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Des-gobierno y perversidad: La marca “Cambiemos”
Por Alejandra Gaudio - Sunday, Sep. 17, 2017 at 12:24 PM

La marca “Cambiemos”, dice repetitivamente el slogan del pretendido gobierno de los argentinos y argentinas. ¿De qué manera logran penetrabilidad en las distintas clases sociales? se advierte que determinada clase social y sectores elitistas, elijen por sus intereses y ¿por qué no? por ideología (mayor ajuste para el pueblo y mayor acumulación de riquezas para unos pocos cada vez más opulentos). ¿Qué sucede con el resto de las clases sociales, algunas organizaciones y diversos sectores? ¿Qué pasa por la mente de mis familiares y amigos?

La economía del libre mercado, la mundialización, con sus visibles alteraciones sociales y con la profundización de la desigualdad y la inequidad, no detiene su paso y nos sumerge en el descontrolado “capitalismo salvaje”. A mayor capitalismo salvaje, mayor distancia entre el Ser y el Tener y mayor necesidad de un consumismo feroz.

Si pensamos en el marketing y en el denominado “posicionamiento de Marca”, resulta ineludible pensar ¿qué lugar ocupa “la marca” en el psiquismo humano de los consumidores?, ¿qué sucede con los competidores? Posicionar “la marca” genera pertenencia y desarrolla las acciones capaces de brindar a la “gran empresa” una construcción exclusiva de su imagen que además, le es propia al consumidor. El consumidor posee un bien que en principio le pertenece (plus de placer) pero que luego ya no; deberá pagarlo con un plus de goce (dolor y contradicción).

Se diferencia el consumidor de una marca de gaseosa con respecto a otra, sus burbujas acariciando los labios pareciera generar una sensación única para quien la consume. Esas burbujas le otorgan el aparente beneficio de “pertenecer”. Posicionar “la marca” implica llegar al consumidor de cualquier manera, aun vendiendo imágenes con sentido apócrifo que a muchos pareciera no interpelar. Se vende de cualquier manera.

No hay tiempo para pensar en la beligerancia atareada por ganar las mentes, en tanto estrategia empresarial-comunicacional. No hay tiempo...

En el posicionamiento de “la marca” subyace “el poder” y entonces nos hablan de atributos, de precio-calidad, de competidores, de beneficios, de usabilidad, de producto, de aplicaciones, de categorías (de primera, de segunda y descartables). Así, como la gaseosa con su color rojo expansivo o la manzanita mordida representando a la tentación; así, vende “la marca Cambiemos”. “La marca” se muestra en la vidriera con su diversidad de colores. Diversidad que provoca mucha atención pero que paralelamente no permite la focalización en la realidad circundante. “La marca Cambiemos” en su batalla estratégica pretende cooptarlo “todo”. Cambiemos se posiciona en el psiquismo humano como “la marca” que posee organización y autonomía, y así, como por arte de magia, presume que los consumidores también la tendrán. Se vend e como “la marca” maravillosa y saludable. Y en tiempos de extorsión, se tienta a consumir a cualquier precio.

Estratégicamente, “la marca” arremete con todo su poder, penetra la mente, la socava, la ocupa, impide la pausa para reflexionar y termina devorándose hasta los pensamientos. “Misión” cumplida: “la marca” se consume. ¿Qué sucede con la “Visión”?.

¿Por qué “la marca” se ha posicionado con marcada cuantía de poder? ¿será, acaso, porque vastos sectores de la justicia, corporaciones, sindicatos, partidos políticos históricos cuya identidad se ha diluido, individuos que partidariamente se desconocen y se entremezclan saltando como canguros y medios hegemónicos, masivos de comunicación, le otorgan inmunidad y poder a cambio de mayor poder y otros menesteres. ¿Será por eso?

El gobierno de Cambiemos, es “la marca Cambiemos”. Este gobierno construye su propia imagen, gana batallas y se ufana de convertirse en un “des-gobierno”. Este des-gobierno tiene como objetivo prínceps quebrantar la garantía de gobernabilidad que brinda un partido político popular (sin el mencionado despreciativo populismo) como el Peronismo en su expresión más auténtica, el Kirchnerismo. El Radicalismo en su gran mayoría ya ha sido cooptado.

Cambiemos, instala su “marca” sobre la base de profundas emociones, como lo son el odio, la agresión, la ira y sus consecuencias. En esta instancia la “palabra” no tiene lugar, intentan aniquilar el diálogo, debilitar la participación, instaurar el silencio y el miedo, llenar “todos” los espacios con “habladurías”, sin el deseo y la avidez de conocimientos (concepto Heideggeriano). “Nosotros reparamos la verdad, ustedes repitan, porque nuestra verdad es absoluta”.

El odio es el afecto de patologías complejas, entre otras, el de las perversiones y la manipulación malsana. Acongoja cualquier afecto y se transforma en el componente primordial de la agresión. La ira deviene en odio y desdibuja toda realidad presente, pasada y futura.

En su análisis psicológico se advierten fantasías conscientes e inconscientes que contemplan el vínculo con un “otro” o consigo mismo. Psicopatológicamente, “si odio reafirmo mi autonomía y elimino todo obstáculo que se interponga en mi camino”. De esta manera, el odio se manifiesta en su cronicidad y se va volviendo estable. Con el odio se manipula el deseo de dominación de un “otro” y la búsqueda incansable de “poder” sobre ese “otro”; a tal punto que sus ataques y su verborragia terminan siendo sádicas y con un objetivo fijo, obsesivo y compulsivo: eliminar y devastar a ese “otro” cuerpo de su odio.

El psicoanalista Otto Kernberg habla del “síndrome del narcisismo maligno”, síndrome en el que se juntan el trastorno narcisista, la conducta antisocial, la agresión sádica y la tendencia paranoide (si nos detenemos solamente en sus títulos, reconocemos éstas características en los creadores del mito fundacional: la marca)

Sociopatía, reacción disocial, distintas maneras de nombrarlo. ¿Qué significa? son rasgos de personas nada sociables (aunque parecieran serlo) cuyas conductas se conflictúan permanentemente con la sociedad. Son incapaces de sentir ni desarrollar lealtades, no poseen valores sociales, son sutilmente egoístas, carecen de responsabilidad ante los demás, insensibles, sin conciencia de culpa, impunes, depredadores, con escasa tolerancia a las frustraciones, explican sus intenciones malignas con total racionalidad y transgreden cualquier lazo social y legal las veces que lo necesiten. Seres del horror.

Quisiera poder escribir sobre territorialidad, pero irrumpe en mí el término “perversidad”. La perversidad se despliega cual “fraude” de manipuladores y transmuta lo bueno y lo bondadoso en lo maligno; el amor en odio; promueve lo siniestro; destaca el relato vaciado de contenido; convierte la libertad en sumisión; la solidaridad en explotación; lo colectivo en individualismo. La política en una marca.

Si profundizamos un poco más allá de nuestra imaginación y más acá de nuestros ojos, recorremos en el sentido oscilante de éstas palabras, un camino que se origina en la estrategia empresarial-comunicacional para posicionar “la marca Cambiemos” en el psiquismo humano y a cualquier costo (intentando aniquilar a su “mejor” competidor/a sobre la base de relatos verosímiles, pero mentirosos y sobre los gérmenes del odio, la agresión y la ira); utilizando como vehículo de transmisión la manipulación, en el pleno territorio de la perversidad y del síndrome maligno; hasta la construcción “impune” de imágenes vacías que son y serán consumidas, sin detenimientos, por la sociedad.

¿Qué hacer cuando la perversidad evangeliza a gran parte de la población? ¿Se juega su juego? ¿Sería una pérdida de tiempo rescatar la palabra? ¿Se potencia más la agresión discursiva cuando se la nombra? ¿Se busca la pasión? ¿Se venera el “sin sentido”? ¿Se concede espacio para la reflexión? ¿Qué hacer?...

“La marca”, penetra la piel como un tatuaje, obstruye la mente como un absoluto y los medios hegemónicos de comunicación, en nombre de “la marca”, moldean las subjetividades a su gusto y piacere. ¿Qué hacer? “La marca” despolitiza, des-culturaliza y aun así sigue ganando espacios y consumidores.

¿Cómo hacer? somos seres de la palabra, con un lenguaje que instituye la práctica de los pueblos, una memoria que nos permite seguir “siendo hablados” y pareciera que nos resignamos con ingresar al mundo de lo siniestro. Mundo siniestro, que nos coloca en un estado permanente de alerta. Allí, donde no existen las palabras. Existe el engaño, la traición, la desvergüenza y el miedo. Existe la muerte. No brilla Eros.

Agotamiento. Asfixia. Impotencia. La perversidad se resiste con sus mejores armas: la impunidad y la indiferencia. La sociedad se agrieta y se enferma y si no entendemos su juego, seguiremos enfermándonos.

“La marca Cambiemos” ataca la integridad porque viola el principio ético supremo: nuestra dignidad humana. Tenemos que poder transmitir gobernabilidad y garantías constitucionales a cada quien, a aquellos que tenemos al lado, al que está más allá…a la sociedad; utilizando quizás, el mismo proceso con el que se hizo, pero esta vez, para quitar el tatuaje o con la construcción de nuevas formas de mostrar lo realizado y lo que falta por hacer o con nuevos canales de comunicación y nueva visibilidad. Consagrando la riqueza inapelable del lenguaje y trabajando con lo que entiendo como concepto general de cultura: el arte, como la búsqueda de la belleza y la armonía; las religiones, como la búsqueda de la fe y el respeto por las creencias del otro; la ciencia, como la búsqueda de las causas y la investigación de las cosas y la política, como la b&uacut e;squeda del bien común y la herramienta de transformación social.

Trabajando la cultura en sus distintos ejes, interrelacionados, pero con autarquía, desnaturalizaremos la preponderancia de “la marca”.

Al decir de Martin y Schuman, “Sólo ingenuos teóricos o políticos cortos de vista creerán que se puede, como está ocurriendo actualmente, privar año tras año a millones de personas, de trabajo y de seguridad social, sin pagar en algún momento el precio político por ello. Es algo que no puede funcionar. Los ciudadanos tienen un voto, y lo utilizarán”.

Debemos utilizarlo.

La Pobreza no es la que pone en riesgo a la Democracia, el temor al desclasamiento lo es. Los que ganan y los que pierden. Si esto fuese así, ¿se le gana a “la marca” hablando solo de la pobreza y de lo que se pierde?...

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