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Nafta al fuego inflacionario, grietas sindicales y turbulencias en el gabinete
Por Alejandro Bercovich - Saturday, Dec. 24, 2016 at 7:03 PM

23 de diciembre de 2016

Nafta al fuego infla...
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Alejandro Bercovich
abercovich@diariobae.com

La suerte de Isela Costantini empezó a sellarse a mediados de julio, cuando la Corte Suprema tenía en sus manos el destino del tarifazo energético. Para congraciarse con los jueces y con la excusa de equiparar sus derechos con los del Presidente, Gustavo Lopetegui le ordenó a través de emisarios que los hiciera volar en las cómodas poltronas para ejecutivos de Aerolíneas aunque pagaran por un pasaje en clase turista. La exCEO de General Motors se negó y pidió que la orden se le remitiera por escrito. Una vez que el papel llegó a Aeroparque con la firma de su jefe, Guillermo Dietrich, manos anónimas lo compartieron con la prensa. El ministro de Transporte y el vicejefe de Gabinete nunca se lo perdonaron.

En mayo, Costantini había aceptado a regañadientes contratar al hotel Esplendor, propiedad de dos primos de Marcos Peña y Miguel Braun, para alojar a sus tripulantes en sus escalas en El Calafate. Si bien era un 20% más caro que el Alto Calafate de la familia Kirchner, utilizado ininterrumpidamente durante los últimos nueve años, los juicios cruzados en torno a él la hicieron ceder ante la presión de la Rosada. Pero los entredichos no terminaron ahí. Poco después del upgrade para los supremos, Isela se resistió a otro pedido, esta vez de Mario Quintana: que compartiera códigos de vuelo con Avianca como hacía hasta enero con Sol, en un subsidio implícito a la aerolínea colombiana de capitales bolivianos que acababa de comprarle MacAir a la familia del Presidente.

Los reproches internos contra la ejecutiva que tanto elogió Mirtha Legrand al asumir se multiplicaron por culpa de LAN, la firma que desde hace una década se reparte el cabotaje local con Aerolíneas y que este año pagó una multa de 21,5 millones de dólares para que la comisión reguladora bursátil de Estados Unidos (SEC) archive una investigación sobre el pago de coimas para aceitar su desembarco en Argentina. La compañía, que dirigió Lopetegui entre 2009 y el año pasado, le arrancó este año al Gobierno beneficios inéditos: se la habilitó para vender pasajes de Ezeiza a Nueva York en aviones de American Airlines (que compiten con los celestes y blancos que debía llenar Costantini) y para volar hacia Lima desde Córdoba, Mendoza y Salta. Lo primero le reporta una comisión del 20% de cada ticket, libre de riesgo y sin invertir un centavo. Lo segundo le acarrea pasajeros de las provincias argentinas a sus vuelos internacionales desde el hub peruano, en detrimento de los que despegan de la terminal Ministro Pistarini.

La primera eyección contenciosa del equipo de Mauricio Macri, sin embargo, llegó por otras dos gotas que rebalsaron el vaso. Una fue que Quintana y Lopetegui solo comprometieron 160 de los 400 millones de dólares que necesita la línea de bandera para no verse forzada a despedir personal en 2017. De nada sirvió que su déficit se redujera a la mitad del que tuvo Mariano Recalde el año pasado. La otra, que los abogados de la exGM le habían aconsejado objetar en la audiencia pública del martes próximo el otorgamiento de nuevas rutas a firmas “low cost” como FlyBondi. Según dictaminaron, el Código Aeronáutico la obligaba. Cuando avisó que lo haría supo que sus horas en el sector público estaban contadas.

Divinos y Populares
La inusual reivindicación de Costantini por parte de los sindicatos aeronáuticos, que dejaron de lado sus propias internas para agradecerle por su gestión, es en realidad una forma de mostrarle los dientes a su sucesor, el ex Techint Mario Dell’Acqua. Los secretarios generales del rubro se lo anticiparon ayer a Dietrich en una reunión reservada en la Asociación del Personal Aeronáutico (APA): si el gradualismo vira en shock, el paro del lunes -anticipado en exclusiva en esta columna- será apenas un aperitivo.

La CGT salió maltrecha de la discusión por Ganancias con el Gobierno y la oposición. La poderosa Confederación de Trabajadores del Transporte (CATT), que aún reporta a Hugo Moyano, hizo su paro y obtuvo lo que quería: exenciones sobre viáticos, horas extras y francos y feriados trabajados. Para los contribuyentes de los demás gremios, en cambio, el texto aprobado ayer es casi tan oneroso como el original que redactó Alfonso Prat-Gay. Un proyecto-parche que el propio Macri descalificó al parangonarlo con la fallida resolución 125, cuyos parámetros calculó su ambiguo embajador saliente en Washington, Martín Lousteau.

¿Por qué Héctor Daer no usó a su favor la fuerza de sus frenemies Omar Maturano (La Fraternidad) o Roberto Fernández (UTA), como los luchadores de aikido? ¿Cómo fue que aceptó que en 2017 empiecen a pagar Ganancias afiliados a gremios como el suyo, Sanidad, con sueldos siempre inferiores a los del transporte? Misterios de una CGT que acumuló más poder que nunca en la última década pero que teme utilizarlo y ser tildada de golpista.

La misma pregunta vale del otro lado. ¿Por qué Macri pagó tan alto costo fiscal y político por esta Navidad en relativa calma, mientras el peronismo simula pelearse pero procura reproducirse de la mano de una eventual interna bonaerense entre Florencio Randazzo y Daniel Scioli? Malentendidos que surgen de confundir la negociación política con la sindical. Como comentaba el viernes pasado el veterano Daniel Funes de Rioja en el brindis de fin de año del Banco Nación, un conflicto político puede terminar en que uno de los contendientes haga uso de la fuerza. Pero todos los gremiales, invariablemente, empiezan así.

Dale gas
La inflación cruza ambos tipos de conflictos, aunque en el Banco Central estén convencidos de que solo responde a la cantidad de dinero en circulación. Ayer, también con la copa en alto, Federico Sturzenegger se ufanó de que el segundo semestre fue el de menor inflación promedio desde 2008. Además de haber soslayado el salto de precios post-devaluatorio que lo precedió, omitió mencionar que también fue el más recesivo desde entonces. También celebró que en la costa se alquilen departamentos al mismo valor en pesos que durante el verano pasado. Un fenómeno que tiene como espejo el éxodo masivo de turistas hacia países limítrofes que se verá en pocos días.

Daniel Marx, otro antiguo colaborador de Domingo Cavallo que a diferencia de Sturzenegger terminó en muy malos términos con el exministro que se siente acreedor de un monumento, lo advirtió en el último informe de su consultora Quantum. No solo habrá más atraso cambiario y un crecimiento menor al esperado en 2017, según augura. También se profundizará la revaluación del dólar frente al resto de las monedas, por el mismo “efecto Trump” que disparó las tasas de interés y complicó los planes de Prat-Gay para seguir tomando crédito. Las dos últimas veces que el dólar se arrimó a valores récord, Argentina tembló. Fue en 1987 y en 2001.

A Sturzenegger nada de eso lo asusta. Tampoco las cuatro subas de combustibles que pactó Juan José Aranguren con sus antiguos colegas de las petroleras, por las que sí pataleó (sin éxito) el ministro de Hacienda. “Si la gente gasta más en combustibles deberá gastar menos en otras cosas y caerá el precio de esas otras cosas. La plata no se puede inventar”, dijo ayer el banquero central, como si recitara un libro de Milton Friedman. El tiempo dirá si tiene razón él o los economistas amigos que reúne de vez en cuando en su despacho de la calle Reconquista, que le aconsejaron que fijara la pauta máxima de inflación para 2017 en un 21 ó 22% y no en el 17%. Al fin y al cabo, el 95% de esas “otras cosas” que se venden el país viajan en camión. A gasoil.

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