Julio López
está desaparecido
hace 6429 días
versión para imprimir - envía este articulo por e-mail

El fútbol y la obra pública, las dos privatizaciones que desvelan al Presidente
Por Alejandro Bercovich - Friday, Oct. 28, 2016 at 2:54 PM

28 de octubre de 2016

El fútbol y la obra ...
fileaccesshandler.ashx.jpgf4hjh3.jpg, image/jpeg, 640x337

Alejandro Bercovich
abercovich@diariobae.com

-¿Vieron que tengo pelotas? ¡Una cosa es negociar para llegar a acuerdos y otra que te forreen!

Sergio Massa se aflojó el nudo de la corbata, aliviado pero todavía nervioso. En su despacho lo escuchaban anteayer todos los diputados de su bloque salvo el triunviro cegetista Héctor Daer, quien tampoco había estado en la sesión, y su madrina política Graciela Camaño, contrariada por no haber podido cumplir con lo prometido a Emilio Monzó: convertir en ley el régimen de participación público-privada (PPP) para la obra pública, acaso la reforma más ambiciosa y menos comentada de las que propuso hasta ahora Cambiemos. El macrismo acababa de sufrir con el naufragio de ese proyecto su quinta derrota parlamentaria al hilo, tras no haber logrado imponer el “corralito de las PASO” en la reforma política, la ley de emprendedores, la ampliación del Congreso con nuevas bancas ni la eyección de la procuradora Alejandra Gils Carbó. Una goleada que rompió el invicto del que se jactaban Monzó y su delfín Nicolás Massot, los laboriosos tejedores de acuerdos detrás del pago a los fondos buitre, el blanqueo de capitales y la reforma previsional.

Mientras el bloque del Frente para la Victoria se desahogaba celebrando su primera ídem en diez largos meses y aún no se habían apagado los ecos del nostálgico “vamos a volver”, la tensión en el despacho de Massa era perceptible. Los renovadores acababan de zafar raspando de una votación dividida que los habría partido en dos, aunque las diferencias habían salido igualmente a la luz en los discursos contrapuestos de Marco Lavagna (a favor de la PPP) y de José Ignacio De Mendiguren (en contra). El exjefe de Gabinete reclamó más organicidad a los suyos: “Matémonos acá adentro pero lleguemos al recinto con posiciones comunes”. Todos asintieron en silencio.

El proyecto, que ya obtuvo media sanción del Senado con aval del peronismo, es para Macri más prioritario que su primer Presupuesto. Habilita a las empresas contratistas del Estado a dejar de ejecutar una obra si se demoran sus pagos, a reclamar en tribunales extranjeros el cumplimiento de contratos que consideren incumplidos, a dolarizar e indexar las tarifas y los cánones con los cuales se propongan recuperar lo invertido y hasta a vender obras en plena ejecución a otras firmas que no hayan participado en las licitaciones originales. Es el régimen que impulsa el Banco Mundial para prestarle dinero a las compañías y no a los países y así reducir su costo financiero. Aunque en público lo niegan, su aprobación es una de las condiciones que las multinacionales que anunciaron megainversiones en el “Davosito” exigen para concretarlas.

El revés parlamentario había empezado a gestarse en la CGT, donde De Mendiguren acudió a través de Daer para alertar que el proyecto también barre con las políticas de compre nacional de las leyes que regulan la obra pública. Y que abre la puerta a proyectos “llave en mano” con proveedores extranjeros, apenas compensada por una cláusula que fija una preferencia por los nacionales si son hasta el 7% más caros. Llamativamente, mientras Paolo Rocca firmaba en Cartagena una carta abierta de la Asociación de Siderúrgicos Latinoamericanos (Alacero) para reclamar que China no sea reconocida como economía de mercado y se mantengan así las barreras antidumping en su contra, Techint no se expresó contra la reforma. Tampoco lo hicieron el resto de los grandes contratistas locales, la UIA ni la Cámara de la Construcción. Apenas se opuso en soledad la Asociación de Industriales Metalúrgicos (Adimra), que reúne a las Pymes del sector.

Lo que viene, lo que viene
La conducción de la CGT ya cerró el año. No llamará a un paro general hasta pasado el verano y probablemente tampoco lo haga entonces. Juan Carlos Schmid, el más contestatario del triunvirato por origen y formación, admitió en privado varias veces cuánto le preocupa que un gobierno todavía sin tanto desgaste acuse a la central obrera de propiciar un nuevo Rodrigazo. Pero el régimen de PPP fue el amalgama perfecta para unir a diputados sindicales de distintos bloques, como Abel Furlan (UOM-FpV), Daer y los moyanistas del Frente Renovador. No por amor sino por espanto.

Schmid hablará el martes próximo junto a Pablo Moyano en un plenario de Aceiteros, el gremio que paralizó un año atrás durante 25 días los puertos donde se embarca el grueso de las exportaciones argentinas. Toda una advertencia para el Gobierno. Pero aunque Hugo y su primogénito exhiban matices de opinión, y Pablo incluso amagó con dejar la CGT si canjeaba la reapertura de paritarias por un “bonito”, el patriarca sigue al frente de la familia. El viejo truco del policía bueno y el malo: Pablo suele ser el que golpea la mesa y después Hugo quien aclara que lo suyo fue solo un exabrupto. Lo mismo hizo con Facundo cuando propuso una reforma sindical que ponía en jaque las reelecciones indefinidas de los eternos jefes de esas corporaciones.

Una foto de Pablo Moyano, sin embargo, también decidió al Gobierno a embestir contra la AFA y a avanzar con el único sueño incumplido que le queda a Macri tras haber sido electo presidente de Boca, jefe de Gobierno porteño y luego Presidente: la conversión en sociedades anónimas de los clubes donde se practica el deporte más popular del país. La imagen es la que ilustra esta página, donde sonríen juntos el líder camionero y el conductor estrella de la TV y vicepresidente de San Lorenzo, Marcelo Tinelli. Se difundió justo cuando 25 presidentes de clubes “medianos” almorzaban en Puerto Madero convocados por el de Banfield, Eduardo Spinosa. Tanto la foto como la comilona en Estilo Campo fueron conatos de rebeldía contra la intervención de Armando Pérez en la AFA, el ariete con el que Macri buscó fallidamente mantener bajo control lo que considera su dominio exclusivo.

La respuesta oficial llegó ayer y mantiene en vilo al sindicalismo, la política y el mundo de los negocios, todos cruzados por la única pasión transversal del país. Mientras los Moyano, Tinelli y esa nueva liga de clubes medianos juntaba voluntades para llamar otra vez a elecciones y deshacerse de Pérez, Alberto Abad sorprendió al anunciar que pondría fin a un esquema de beneficios impositivos que él mismo reglamentó en 2003, cuando conducía la AFIP en tiempos de Duhalde. También al denunciar que, por culpa de ese esquema contenido en el decreto 1212 de ese año, el fisco dejó de recaudar más de $1.300 millones.

Abad avisó que la única forma de cubrir el déficit que le generan los clubes al fisco es gravar las cuotas que pagan sus socios, aumentar de 7% a 29% las cargas sociales sobre el sueldo sus empleados e incrementar también lo que se retiene de las transferencias de sus jugadores. El secretario general de la Presidencia, Fernando De Andreis, confirmó en la misma conferencia de prensa que el Estado no girará un peso en 2017 a las entidades por los derechos de televisación de sus partidos, que deberán negociar privadamente. Un combo que no hace más que desfinanciar irreversiblemente a los clubes y abrir la puerta a su privatización. Lo único que falta es que el Congreso apruebe el proyecto que redactó De Andreis y que crea la figura de las Sociedades Anónimas Deportivas (SAD).

Molinos de viento
Tal vez el filón sea aprovechado por el hijo de Gustavo Arribas, a quien el nuevo jefe de la SIDE encomendó el negocio que llevaba adelante hasta diciembre: la triangulación de cuantiosos pases de futbolistas hacia Europa previo paso por el uruguayo Deportivo Maldonado. Pero también es monitoreado por empresarios como el dueño del Macro, Jorge Brito, cuyo hijo homónimo pisa fuerte en la Comisión Directiva de River. El jefe del club millonario, Jorge Donofrio, fue el primero en salir a desmentir ayer a Abad. Un lobbista con quien comparte varios emprendimientos gastronómicos y que suele jactarse de su cercanía con Macri, Gabriel Hochbaum, es quizá el único que pueda evitar que la sangre llegue al río.

Brito se siente tan afuera de todo que salió a denunciar la pérdida de poder adquisitivo del salario y a recomendar a sus colegas empresarios que paguen el bono de fin de año optativo pactado por la CGT. En su oficina en la City, donde conviven una señorial boiserie oscura y un anacrónico cenicero cargado de colillas con un modelo futurista de molino eólico de su empresa Genneia, el malestar cunde por varias razones. La principal es la falta de apoyo oficial a su oferta para quedarse con las sucursales del Citi, que le venían como anillo al dedo para consolidar su presencia en Capital y el Gran Buenos Aires. Tampoco ayudaron el veto del Gobierno a su plan para quedarse con la transportadora eléctrica Transener ni la amenaza de la Anses de votar junto a su excuñado y actual adversario, Delfín Ezequiel Carballo, para desplazarlo del directorio del banco que fundaron juntos. ¿Acaso también la privatización del fútbol lo enfrentará con Macri?

agrega un comentario