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Los modos y las ocasiones de lo "heroico"
Por Juan del Sur - Monday, Apr. 03, 2017 at 6:51 PM
juandelsur2@gmail.com

Efectivamente, hubo actos de heroísmo durante la dictadura. Los protagonizaron quienes combatieron al enemigo —los militares genocidas— y se opusieron a la canallada fascista de Malvinas.

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Victor KLEMPERER: “LTI: La lengua del Tercer Reich. Apuntes de un filólogo” (1947)
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Klemperer, en su materia, es un equivalente de lo que significa Darwin en ciencias naturales: es la capacidad —en condiciones en las cuales se está exponiendo la vida— de ver cosas minúsculas, u otras que de tan inmensas se hacen invisibles, y registrarlas minuciosa, tercamente, para luego ordenarlas, analizarlas y correlacionarlas hasta descubrir la ley que las une.

Darwin y Klemperer representan la ciencia llevada al plano de la aventura, tal como la definía Whitehead: la conjunción de riesgo físico aceptado junto a audacia del pensamiento.

La humanidad ha sido infinitamente afortunada de que ellos (y sus investigaciones) sobrevivieran a las múltiples asechanzas implícitas en sus búsquedas, peligros que en el caso de Klemperer abarcan cada segundo de su vida desde la adopción de las leyes de sangre por los nazis en 1935 hasta la derrota del Tercer Reich diez años más tarde.

El monumental resultado de aquel esfuerzo es “LTI: La lengua del Tercer Reich. Apuntes de un filólogo” (1947), donde “LTI” (lingua tertii imperii) era un desesperado intento para que en el caso de que alguno de sus apuntes —escritos con letra micrométrica en papelitos varios— fuera descubierto en una requisa, el tema al cual estaban concernidos no quedara declarado explícitamente.

A continuación se transcriben algunos fragmentos del comienzo de la obra, la cual no por rigurosa es menos atrapante. En suma, doblemente recomendable.

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Heroísmo
(EN VEZ DE UN PREFACIO)
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[…] En el llamado «instituto nocturno» de la Universidad Popular de Dresde y en los debates organizados por la Asociación Cultural junto con la Juventud Libre Alemana, me llamó la atención más de una vez que los jóvenes se aferraran a argumentos del nazismo, con toda inocencia y en un esfuerzo sincero por remediar lagunas y errores de su formación durante todos esos años. Ni siquiera se daban cuenta; los usos lingüísticos heredados de la época anterior los confundían y los seducían. Hablábamos del sentido de la cultura, del humanismo, de la democracia, y yo tenía la impresión de que pronto se haría la luz, de que algo se aclararía en aquellas mentes tan llenas de buena voluntad... y de repente, de forma inevitable, alguien se refería a un comportamiento heroico o a una resistencia heroica o al heroísmo en general. En el preciso instante en que este concepto entraba mínimamente en juego, la claridad desaparecía y volvíamos a meternos de lleno en los nubarrones del nazismo. No solo los jóvenes que acababan de regresar de los campos de batalla y del cautiverio y no se consideraban debidamente tenidos en cuenta y menos aún celebrados, sino también las muchachas que no habían prestado servicio militar: todos ellos estaban totalmente cautivados por esta dudosísima concepción del heroísmo. No cabía la menor duda, desde luego, de que no podía establecerse una relación realmente adecuada con la esencia del humanismo, de la cultura y de la democracia cuando se pensaba de este modo sobre el heroísmo o, mejor dicho, cuando se erraba de este modo al pensar sobre él.
¿Pero en qué contextos se presentó la palabra «heroico», con toda su parentela semántica, a una generación que en 1933 apenas había superado aún la fase del aprendizaje del abecedario? La respuesta sería, sobre todo, que siempre la vieron de uniforme, con tres uniformes diferentes, pero nunca de paisano. […]

Durante doce años, el concepto y el vocabulario propios del heroísmo se aplicaron de manera creciente, más y más exclusiva, a la actitud intrépida de desprecio a la muerte demostrada en alguna acción militar. […]

—Pero, señor profesor, ¡usted realmente no nos hace justicia! A nosotros..., no me refiero a los nazis, que no lo soy. Pero sí estuve en el campo de batalla durante todos estos años, con algunas interrupciones. ¿No es lógico que en tiempos de guerra se hable sobremanera del heroísmo? ¿Y por qué ha de ser falso el heroísmo que se demuestra en tales circunstancias?

—Para el heroísmo no solo se necesita tener coraje y jugarse la vida. Eso lo consiguen cualquier matón y cualquier delincuente. En su origen, el héroe es alguien que realiza actos positivos para la humanidad. Una guerra ofensiva, acompañada, además, de tantas atrocidades como la de Hitler, no tiene nada que ver con el heroísmo.

—Aun así, había entre mis camaradas muchos que no participaron en las atrocidades y que estaban firmemente convencidos, pues nunca se les había dicho otra cosa, de que librábamos una guerra defensiva, aunque atacáramos y conquistáramos, y de que nuestra victoria sería positiva para el mundo. Solo mucho más tarde, demasiado, comprendimos las verdaderas circunstancias. […]
¿Niega usted que hubiera un heroísmo silencioso y auténtico en la época de Hitler?

—En absoluto..., todo lo contrario. La época de Hitler generó el heroísmo más puro, pero en el terreno contrario, por así decirlo. Pienso en los numerosos valientes de los campos de concentración, en los numerosos ilegales intrépidos. Allí, el peligro de muerte y los sufrimientos eran incomparablemente superiores que en el frente, ¡y a ello se sumaba la total ausencia del elemento decorativo! Allí no le esperaba a uno la tantas veces celebrada muerte «en el campo del honor», sino en el mejor de los casos la guillotina. No obstante, a pesar de la ausencia del elemento decorativo y a pesar también de la indudable autenticidad de su heroísmo, estos héroes poseían igualmente algo que los apoyaba y aliviaba en su fuero interno, pues ellos también eran conscientes de pertenecer a un ejército, también creían firmemente y de forma justificada en la victoria última de su causa y podían llevarse a la tumba la convicción orgullosa de que su nombre resucitaría algún día rodeado de una gloria que sería tanto mayor cuanto más infame fuera en esos momentos su asesinato.

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“Mucho se habla de extirpar la ideología del fascismo […] pero el nazismo no se introducía por los grandes discursos, sino por las expresiones aisladas, cotidianas, repetidas, mecanizadas, las de todos los días […] Los tópicos, de este modo, acaban por apoderarse de nosotros y piensan por uno.” - V. K.
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@juandelsur2

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