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Venezuela. Se cree que es mentira que mienten, pero no lo es
Por Organigrad - Friday, Aug. 04, 2017 at 2:38 PM

Es un éxito enorme de la propaganda el que resulte tan difícil de creer y aceptar que los grandes multimedios de comunicación masiva occidentales puedan mentir tanto y tan alevosamente, especialmente sobre lo que pasa en Venezuela y otros países latinoamericanos. Pero lo hacen y como.

La proyección en los países de la penetración de China, del neocolonialismo de las potencias de Europa Occidental y del imperialismo de EE.UU. se ejecuta por múltiples caminos, como por ejemplo el económico-financiero y las operaciones de sus servicios de Inteligencia. A esta altura subestimar la presencia invisible y la acción de estos últimos y peor aún negarla, sería suicida para los que se oponen a la dominación y luchan del lado del pueblo. Su objetivo es realizar en forma optima los intereses estratégicos de la potencia en cuestión, los cuales en general son totalmente opuestos a los intereses soberanos de los países y sus pueblos.

Tomamos como emblema a uno de los imperialismos, el mas virulento, sin descartar a los otros. Para tener una noción del grado de subordinación que imperialismo estadounidense pretende, no hay que perder de vista que EE.UU. unilateralmente ha dividido al "planeta entero" en 5 regiones militares, que corresponden a Comandos militares de combate (Combatant Commands) a cargo de sendos Comandantes de Combate que responden directamente al Secretario de Defensa, quien depende del presidente de EE.UU. Se arroga que estos Comandos tienen área de responsabilidad sobre todos los países que existen en el mundo, que son unos 200, con presencia y permanencia militar de al menos 800 bases en 74 países.

Para entender de que estamos hablando, hay que hablar de lo que no se habla, mostrar lo que la propaganda oculta. Se puede citar al ex agente de la CIA (hasta 1967), Philip Agee, que ha explicado detalladamente como opera esta agencia de Inteligencia sobre los países (Red Voltaire), que es una de las mas activas del mundo, sin descartar tampoco a las británicas, israelíes y otras. Sus operaciones tienen hoy plena vigencia y han sido modernizadas e innovadas según las lecciones aprendidas sobre la marcha.

Agee explicó que la agencia, emprendía operaciones a escala internacional, regional y nacional para penetrar y manipular los órganos de poder en diferentes países del mundo, y que esto era parte de su trabajo en la CIA, lo que implicaba operaciones de penetración y manipulación de partidos políticos, sindicatos, movimientos de jóvenes y estudiantes, de los círculos de intelectuales, profesionales y culturales, de grupos religiosos y de grupos feministas y, sobre todo, de los medios de difusión. Por ejemplo, "pagábamos periodistas para que publicaran nuestras informaciones como si se tratara de su propia información. Las operaciones de propaganda no paraban nunca. Durante las elecciones gastábamos también grandes sumas de dinero en nuestros candidatos".

Agee explicaba, que uno de los problemas que se le presentaban frecuentemente a la CIA en ese tipo de operaciones, que comenzaron en 1947, era cómo enmascarar todas esas grandes entregas de dinero, tan difíciles de esconder. Así que la agencia creó muy pronto toda una serie de fundaciones o llegó a arreglos con ciertas fundaciones ya existentes. Algunas ONG solamente existían en papeles y se dirigían desde Washington por algún abogado contratado por la CIA.
Luego de la crisis que tuvo en 1967, la agencia del gobierno de EE.UU. siguió encargada de todas esas actividades llamadas «operaciones clandestinas». Por ejemplo, fue responsable de la desestabilización del gobierno de Allende a partir de 1970.

Durante los 70' había dictaduras militares brutales en todo el cono sur (Uruguay, Argentina, Paraguay, Brasil y, claro está, en Chile con Pinochet), y todas gozaban del apoyo de la CIA. Pero debido a la represión, desapariciones y escuadrones de la muerte, etc., de aquellas dictaduras militares, se consideró que esto no era eficiente para preservar los intereses de EE.UU. en América Latina, de modo que la agencia modificó su filosofía. Concluyó que lo conveniente era recurrir a gobiernos democráticamente electos conformados por una élite política que se identificara con la clase dirigente estadounidense. Por eso para los 80' se adoptó un nuevo programa estadounidense, conocido como «Proyecto Democracia» que buscaba promover elecciones democráticas libres y transparentes, pero de forma tal que garantizaran el poder a las élites, no al pueblo.


Lo siguiente no se difunde al público, y si se filtra no se puede creer, pero lo cierto es que lo hicieron. Algunos casos emblemáticos para ver hasta donde se mete la mano invisible de EE.UU. junto a los serviles locales y juegan sucio sin ningún escrúpulo son : Nicaragua (1990), Chile (1970), Ucrania (2014) y Venezuela (2002 hasta hoy).

En Nicaragua, EE.UU. intervino en las elecciones (1990) haciendo que perdieran los sandinistas del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). Para ello se concentró en la penetración de la sociedad civil y en reforzar a la oposición sandinista. La CIA y la NED crearon un frente político antisandinista, formando la Coordinadora Democrática Nicaragüense, que se componía de representantes locales de los patrones, de ciertos sindicatos, partidos políticos y asociaciones antisandinistas. Luego crearon otro frente cívico llamado Vía Cívica con la tarea de encauzar la formación política y a los militantes, la acción cívica, una acción cívica no partidista. Pero todas sus actividades apuntaban en realidad a reforzar el bando antisandinista.
Una empresa de consejería privada llamada Delphi International Group fue encargada de la dirección de las operaciones para influir en las elecciones de 1990. Esa sociedad recibió la mayor parte de los fondos y desempeñó un papel fundamental en el resultado de las elecciones de 1990. La ONG estadounidense National Endowment for Democracy (NED) fue clave mediante sus cuatros fundaciones asociadas, en la penetración e injerencia en el proceso electoral nicaragüense.
Y por último, unos seis meses antes de las elecciones unificaron a la oposición. A menudo mediante el simple pago de sobornos, unificaron catorce de los veinte partidos bajo el nombre de Unión Nicaragüense de Oposición (UNO). La UNO presentó candidatos únicos a todos los cargos. Estados Unidos escogió a Violeta Chamorro para la presidencia.
Y como sabemos, los sandinistas perdieron. La UNO obtuvo el 56% de los votos y los sandinistas un 40% o algo así. Todas las operaciones emprendidas para garantizar la derrota de los sandinistas en 1990 continuaron para garantizar que los sandinistas no volvieran al poder en las elecciones siguientes.

En Chile la CIA fue responsable de la desestabilización del gobierno de Allende a partir de 1970. Un año antes de las elecciones la CIA comenzó a trabajar para impedir su elección. Parte del dinero se utilizó para desacreditar a Allende, al Partido Socialista y a la coalición (la Unidad Popular) así como a financiar la campaña de Eduardo Frei, el candidato demócrata-cristiano. Frei ganó las elecciones, pero Allende fue finalmente electo en 1970 a pesar de que la CIA trató de impedir la ratificación de su victoria por el Congreso orquestando un golpe de Estado militar que fracasó.
Allende llegó a la presidencia y la CIA se convirtió entonces en la agencia encargada de fomentar el descontento popular, de hacer propaganda contra Allende y su gobierno, de instrumentar huelgas muy duras, la más importante fue la de los camioneros, que interrumpió durante meses la distribución de bienes y servicios, hasta desembocar finalmente en el golpe de Estado de Pinochet, en septiembre de 1973.

En el caso de Venezuela, al día siguiente de fracaso del golpe de Estado contra Chávez en abril de 2002, se tomó en Washington la decisión de hacer lo mismo que en Nicaragua, esto es contratar una consultoría que sirviese de fachada para el dinero de la ONG estadounidense USAID, que fue mucho más cuantioso que el de la NED.
Así la embajada de EE.UU. y la CIA. estaban detrás de un frente político parecido a la Coordinadora Democrática, y que se compone de los mismos sectores y las mismas organizaciones que en Nicaragua, detrás de una consultoría que es un grupo privado estadounidense llamado Development Alternatives Incorporated que desempeña el mismo papel que el Delphi International Group en Nicaragua, repartiendo decenas de millones de dólares, desde sus oficinas privadas que son controladas en realidad por la embajada de EE.UU. y la USAID.

De modo que lo que está ocurriendo hoy en Venezuela, ocurrió en 2014 en Kiev (Ucrania). Muchas calles se llenaron de opositores al gobierno pro-ruso de Víctor Yanukovich, con máscaras profesionales antigás y antipolvo, cascos de protección, guantes de trabajo y una variedad de prendas de tipo militar, provistos de palos, escudos, y hasta armas de fuego y artefactos explosivos e incendiarios. Hubo muertes del lado de los manifestantes y de la policía. Las acciones fueron impulsadas por el partido Sovoboda de extrema derecha filonazi. Mientras los parlamentarios opositores e incluso hasta algunos funcionarios estadounidenses arengaban en la calle y por las redes sociales, convocando a las movilizaciones y la confrontación contra la policía.
Pero en Caracas, no solo se trata de haber copiado la movilización de los participantes del Euromaidán, sino que se han dado episodios de fuerte violencia impulsados directamente por diputados de los partidos ultraderechistas Voluntad Popular y Primero Justicia, que dominan el Parlamento venezolano desde las elecciones de diciembre de 2015.

En ambos países, vienen operando muy activamente y sin pausa los servicios de Inteligencia estadounidenses. El relato de los hechos ha sido construido por los dirigentes opositores y los medios de comunicación hegemónicos de derecha pro-estadounidense, como si fueran eventos de represión del gobierno contra la población civil y como si fueran generalizados en todo Caracas, cuando no es así ya que solo ocurren en pocos barrios, y publicitados escondiendo las acciones criminales de las respectivas vanguardias opositoras.

El golpismo nunca dejó de estar en Venezuela después del fracasado golpe de abril de 2002, hubo una sucesión de sabotajes e intentos golpistas y una permanente conspiración de Washington que además invirtió millones de dólares para mantener organizada a la derecha fascista venezolana. La participación de EE.UU. está documentada y ha sido admitida abiertamente por sus gobernantes.
Luego del golpe de Estado a Hugo Chávez y el sabotaje petrolero a principios de 2003, Washington nombró a Brownfield como embajador en Venezuela con el objetivo de unificar en un solo bloque a la dirigencia opositora y a las 400 corporaciones estadounidenses con presencia en el país para crear un ambiente para el derrocamiento del gobierno Bolivariano. Por un trabajo de contrainteligencia y de desclasificación de archivos secretos por parte de Wikileaks, se pudo conocer un informe del entonces embajador Brownfield en el que propone la siguiente estrategia:
1) Fortalecer las instituciones democráticas;
2) Infiltrarse en la base de la política de Chávez;
3) Dividir el chavismo;
4) Proteger negocios vitales para los EEUU; y
5) Aislar a Chávez internacionalmente

En la Ucrania de 2014 acciones de este tipo generaron un cambio de régimen, un gobierno de corte fascista del empresario pro-estadounidense millonario Poroshenko, que generó una guerra civil que aún sigue. En Venezuela la estrategia apunta a un escenario similar, están desarrollando un golpe de Estado presentado al mundo como marchas pacíficas de la oposición, aunque la diferencia es que el gobierno de Nicolás Maduro ha mostrado una sólida cohesión tanto en la Fuerza Armada como en la mayoría de la institucionalidad estatal; además cuenta con una fuerte base en el pueblo chavista que no ha dejado de manifestarse en las calles mostrando su apoyo al gobierno y a la Revolución Bolivariana, a pesar del desabastecimiento artificial similar al que la oposición produjo en Chile contra Allende en 1973, programado por la ultraderecha fascista chilena y la CIA estadounidense. La guerra económica y el desabastecimiento brutales son inducidos en su mayor parte por el poder económico que se opone a Maduro. La prensa local controlada en un 95 % por Washington en sintonía con la internacional, oculta y da oxígeno al intento de golpe que reactivaron en 2017 con sabotajes y asesinatos. En este año los grupos de choque han destruido y quemado cientos de edificios, los pacíficos manifestantes, como en Ucrania, llevan cascos, máscaras antigases y cierto orden militar, arrojando explosivos y bombas incendiarias útiles para espectacularidad mediática, todo esto se tapa, y los crímenes se dan vuelta culpando siempre a la policía y al gobierno.


Hoy, EE.UU. está llevando adelante su plan geopolítico de recolonización de América, que no es como muchos creen, sólo un retorno conservador neoliberal. Es un verdadero avance colonizador, porque la decisión de Washington es retomar el control total de su patio trasero, debido a la aparición de nuevas potencias mundiales que amenazan el unilateralismo con que avanzaba sobre el mundo.
En esta configuración de geopolítica regional entra el conflicto actual en Venezuela fogoneado por EE.UU. y sus cómplices globales junto a las quintas columnas locales. Por un lado se trata de un país con una posición continental estratégica, con riquezas de interés para las potencias, y en una situación global en que Estados Unidos está confrontando con China. Y por otro lado, la divergencia ideológica es inaceptable para el capitalismo liberal.

A comienzo del milenio EE.UU. volvió a los golpes de Estado, fracasando en Venezuela (2002), Bolivia (2008) y Ecuador (2010) y con éxito en Haití (2004), Honduras (2009), Paraguay (2012), y en los últimos años avanzó sobre tres países clave en la integración latinoamericana Argentina, Brasil y Venezuela.

En 2015 tuvieron éxito en Argentina, mediante la infiltración electoral, una brutal injerencia externa, la distribución de millones de dólares en parte repartidos vía fundaciones estadounidenses y su red de ONG por la que unificaron algunos partidos políticos en decadencia; el uso de la parte corrupta del poder judicial y también la alineación del oligopolio de medios de comunicación local lavador de cerebros, el 95% de los cuales están manejados por el poder hegemónico para asegurar la subordinación de los pueblos, lo mismo pasa en Brasil, Venezuela y en la mayoría de los países latinoamericanos. Con esos elementos impulsaron el triunfo de un gobierno conservador liberal en el que el presidente y sus ministros pertenecen a fundaciones norteamericanas, como la Fundación Pensar que depende directamente de la Heritage de EE.UU. es decir, un gobierno del poder económico y de Washington en el poder político local.
Así se instaló una Task Force del fondo buitre de Paul Singer, quien planea eliminar a la ex-presidenta Fernández de Kirchner en las elecciones de octubre de 2015, a modo de marcar el fin de ciclo progresista que pasaría a ser tierra arrasada. El gobierno autoritario de Macri está llevando al país a una fuerte crisis económica, entrega la soberanía nacional, esta destruyendo todos los programas sociales, culturales, educativos, científicos y humanitarios, y ha desatando una persecución de revanchismo y odio en lo ideológico, político, judicial y mediático.

En Brasil tuvieron éxito al impulsar el golpe institucional contra Dilma Rousseff en Brasil, en agosto de 2016, con su destitución sin causa alguna, en base a la mentira y falsas acusaciones, utilizando también partes corruptas del parlamento y el poder Judicial cooptados por Washington, y los principales medios masivos de comunicación, plantando el neoliberalismo salvaje con Temer, y ahora intentando eliminar a Lula. Un golpe con similitudes a los de Honduras (2009) y Paraguay (2012) en que también metieron el neoliberalismo del norte.


Los tanques de pensamiento (Think Thanks) y los servicios de Inteligencia de EE.UU. y de otras potencias operan en forma pragmática para sus objetivos de cambios de régimen. La metodología que aplican es una suma de las anteriores con algunos aportes de innovación, y con prueba y error esperan que alguna de ellas finalmente funcione, es una típica estrategia imperial, la guerra sin tiempo. Estas acciones encubiertas sucias intensifican su nivel de violencia según sean los resultados que vayan obteniendo hasta llegar a operaciones de nivel militar, nutriéndose del conjunto de experiencias reunidas en todos los países desde 1947. En el caso de Venezuela, hasta pueden llegar a desatar una guerra militar interna, una especie de Siria en América Latina.

Pero en Washington se equivocaron al creer que muriendo el líder venezolano no iba a ser difícil avanzar sobre su sucesor, Maduro, que en 2013 ganó en elecciones limpias en medio de un ataque masivo de las quintas columnas opositoras pro-estadounidenses y de una campaña brutal y mentirosa de la prensa mayoritariamente en manos del sector privado y golpista. Así se vieron las operaciones de aquellos que la prensa hegemónica llama presos políticos. Quién dirige la Mesa de Unidad Democrática (MUD) y excandidato presidencial, Henrique Capriles Radonsky, llamó entonces a salir a las calles e incendiar Caracas, gritando fraude, y comenzaron a actuar fuerzas de choque motorizadas que produjeron incendios, ataques a instituciones, generando 13 muertos y decenas de heridos. La embestida violenta opositora continuó durante todo 2014. En 2015 hubo más sabotajes, asesinatos y ataques terroristas. En febrero la ex-diputada ultraderechista María Corina Machado acompañó al dirigente de Voluntad Popular, Leopoldo López, ambos con conexiones con la CIA y los sectores fundamentalistas de EE.UU., anunciando en TV la toma de las calles de Caracas, con llamados a un alzamiento y un lenguaje directo de violencia extrema para voltear al gobierno elegido por el pueblo con el proyecto golpista “La Salida”. López aseguró que se quedarían en las calles hasta el derrocamiento del presidente y esto potenció la violencia de las “guarimbas”, cuyo objetivo era provocar muertes y los mayores daños posibles para amplificar el terror y sembrar el caos, obligando a Maduro a renunciar. Todas las operaciones eran difundidas y amplificadas por un muy bien organizado apoyo externo y mediático.

Si bien se puede o no estar de acuerdo con el gobierno bolivariano de Venezuela, y criticarle cantidades de conductas, o la dependencia de la renta petrolera, hay que notar que distribuye las riquezas del país enfocando a las mayorías populares de menores recursos, defendiendo los recursos nacionales que los capitales concentrados locales y extranjeros pretenden saquear, como siempre lo hicieron en el siglo XX. Un gobierno que perjudica los intereses de las oligarquías y no pocas corporaciones foráneas de las potencias y confronta ideológicamente, al punto que en política exterior impulsa la integración de los países latinoamericanos para actuar en bloque contra el imperialismo de EE.UU. y en contra de la división que promueven las grandes potencias para su plan de coloniaje y dominación.
Es por todo esto que Maduro y el proyecto bolivariano deben ser destruidos. Es demonizado como dictador y el país como que viola los derechos humanos, mientras los que lo critican no dicen nada de otros países como Egipto (con más de 30.000 presos políticos), Arabia Saudita (su régimen decapitó 16 opositores), Argentina (con perseguidos, desaparecidos y presos políticos como Milagros Sala), México, donde desde 2006 cuando se instaló la falsa guerra contra el narcotráfico dirigida desde Washington, hubo unos 200.000 muertos y mas de 40.000 desaparecidos o Colombia, donde aunque se firmó el Acuerdo de Paz entre el gobierno y las antiguas guerrillas, todos los días siguen asesinando a líderes sociales, indígenas, defensores de pobres y de derechos humanos.
El problema muy grave que tienen el imperialismo y los oligarcas locales, es que Maduro puede volver a ganar si hay elecciones limpias en 2018.

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