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La otra lógica del chenke
Por Adrián Moyano / En estos días - Tuesday, Sep. 26, 2017 at 5:14 PM

Guzmán es el longko de la comunidad Trawün Kutral (Encuentro del Fuego), una agrupación mapuche que cobró notoriedad pública unos tres años atrás, cuando ante el hallazgo de restos humanos en un médano camino a Piedras Coloradas, reaccionó con premura para evitar su destrucción. Apuntes sobre su historia.

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24/09/2017

El viento embolsa nuestras camisas cuando nos arrimamos al borde del médano. Es cálido, sensación extraña para los que vivimos al pie de la cordillera. El cielo se amplía y no sabe de interrupciones sobre el Golfo San Matías. El mar sobrecoge con su infinita amplitud y su tapiz manso, apenas oscilante. El Sol estira nuestras sombras sobre el suelo de arena y arbustos en dirección al puel. Somos minúsculos.

En Las Grutas todavía no se advierten preparativos sustantivos para la temporada que se avecina. Apenas si se trabaja en uno o dos locales céntricos. El ruido llama la atención en ese ambiente tan fantasmal que caracteriza a las ciudades balnearias fuera del período de mayor actividad. Pocas veces tan evidente el sinsentido capitalista: decenas, centenas o tal vez millares de vivienda vacías, cuando millones de familias pugnan por acceder al ProCreAr o a los créditos UVI.

Se viene la temporada pero Felipe Guzmán no habla del valor de los alquileres, ni de la sempiterna postergación que los habitantes de esta ciudad sienten en relación al Valle o a Bariloche. Ni siquiera de la increíble ofensiva –no sólo- mediática que sufre el pueblo mapuche desde fines de julio. Su relato desordenado tiene que ver con los pulperos porque “más o menos la mitad son peñi” o con la chance de hablar de cultura mapuche en San Antonio Oeste porque ahí también “hay muchos peñi”.

Guzmán es el longko de la comunidad Trawün Kutral (Encuentro del Fuego), una agrupación mapuche que cobró notoriedad pública unos tres años atrás, cuando ante el hallazgo de restos humanos en un médano camino a Piedras Coloradas, reaccionó con premura para evitar su destrucción. El enterratorio afloró cuando una retroexcavadora intentó ultrajar la intimidad de la mapu para abrir un calle en un flamante loteo, muy cerca de la playa.

Los integrantes de Trawün Kutral se convirtieron en espontáneos defensores del enterratorio y a la fuerza, se hicieron duchos en trámites judiciales y gestiones ante diversas instancias del Estado. Enfrente, una de esas consabidas asociaciones demasiado comunes en el quehacer rionegrino: una empresa con presencia de ex magistrados judiciales, muy cercana al poder político. Como siempre, lucha desigual…

Con una sonrisa, el longko cuenta que en determinada alternativa del diferendo, alguien ofreció una suerte de permuta por un terreno en otro emplazamiento. Por eso, en encuentro posterior al que asistieron funcionarios municipales, provinciales y representantes de la empresa, Guzmán les dijo casi paternal: “Yo sé que ustedes no tienen la culpa, porque ustedes no entienden. Ellos habían venido con una pila de papeles”, recuerda. Y sonríe.

No entienden… La lógica del mercado, los metros cuadrados, la inmejorable ubicación y próximamente servicios, no entiende de otra cosa que no sea cuatro o incluso cinco ceros por terreno. El enterratorio que protege el lof Trawün Kütral prolonga el descanso de nueve antepasados cuyos restos fueron restituidos, pero en el área hay muchos más. Los científicos de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires sostienen que la franja costera rionegrina debe albergar innumerables sitios similares y que los restos del chenke de Las Grutas pertenecen a gente que vivió entre 2.300 y 6.000 años del presente.

Guzmán es oriundo de la cordillera. En la búsqueda de la subsistencia llego al balneario rionegrino cuando la explosión inmobiliaria que se desató hace 15 años no estaba en los planes de nadie. En una época de bajón económico, se mudó por un tiempo a Comodoro Rivadavia, donde el petróleo siempre supo funcionar como imán para las aspiraciones de los más postergados. Pero retornó, a tiempo para librar la defensa de la otra lógica, la de su pueblo.

En Trawün Kutral saben que difícilmente los moradores del chenke que defienden fueran mapuches. Las primeras crónicas históricas para la zona datan de fines del siglo XVIII y si bien algunas refieren a poblaciones que pudieron ser portadoras de la gran cultura mapuche, las investigaciones de los arqueólogos apuntan en otras direcciones étnicas. Para el longko y su gente, poco importa: se trata de habitantes ancestrales del lafken cuyo descanso hay que resguardar.

“Están todos mirando al puel”, observa Guzmán, dato central para la cultura mapuche porque desde el puel viene la vida y hacia allí se dirigen todos los rewe, todas las prácticas ceremoniales. Sus ojos también parecen sonreír cuando cuenta cómo finalmente lograron el apoyo de la Secretaría de Cultura de Río Negro, del Senado de la Nación y de otras dependencias. En la actualidad, un pequeño muro de ladrillos delimita al enterratorio por su frente y alambrados circunscriben su perímetro con el ánimo de impedir nuevas destrucciones. “Es el lugar más alto de la zona”, nos dice el longko a quienes estamos de paso.

Laureano Aguilar nos dice que periódicamente, los integrantes del lof vienen para evitar que los restos afloren nuevamente. La retroexcavadora alcanzó a llevarse consigo la vegetación que fija al médano y entonces, sólo arena se interpone entre los huesos milenarios y la superficie. La intención es que en breve, pueda recuperarse la cubierta vegetal para evitar que “el médano se mueva”, nos dicen los peñi que custodian el chenke. Su celo es incomprensible para aquellos y aquellas que “no entienden” la manera mapuche de explicar el mundo, la vida y la muerte.
Esa falta de comprensión a veces provoca diversión entre los miembros de Trawün Kutral: “Allá abajo había una señora que estaba de cuidadora, ahora se fue. Una vez que estábamos reunidos un poco más allá, vino y nos dijo que escuchaba como tamborcitos a la noche”, rememora Guzmán. “Nos preguntaban si no teníamos miedo”, sonríe cómplice Miriam Rosas. El desconcierto pasó a mayores con los uniformados: “cuando estábamos en la discusión con la empresa, pusieron Policía acá, para que nadie entrara... Pero se quisieron ir porque decían que a la noche, se les movía la camioneta” aporta el longko.

Esas perturbaciones que la sociedad hegemónica no dudaría en calificar de esotéricas, tienen un sentido para el az mapu, es decir, la manera mapuche de explicar el universo, la vida del humano en el concierto general de pu newen y la forma en la que hay que tratar con el espíritu de los que ya fallecieron. No podía saberlo, pero al cumplir las órdenes de sus empleadores, el conductor de aquella retroexcavadora producía un desequilibrio enorme, no sólo en la disposición habitual del médano y sus newen, sino también en el descanso de aquellos mayores. La comprensión mapuche es tan distinta y puntillosa, que el chenke no se utiliza como espacio ceremonial: “nosotros hacemos nuestra ceremonia al lado del mar. Acá no, porque ellos ya tuvieron su ceremonia”, justifica Guzmán. Otra lógica.

Claudio Puel y Ariel Ñancupe se paran cerca del che mamül que mira hacia al este, muy cerca de la wenu foye que resiste al viento con sus dignos jirones. Al igual que el autor de esta columna, ellos llegaron hasta aquí para participar de una jornada en el marco de un Proyecto de Formación y Extensión que se desarrolla en el Instituto de Formación Docente Continua de San Antonio Oeste. Se titula “Pueblos originarios: conociendo nuestras raíces mapu mew”. Los peñi tocan los ñorkin y sus quejidos siempre mágicos deben oírse en el barrio privado que se erige frente al enterratorio, del otro lado de la calle. Los peñi tocan y acompañamos con varios afafan en los que dejamos la garganta. Así cuatro veces. Luego desarmamos el círculo espontáneo que habíamos hecho con nuestras personas, en derredor del arenal que cobija a aquellos pulperos milenarios. Comienzan a circular un mate y las palabras. Hacia el sudeste, alguien repara en la presencia de varias criaturas marinas que juguetean muy cerca de la costa, en forma paralela a la restinga. Después de algunas conjeturas, uno de los anfitriones dictamina: “son toninas”. Sacan sus cuerpos del agua, contrastan sus colores con el azul intenso del mar. “Sí, son toninas”, concede otro. No se me ocurre contarlas pero no habría que extrañarse si fueran nueve.

Glosario

Puel: en su acepción más difundida, el este.
Peñi: hermano, cuando el que habla es un varón. No en sentido familiar. Peñi es un hermano del pueblo mapuche.
Longko: literalmente, cabeza. Es el orientador político en la organización mapuche tradicional.
Mapu: noción mapuche de territorio. No se agota en la superficie de la tierra.
Lof: concepto mapuche de comunidad. No se limita a la gente que la integra, sino también a los newen o energías de la naturaleza que están presentes en su espacio territorial.
Chenke: vocablo que no es de origen mapuche pero que se utiliza como sinónimo de enterratorio. En mapuzungun, la expresión sería elutuwe.
Lafken: mar o lago de grandes dimensiones.
Rewe: literalmente, lugar verdadero. Se traduce malamente como altar. Es la señalización que marca el centro de un espacio ceremonial.
Pu: partícula que pluraliza. Los o las.
Che mamül: literalmente, persona de madera. Es una talla de connotaciones ceremoniales.
Wenu foye: la bandera mapuche.
Afafan: gritos ceremoniales.

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