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Lucía y las paredes
Por Mariel Martínez - Notas.org.ar - Friday, Oct. 14, 2016 at 11:55 AM

14 de octubre de 2016 | Setenta mil. Noventa mil. Cien mil. ¿Cuántas mujeres nos juntamos el fin de semana pasado en Rosario? ¿Alguien tiene los números? ¿Alguien se ocupó de contarlas? ¿De narrarlas? ¿De dar cuenta de los debates, de los acuerdos, de los desacuerdos? ¿De las pibas que bailaron, de las que cantaron? ¿Hay muchas fotos en los medios, dando vueltas, de alguno de cada uno de los abrazos que se sucedieron? ¿De las más de 40 cuadras de marcha?

Lucía y las paredes...
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No, claro. Pocos, claro. Disculpen. Habíamos olvidado que las noticias son las paredes. Terribles mujeres pintando paredes. Semidesnudas. Mostrando las tetas. Besándose entre ellas. Orgullosas de su sexo y de su identidad. Mujeres gritando. Grafiteando. Denunciando. Malparidas mujeres violando la propiedad privada, la pública, la comunitaria. La propiedad lingüística. El decoro. Las buenas costumbres. Mujeres monstruosas empeñadas en violar.

Nos habíamos olvidado, por dos días y medio, que el indignómetro sube ante la violación de lo inerte pero no ante la nuestra. Pobres paredes, lo que habrán sufrido al ser violadas. Que feo es que te mancillen, pared. Que te vejen sin permiso y en patota. Que te humillen, que te transformen en otra. Mirá que es difícil ser pared en este mundo de mierda.

Nos indignamos por Facebook. Coreamos de a muchos que bueno, el reclamo puede estar bien, pero que las formas chicas. Titulamos “Así quedo Rosario después de la marcha” o “La avenida Pellegrini, tapizada de grafittis”, graficamos con la peor foto que encontremos y la oscurecemos con uno de esos filtros que resaltan la mugre.

Listo. Qué tranquilidad da ordenar la furia que da una pared violada. Podríamos hacer un grupo: “por la defensa de las paredes que una vez por año son atacadas” o “larga vida a las paredes” o “ni una pared menos, las queremos limpias”. Un movimiento masivo, para que paren de violarlas.

Sería tranquilizador ¿no? Porque, de última, las paredes pueden salvarse. Por ellas puede hacerse algo. No tienen la culpa de lo que les pasa. Ni aunque estén así, blancas, lisitas y grandes, están incitando al sacrilegio. No hay nada en ellas que justifique el ser violadas.

Te suena conocido. Te suena a que esto ya lo escuchaste en algún lado. Pero ahora le prestás más atención, porque todo te parece más lógico cuando de lo que se trata es de la defensa de una pared.

Pero pasa, querido indignado, que las mujeres la pasamos peor que las paredes. También nos vejan. Nos humillan, nos golpean, nos violan. Nos matan sin pedirnos permiso. Sin preguntarnos. Nos dicen que nos pasó porque nos drogamos. Porque salimos con un tipo que conocimos ayer. Porque teníamos minifalda. Porque en nuestra foto de perfil sacamos la lengua. Porque tenemos 16 años y salimos de noche. Porque tenemos 20 y viajamos solas. Porque tenemos 30 y nos separamos. Y la diferencia que tenemos con las paredes que el mundo defiende es fundamentalmente una: estamos vivas.

Como estaba viva Lucía hasta el sábado a la tarde. Hermosamente viva, tan preciosa Lucía. Tan llena de deseos que estaría, quién no lo está a los 16 años. Tan cerca del mar.

Y que dolor extraño es querer escribir de tu vida cuando lo único que conocemos es de tu muerte. Sería lindo escribir de tus amores. De tus penas. De las cosas que pensaste, de los poemas que leíste. De tus primeras rebeliones, de tus segundos besos.

Pero no, Lucía. Sabemos más de tu muerte. Sabemos que dos -al menos dos- prolijos alumnos de este sistema te drogaron y te violaron. Te mancillaron de la forma más cruel en la que puede mancillarse a un ser humano. Te vaciaron de sangre, te rompieron por adentro. Sabemos que te obligaron a sufrir hasta que te moriste. Hasta que te mataron, Lucía. Hasta que te arrancaron la vida. Hasta que ni siquiera pudiste decir basta.

Podrías haber sido nuestra hermana, nuestra hija, nuestra alumna, nuestra compañera de militancia. Podrías haber sido nuestra amiga. Lo sabemos porque estás apareciendo por todos lados, con esa desfachatez preciosa de tus rastas, esa belleza morocha, tus cejas profundas. No hay ni una, de en serio, ni una, foto de tus asesinos. Ningún medio se ocupó de eso. Pero tuyas sí, hay un montón. Eras hermosa Lucía. Eras una de las pibas más lindas que parió este mundo de miseria y de muerte.

No sabemos qué va a pasar con tu caso (sí Lucía, cuando nos matan, empezamos a ser “casos”), pero sabé que te vamos a pelear con cuerpo y alma la justicia. Porque aparte de que eras joven y hermosa, eras de las nuestras. Y nosotras aprendimos, con el tiempo, que esos que nos matan, esos desgraciados que te mataron, son del mismo bando hipócrita que nos muestra desnudas por la tele, que nos exige ser madre o ser puta, que nos pide pollera cortita para reírse de nuestras piernas, y que defiende las paredes. A las pobres paredes defiende.

Si para volverte a la vida tuviéramos que pintar todas las paredes del mundo lo haríamos, Lucía. No quedaría ni un pedazo en blanco. Pintaríamos sobre lo pintado. Grafitearíamos el mundo, te lo juro. Porque aún sin conocer tu vida, no podemos parar de llorar tu muerte.

Ya no sirve para vos. Quizás sí sirva repetir esta verdad dolorosa: los femicidas no son enfermos ni están locos. Son personas que esta sociedad forma en la deformación más cruel de lo humano.

Para que el mundo se entere lo vamos a escribir en todas las paredes. Lo vamos seguir pintando en nuestros cuerpos. No vamos a parar de escribirlo. Vamos a llegar a todos los espacios en blanco de la propiedad privada. Porque nuestra verdad es un deseo: nos amamos. Vivas nos amamos. Nos queremos vivas. A pesar de los asesinos y de esta sociedad escuela. A pesar de las paredes y sus defensores.

@Mariel_mzc

Foto: Lucía Monti

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