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SanCor, el Correo, Vaca Muerta y Alí Baba: amargas delicias del regreso al mundo
Por Alejandro Bercovich - Friday, May. 05, 2017 at 12:54 PM

5 de mayo de 2017

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Alejandro Bercovich
abercovich@diariobae.com

En Australia y Canadá, dos naciones modélicas para el emprendedor quesero Gustavo Lopetegui, la industria láctea creció y se desarrolló bajo una férrea regulación estatal. Si bien el gobierno australiano dejó de fijar en el año 2000 el precio que las usinas pagan a los tamberos, las dos mayores compañías del rubro (Fonterra y Murray Golburn) todavía son cooperativas, como la maltrecha Sancor, y sus productores asociados deciden en asamblea cuánto recibirán por la materia prima. En la tierra de Justin Trudeau, el precio se establece una vez al año en un comité oficial, el Dairy Farmers of Canada, que proyecta la oferta y la demanda que habrá ese año y fija un valor sostén soslayando los vaivenes del mercado mundial. El mecanismo inmunizó a los tamberos canadienses del desplome del 50% que llegó a sufrir el precio internacional de la leche en polvo el año pasado. En Australia hubo tambos que cerraron pero Fonterra se mantuvo como el primer exportador mundial del rubro. El litro de leche es más barato que en Argentina en las góndolas de ambas potencias. Mientras los tamberos de la pampa gringa reciben apenas un 21% del precio final de la leche fluida, los cowboys de Tasmania y los de Ontario embolsan el triple.

Las negociaciones para salvar Sancor y sus 4.000 empleos directos parecían encarriladas anteayer. El ministro de Agroindustria, Ricardo Buryaile, había enhebrado un acuerdo para reducir el "aporte extraordinario" de $3.200 por trabajador por mes que hacen las empresas del rubro al gremio ATILRA y que creció desde 2009 con cada paritaria, al estilo de las que siempre exige firmar Armando Cavalieri en Comercio. Se reemplazaría por una contribución por litro, pero una de las dos cámaras patronales la rechazó porque penalizaba a quienes hubieran robotizado sus plantas.

El gobierno santafesino en pleno salió ayer a difundir otra versión ante las radios con audiencia nacional, recién alarmadas por una crisis de la que allí se habla desde hace meses: quien trabó el acuerdo fue Lopetegui, obsesionado con flexibilizar el convenio colectivo de los lecheros para beneficiar a Pampa Cheese, la planta exportadora que fundó una década atrás y presidió hasta un día antes de asumir en la Rosada. La compañía es pequeña pero tiene entre sus accionistas a otros dos poderosos funcionarios con injerencia sobre el sector: el también vicejefe Mario Quintana, a través del fondo Pegasus, y el secretario de Comercio, Miguel Braun. Los dos se sentaban en el directorio de Pampa Cheese hasta el 9 de diciembre de 2015. En su lugar asumió Sebastián Caputo, hermano de Nicky y prolífico suscriptor de firmas offshore panameñas.

Vaca Muerta
La pasión nacional por la "ventajita", a la que Mauricio Macri atribuyó el lunes en el microestadio de Ferro el estancamiento secular de la economía, supura en cada nuevo conflicto de intereses que estalla alrededor del Presidente. Por ejemplo, en el nuevo dictamen de la fiscal Gabriela Boquín sobre las creativas maniobras de vaciamiento del Correo Argentino residual por parte del grupo Macri. Pero los santafesinos más memoriosos no solo recuerdan a Pampa Cheese sino también la gestión de Lopetegui al frente del directorio del Milkaut, entre 2002 y 2003, y temen que su intención sea quebrar ahora, como entonces con ella, el modelo cooperativo de Sancor. Milkaut terminó malvendida a manos francesas en 2011, pero su declive previo y el debilitamiento de sus socios ya había permitido a Pampa Cheese empezar a hacerse de materia prima más barata. ¿Emanará de ahí el deseo oficial de un convenio colectivo "estilo Vaca Muerta" para los lecheros?

La flexibilización petrolera, sin embargo, dista de atraer una lluvia de inversiones. Lo comentó contrariado el mismo Guillermo Pereyra, senador y jefe del gremio neuquino, en el almuerzo que debió improvisar el Instituto Argentino del Petróleo y el Gas (IAPG) en Houston para justificar la escala que hizo allí Macri para inaugurar una fábrica de Techint antes de reunirse con Donald Trump. ‘Nosotros pusimos lo que había que poner y nada’, dijo. De las 18 áreas concesionadas sobre la reserva de hidrocarburos no convencionales más grande del país, solo dos empezaron a explotarse.

El escaso interés por perforar en Vaca Muerta también se notó en los faltazos que pegaron a ese almuerzo el gobernador republicano de Texas, Greg Abbot, y el alcalde Sylvester Turner, ambos anunciados en el folleto que se repartió a la prensa. Pereyra y varios otros miembros de la comitiva argentina abrigaban expectativas de algún nuevo anuncio de inversión por parte de las multinacionales que enviaron allí sus gerentes, pero no hubo nada. Macri sí anunció una sensible rebaja de los aranceles (del 35% al 7%) para importar equipos usados de perforación para fracking, que permitirá a las petroleras aprovechar el precio de saldo al que se ofrecen las torres y máquinas que duermen arrumbadas en Texas desde que se derrumbó el precio del crudo. Mala noticia para proveedores locales de tecnología híper especializados como la mendocina Tassaroli, una metalúrgica que llegó incluso a exportar a Estados Unidos sus cañones de pujado, las pequeñas copas de acero que introducen el explosivo a los abismos de la roca.

Los 40 ladrones
Lo que parte del establishment reprocha al Gobierno no es precisamente lo que se debatió la semana pasada en el Foro Llao Llao, convocado y orientado por el financista Eduardo Elsztain como un espacio de debate entre dueños y sin gerentes, pero de donde no trascendieron grandes ideas sobre el largo plazo. La discusión entre los empresarios más lúcidos e innovadores, de tono similar a la que se da en el FMI o en la OIT, tiene más que ver con el futuro del empleo y la inserción productiva del país que con la velocidad del ajuste fiscal. Y ahí Macri decepciona a quienes lo votaron, financiaron su campaña y todavía lo prefieren a cualquiera de los peronistas expectables.

El problema es que, incluso si llegara el todavía esquivo rebote del PBI que Nicolás Dujovne se apuró a celebrar, no está claro quién absorberá el empleo que se destruye en los sectores que el Gobierno llama a "reconvertirse", como el lácteo. El dueño de AliBaba, Jack Ma, le vende a más clientes que WalMart pero tiene un 1% de sus empleados. ¿Cuál será el saldo en términos de empleo de ofrecer vinos o aceite a China mediante su portal a cambio de facilitar el ingreso de baratijas que desplazan la producción local? ¿Cuántos madereros podrían emplearse si en vez de importar las 14.000 casas prefabricadas que ayer confirmó que entrarán de China el subsecretario de Obras Públicas, Ricardo Delgado, se optara por armarlas en Misiones?

Es lo que pierde de vista un gabinete sin comando centralizado: los encadenamientos e hilos invisibles que atan a cada rubro de la economía con los demás, y el rol que cumple el Estado al coordinarlos o incentivarlos. La planta de Dow que visitó Macri en Freeport, cerca de Houston, es el complejo petroquímico más grande de Occidente. Son 40 plantas productivas en las que trabajan unas 7.500 personas. No es tan distinto del que floreció en Bahía Blanca tras el descubrimiento de Loma La Lata, en los años 70. Son industrias que emplean poca gente, como AliBaba, pero que cuidan mucho los pocos países que las tienen.

La tensión es entre intenciones declamadas y resultados obtenidos. Y a eso se suma la contradicción política entre promover a un sindicalista atornillado a su silla como el "Momo" Venegas mientras se pregona alternancia y transparencia para los gremios. También entre reivindicar la democracia sindical mientras se protege el unicato en el Estado despidiendo quirúrgicamente a los 30 precarizados de limpieza que trataban de organizarse bajo el paraguas de ATE en el Ministerio de Trabajo.

Dos veces en la semana, ante auditorios muy distintos (el de Houston y el Ferro), el Presidente citó el mismo fragmento de un discurso de Juan Perón. Y como hay Perón para todos los gustos, él elige el del Congreso de la Productividad, que instaba a los trabajadores a ajustarse el cinturón en 1955, atormentado por una restricción externa ingobernable. No es el mejor Perón para citar. A los pocos meses fue derrocado.

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