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¿A quién le interesa agredir a Venezuela y romper el Mercosur?
Por Emilio Marín - Sunday, Dec. 18, 2016 at 12:48 PM

17 de diciembre de 2016 | Emilio Marín – En Buenos Aires fue agredida políticamente Venezuela y físicamente su canciller. En el primer caso, sobre todo por los gobiernos de Argentina y Brasil, y en el segundo, por los cancilleres de esos países más la Policía Federal. EE UU, muy agradecido. Desde que en 1998 el joven Hugo Rafael Chávez Frías, para decirlo con todos los nombres y apellidos, ganó las elecciones en Venezuela, en Washington se dispararon las alarmas. Otro tanto para las clases dominantes, acostumbradas como estaban a hambrear a su gente, dilapidar las riquezas petroleras y servir al imperio mediante los partidos de la IV República, adecos y copeyanos (socialdemócratas y socialcristianos).

¿A quién le interesa...
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A medida que el ex militar fue radicalizando su mirada política e ideológica, y haciendo más efectivo su nacionalismo petrolero, la oposición del imperio y sus aliados locales se hizo más enconada. Un punto histórico de esas campañas antidemocráticas ocurrió en abril de 2002, cuando fomentaron un golpe militar-cívico que desalojó al presidente del Palacio de Miraflores por tres días. El contragolpe popular, con acompañamiento de las Fuerzas Armadas Bolivarianas repuso a Chávez, rescatándolo de una muerte segura o destierro forzado, secuestrado como estaba en la base militar de la isla de Orchila.

Ese odio mental y visceral hacia Chávez se hizo más profundo porque fue profundizando medidas antiimperialistas, por ejemplo haciendo efectiva la nacionalización del petróleo y PDVSA, limpiando su cúpula oligárquica donde medraban el actual preso Leopoldo López y su familia.

La tirria de EE UU al gobierno bolivariano tenía un motivo extra: Caracas se había aliado con La Habana en el plano político, con muchos programas de solidaridad. Le vendía 200.000 barriles de crudo por día, a precios subsidiados y pagaderos con servicios médicos. Esa mano tendida por Chávez implicaba el fracaso del bloqueo hacia la Patria de José Martí, comenzado con la negativa de Washington a proveerle petróleo y refinarlo. Y cuarenta años después la isla rompía esa asfixia energética con Venezuela, dueño de las mayores reservas petroleras comprobadas del mundo, 300.000 millones de barriles.

Desde entonces hasta hoy han pasado muchas cosas, entre otras que murió Chávez en 2013 y Fidel Castro el 25 de noviembre pasado. Pero no ha cambiado el escenario de confrontación. La Casa Blanca quiere desalojar al gobierno bolivariano, presidido por Nicolás Maduro luego de la muerte de Chávez y la realización de elecciones en 2013, ganadas ajustadamente. Tiene mandato a cumplir hasta 2019, pero sus enemigos externos e internos no quieren dejarlo gobernar, promueven la violencia y las guarimbas, desabastecen y especulan económica y financieramente, llevan a cabo campañas mediáticas para presentar a su gobierno como si fuera una dictadura, etc.

Viene del Norte…

El plan para derrocar a Maduro, como a Chávez, viene del Norte. Por eso en 2014 el Senado norteamericano votó una ley con sanciones al país sudamericano. De mayoría republicana, igual que la Cámara de Representantes, el Senado hizo eso en concordancia básica del sistema bipartidista de la supuesta gran democracia del mundo. ¿Cómo justificaron esa ley y sanciones? Falsificando la realidad, dijeron que el gobierno bolivariano no respetaba los derechos humanos. En rigor, Maduro estaba defendiéndose de la violencia callejera, atentados a las fuerzas públicas, incendios de edificios gubernamentales y crímenes, cometidos en el marco de la campaña opositora denominada “La Salida”. Sus principales promotores eran Leopoldo López, de Voluntad Popular, y la entonces diputada Corina Machado, ex titular de una de las ONG mejor financiadas por la USAID, léase la CIA, y otras fundaciones norteamericanas como la NED, IRI, etc.

El presidente Barack Obama, lejos de contradecir esa barbaridad senatorial, la convalidó mediante una Orden Ejecutiva en 2015, donde calificó a Venezuela como “una amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad nacional y la política exterior de EE UU”. Y cuando el imperio dice estar en peligro de seguridad es capaz de bombardear todos “los oscuros rincones del planeta”, George Bush dixit.

Esa orden ejecutiva de Obama fue revalidada este año. Y quizás, antes de despedirse de la Casa Blanca en enero, pueda ratificarla para que quede claro que los demócratas no fueron menos que Bush en su combate anti-bolivariano. Además en estos años crearon la Cuarta Flota, reforzaron el Comando Sur y utilizaron bases militares en Colombia, todo en su plan de agresión a Venezuela.

En los últimos años han puesto más el acento en la labor política de la oposición nucleada en la Mesa de Unidad Democrática (MUD), que ganó las elecciones legislativas de diciembre pasado, y en forzar un revocatorio del mandato de Maduro antes que culmine 2016, que no podrían lograr. Y a tal efecto han acentuado las campañas mediáticas demonizando al gobierno bolivariano, agrediéndolo de mil maneras. Por ejemplo, fomentando con mayor oferta energética global una caída del precio del crudo, el principal ingreso del fisco venezolano. Apoyan a la gran burguesía local, agrupada en Fedecámaras, para que haya desabastecimiento y alta inflación, también especulación con el dólar, que sube de cotización varias veces en la semana mediante el “Dolar Today”, un índice manejado desde EE UU.

El designio estadounidense es acabar con Venezuela bolivariana, una jugada que por elevación sería un tiro al corazón de Cuba y países agrupados en la Alternativa Bolivariana de Nuestra América (ALBA). Quieren una reconversión o liquidación de lo positivo que tiene el Mercosur, arrastrando en la caída a la Unasur y la CELAC.

…Y se lleva a cabo desde el Sur.

Cuando los lores ingleses salen de cacería andan en sus cabalgaduras, a salvo de riesgos, y ponen una jauría de perros a perseguir a la presa, para cansarla y ser blanco fácil de sus armas.

Ese es el papel poco honroso de Mauricio Macri, Michel Temer y Horacio Cartes, los mandatarios de Argentina, Brasil y Paraguay, que fungen como subalternos del imperio. De allí que Maduro habla de la “Triple Alianza” de triste memoria en la historia latinoamericana. En menor medida ese rol también lo juega Tabaré Vázquez, a quien se aplica el que “nunca segundas partes fueron buenas” (sobre todo cuando la primera era regular, del médico oncólogo que vetó la ley sobre aborto en Uruguay).

Los cancilleres de este espacio han sido los más laboriosos de la jauría antivenezolana, con Susana Malcorra, José Serra y Eladio Loizaga. El charrúa Rodolfo Nin Novoa al principio se oponía a las sanciones contra Caracas pero luego adhirió, recibiendo críticas de su propia fuerza, el Frente Amplio.

Esta matriz anti-venezolana se puso en marcha el 13 de setiembre, cuando los cancilleres se reunieron sin Venezuela y la intimaron a cumplir todas las normativas del Mercosur o bien ser suspendido a partir del 2 de diciembre.

Tal resolución era ilegal por donde se la mire. En lo formal, porque surgía de una reunión que no había sido convocada por Venezuela, presidente pro-témpore del Mercosur desde el 29 de julio pasado, cuando reemplazó a Uruguay por los siguientes seis meses.

En cuanto a los motivos alegados, también eran falsos, puesto que diversos estudios y aclaraciones del país sancionado indican que venía cumpliendo con las normas del mercado común, incluso más y mejor que sus detractores,. El cronista tiene a la vista tres estudios publicados, con un más que aceptable cumplimiento de Caracas. Uno, publicado en el blog del belga Michel Collon, sostiene que el gobierno de Maduro cumplió 1.479 normas mercosurianas, a un promedio de 296 por año. Otro, citado por Martín Granovsky en Página/12, que se había cumplido con 1.224 leyes y restaba sólo el 8 por ciento del total. Y ayer en ese mismo diario, la canciller Delcy Rodríguez, en entrevista de Mercedes López San Miguel, aseguró que su nación había cumplido con 1.114.

Cabe recordar que Venezuela había pedido su ingreso en 2005. Lo ratificó al año siguiente, pero la membresía recién se hizo efectiva en agosto de 2012, en reunión del Mercosur, por decisión de Cristina Fernández, Dilma Rousseff y José Mujica. Paraguay estaba suspendido debido al golpe institucional contra Fernando Lugo.

Es revelador que Brasil, del usurpador Temer, y el Paraguay de Cartes, heredero del golpe de Asunción, sean los artífices -junto con Macri- de la sanción contra Caracas.

Los motivos alegados, de incumplimiento de normas, son un taparrabos de la verdadera razón de las sanciones: el odio al gobierno bolivariano por cuestiones políticas, tantas veces expresado por el argentino. Éste y sus aliados quieren sancionar a Venezuela para hacer del Mercosur un socio de la Alianza del Pacífico (Chile, Perú, Colombia y México), dentro de un bloque conducido por la superpotencia venida a menos y que con Donald Trump quiere volver a reinar con un trono indiscutido, en la región y el mundo.

Siendo ese el objetivo, ¿qué de extraño podía tener que Malcorra asumiera la presidencia pro-témpore para Argentina, dejara afuera de la reunión a la canciller de Venezuela y que a ésta la Policía Federal le pegara fuerte en un brazo? Son los malos modales, autoritarios y represivos, de quienes dicen que nos estamos insertando en el planeta. Falta que admitan, un mundo occidental y cristiano, norteamericano.

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