos visibles de dificultades económicas.

La producción industrial china presentó en enero y febrero el ritmo más débil de crecimiento en más de siete años, acusando las sobrecapacidades y una demanda floja, según datos oficiales.

La producción industrial de la segunda economía mundial se incrementó 5.4 % anual acumulado en los meses de enero y febrero, menos que en diciembre (5.9 %), indicó la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE). Se trata del ritmo de progresión más débil desde noviembre de 2008 y los comienzos de la crisis financiera mundial.

La demanda internacional no deja de reducirse, como demostró la espectacular caída de 25 % de las exportaciones chinas en febrero. Por su lado, la demanda interna sigue minada por el estancamiento de la inversión en la vivienda y las contracciones repetidas de la actividad manufacturera.

La consecuencia de todo esto es un agravamiento incesante de las sobrecapacidades de producción de la industria china, del cemento al acero pasando por el carbón. (Ver Anexo I)

Por su lado, las ventas al por menor, barómetro del gasto de los hogares chinos, se desaceleraron también en los dos primeros meses del año. El incremento fue de 10.2 % anual, el nivel más bajo en 10 meses, indicó la ONE.

El objetivo estratégico de Pekín es estimular el consumo interno, los servicios, las nuevas tecnologías y las exportaciones de alto valor agregado, en detrimento de la industria pesada y las exportaciones, tradicionales motores del crecimiento chino hoy agotados.

Por último, las inversiones en capital fijo, que incluyen los gastos en infraestructuras, subieron 10.2 % anual en los dos primeros meses del año. Una aceleración sensible tras el aumento de 10 % en el conjunto de 2015.

Los trabajadores y la cuestión social

Los trabajadores sufren los efectos de la caída de la economía y la devaluación de los últimos meses. Las huelgas y protestas contra despidos y recortes salariales crecen. La cuestión social alarma a la cúpula del Partido Comunista.

Que la economía del gigante asiático ya no sigue su marcha como antes no es novedad y las noticias de las caídas en la Bolsa o una expectativa de crecimiento más modesta, comparada con otros años, disparan la alarma internacional.

Menos conocido es el descontento que comienza a extenderse en el movimiento obrero chino ante el empeoramiento de sus condiciones de vida. La devaluación del yuan golpeó los ya magros salarios, miles de empresas cierran en busca de “mercados laborales” más baratos (no solo en otros países de Asia sino incluso en las maquiladoras del norte de México), miles de trabajadores pierden su trabajo en la industria del carbón porque “una economía que se desacelera consume menos energía”, dicen los empresarios.

Esta situación es la que hace crecer el descontento entre los trabajadores y es la que sirve como combustible para que crezca la ola de huelgas en los principales centros industriales del país.

A modo de ejemplo, en la fábrica de acero inoxidable Ansteel en Guangzhou (Cantón, una de las ciudades más grandes de China en el sudeste del país), durante siete días, los trabajadores paralizaron la producción con piquetes en la puerta de la fábrica reclamando por despidos y contra la implementación de una nueva escala salarial basada en la productividad.

Los problemas comenzaron cuando los dueños taiwaneses vendieron el negocio a una empresa estatal china el año pasado y el sueldo fue reducido a la mitad, a 2.200 yuanes al mes.

Durante una semana los trabajadores enfrentaron el hostigamiento de las autoridades, amenazas de despido y de cárcel para cientos de huelguistas, un cerco mediático y las amenazas policiales. Tras un enfrentamiento entre cientos de trabajadores y la policía antidisturbios, la empresa se comprometió a cancelar la reforma en el sistema de pago de sueldos, lo que fue vivido por los trabajadores como un triunfo.

El caso de Ansteel se repite una y otra vez. Las empresas despiden, suspenden y recortan los salarios y beneficios sociales de millones de trabajadores con total impunidad protegidos por las autoridades estatales y del Partido Comunista. Y si esto no es nuevo, la novedad está en que los trabajadores saben que si pierden su trabajo ya no será fácil conseguir uno nuevo como en los tiempos del pujante crecimiento económico. De ahí surge la creciente resistencia obrera de los últimos meses.

La burocracia sindical

Si el crecimiento de las huelgas y protestas obreras en las principales regiones del país no se ha transformado en grandes luchas en la mayoría de los casos, se debe a la complicidad de la burocracia de la ACFTU (Federación de Todos los Sindicatos de China según su sigla en inglés) con los ajustes implementados por los empresarios.

En la fábrica Ansteel en Guangzhou, los trabajadores dijeron que el líder sindical había sido designado por la empresa y respaldó la posición de la administración.

Desde hace unos años, con las grandes huelgas en la industria automotriz o del calzado, han surgido y surgen miles de activistas por fábrica que organizan las luchas por fuera de los sindicatos. Pero estas experiencias que se han extendido todavía son débiles para superar el control que impone la burocracia sindical en los sindicatos y las fábricas. Como una verdadera “policía” dentro del movimiento obrero, la burocracia sindical garantiza el control de la legítima bronca de los trabajadores. La ausencia de la más mínima democracia sindical garantiza la estabilidad de estos burócratas desde el más bajo hasta el más alto nivel. Ellos son los encargados de legalizar los convenios de explotación en las fábricas, los que persiguen y delatan activistas, los que rompen huelgas mediante matones y los que, llegado el caso, se montan a la lucha para evitar que se radicalice.

El llamado del Presidente a respetar y mantener “la ley y el orden” ha sido la respuesta del gobierno al surgimiento de protestas, no solo obreras, sumando el discurso de “un intento desestabilizador de potencias extranjeras”.

Las medidas represivas contra activistas y organizaciones obreras no oficiales no son nuevas. La detención de los activistas que dirigían las huelgas, hasta lograr que termine la protesta es moneda corriente. Y si nada de esto funciona, es la propia burocracia sindical la que contrata a las bandas mafiosas de la zona para amedrentar a los trabajadores.

Con la ofensiva contra los activistas y organizaciones solidarias de diciembre, el gobierno chino ha dado un paso más en extender su ataque contra las protestas invocando la “ley y el orden”, la defensa del “orden social” y la “seguridad nacional”. Un discurso que las autoridades chinas ya habían utilizado contra las manifestaciones en Hong Kong o para justificar la detención de cinco activistas feministas en marzo del 2015.

Estas medidas lejos de amedrentar a los trabajadores han hecho crecer la bronca por la detención arbitraria de quienes, muchos obreros, veían como sus únicos aliados.

Si bien este creciente descontento social aún no plantea un desafío serio al gobierno central, la complicidad de los dirigentes sindicales, del Partido Comunista y del gobierno con los empresarios en la violación de los derechos laborales, actúa como un incentivo constante en la irrupción de huelgas.

El 3 de diciembre, las autoridades chinas iniciaron una amplia ofensiva contra los activistas sindicales en el centro industrial de Guangzhou. Unos 20 activistas de 4 organizaciones no oficiales fueron detenidos bajo el cargo de “alterar el orden público” e incluso “malversación de fondos”. El ataque incluyó el allanamiento de varias oficinas de estas organizaciones y el secuestro de documentos. Varios de los activistas continúan detenidos sin derecho a representación legal para defenderse como denuncian los organizadores de la campaña internacional en su apoyo.

Los medios de comunicación oficiales han lanzado una campaña contra los activistas detenidos pero, entrevistados por el China Labour Bulletin, dirigentes sindicales y obreros de las fábricas donde actuaban los activistas detenidos, mostraron su apoyo e incluso advirtieron que “Los trabajadores se pueden tragar en silencio los insultos y la humillación o van a hacer las cosas mucho más extremas, como el bloqueo de carreteras con el fin de recuperar su dinero, ya que no habrá nadie para decirles lo que deben y no deben hacer y cómo luchar por su derechos legalmente”.

De todos modos, las medidas represivas del gobierno chino y de las autoridades del Partido Comunista no han logrado evitar el crecimiento de las huelgas obreras. En un proceso que se desarrolla hace algunos años, millones de trabajadores que llegaron del campo a las ciudades han comenzado a luchar por sus derechos.

El crecimiento de las huelgas

Como resultado del aumento de salarios y de los conflictos laborales, especialmente los acaecidos en la última década, algunas fábricas han tenido que cerrar. El resultado inmediato ha sido un recrudecimiento de las huelgas y las protestas, en unos años en los que las empresas han tratado de soslayar cualquier indemnización por cierre o reubicación. Los trabajadores exigen ahora compensaciones por los despidos y por los años, a veces décadas, que no les han cotizado su seguridad social, además de las contribuciones a fondos de vivienda a las que tienen derecho.

Cientos de trabajadores inmigrantes de la empresa Lide Footwear se declararon en huelga a finales de 2014, tras escuchar rumores sobre su posible reubicación. Muchos de ellos no estaban dispuestos a trasladarse y esperaban, a cambio, recibir indemnizaciones por despido y otras compensaciones. La legislación laboral en China estipula distintos niveles de indemnización, pero en la realidad ésta apenas se aplica y son los directivos quienes deciden, en última instancia, lo que los trabajadores reciben o no. En este caso particular, la negativa de los directivos a negociar justamente las indemnizaciones condujo a una serie de huelgas y negociaciones que se prolongaron varios meses.

Mientras que la mayoría de huelgas concluyen en cuestión de unos pocos días, y rara vez duran más de un par de semanas, tras ocho meses de trabajo organizativo y después de protagonizar tres huelgas sucesivas, los trabajadores de la fábrica Lide, celebraron el pasado 16 de mayo de 2015 su merecida victoria. En respuesta al plan de traslado de la empresa, los trabajadores han obtenido una serie de compensaciones a las que tenía derecho la plantilla de 2.500 personas con arreglo a la legislación laboral, incluidos varios años de cotizaciones a la seguridad social que la empresa no había pagado y una indemnización por las vacaciones anuales y las bajas de maternidad que anteriormente no habían disfrutado, además de un plus de calefacción y una indemnización por despido para quienes hayan optado por no trasladarse a la nueva ubicación.

En la misma época, otra huelga similar a la de Lide atrajo la atención de los medios, tras una campaña de solidaridad que destacaba el papel de la empresa como contratista del minorista Uniqlo, una popular marca de ropa con más de 400 tiendas en China. La empresa Shenzhen Artigas Clothing and Leather, conocida localmente como Qingsheng, se constituyó en 1992 con inversión en Hong Kong poco antes de que Deng Xiaoping acelerara la apertura de China a las inversiones extranjeras directas, y se centró principalmente en las exportaciones.

En 2014 proyectó trasladarse a otro parque industrial sin consultar ni negociar previamente con los trabajadores, desencadenando en diciembre una huelga inicialmente de nueve días, que fue duramente reprimida por la policía.

El 9 de junio de ese año, cuando la empresa quiso cerrar la fábrica y retirar su equipo, más de 900 trabajadores comenzaron una protesta, ocupando la zona de producción para evitar que los directivos pudieran finalmente cumplir su objetivo. Entonces exigieron negociar las compensaciones por despido y otras indemnizaciones. La falta de cotización a la seguridad social se convirtió en una cuestión fundamental de dicha huelga, pues muchos de ellos habían trabajado en la fábrica durante más de una década. Algunos llevaron a cabo una huelga de hambre para ejercer más presión sobre los directivos. Estos respondieron utilizando tácticas brutales contra los trabajadores, incluyendo el acoso policial y el arresto.

Solo después de tres meses de ocupación persistente de la fábrica, los directivos accedieron a negociar. No obstante, se negaron a concertar una negociación colectiva y únicamente quisieron tratar con los trabajadores de forma individual. Los trabajadores resistieron las tentativas de los directivos de dividirlos y continuaron con la huelga. Cuando dicha huelga llegó a un punto muerto, unos 200 trabajadores viajaron hasta Guangzhou y organizaron una manifestación frente a las dependencias del Gobierno Provincial. Después de varios días de protesta y de dormir en un parque cercano, la policía los desalojó a la fuerza y arrestó durante un tiempo breve. Aprovechando la coyuntura, los directivos ejercieron presión también sobre los trabajadores que habían quedado ocupando la fábrica, interrumpiendo los servicios de luz y agua. La policía actuó finalmente dejándolos fuera del recinto, el cual cerraron con cerrojos para impedir que éstos volvieran a acceder.

A diferencia de la huelga de la fábrica de Lide Footwear, en la que casi todas las demandas de los trabajadores fueron satisfechas, la huelga de Qingsheng acabó sin conseguir que los directivos negociaran. Ambos casos, junto con otras huelgas similares ocurridas estos últimos meses, reflejan el impacto negativo del descenso de las exportaciones en las condiciones de los trabajadores del sector manufacturero. Las empresas que operan con poco margen de beneficio han optado por la reubicación, la disminución de la producción, recortar el número de trabajadores y obligar a éstos a que renuncien a sus contratos.

Ante la crudeza de estos ataques a las condiciones de trabajo y medios de subsistencia, las protestas han cobrado una forma más radical, mediante reiterados paros laborales, ocupaciones de fábricas y negociaciones colectivas, prolongadas durante varios meses. Pero no todas las huelgas han acabado con éxito. De hecho, la policía ha redoblado su ofensiva en las huelgas más importantes.

La característica clave de estas protestas es la movilización sostenida y organización disciplinada durante períodos de tiempo extensos. Los trabajadores han tenido que constituir desde el principio una organización informal con representantes elegidos por ellos, que ha perdurado varios meses con el fin de que sus compañeros no perdieran la confianza. Y puesto que la ley apenas protege las acciones de los trabajadores, cuanto más se prolongue la huelga, mayor riesgo correrán sus líderes.

Las ONG chinas dedicadas a temas laborales prestan experiencia y conocimiento de cuestiones legales a los organizadores, sin embargo, los propios huelguistas, más que ningún otro agente externo, son la verdadera fuerza motriz de las huelgas. Frente a los esfuerzos de colaboración de la policía local con los directivos para obligar a los trabajadores a volver a sus puestos, la movilización y la solidaridad se han mostrado como factores cruciales en la resistencia.

La clave de la movilización ha sido el sentimiento arraigado de poseer derechos por el trabajo de muchos años en la misma empresa, lo cual confiere a los trabajadores una razón moral y legal, y la determinación para tomar medidas y llevar a cabo acciones. Durante las huelgas, la mayoría de trabajadores ha insistido en que la empresa les ha arrebatado los frutos de su trabajo y que, por lo tanto, tienen derecho a tomar medidas legales.

Las huelgas relacionadas con la reubicación y cierre de las fábricas probablemente dominarán el sector de la manufactura en los próximos meses. Diversos estudios sobre las acciones colectivas de los trabajadores chinos sostienen que, en la última década aproximadamente, éstos han cobrado conciencia de sus derechos y capacidad colectiva, el movimiento de clase obrera emigrante ha pasado de ser un movimiento principalmente defensivo frente a los atrasos en el pago de salarios a ser un movimiento de gran ofensiva, que exige el aumento de salarios y en algunos casos la democratización de los sindicatos, por lo general tutelados por los directivos. La demanda de salarios impagos sigue siendo la razón principal de la mayor parte de las protestas actuales. Teniendo en cuenta que la cotización a la seguridad social y las contribuciones a la vivienda son elementos consagrados desde hace tiempo en las leyes laborales, exigir que se pongan en práctica supone un paso adelante.

Además, los trabajadores han conseguido la baja por maternidad remunerada y la prestación por enfermedad, entre otras demandas. Aunque los directivos suelen ignorar tales exigencias en las negociaciones, esto refleja el grado de conciencia de los trabajadores respecto de sus derechos y prestaciones laborales.

Hay otra razón por la que calificar a estas huelgas como defensivas no les haría justicia. No es más fácil luchar por las mencionadas demandas que por un aumento del salario, y supone además una ofensiva en pos de la ampliación del abanico de exigencias a negociar con los directivos. Además, estas huelgas también forman a los trabajadores en las tácticas de movilización, representación y deliberación democrática, así como en la negociación.

En la práctica, la capacidad organizativa y la conciencia de los trabajadores siempre han sido desiguales a nivel geográfico y sectorial. Las huelgas del sector manufacturero se han concentrado principalmente en dos regiones: el delta del río Yangtze y el delta del río Pearl. La situación actual a la que se enfrentan los obreros del sector manufacturero, de igual forma, no puede generalizarse al resto del movimiento obrero, pues los sectores no manufactureros y de servicios han sido siempre más activos.

Parece probable que el decrecimiento del sector de la exportación siga su curso, y el gobierno contempla la dependencia cada vez menor de las exportaciones como un elemento esencial para reequilibrar la economía china. La reubicación de capital y reestructuración de la industria manufacturera resultantes probablemente acabe erosionando algunas de las victorias que con tanto esfuerzo se han conseguido, al menos provisionalmente. Se necesitará tiempo para llevar a término las nuevas luchas y redes tanto en los viejos como en los nuevos emplazamientos. Esta es una experiencia de aprendizaje tan inevitable como necesaria para el todavía joven movimiento obrero chino. La experiencia actual de organización y movilización de los trabajadores en estas huelgas podría ser de gran valor para sus luchas futuras.

Menos obreros y más conflictos

Desde 1990, la importancia en la economía nacional de los asalariados no dejó de achicarse: de representar el 61% del PBI pasaron a ser 53% en 2007.

Desde 2001, los salarios crecieron a un promedio anual de 12%, una suba que se aceleró en los últimos años gracias a una serie creciente de protestas. Solo en 2014, los obreros chinos protagonizaron 1.378 conflictos laborales, según la ONG China Labor Bulletin (CBL). Dos veces más que en 2013 y 56 veces más que en 2007, cuando la Academia de Ciencias Sociales de China reportó unas 23 protestas.

“La crisis financiera que estalló en 2008 se expandió rápidamente y 20 millones de trabajadores perdieron su empleo. Fue un año de huelgas y disturbios relacionados con el cierre de fábricas”, explicó Ellen David Friedman, sindicalista de la Asociación Nacional de la Enseñanza en Vermont (EE. UU.), cofundadora del Partido Progresista de ese Estado y miembro del Comité Político de Labor Notes, quien ha colaborado en la última década con activistas sindicales en Hong Kong y el territorio continental de China.

Esa primera ola fue “defensiva” porque los trabajadores se limitaban a exigir el cumplimiento de la ley a empresas reacias a pagar indemnizaciones y sueldos.

Las huelgas pasaron a ser “ofensivas” a partir de 2010, cuando los obreros comenzaron los reclamos de suba salarial. El caso de los obreros de Honda en Guangdong, que ese año obtuvieron un aumento de 50% luego de detener la producción, fue un modelo para las protestas que desde entonces se replicaron por todo el país, en muchos casos consiguiendo subas porcentuales de dos dígitos.

La huelga comenzó en una fábrica de transmisiones para el automóvil -se trataba de una filial de Honda- en un distrito denominado Nanhai. Los 2.000 huelguistas eran en su mayoría aprendices de la escuela técnica, de 20 a 21 años de edad en promedio. Estaban familiarizados con el uso de internet, de modo que investigaron sobre Honda y descubrieron que era una empresa muy rentable. Vieron que los trabajadores que desempeñaban la misma tarea en Japón cobraban cincuenta veces más que ellos. También descubrieron que el sistema de producción just in time les brindaba una gran oportunidad para paralizar toda la industria automovilística. Se dieron cuenta de que si suspendían la producción en cualquiera de las plantas que fabricaban piezas podían paralizar todas las fábricas de montaje. De modo que cuando bloquearon las fábricas de piezas, al cabo de tres o cuatro días, cesó la producción en cuatro plantas de montaje y cientos de otras fábricas de piezas. Honda dejó de ingresar miles y miles de millones de dólares.

“Esto desencadenó una oleada de huelgas en la industria auxiliar del automóvil. Nadie conoce el número real, pero probablemente afectó a centenares de fábricas. Una demanda “infecciosa” de esas huelgas fue la de la elección directa. Diré también que una de las cosas más alentadoras e importantes que vimos es que en los casos en que los trabajadores pudieron elegir a su propia dirección, esos nuevos delegados se tomaron en serio, en la medida de sus posibilidades, la tarea de representar a quienes los eligieron”, comentó Friedman.

El otro gran pedido en esas protestas es conseguir una protección real por parte del sindicato. Hasta ahora el único autorizado es la Federación Nacional de Sindicatos que dependiente del Partido Comunista, organiza actividades de ocio para los trabajadores, pero nunca se pone de su lado durante las protestas. Si bien ha habido tímidos avances democráticos en algunas empresas, las autoridades se resisten a la libertad gremial por temor a la inestabilidad laboral.

La huelga de 40.000 trabajadores de la fábrica Yue Yuen en la provincia de Guandong (sur de China), el mayor fabricante de calzados deportivos del mundo, propiedad del Grupo Pou Chen, con base en Taiwán y con 200.000 obreros en China, reafirmó la irrupción de una nueva generación obrera, que había tenido su punto de inflexión en 2010, con las protestas de Foxconn y la huelga de Honda. La Yue Yuen suministra a Adidas, Nike, Puma, Crocs, Timberland y muchas otras marcas deportivas.

La huelga arrancó en Dongguan, ciudad en el sureste de China. Se trata de la huelga convocada por el mayor número de trabajadores y trabajadoras en la historia de la República Popular China. Yue Yen no había pagado las cotizaciones para la pensión y para el fondo de adquisición de una vivienda. A esto hay que sumar que un buen número de empleados seguían teniendo contratos a tiempo parcial después de años de trabajo, parte de la política de intensificación del trabajo que elimina las cotizaciones sociales.

La insatisfacción se esparció como un reguero de pólvora después de que un jubilado intentó retirar su jubilación y descubrió que el valor disponible era muy bajo. La empresa había dejado de depositar las cuotas del seguro social de los empleados para compensar parte de la caída de su tasa de ganancia (de 9,5%, cuatro años atrás, a 5,2% en 2013).

Otros factores motivaron una de las mayores huelgas en China, en los últimos años. Los bajos salarios fueron uno de ellos. El salario mínimo para un obrero en la línea de producción es de 1.130 yuanes, mientras un par de zapatillas de la Nike cuesta 1.469 en las tiendas.
Las reivindicaciones, según la ONG China Labor Watch (CLW) con base en los EE. UU., eran:

1. Apertura de la contabilidad con relación al pago del seguro social;

2. Asegurar seguro social a todos, y pago de las cuotas no pagadas anteriormente;

3. Si la Yue Yuen no asegura el pago, debe garantizar el fin del contrato de trabajo con las indemnizaciones previstas en ley;

4. Vivienda y comida gratis a todos que los tuvieran estos beneficios estipulados en el contrato de trabajo.

La Federación Sindical y varios ministerios entraron en acción para poner fin a la huelga. El Departamento de Seguro Social afirmó que el seguro social no pagado era realmente adeudado y la Yue Yuen emitió una declaración, afirmando que pagaría las cuotas atrasadas del seguro social si los obreros pagaban la parte de ellos (¿?), y que a aquéllos que no volviesen al trabajo a tres días del comunicado se les cancelaría el contrato por abandono del trabajo.


Aún así, 15.000 empleados permanecieron en huelga y otros en “huelga interna”. La huelga terminó con la aceptación del acuerdo, a regañadientes, pero se han presentado acciones legales contra la empresa, que se vio obligada a pagar unos 31 millones de dólares a la institución del seguro social y tuvo una pérdida de aproximadamente 58 millones de dólares por la huelga.
Los cambios en la producción china pueden llegar a tener repercusión en la producción mundial. Como señaló Jacques Rancière: “La dominación del capitalismo a nivel global depende de la existencia de un Partido Comunista Chino que proporciona a las empresas capitalistas deslocalizadas mano de obra barata y precios bajos, privando a los trabajadores de su derecho a la autoorganización”.

Debido a las huelgas, el salario medio en China ha subido un 17% por año desde 2009 y hoy es ya cinco veces mayor de lo que era en 2000. La generalización de huelgas de esta dimensión sin precedentes sólo servirá para profundizar la crisis para el capitalismo industrial.

Un informe de 2012 del FMI señalaba que la economía china atravesaba un proceso de reorientación en la inversión interna y en una transición que se aleja del crecimiento inducido por las exportaciones. Si este paso se hace correctamente, se profundizará en la crisis de rentabilidad y acumulación en la “economía real”, al menos en el corto plazo, para el capitalismo internacional.

Una segunda razón es que la represión estatal china se ha atenuado. Aunque se han producido detenciones en Yue Yuen, en los últimos años el estado chino ha estado menos dispuesto a reprimir que en décadas anteriores. Debemos entender esto como una decisión política calculada con un fin meramente económico.

Aquí está uno de los ejemplos más extremos: en 2009, se produjo un incidente que involucró a los trabajadores del acero en Tonghua Iron & Steel Works en la provincia de Jilin en el norte de China. Después de una reunión masiva dirigida por el ejecutivo de la empresa de acero que iba a hacerse cargo de la planta, los trabajadores se rebelaron y lo golpearon hasta matarlo.

“Chen Guojun, el ejecutivo del acero que fue golpeado mortalmente, había amenazado a 3.000 trabajadores siderúrgicos en Tonghua con despidos que podrían tener lugar dentro de tres días. También había señalado que recortes más grandes de puestos de trabajos probablemente ocurrirían”. (New York Times, 26 de julio de 2009).

¿Qué hizo el gobierno chino sobre esto? “El gobierno de la provincia de Jilin ordenó al Grupo Jianlong China abandonar la compra de la estatal Tonghua Iron & Steel Group.
La instrucción, la cual fue anunciada a través de la red de televisión de Jilin, también ordenó a Jianlong con sede en Beijing a “no tomar parte jamás de ningún plan de reorganización de Tonghua, reportó Bloomberg News”. (New York Times, 27 de julio, 2009).

Ahí quedó. La privatización se detuvo. Ni detenciones, ni procesamientos.

Una tercera y poderosa razón fue que en la huelga de los empleados de Yue Yen, las organizaciones locales en la provincia de Guangdong y Hong Kong, que ha apoyó a los trabajadores en huelga, hicieron un llamamiento a sus aliados internacionales para actuar en el sentido de obligar a Adidas a intervenir y asegurar que las reivindicaciones sean aceptadas. Desde el 23 de Abril las acciones se extendieron por el mundo, de Taiwan a Melbourne, San Francisco, Los Ángeles, Chicago, Milwaukee y Nueva York. El día 25 se realizaron protestas en tiendas de Adidas en Manchester, Oxford y Londres.

Más huelgas

En junio de 2011 hubo una huelga en la fábrica de relojes Citizen, una planta de 2.000 trabajadores con buenos salarios y beneficios sociales. La huelga tuvo dos demandas: el cambio de la organización de los turnos porque afectaba las horas extras, que son voluntarias, y la eliminación de una reunión corporativa de 10 minutos que se realizaba diariamente a expensas del tiempo libre de los trabajadores.

Las fábricas de Guangdong, que han sido el centro tradicional del activismo obrero en China, siguen desempeñando un papel clave en el movimiento obrero, pero las huelgas se están extendiendo claramente, tanto geográficamente como en todos los sectores industriales.
Mientras que el número de huelgas en Guangdong sigue siendo aproximadamente el mismo, su participación en el total nacional sigue disminuyendo, del 34,6% en el tercer trimestre de 2013 al 19,1% en 2014.

La industria manufacturera sigue representando una proporción considerable (45,2%) de todo movimiento de huelgas, pero el mayor aumento de las protestas de los trabajadores del tercer trimestre de 2014 fue en el sector de la construcción, pasando de sólo el 2% (cuatro de cada 185 conflictos) en el tercer trimestre de 2013 al 14,8% (55 de 372 conflictos) en 2014. La bien documentada crisis del mercado inmobiliario chino es la principal fuerza impulsora de la ola de protestas. Los promotores tienen que hacer frente a la disminución de ventas, menor disponibilidad de crédito y la continua presión de los gobiernos locales para que compren tierras. En esta situación, son siempre los trabajadores de la construcción los últimos en ser pagados.

Además, muchas otras huelgas se han realizado en el país. Según una encuesta no oficial de la organización CLB (China Labour Bulletin) de Hong Kong, se produjeron más de una huelga por un día desde la mitad de 2011 hasta finales de 2013. Sin duda, las cifras reales son mucho más grandes, pero no son suministradas por el gobierno. En 2014, este promedio se elevó a 2,2 huelgas por día, hasta abril. Según la organización, hubo un aumento de 31% de las huelgas en el primer trimestre de 2014, en comparación con el mismo período del año pasado.

Las industrias de manufacturas representan 35% de las huelgas en el primer trimestre de 2014, mientras que el sector del transporte suma 26%, principalmente de los taxistas. Las huelgas en los servicios públicos han ido aumentando, con 15 huelgas de maestros y 13 de trabajadores de la salud. Los reclamos son los mismos: reducción de las horas de trabajo, incremento salarial, final de la presión de los jefes y la creciente orientación de transformar los productos de salud en mercadería.

Algunas huelgas que tuvieron mayor impacto fueron en IBM, cuando anunció la venta de su filial para Lenovo y sus más de 1.000 empleados se declararon en huelga, en marzo, exigiendo una indemnización superior a la ofrecida. También en marzo, mil trabajadores de Shanmukang, en Dongguan, se declararon en huelga contra los recortes salariales y lograron revertirlos, además de obtener un aumento de horas extras y bonificaciones. Una huelga de siete meses en Cooper Tire & Rubber, una empresa estadounidense de neumáticos, impidió su venta a una empresa de la India. El perjuicio con la huelga fue de 70 millones de dólares y la empresa dejó de recibir 2.500 millones de dólares por la venta.
 
Miles de trabajadores metalúrgicos de la ciudad de Wugang (en el centro de China) entraron en huelga el primer fin de semana de febrero de 2015 por salarios más altos. Más de 10.000 trabajadores de una de las principales productoras de acero chino, la estatal Wuyang Steel & Iron Co. en la provincia de Henan, bloquearon carreteras y portaban pancartas exigiendo mejores salarios y una mejor gestión.

La situación de los migrantes internos es la raíz de las huelgas

Los trabajadores de las empresas estatales continúan en la retaguardia de las luchas en China, aunque algunos sectores de la administración pública se han puesto en marcha. Desde 2007, la vanguardia indiscutible son los inmigrantes internos, cuando las huelgas se concentraron en la provincia de Guangdong, sureste de China. Desde entonces, su situación económica no ha tenido ningún cambio significativo, pero ha aumentado su potencia, principalmente por la experiencia adquirida en estos años y por factores sociales y demográficos.

Oficialmente, hay 269 millones de “migrantes” en China. Pero, por un envejecimiento de la población y por la baja tasa de natalidad, ahora hay 35 millones de trabajadores potenciales (entre 15 y 39 años) menos de los que existían hace 5 años.

En 2004 se registró por primera vez escasez de mano de obra. Desde el máximo que tocó en 2001, la población en edad de trabajar ya se redujo en unos seis millones de personas y el número de chinos mayores de 15 y menores de 30 viene cayendo desde 2011.

Esos obreros jóvenes, que por primera vez eran menos de los que necesitaba la industria, no estaban dispuestos a trabajar 14 horas diarias por un salario miserable. Esto provoca, junto con la exigencia de una mayor especialización, una disminución de la oferta de trabajo, alentando a los trabajadores a luchar. Su lucha ha significado que los salarios se incrementaran dos dígitos en los últimos años. En 2013, el incremento medio fue de 13,9%. Sin embargo, los precios de los bienes esenciales han aumentado a mayor velocidad, cancelando los aumentos obtenidos. Según el Departamento Nacional de Estadísticas, el costo per cápita de la vida ha aumentado un 21,7% en 2013. La vivienda tuvo un incremento de 27% y representa la mitad del costo de la vida de un trabajador migrante.

Las estadísticas también muestran que la mayoría de los migrantes no tiene ninguna forma de seguro social. En 2013, sólo 15,7% de ellos tenía seguridad social, 17,6% tenía plan de salud, 9,1% contaba con seguro de desempleo y sólo 6,6% de las mujeres tiene seguro de maternidad.
La desigualdad en China no ha parado de crecer. En 2010, el coeficiente de Gini, que mide la desigualdad con valores entre 0 y 1 (las sociedades más desiguales se acercan a 1), dio un valor de 0,61 para China, más que Brasil (0,52) y que EE. UU. (0,47). China venía de tener tan poca desigualdad como Suecia en los ’80.

Esto demuestra, en primer lugar, que no existen las supuestas ventajas de un capitalismo férreamente controlado por un gobierno “comunista”, capaz de garantizar la “paz social” para la explotación de los trabajadores. Lo que prevalece en China es la más completa anarquía en la producción y la puesta en práctica, en las relaciones empleador/empleado, de “la ley del mercado”.

La gran “ventaja” para los capitalistas es la existencia de una dictadura que reprime cualquier movilización de los trabajadores en nombre de la “estabilidad”. Es decir, de permanecer en el poder.

En segundo lugar, muestra que el capitalismo en China no es capaz de resolver la pobreza de clase obrera, especialmente su sector más explotado (los migrantes), porque el crecimiento económico del país se basa en esta explotación.

Las reformas económicas (la restauración capitalista) tuvieron un resultado contradictorio, que incluyó el surgimiento de un nuevo proletariado aglomerado en gigantescas concentraciones obreras en los nuevos bastiones industriales, al tiempo que ha significado el cierre y/o declinación de los viejos bastiones de la antigua economía burocráticamente planificada.

Este proceso impactó con fuerza en la configuración de la clase obrera y sus luchas. En un primer momento, resultó en un movimiento obrero semiproletario en el que todavía pesaban las costumbres campesinas. Esta primera generación, educada en el trabajo en el campo y la disciplina social de la aldea, vivió la llegada de la industria, aun con ritmos de explotación brutales, como una mejora en sus condiciones de vida.

Los hijos de esa primera generación, nacidos después de 1980 y que hoy componen el 60% de la clase obrera migrante, son los protagonistas del proceso actual. Se distinguen de sus padres en que no están resignados a soportar los abusos, bajos salarios y malas condiciones de trabajo que habían impuesto los empresarios a sus padres y su nivel educativo más alto ya que el 67,2% terminó la secundaria, casi un 20% más que sus padres y su identificación con la cultura urbana -solo el 11% tiene experiencia en trabajo rural, contra un 35,7% entre sus padres.
Esta es la nueva generación de trabajadores migrantes, que está en el ojo de la tormenta de la resistencia obrera que recorre China.

La escasez de mano de obra no es la única explicación del poder creciente de los trabajadores. Según CBL, también tiene que ver con el uso de redes sociales y celulares por parte de los trabajadores migrantes ya que internet facilita la comparación de sueldos y provoca el aumento de la visibilidad de las protestas.

A mis hermanos y hermanas que ya no están
Yo soy igual a ustedes

Yo era igual a ustedes:
Una adolescente que se fue de casa
Con ganas de abrirse camino en el mundo

Yo era igual a ustedes:
Mi mente se esforzaba en medio de la prisa de la cadena de montaje
Mi cuerpo estaba atado a la máquina
Día tras día anhelaba dormir
Y sin embargo luchaba con desesperación por conseguir horas extras

En el dormitorio, yo era igual a ustedes:
Cada uno era un extraño para el resto
Hacer la cola, abrir la canilla, lavarse los dientes
Salir a toda prisa cada uno hacia la fábrica
A veces pienso en irme a casa
Pero si me voy a casa ¿después qué?

Yo era igual a ustedes:
Me gritaban todo el tiempo
Mi autoestima era pisoteada sin piedad
¿Acaso la vida se trata de convertir mi juventud y mi sudor en materia prima?
¿De vaciar mis sueños, de colapsar en un estallido?

Yo era igual a ustedes:
Trabajar duro, seguir las instrucciones y callarse

Yo era igual a ustedes:
Mis ojos, solitarios y exhaustos
Mi corazón, agitado y desesperado

Yo era igual a ustedes:
Atrapada por las reglas
Con un dolor que me hace desear que esta vida se termine

La única diferencia es
Que yo al final me escapé de la fábrica
Y ustedes murieron jóvenes en una tierra extraña
En su decidida sangre roja
Una vez más, me veo a mí misma
Tan presionada y exprimida
Que no me puedo mover

Yan Jun, ex trabajadora de Foxxcon

ANEXO I

Crisis en las industrias del carbón y el acero

El gobierno chino anunció que planea despedir a 1,8 millones de trabajadores de los sectores del carbón y el acero, dentro de la estrategia de reestructuración industrial impulsada por Pekín.

Esta ola de despidos fue anunciada el último día de febrero por el ministro de Recursos Humanos y Seguridad Social chino, Yin Weimin, en una rueda de prensa en la que, por primera vez, el Gobierno del gigante asiático puso cifras al costo social que tendrán sus planes.

La cifra representa alrededor del 15 % de la fuerza de trabajo en los sectores del carbón y del acero de China que emplean a cerca de 12 millones de trabajadores, según datos publicados por la Oficina Nacional de Estadísticas.

Junto a la reestructuración industrial, el ministro chino también dijo que el Ejecutivo está ultimando un plan para retrasar de forma gradual la edad de jubilación, que ahora es de 60 años para los hombres y de 55 o 50 años para las mujeres, en función del trabajo que desempeñan.

Se trata de una de las reformas estructurales que Pekín persigue desde hace años, pero que se ha ido posponiendo por las reticencias de las administraciones locales, temerosas por las posibles consecuencias. Las autoridades locales temen que el cierre de minas, fábricas y el despido masivo de tantos trabajadores derive en protestas que pongan en peligro la estabilidad social. Muchas de estas industrias se concentran en las regiones del norte y el noreste del país y generalmente pueblos y regiones enteras dependen de estas fábricas para vivir.

El gobierno también anunció que las empresas tendrán la responsabilidad principal de ofrecer nuevas ocupaciones a los trabajadores que ya no sean necesarios. El ministro Yin añadió que, para quienes tengan que salir de las compañías, los gobiernos locales prepararán programas de formación y se incentivará el retiro voluntario de los empleados que ya hayan alcanzado la edad mínima de jubilación.

El Gobierno chino anunció la última semana de febrero que establecerá un fondo de 100.000 millones de yuanes (15.300 millones de dólares, 13.800 millones de euros) para asistir a quienes pierdan su trabajo en el proceso de reestructuración industrial.

Este fondo buscara “aliviar” el impacto social de millones de despidos mediante seguros de desempleo y la prestación de beneficios sociales para los trabajadores ya que es muy probable que el plan de reubicación laboral solo absorba a un pequeño número de los despedidos.

El anuncio del gobierno chino se da en un momento de aumento en la conflictividad social. En 2015 se produjeron en China 2.774 huelgas y protestas laborales, el doble que en 2014, según la ONG China Labor Bulletin, que vincula esta ascendente agitación con las dificultades que ha generado para muchas empresas la ralentización económica.

La mayor productora de carbón del noreste de China, Heilongjiang Longmay, anunció que recortará su plantilla en 100.000 empleados en los próximos tres meses, lo que supondría uno de los mayores despidos colectivos del país en los últimos años, según informó el diario oficial China Daily.

La empresa estatal, con una plantilla de 240.000 personas, ha sufrido cuantiosas pérdidas económicas en los últimos tiempos, en un contexto de bajada de precios de las materias primas y con China intentando reducir su dependencia energética del carbón en favor de fuentes más limpias.

La firma señaló que creará un centro de atención a estos despedidos, para ayudarles a buscar otros empleos o iniciar sus propios negocios. La compañía, que produce la mitad de carbón de la provincia nororiental china de Heilongjiang (fronteriza con Rusia), también anunció la venta de negocios no carboníferos hasta ahora ligados a ella.

Desde la caída de precios del carbón iniciada en 2012, la minera ha sufrido problemas económicos, que en 2014, tras iniciales despidos de miles de empleados y programas de reestructuración, aún arrojaron pérdidas de 5.000 millones de yuanes (815 millones de dólares). Longmay produce diez veces menos que la mayor firma de carbón de China, Shenhua Group, pero su plantilla es mayor que la de ésta última, actualmente compuesta por 214.000 empleados. Los problemas de Longmay son sintomáticos en la gigantesca maquinaria que componen las empresas estatales chinas, que el gobierno quiere reformar con un ambicioso programa de reconversión anunciado este mes.

ANEXO II

Entrevista a Ellen David Friedman

Publicada por Viento Sur a propósito de las detenciones a activistas sindicales a principios de diciembre pasado.

Ellen David Friedman, es una veterana sindicalista de la Asociación Nacional de la Enseñanza en Vermont, EE. UU., miembra fundadora del Partido Progresista de ese Estado y del Comité Político de la revista Labor Notes, ha trabajado durante la última década con activistas sindicales en Hong Kong y en la China continental. Ha hablado con Ashley Smith sobre la represión, sus causas y qué pueden hacer los sindicalistas para ayudar a los activistas chinos a conquistar la libertad y la justicia.

[…]desde el comienzo de la presidencia de Xi Jinping en China hace tres años, el Estado se ha apartado definitivamente de toda actitud de tolerancia hacia cualquier clase de activismo y de organización en el seno de la sociedad civil. Durante la presidencia anterior de Hu Jintao, parecía haber bastante más espacio para el desarrollo de ONG y para un discurso crítico y la investigación. Bajo el mandato de Xi Jinping, este espacio ha quedado fuertemente reducido. Desde que Xi asumió el poder, el Estado ha acosado a las ONG laboralistas, ha criminalizado la resistencia de los trabajadores y ha detenido y llevado a juicio a activistas obreros. El gobierno ha lanzado asimismo una campaña “contra la influencia extranjera”. Por tanto, puesto que he participado en el movimiento obrero en China durante este periodo y dado que soy extranjera, lo único que podemos decir es que mi detención es coherente con su política.

¿Qué alcance tiene la represión? ¿Contra quién se dirige?

El dato más reciente es la espectacular detención de una veintena de activistas el pasado tres de diciembre. Todos ellos fueron detenidos en Guangzhou, una de las ciudades más grandes de China, que se halla en la costa, en el sudeste del país, justo enfrente de Hong Kong. Es la capital de la provincia de Guangdong, donde nacieron los mercados de capitales y de trabajo a comienzos de la década de 1980. Desde entonces, ha experimentado muchos cambios: decenas de millones de trabajadores inmigrantes se han instalado allí en busca de trabajo. La zona también ha sido testigo del auge de la resistencia obrera. En este ambiente de activismo obrero han estado operando alrededor de una docena de ONG laboralistas.

El gobierno ha centrado la represión en los activistas relacionados con cuatro de estas ONG laboralistas. Algunas de ellas son organizaciones bastante inocuas que prestan servicios como ayudar a trabajadores accidentados a reclamar la indemnización del seguro. Otras participan más activamente y ayudan a los trabajadores a desarrollar aptitudes de liderazgo y de negociación colectiva entre los que han encabezado huelgas y otras acciones. La mayoría de los detenidos fueron interrogados y después puestos en libertad el mismo día, pero siete de ellos siguen detenidos y se enfrentan a sendos juicios penales. La persona más destacada entre los detenidos es Zeng Feiyang, fundador y director de la ONG laboralista más antigua y conocida en China, el Centro Obrero Panyu.

El gobierno ha acusado a la mayoría de detenidos de alterar el orden público, que es la acusación habitual formulada contra los activistas del mundo laboral. A uno de ellos lo han acusado de malversación de fondos. El movimiento de solidaridad ha contratado abogados que los defiendan –de hecho, existe actualmente un equipo de abogados de 60 miembros que se han mostrado dispuestos a representarlos–, pero hasta ahora no han podido ponerse en contacto con los detenidos, de modo que todavía desconocemos de qué exactamente se les acusa.
¿Es esta acción represiva una respuesta a la proliferación de las huelgas en China?

Eso creo. Sin duda ha habido un aumento notable de las huelgas, que en gran parte se debe tal vez a la desaceleración económica en China, que ha provocado una oleada de cierres y traslados de fábricas con la consiguiente pérdida de puestos de trabajo. Los empresarios también han incumplido su obligación legal de pagar la indemnización por despido en el momento de cerrar las fábricas. Además, los trabajadores que han perdido su empleo se han percatado de que sus patronos no habían pagado la cuota patronal, es decir, la seguridad social y el seguro de pensiones. Muchos de estos trabajadores están en su treintena o cuarentena y ahora se ven ante la tesitura de tener que volver a sus provincias, ciudades y aldeas de origen, sin derecho a ninguna pensión. Todo ello ha propiciado numerosas manifestaciones y huelgas recientes.

Pero también forma parte de un proceso más prolongado de creciente combatividad obrera a lo largo de los últimos 15 años. Todas estas huelgas y manifestaciones han permanecido relativamente aisladas. Los trabajadores no han conseguido hacer confluir sus luchas, pero la gente, por supuesto, ha empezado a aprender de su experiencia. A resultas de ello, las huelgas han cambiado de naturaleza: están mejor organizadas y se han vuelto más estratégicas. Los trabajadores están aprendiendo más cosas sobre la negociación colectiva. Están aprendiendo a interactuar tanto con el capital como con el Estado. Esto supone sin duda una amenaza para el gobierno.

También ha afectado al sindicato oficial, la Confederación Sindical China. En realidad, no es un sindicato, sino más bien un instrumento utilizado por el gobierno para controlar a los trabajadores. No representa a estos últimos, sino principalmente a los patronos. Los obreros no confían en él, de manera que ahora entienden realmente, sobre todo los inmigrantes, que han de construir sus propias organizaciones. Así, actualmente se habla más que en el pasado de la necesidad de construir algo así como un sindicato independiente. Claro que esto supone cruzar una línea roja en China. El gobierno no lo tolerará, de modo que esto también puede ser una razón del recrudecimiento de la represión.

¿Han comenzado los trabajadores a crear nuevas organizaciones para ofrecer resistencia al deterioro económico y a la represión?

Sí, pero es un proceso muy incipiente. Los trabajadores lo tienen muy difícil para coordinarse, al igual que los activistas y los estudiantes. El Estado está al acecho para desbaratar cualquier intento en este sentido. He aquí un ejemplo: yo he estado colaborando con la Universidad Sun Yat-sen, en Guangzhou, durante los últimos diez años. Durante la presidencia relativamente liberal de Hu Jintao conseguimos poner en marcha un centro internacional de estudios sindicales en la Escuela de Gobierno. Realizamos investigaciones con la participación de académicos de derecho laboral, sindicalistas, economistas, historiadores y abogados laboralistas, tanto chinos como extranjeros. Esto permitió realizar una labor maravillosa de investigación, enseñanza y trabajos prácticos. Pues bien, las autoridades cerraron el centro el año pasado. No explicaron el motivo, simplemente lo cerraron de golpe y porrazo. Los académicos, estudiantes, activistas y trabajadores que se habían relacionado al amparo del programa intentan mantenerse en contacto y continuar con la labor, pero ya no podemos llevarla a cabo de una manera formal.

El centro de estudios sindicales había pasado a ser un motivo de preocupación para las autoridades.

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“China: se enfría la economía y se calientan las protestas”, La Izquierda Diario, 27/02/2016.
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Xiaobo, Liu, No tengo enemigos, no conozco el odio, Emecé, Buenos Aires, 2012.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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