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La espantada del 'independentismo' catalán
Por Félix Rodrigo Mora - Thursday, Oct. 12, 2017 at 8:59 AM

11 de octubre de 2017 / Como era previsible, Carles Puigdemont ha vuelto a decir nones, aplazando la instauración de la “República Catalana”, burguesa y empresarial, estatista y policial, por tanto catalana sólo en apariencia. Ello ha llevado a alguna formación “radical” a tildar su actuación de “traición inadmisible”.

Pero, traición ¿a quién?, ¿a su clase social?, ¿a Cataluña? Su ejecutoria como alcalde de Girona manifestó el servilismo de aquél hacia la gran banca. Por tanto, ha obrado en consecuencia. El análisis que hice en el articulo “Cataluña por su liberación”, editado el 30 de setiembre, ha sido confirmado por los acontecimientos.

La llamada “fuga de empresas” de Cataluña, operación dirigida por el presidente de CaixaBank, Isidre Fainé i Casas, y el presidente del Banco Sabadell, Josep Oliu i Creus, no es tanto una cuestión económica (sus efectos en este terreno son escasos) como una provocadora expresión política e ideológica de que el gran capitalismo financiero “catalán” está categóricamente en contra de la independencia. Bajo su dirección todas las empresas “catalanas” del Ibex 35, que juntas cotizan en bolsa unos 80.000 millones de euros, han ido abandonando sus sedes en Cataluña.

La conclusión es incontestable: mientras exista el régimen del gran capitalismo el pueblo catalán no podrá alcanzar la libertad. Únicamente una Cataluña popular, comunal, revolucionaria, liberada de la tiranía de la gran empresa mundializadora (ahora española), puede ser una Cataluña soberana y autodeterminada. La lección acerca de cuál es realmente la situación ha sido formidable, desmontando las formulaciones del nacionalismo burgués decimonónico tanto como del “anticolonialismo” del siglo pasado.

Hoy, en el siglo XXI, la liberación nacional de Cataluña no puede separarse de una propuesta revolucionaria integral. Es parte de la revolución: ésta es el todo y aquélla una de sus componentes.

Lo mismo cabe argüir en lo referente al Estado. El “referendo” del 1-0 desencadenó la represión del Estado español, mostrando que existe y puede intervenir, provocando cientos de heridos. El aparato judicial actúa contra el pueblo catalán y el ejército español acecha en la sombra, todo ello con la anuencia hipócrita (dice lamentar la represión a la vez que la justifica) de la UE. La conclusión es que tiene que haber un proceso de desarticulación del Estado español, y de resquebrajamiento, cuando menos, de la Unión Europea, para que Cataluña recupere su ser. Sin una revolución popular peninsular y europea Cataluña seguirá siendo una nación sometida: así de severa es la realidad e ignorarla de nada sirve.

En suma, la liberación nacional es un quehacer bastante más complejo, arriesgado, largo y exigente que el fácil, instantáneo y cómodo introducir una papeleta que diga SI en una urna. Los caminos fáciles no llevan lejos.

La Generalitat no es el pueblo catalán sino su negación. Aparece en el siglo XIV (se suele fechar su constitución como tal en el año 1359) para dar expresión en el territorio de Cataluña del poder de la monarquía aragonesa. Surge para arrinconar a las instituciones que realmente eran el meollo del pueblo catalán desde su formación como tal en el siglo VIII, el consell obert (concejo abierto) local y comarcal, el derecho consuetudinario, el comunal (decisivo en la Cataluña popular), el armamento general del pueblo y los sistemas de trabajo libre asociado con ayuda mutua. Desde sus orígenes la Generalitat ha sido señorial y real, dirigida a contrarrestar primero y luego a extinguir los logros de la revolución de la Alta Edad Media, que crea a Cataluña.

Hoy la Generalitat es una herramienta de la casta partitocrática de Barcelona, que la utiliza para sus periódicas trapisondas y embelecos con Madrid. La última el “procés”, con el supuesto referendo del 1-0 y la jactanciosamente anunciada pero finalmente abortiva “declaración de independencia” posterior. La ley fundacional de la republica catalana, por señalar un asunto cardinal, mantiene y da por buena la ley de política lingüística promulgada por la Generalitat de 1998, por la cual la lengua catalana se ha ido hundiendo y desintegrando. Porque el idioma catalán es la víctima principal del catalanismo burgués y el “independentismo” partitocrático, al hacer de él asunto institucional y no patrimonio vivo del pueblo.

El continuismo en la cuestión de la lengua entre el régimen autonómico y la supuesta república catalana “independiente” prueba que ésta es la última máscara del Estatut de 2006, en tanto que legislación española para Cataluña. En definitiva, la pugna actual entre la Generalitat y el gobierno de Madrid es una reyerta entre España en Barcelona y España en Madrid. España contra España pero unidas, la una y la otra, contra Cataluña y contra el catalán.

¿Pero, qué se puede esperar de una casta politiquera como la de la Generalitat, que ha impuesto recortes sociales extensos, numerosos y muy dolorosos, que ha creado un profuso funcionariado “independentista” centrado en llenarse los bolsillos, que ha reprimido violentamente a los trabajadores catalanes un sinfín de veces y que tiene por fundador a un corrupto descomunal, Jordi Pujol, que ha creado, en efecto, la república bananera de Cataluña, con su escudero Artur Mas? Dicha casta ha acumulado un poder inmenso, que le ha sido otorgado por el gobierno español para controlar política e ideológicamente al pueblo catalán. Y de él se ha servido para urdir el montaje “independentista”, dirigido a exigir a Madrid más poder y más numerario para sí.

¿Qué se puede esperar de ERC, entregada al capitalismo, corrupta, y cuya única habilidad es servirse de una demagogia sin limitaciones para sus negocios mil? Desde sus orígenes es un partido español para catalanes, lo que oculta con periódicas arrancadas de un catalanismo “feroz”, que se hace “independentista” cuando conviene pero que jamás perturba al Estado español, del que vive económicamente…

Para quienes de buena fe han creído, e incluso creen todavía, en el “procés”, el mensaje que se desprende de los hechos es irrefutable: la estrategia seguida está equivocada, es un callejón sin salida, y sólo puede llevar a la decepción y desmovilización por decenios del pueblo, lo que será catastrófico. Por la vía institucional no se llega a ninguna parte. Hay que formular una nueva estrategia, popular y revolucionaria, que parta de lo que Cataluña ha sido en sus mejores momentos, adecuándolo al siglo XXI. La idea guía, la piedra angular, es que sin revolución no puede haber soberanía popular y sin ésta no es posible la soberanía nacional.

fuente: https://esfuerzoyservicio.blogspot.com.es/

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