Julio López
está desaparecido
hace 6428 días
versión para imprimir - envía este articulo por e-mail

A 41 años del Golpe de Estado cívico- eclesiástico- milita
Por MULCS Regionales Oeste Bs,As. - Sta.Fe y E.T. - Saturday, Mar. 25, 2017 at 11:35 AM

Rodolfo Walsh decía, en su Carta Abierta a la Junta Militar, escrita unos días antes de su secuestro “aún si mataran al último guerrillero, no haría más que empezar bajo nuevas formas

A 41 años del Golpe de Estado cívico- eclesiástico- militar gritamos: “Son más de 30 mil... Somos millones”
Rodolfo Walsh decía, en su Carta Abierta a la Junta Militar, escrita unos días antes de su secuestro “aún si mataran al último guerrillero, no haría más que empezar bajo nuevas formas, porque las causas que hace más de veinte años mueven la resistencia del pueblo argentino no estarán desaparecidas sino agravadas por el recuerdo del estrago causado y la revelación de las atrocidades cometidas”.
Hoy, 41 años después del Golpe de Estado cívico- eclesiástico- militar que secuestró, torturó y asesinó a miles de compañeros y compañeras, los estragos causados por la nefasta dictadura y las democracias que siguieron, se han transformado en un pasado vivo, que cobra vida en cada una de las injusticias cotidianas.
La complicidad de los gobiernos democráticos con el terrorismo de Estado muestra que la estructura institucional que ha sostenido a las fuerzas militares del “proceso” no ha sido desmantelada. La Obediencia Debida y el Punto Final, de Alfonsín, los indultos de Menem, el estado de sitio de De La Rúa en 2001 y la impunidad de las fuerzas policiales muestran que, en dictadura o democracia, los mecanismos represivos en manos de las fuerzas son siempre funcionales a las necesidades del capital. Incluso la impunidad de Cristina Fernández de nombrar a César Milani (juzgado por la desaparición del soldado Ledo) como jefe de las Fuerzas Armadas, y la firma de tratados militares, durante el gobierno de Mauricio Macri, con fuerzas que se han profesionalizado en la eliminación sistemática de pueblos enteros -como las fuerzas israelíes contra el pueblo palestino-, evidencia su voluntad constante de disciplinarnos.
La Justicia que nos frustra y que resulta lenta e insuficiente, también sostiene este entramado. Juzga a cuentagotas a los viejos militares represores, ya caídos, pero mira a un costado cuando hay que investigar a los exitosos empresarios de siempre, los hostigadores civiles de los crímenes de lesa humanidad, como Carlos Blaquier (dueño del Ingenio Ledesma) o Franco Macri; o a los responsables de una Iglesia Católica que se deshizo de los Padres Angelelli y Mujica.
Todavía hoy pagamos el estrago causado por una política económica que buscó desmembrar y disciplinar a la clase trabajadora.
Al día de hoy, son las mismas democracias las que han sostenido la estructura económica iniciada en la dictadura. Son esos empresarios criminales los beneficiados por una dictadura que estatizó sus deudas en 1981, y que nadie investigó pero que Alfonsín, Menem, De La Rúa, Kirchner y Cristina Fernández aceptaron y pagaron hasta el cansancio, con el sudor de nuestro trabajo. Son esos mismos gobiernos que consolidaron el poder de los grandes capitales globalizados que dominan nuestras vidas. La concentración en grandes transnacionales, las millonarias ganancias ocultas del sistema financiero, la especulación inmobiliaria y la extracción de recursos naturales han sido sólo algunas de las formas en que la sangre de la clase trabajadora ha sido derramada durante la dictadura, y ha seguido cayendo en democracia. La burocracia sindical, que durante la dictura militar se desempeñó como servicio de inteligencia entregando a delegadxs y activistas de fábricas, lejana a los valores de justicia e igualdad de nuestras luchas en los 70s, es también la responsable conviviente de un sistema capitalista que nos condena a salarios de miseria, a condiciones laborales cada vez más precarizadas -y legalizadas- y al crecimiento de la pobreza y la indigencia.
Es esta impunidad de las atrocidades cometidas, la consolidación de este entramado de injusticia, el que alimenta el dolor de los hechos presentes.
Los secuestros de nuestras compañeras ayer se transforman en las desapariciones de nuestras mujeres hoy, en manos del femicidio y las redes de trata que las mismas fuerzas represivas alimentan.
La eliminación de una generación de jóvenes que creían en un mundo mejor, se plasma hoy en la desaparición de nuestros/as niños/as y jóvenes en manos de la desidia, la pobreza, la droga y la indiferencia de las instituciones que lejos de cuidar, estigmatizan y criminalizan, buscan culpar, juzgar, encerrar y matar sus sueños de una vida digna.
Las desapariciones de militantes se traducen hoy en las desapariciones de pibes y pibas en los barrios, víctimas del gatillo fácil. El silencio de quienes luchaban antaño se transforma en judicialización de la protesta y persecusión laboral. La censura informativa y artística de los 70, hoy se consolida en el desguace de la educación pública, en el poder de los grandes medios de comunicación, en el constante asedio a quienes construyen la cultura popular, desde abajo.
¿Qué nos proponen frente a esto?
Algunos nos quieren borrar la memoria. Nos quieren decir que lo que llevamos en nuestra historia es una mentira, que lo que vivimos todos los días es una realidad inventada. Que no fueron 30 mil, que no fue sistemático, que no tenemos nada que hacer, que eso ya pasó.
Otros, nos proponen una memoria fragmentada. Se han negado a investigar los asesinatos de la Triple A de López Rega y Juan D. Perón, en democracia. Nos dicen que los crímenes de lesa humanidad fueron sólo cometidos por la dictadura militar -claramente para ellos no fue “cívica” ni “eclesiástica”-. Que la pobreza y la indigencia son errores del sistema; que los muertos y enfermos por fumigaciones con agrotóxicos son resultado de las malas prácticas; que los asesinatos, desapariciones, redes de trata, narcotráfico son producto de policías malos. Nos dicen que el desarrollo es poder consumir, que el Proyecto X no existe y que la Ley Antiterrorista, impulsada por el kirchnerismo, no es más que un adorno legal. Dicen defender a presos políticos, mientras, judicializan a luchadores y luchadoras, practican la democracia con aprietes y más presupuesto al aparato represivo, avalando la impunidad de un Estado que desaparece personas en democracia. Niegan a Julio López, a Luciano Arruga, a Teresa Rodríguez, a Maxi Kosteki, Darío Santillán y a Carlos Fuentealba. Apresan a Higui, a los trabajadores de Las Heras, a Reina Mara, a Belén, y a otros miles de hombres y mujeres que se negaron a sufrir las diferentes formas de opresión que nos impone el sistema.
Frente a esto, nosotros/as, seguimos en las calles, denunciando la impunidad del pasado y el presente, y gritando que estos/as compañeros y compañeras detenidos/as desaparecido/as siguen en nosotros/as, moviendo nuestra resistencia. Vuelven en cada una de nuestras luchas, se redimen en la calle, en cada uno de nuestros gritos.
Están en la continua y heroica lucha docente, hoy, por la educación pública primaria, secundaria y universitaria que gesta asambleas, que integra luchas, que enseña dignidad. Está en las clases trabajadoras que, hartas del ajuste, la precarización y el constante asedio a su subsistencia, se rebelan contra el sistema, contra las vendettas de la burocracia sindical e impulsan un paro general. En el grito unánime del Ni una Menos, de las miles de mujeres en la calle, exigiendo por el aborto legal, seguro y gratuito; porque vivas y libres nos queremos. En la fuerza de los pueblos que se levantan contra las fumigaciones, contra la megaminería contaminante, contra los millonarios negocios del fracking que sólo dejan contaminación y muerte.
En los genes de esas luchas están nuestros compañeros y compañeras.
Porque aunque nos digan lo contrario, la memoria del pueblo no puede estar en museos. No es una memoria bella que puede ser exhibida. Es la memoria del dolor que se organiza, la memoria del deseo de un mundo nuevo, la memoria de los que no están y que son nuestra fuerza para seguir.
Y aunque nos quieran borrar la memoria, aunque nos quieran inventar una nueva, aunque nos digan que la memoria se cura, nosotros/as sabemos que en el capitalismo la memoria del horror es el presente.
Por eso, gritamos que son más de 30 mil... porque, en nuestra lucha, se convierten en millones.
Mariana Giaretto (Docente e Investigadora UNCo)
Proyecto de Investigación de la UNCo “Luchas territoriales y Estado”
Centro Cultural La Chispa
MULCS Santa Fe

MULCS BS AS Oeste

Espacio de Lucha Territorial Río Bravo

agrega un comentario