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“Buen vivir” según las mujeres de pueblos originarios: derecho, territorio, amor y lucha
Por Revista Superficie - Tuesday, Dec. 13, 2016 at 12:03 AM

09/12/2016.- En Rosario, más de 400 personas se encontraron para compartir e intercambiar saberes, ser protagonistas en el aprendizaje de procesos saludables con un objetivo en común: volver la salud a manos de la comunidad. Entre ellas, mujeres originarias de las comunidades Pilagá, Mapuche y Guaraní, con quienes dialogamos sobre la lucha por los derechos de las comunidades originarias y de las mujeres de esas comunidades en particular, incluyendo el repudio contra los asesinatos de mujeres indígenas que son invisibilizados.

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Por Carolina Gómez y Daiana Pérez (*)

Se abrazan, sonríen, acarician, ayudan… Se transforman. Se alimentan, bailan, aprenden, intercambian… construyen y deconstruyen, imaginan, sueñan. El Movimiento Laicrimpo Salud es “un espacio vital transformador de relaciones, de espiritualidad, de esperanza, creatividad, libertad e identidad. Un espacio de iguales. Un espacio de integración de redes hacia otros mundos posibles” (1). En Rosario desde el viernes 4 de noviembre hasta el domingo 6, más de 400 personas se encontraron para compartir e intercambiar saberes, ser protagonistas en el aprendizaje de procesos saludables con un objetivo en común: volver la salud a manos de la comunidad.

Allí también se encontraron tres mujeres, referentes de pueblos originarios: Moira Millán, Jorgelina Duarte y Cipriana Palomo, de las naciones Mapuche, Guaraní y Pilagá. Las tres integraron el primer panel del encuentro, junto a dos compañeras más, guaraní y quechua. Narraron sus historias, sus luchas y desafíos, y las compartieron con revista superficie.

-¿Cómo se llaman y a qué comunidad pertenecen?

JD: Aguyjevete! yo soy Jachuka Reté, mi nombre originario que significa la humanidad femenina, y mi nombre en español: Jorgelina Duarte, soy Mbya guaraní de Misiones. Nací y crecí en una comunidad Mbya que se llama Tamandua, localidad 25 de Mayo, queda en el centro de la provincia. Actualmente vivo en Aristóbulo del Valle, donde se concentran la mayor cantidad de comunidades guaraníes.

CP: Mi nombre es Cipriana Palomo, en Pilagá es Nolé, soy presidenta de una organización que se llama Federación Pilagá que nuclea a 20 comunidades. Formo parte del consejo de la mujer de todas las comunidades que represento. Estamos llevando muchos temas de derecho indígena, una causa de juicio al Estado por un genocidio que se perpetuó en el año 1947 (2). Es una organización que trabaja hace más de 20 años y recién en 2010 fue reconocida a nivel nacional como organización de segundo grado.

MM: Yo soy Moira Millán. Soy mapuche. Soy inanlongko de la comunidad Pillan Mahuizá de Chubut. Soy Weichafe. Soy una guerrera de mi pueblo y además fundadora y coordinadora de la marcha Mujeres originarias por el Buen Vivir, es una organización que nuclea a mujeres originarias de las 36 naciones.

Hubo un instante en la vida de cada una de estas mujeres, visionarias, luchadoras, madres, creadoras, en que cambió la forma de ver y entender el mundo del que eran parte. Un instante en donde su conciencia les mostró una realidad mayor, un escenario en el que no podían más que involucrarse para transformarlo y transformarse a la vez.

-¿Desde cuándo estas involucrada en las luchas por el territorio? ¿Cómo se despertó en vos este espíritu?

JD: Desde que tengo uso de razón. Mi abuelo me inculcó mucho la lucha y mi hermano mayor también. Desde chica estoy vinculada.

CP: Estoy al frente de esta organización hace 6 años, fui elegida dos veces. Es una lucha constante, porque nosotros tenemos que dar respuesta a muchos reclamos. Vengo de una familia con muchos hermanos, tenía una hermana que era dirigente, luchadora, después se retiró. Cuando me eligieron a mí, era la primera vez. Una va aprendiendo con el tiempo como puede acompañar, como puede llevar las causas adelante. Porque muchas veces nosotros tenemos que acompañar personas con problemas de salud, de familia, con problemas de adicciones, o ancianas que están sin casa; hay muchas cosas que tenés que involucrarte. Siempre tratamos de resolver de manera comunitaria. Nosotros vivimos y decidimos en comunidad.

MM: Era muy jovencita, tenía 18 años cuando fui al territorio de mi padre, donde estaban mis primos, mis tíos… De ahí venían mis abuelos. Fui a visitarlos y ahí me enteré que era mapuche. A mí me enseñaron que era argentina, no mapuche. Cuando fui a visitar a mis parientes, supe que era mapuche, y ahí comenzó todo. Un camino de construcción identitaria que nos llevó a mi hermano mellizo y a mí -a los 21 años- a fundar la organización mapuche-tehuelche 11 de Octubre. Hoy tengo 46 y continúo en la lucha.

En sus relatos se entremezclan los idiomas, está presente la lengua originaria cada vez que hablan y lo hacen conscientes de la importancia de mantener esa diversidad, de conservar su identidad. Sin dudas en cada palabra guaraní, pilagá o mapuche se refleja su cosmovisión del mundo.

-¿Qué estrategias se dan como pueblo para conservar y reproducir su lengua?

JD: Contamos con escuela secundaria intercultural bilingüe, TajyPoty, que es una escuela con una modalidad de alternancia, que les favorece a los chicos, ya que van una semana a la escuela y se quedan una semana en sus casas. El idioma no se ha perdido tanto, pero sí algunas prácticas.

CP: Nosotros, los Pilagá, nunca dejamos de hablar el idioma, por más que estuvieron en un campo de concentración de Bartolomé y de Muñiz, nunca dejaron de hablar el idioma y llamarse por su nombre Pilagá. Eran esclavos de trabajo forzoso, pero nunca les prohibieron hablar el idioma. El idioma es muy importante, en esta época se puede escribir, tener libro pedagógico, un libro para el aula, otro para el alumno, buscando la forma que el Pilagá tenga un alfabeto acorde a lo que es la educación ahora. Tenemos diccionario, cd. Es un trabajo de muchos años, no es que salió de un día para otro. Hasta que se encontró una forma de que los libros sean impresos, fue una lucha larga, pero se consiguió que el Pilagá se pueda escribir, se pueda leer y tener un material escolar. Tenemos escuelas bilingües en jardín de infantes, primario y secundario.

MM: Como pueblo no hay un consenso de cuál va a ser el camino para recuperar el derecho lingüístico, pero si hay una multiplicidad de experiencias dentro de nuestro pueblo, tal vez no articuladas de manera general, pero que se van dando. Hay internados lingüísticos mapuches en Chile, en Puelmapu hay aplicación del derecho lingüístico en hospitales, por ejemplo. Se ha logrado que el registro civil efectúe el matrimonio enteramente en mapudungun, que los estamentos judiciales cuenten con peritos traductores. Y también a través de la autogestión. Por ejemplo, doy mapudungun todos los miércoles a la mañana a mi hija y dos amigos. Aprendí de grande a hablar el idioma y lo sigo aprendiendo, también a través de los cantos. Creo que hay muchas maneras de poder generar una recuperación idiomática si te lo propones.

Tienen en claro los desafíos, lo que falta. Sin embargo en cada uno de sus pasos hay luchas ganadas, derechos reconocidos, identidades reconstruidas. Hay celebraciones que se festejan.

-¿Qué luchas sienten que han ganado y que sirven de impulso para la comunidad?

JD: Para mí la lucha en Argentina como derecho se ha instalado en papeles, se ha ganado mucho. En práctica, tal vez, falta un mucho más. Hace dos años, en el gobierno anterior, se reformó el código civil y penal de la Argentina, había leyes obsoletas. Nosotros estábamos en contra de que se reforme la ley de tierras. La constitución dice que los territorios indígenas son preexistentes al estado nacional, no se pueden vender, embargar, no pagan impuestos, son inenajenables. Hay un montón de cláusulas que dice ya la constitución nacional, en cambio en la reforma del código civil querían poner que es un bien material que se pueda vender, comprar; era muy peligroso para los pueblos originarios… Por eso luchamos muchísimo para que no se tocara esa ley, eso para mí fue un logro.

CP: Se ganó un espacio muy grande en el tema indígena. Se ganó el espacio de la mujer, la mujer puede plantear sus problemas. Y también se ganaron muchos derechos indígenas que se pudieron implementar en el congreso. De tener en cuenta que los originarios quieren de una forma las leyes, y no de otra. Fuimos todos de una forma trabajando y lo fuimos incorporando. La gente se levantó, alzó la bandera del derecho y se lograron muchas cosas. Más respeto hacia el indígena. El indígena se puede defender más que antes. Antes veía a un policía y temblaba y no tenían palabra, había intimidación y ellos no sabían qué hacer. Ahora es distinto, el blanco tienen que pensar dos veces antes de atacar o maltratar a una persona. Entonces eso cambió. Nosotros hemos hecho muchos cursos en capacitación de derecho indígena, de mujeres, salud, educación, conservación de plantas, medicina natural. La gente participa y le da importancia. Siempre eso tiene que nacer de alguien de la organización que plantea, no siempre nosotros decimos “se va a hacer esto o esto”, debe salir de la propia comunidad, de la sabiduría de cada mujer, de cada anciano. El anciano es el que va a mostrar cómo era la cultura antes. Es un tema fundamental, la organización está en distintos temas, se ganaron muchas cosas, se ganó sobre todo el respeto de que los pueblos originarios puedan alzar y decir su derecho y poder plantear las problemáticas que existen en cada comunidad.

MM: Yo creo que una de las luchas que hemos ganado es la lucha antiminera, que empezó en Esquel en 2002, cuando nosotros cortamos la ruta, luego se constituye la asamblea de vecinos de “No a la mina” en Esquel, en un momento en que en el país nadie hablaba de la minería, la minería no era un problema. Y hoy existen asambleas en todo el país y en el mundo antimineras, antifracking. Hay una conciencia ecológica que se siente, que por más que todos los medios de comunicación tratan de alienarlos, confundirnos, desinformarnos; no pueden evitar que una parte importante de la humanidad esté sensible frente a la problemática del cambio climático, que se esté interpelando, que quiera hacer cosas frente a eso. Creo que eso es una lucha ganada, batallas como Malvinas Argentinas en Córdoba que pudo echar a Monsanto, la lucha contra Chevron en la Patagonia, se han frenado muchos proyectos de represas que iban a ser altamente nocivas. Recuerdo la lucha contra Marcelo Tinelli que la ganamos en el 2005, por el mega centro de esquí que quería hacer y que no pudo llevar adelante, gracias a que lo frenamos. Hay un montón de luchas que se fueron ganando y que son parte del mapeo de la esperanza que queremos hacer.

Reencontrándonosen el camino del Buen Vivir, fue el lema del XXVI Laicrimpo que tendrá su próximo encuentro en Formosa en 2017. En las palabras de estas tres luchadoras encontramos indicios, huellas y respuestas de aquello que es para ellas el Buen Vivir.

-¿Qué es para vos el Buen vivir y cómo lo practicas?

JD: Para mí el Buen Vivir es imposible pensarlo sin los territorios, porque yo no puedo desarrollar mi teko, mi nandereko, que es nuestra forma de vida, y también nuestra buena alimentación, que tiene que ver con la vida. Para nosotros tekopora es todo, el comer bien, sentirse bien socialmente, mentalmente y todo eso depende del territorio, porque en el territorio yo encuentro la medicina, la tierra, el agua. Están enterrados nuestros abuelos en el territorio, es donde buscamos la miel, el güembé, la tacuara para hacer artesanía, es donde plantamos, todo va vinculado a lo que es el ser humano. Para nosotros el Buen Vivir tiene que ver con todo eso, vivir en una hectárea no es lo mismo para un Mbya guaraní que para un colono, como nosotros decimos un pequeño productor, tener una pequeña huerta, tal vez eso represente el buen vivir para esa persona porque está consumiendo sin agrotóxicos, pero si yo no me doy cuenta que estoy rodeado por agronegocios, en el caso de Misiones por pino, eucaliptus, tabaco. Y si yo se que a mis hermanos Mbya están afectados por eso, y yo no hago nada por eso… No sé si estoy haciendo algo. Desde mi lugar como mujer mbya, lo que trato es de no ser indiferente a la lucha de mis hermanos. Para nosotros el lema del Laicrimpo que es el Buen Vivir no puede estar aislado de lo que son los pueblos originarios, nosotros creemos que es importante nuestra voz, nuestro aporte para transformar esta sociedad tan individualista y a veces tan invasora y consumista. El buen vivir no es solamente que yo tenga, va muy ligado con lo territorial, no es sólo paz y amor, sino que también tiene que ver con la lucha política.

CP: El buen vivir es lo que pasó hace muchos años. Nosotros antes teníamos la alimentación en el bosque, teníamos la pesca, el río, la miel, todos los bichos que se consumían, la marisca, eso era el buen vivir. Los indígenas tenían una dieta muy balanceada, desde frutos del monte, desde animales, carne. Ahora cambió mucho ese tema, nosotros estamos viviendo en un barrio perimetral, donde atrás de la ruta está el alambrado, de este costado hay otro alambrado y ya no tenemos ese espacio. Igual que las mujeres para su artesanía, muchas mujeres fueron perseguidas por buscar una materia prima al otro lado de una estancia que no les pertenece. Entonces muchas veces está el conflicto de no poder desarrollar sus costumbres, de no poder desarrollar lo que realmente saben hacer, o lo que queremos comer. Al cambiar mucho la alimentación surgieron muchas enfermedades. Creo que el buen vivir es salud, vivienda, medioambiente y la alimentación sana.

MM: Esta reciprocidad con la naturaleza, entre los pueblos; tiene su aplicación en muchos ámbitos de nuestra cotidianidad. Vos tenés el derecho a una alimentación diversificada, identitaria. Porque se habla mucho de la soberanía alimentaria, y no de la gastronomía identitaria, que también es muy importante, porque es la memoria que tenemos como pueblo para justamente recuperar esa soberanía. Para poder quitarnos la soberanía nos van quitando la memoria y el conocimiento de la alimentación. Entonces después les resulta fácil arrebatarnos la soberanía alimentaria porque ya crean otro tipo de necesidades. El buen vivir como derecho significa autodeterminarte en la educación, en la salud, en la alimentación, en el amor, en la forma en cómo construimos los vínculos, en qué nos relacionamos. Este modelo de familia, nunca nos preguntamos si es milenariamente el que habría sido armónico, evidentemente no lo es por eso hay tanta fragmentación. Los pueblos originarios teníamos comunidades, no había esta concepción de familia, los niños no eran propiedad del papá y mamá, los niños eran de la comunidad, las mujeres no éramos propiedad de los varones, nosotras nos complementábamos con ellos y se constituían muchos diferentes modos de relaciones. Entonces ir recuperando todo eso es parte de nuestro derecho. La forma en que entendemos la justicia. Nosotros entendemos que la justicia es la reparación del círculo donde ha sido fracturada, donde ha sido roto ese círculo, se vuelve a reparar, eso es justicia. Y está muy lejos de la concepción de justicia que tiene este estado. Hoy muchas enfermedades letales, que parecen no tener cura, tienen cura en la medicina indígena, y tienen que estar en la oferta pública de medicina. Todos tienen derecho a elegir cómo sanarse, porque es tu cuerpo el que está sufriendo, es tu espíritu el que está vulnerable, entonces vos decidís si querés ir a quimioterapia o querés otro tipo de tratamiento, y tu obra social te lo tiene que cubrir igual. Y el estado tiene que tener esa oferta, porque es tu derecho. No puede ser que determinadas prácticas, como el reiki, los masajes, estén en un ámbito restrictivo y muy subalterno a lo que es la medicina. No, eso tiene que estar en los hospitales, tenemos que tener el derecho a reclamar, nadie puede reírse de que queramos también acceder a ese tipo de oferta de salud, así como en la educación. El buen vivir debe ser un derecho.

El 21 de abril del 2015 se realizó en la ciudad de Buenos Aires la primera marcha de Mujeres Originarias. En ella estuvieron presentes hermanas de 36 naciones originarias de Argentina, quienes se movilizaron con un interés fundamental: que se reconozcan los derechos de los pueblos indígenas, y en particular el de sus mujeres, la demanda fue la creación de un Consejo de Mujeres Originarias por el Buen Vivir, y en este sentido presentaron en el Congreso de la Nación, un anteproyecto de ley (3).
Moira Millán, una de las organizadoras de la iniciativa nos contó al respecto:

“No debe haber nada más terrible que no ser vistas, ser invisibles. Hasta el día de hoy no tenemos cifras exactas de la cantidad de muertas, pero podemos contar a centenares de mujeres indígenas que están muriendo porque están siendo asesinadas en sus luchas contra las trasnacionales en territorios completamente olvidados, y donde la complicidad de la policía, la justicia, los medios de comunicación vuelven completamente invisibles y borran esa realidad. La marcha de mujeres originarias se realiza para dar visibilidad a las mujeres ante todo. Empieza en el 2013, se recorrió todo el país, poniendo énfasis en las comunidades en conflicto. El recorrido duró tres años, en los cuales hicimos talleres de fortalecimiento de las hermanas, se fue haciendo en conjunto un diagnostico de su realidad, las principales demandas y propuestas, de todo eso surgió la idea de la Ley del Buen Vivir como derecho, y todos los sueños que teníamos en nuestra cabeza estuvieron contenidos allí. Planteamos que teníamos que empezar a encontrarnos como hermanas, como mujeres, conocernos, porque nuestra realidad era bastante parecida, si bien nuestra cultura, idioma y territorio era distinto, la realidad política-social que vivíamos era idéntica, entonces ver cómo nos aliábamos para luchar. Y la marcha de las mujeres continua, seguimos llamándonos marcha porque entendemos que estamos marchando hacia la construcción de un nuevo futuro, para nosotros y para el país y para el mundo en cierta medida por la propuesta que tenemos.”

El buen vivir para nosotras no es solo un derecho que debemos hacer cumplir, es también un gran anhelo, una necesidad, podríamos decir una prioridad. Y para hacerlo real, sin dudas, precisamos recordarnos como seres de esta tierra, volver a respetar sus tiempos, observar los procesos y aprender de ellos. Repensarnos como una gran comunidad, dejar de lado egos y festejar las diferencias. Las historias de vida y lucha de Jorgelina, Moira y Cipriana dan fuerza, confianza y representan una guía para muchas mujeres en este andar.

(1) http://www.laicrimpo.com/
(2) Ver documental Octubre Pilagá (http://www.youtube.com/watch?v=_-RrW15G2kI)
(3) Proyecto de ley y audiovisual sobre la marcha del buen vivir: http://www.mapuexpress.org/?p=1682

(*) Colaboradoras de revista superficie

Fotos: Maximiliano Laferrara

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