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“Hablar de odio implica pensar en la heteronorma como un régimen político”
Por Colectivo Cultural Otro Viento - Tuesday, Dec. 20, 2016 at 12:07 PM

20 de diciembre de 2016 | Otro viento dialogó con Gabriela Mitidieri, militante de Democracia Socialista, integrante de la Colectiva Lohana Berkins, y profesora de Historia, sobre el proyecto de ley “Reconocer es Reparar” y sobre la actualidad política de la comunidad LGBTTTI. Por Otro Viento Colectivo Cultural.

“Hablar de odio impl...
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¿En qué consiste el proyecto “Reconocer es Reparar”? ¿Cómo surge?

El proyecto “Reconocer es Reparar” cristaliza una larga historia de luchas del colectivo trans travesti y parte de una propuesta que en su momento Lohana Berkins y Marlene Wayar plantearon como forma de darle entidad primero a la violencia institucional que padecieron las travas, en especial las que tomaban cuerpo en los edictos policiales que criminalizaron las existencias trans. Los edictos, que estuvieron vigentes hasta el año 95 contemplaban sanciones para quien “estuviera vestidx con ropa del otro sexo”. El proyecto hace ese señalamiento y demanda una reparación que de alguna manera también remedie una situación de vulnerabilidad estructural que hace que la edad promedio de vida de una travesti en nuestro país sea de 35 años. Así, pide que el estado otorge una pensión a aquellas travas de más de 40 años que hayan sido detenidas por motivos de su identidad de género durante el tiempo en el que estuvieron en vigencia los edictos.

Dicho proyecto lo impulsa la diputada Conti del FPV. ¿Cuenta con el apoyo de alguna otra fuerza política?

El proyecto viene siendo apoyado por más de 45 organizaciones, entre políticas y ONG, entre las cuales se cuenta el CELS, la colectiva Lohana Berkins, LGTB 1969, Abosex, la CHA y Nuevo Encuentro entre muchxs otrxs.

Esta ley habla de la violencia institucional ¿Cómo analizan desde la Colectiva Lohana Berkins el caso de Celeste donde no se reconoció el abuso como delito?

El hecho de que el proyecto ponga el énfasis en las trans que fueron víctimas de abuso policial sustentado en aquellos edictos no quita que la violencia institucional siga siendo una constante en las vidas travas de todo el país. Desde la Lohana venimos acompañando muchos casos de detenciones policiales a compañeras trans trabajadoras sexuales del barrio de Constitución, donde se sigue una línea similar a la que tiene lugar en las razzias policiales en la zona roja platense. Si bien no existen más edictos policiales en C.A.B.A., el código contravencional en su art.81 plantea que será penalizada la oferta ostentosa de servicios sexuales. Si bien contravención no implica detención, muchas veces se dan situaciones de intento de coima o abuso de autoridad que termina encuadrando el hecho en “resistencia a la autoridad” lo cual sí es penalizado con detención. Tengamos en cuenta que el trabajo sexual es para muchas travas la única posibilidad de ganarse la vida, por ausencia de proyectos de cupo y porque el mercado de trabajo en general suele ofrecer solo empleos precarios para la población LGTB de clase trabajadora. En tanto el trabajo sexual no cuenta con una regulación o reglamentación, la clandestinidad que rodea la actividad aumenta la vulnerabilidad de las compañeras frente a la policía.

El tema de la violencia institucional excede de todos modos a la institución policial: por ejemplo, baste pensar en la cantidad de centros de salud y centros educativos de nuestro país que aún no cuentan con capacitación para darle sustento a la ley de identidad de género en su integralidad. O que directamente cometen discriminaciones y vejaciones contra personas trans, como el caso del abuso sexual cometido contra la compañera trans Andrea Fernandez en el Hospital Rossi de La Plata, en enero del año pasado.

En 2015, en la Argentina hubo un 85% más de crímenes de odio que en el año anterior: 13 personas fueron asesinadas por su orientación sexual e identidad de género, seis de ellas travestis y trans, y siete gays. ¿qué implicancia tiene dejar de hablar de homofobia para referirnos a crímenes de odio?

Dejar de pensar en términos de fobia, que hace referencia a miedos, a pánico de quien en nombre de ese temor maltrata y hablar de odio implica pensar en la heteronorma como un régimen político, que disciplina de modos sutiles pero también violentos a aquellas identidades y sexualidades que se corren del binomio varón mujer, de la heterosexualidad como única manera de construir amor, familia, roles. De todas maneras, así se caratule distinto, si la única respuesta que nos damos como comunidad LGTB -tal como lo dejó expresado el pedido de ley antidiscriminatoria- es punitiva, creo que estamos en problemas.

Pese a los avances en materia legal como la ley de Matrimonio igualitario y la ley de Identidad de Genero la comunidad LGTTBIQP continua sufriendo variedad de violencias ¿Qué estrategias políticas creen que se debe impulsar para revertir esta estigmatización social?

Hace poco en una notita que armé para marcha citaba a una teórica estadounidense sobre el tema del punitivismo en nuestra agenda: Dice Kay Whitlock -pensando específicamente en la violencia de género-, “el marco de odio, con su énfasis en la policía, el enjuiciamiento y la penalización es especialmente atractivo porque afirma una distinción clara entre quienes ejercen violencia y quienes no. Nos invita a creer que el problema de la violencia de género es aberrante. No contempla ni concibe el cambio estructural.”

No tenemos aún recetas infalibles para imaginar qué formas tendría la punición en un sistema emancipado de las violencias estructurales del capitalismo. Pero sí sabemos que en este sistema la punición se entrama a la perfección con esas violencias. Sabemos cuál es el perfil mayoritario de las personas que pueblan las cárceles. Sabemos quiénes tienen acceso a abogadxs sofisticadxs para eludir condenas y quiénes no. Sabemos entonces que una mayor penalidad no sólo no resulta disuasiva del delito sino que difícilmente implicará una situación de bienestar para la comunidad LGTB, por lo menos para aquella que se siente además parte de la clase trabajadora explotada, que migra a las ciudades y siente en la carne el racismo y/o la xenofobia, que sabe que la identidad es también un conjunto de opresiones entrecruzadas que organizan nuestros modos de luchar.
Sabemos que el Estado puede ser más que el monopolio de la violencia. Sabemos que podemos organizarnos y luchar por leyes que amplíen derechos. Nos parece importante no poner en pie de igualdad esas leyes con propuestas de mayor castigo. O por lo menos, darnos un espacio para pensarlo juntxs.

Entonces, ¿qué estrategias? Educación sexual integral, campañas de sensibilización, proyectos de cupo laboral, incentivos para ingreso y permanencia en el sistema educativo, entre otras que podrían ponerse en marcha y que implicarían demandarle de manera intensa a un estado que ajusta y achica programas que garantizan derechos.

En la actualidad podemos decir que desde el movimiento de mujeres y de las organizaciones disidentes se viven tiempos de grandes movilizaciones, hemos tomado las calles y el cuestionamiento capitalista está siendo acompañado de una fuerte crítica al sistema patriarcal y a la heteronorma ¿Cómo ven el crecimiento de la violencia que esto produce?

Yo no estoy segura de que sea la avanzada del movimiento de mujeres y lgtb lo que produzca violencia. Creo que es un fenómeno complejo el que se está dando en el que logramos que se tematice la violencia de género como tal y por eso se le dé más espacio en el debate público a cuestiones que antes ocurrían y se resolvían en el ámbito de lo doméstico. Es una conquista del feminismo que politicemos eso que pasa en nuestras casas, en nuestras camas. Por otro lado creo que también es una tarea de aquellas personas que activamos en un feminismo de izquierda y anticapitalista poder leer adecuadamente la coyuntura, y trabajar porque no se pierda de vista cómo intersecta la avanzada neoliberal con las violencias hacia las mujeres y la comunidad lgtb. A la vez que nuestras organizaciones de izquierda jerarquicen la lucha y no la releguen en momentos de crisis, porque otro aporte del feminismo es poder pensar en términos de sostenibilidad de la vida, en el conjunto de trabajos remunerados y no remunerados que sostienen el sistema, en la doble jornada de trabajo de muchas mujeres pero también en la marginación que sufren en el mercado laboral las personas lgtb que además son de clase trabajadora, que son migrantes.

¿Piensan en la necesidad de trabajar otro tipo de masculinidades? Desde las diferentes organizaciones denunciamos y luchamos contra la figura del macho violento, pero ¿quién responde ante la pregunta incomoda sobre qué hacer con los violentos?

Es una pregunta compleja, en principio soy una persona que milita en organizaciones mixtas: en Democracia Socialista comparto un proyecto político con varones gays y heterosexuales, en la Colectiva Lohana Berkins con maricas, varones trans, masculinidades menos normativas si se quiere. Creo que hay que intentar distinguir los diferentes niveles de violencia: todxs estamos atravesadxs por este sistema y el trabajo de hacerse cargo de los propios privilegios es arduo y es parte de nuestra militancia cotidiana. Los compañeros varones tendrán que deconstruir sus masculinidades hegemónicas, los micromachismos que arrastran, pero a la vez hacernos cargo de que nuestros privilegios de clase y raza nos posicionan de un modo y que desde ahí aprendimos a ver la vida, es también una tarea a llevar adelante. Existen espacios para varones violentos, tenemos un recursero para sugerir si sabemos de casos específicos. Pero ante todo, creo que la prioridad es el trabajo de empoderar a las compañeras que hayan pasado por situaciones así. No es, en lo particular, una tarea que me interese la de rehabilitar violentos para militar con ellos. En esa línea, apuesto por no tener que trabajar sólo con el hecho consumado de la violencia que ya impactó sino por una educación sexual integral, no cisheteronormada, por una militancia anticapitalista que entienda que el capitalismo se apoya y se refuerza en segmentaciones de género, clase y raza, para pensar el cambio de modo estructural.

Fuente: Otro Viento

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