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Yo vi a un "Provida" apedrear a un bebé
Por ANRed - Tuesday, Oct. 17, 2017 at 8:22 PM

17 de octubre de 2017 | Una periodista correntina, Silvana Sanabria, relata en primera persona el momento en que grupos de hombres en moto y armados con piedras, palos y cuchillos, y al grito de "muéranse" persiguieron y lograron herir gravemente a varias mujeres en pleno centro chaqueño cuando ellas aguardaban en la plaza los colectivos para emprender el regreso a sus casas luego de participar del 32º Encuentro Nacional de Mujeres. La denuncia se realizó colectivamente ante el ataque que tuvo la complicidad de la fuerza policial y fue claramente premeditado; y en el que la exdiputada antiderechos de mujeres, Clelia Ávila y la agrupación piquetera de Emerenciano Sena estarían involucrados. Ante el ataque misógino, la Campaña Nacional Contra las Violencias convoca a una concentración en la Casa de la Provincia de Chaco a las 18 hs en CABA. Por Silvana Sanabria

Yo vi a un "Pro...
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El sonido seco y potente que hace un pedazo de hormigón al impactar contra una pared, a milímetros de la cabeza de tu mamá, es difícil de olvidar. Ver a un grupo de compañeras haciendo un escudo humano para proteger a un bebé de los piedrazos de los “pro vida” (debemos dejar de llamarles así), es una imagen que me acaba de marcar por el resto de mi vida.

Quiso el destino que yo me olvidase la billetera y termine cerca de las 15 en la plaza 25 de mayo. Yo había ido a buscar mis cosas en la casa de Valentina, una amiga (participante de la Comisión Organizadora) que me había alojado durante los días del ENM. Fuimos con mi mamá, tomando mate, en un remis Chaco Corrientes que decidimos pagar sólo para las dos para llegar temprano a Resistencia y poder volver a merendar una pastafrola. Llegando vi como un grupo de trabajadores estaba ya limpiando la pintura de colores que había quedado en la Catedral. Saqué una foto con la idea de postearla en facebook, no lo hice.

Nos dimos cuenta de que me había olvidado la billetera, y sólo tenía cien pesos — nos faltaban 40 para pagar el remis — Fue entonces cuando le pedí al remisero que nos baje ahí, en la plaza central de Resistencia, la 25 de mayo, epicentro en los últimos días de miles de abrazos, danzas, arengas, brillantina, sonrisas, miradas y un etcétera luminoso.

Bajamos entonces en la plaza, donde vaya una a saber por qué, decidí contactar a María Elena, otra compañeramigahermana de la CO y pedirle plata prestada para ir hasta lo de Valentina y poder volver a Corrientes. Me dijo que venía a la plaza. Aproveché para ir al baño, y luego nos sentamos en un banquito con mamá, frente a Casa de Gobierno. Ahí fue que los vimos. Media cuadra de una marcha que de espontánea no tenía nada.

Adelante, un grupo de adolescentes en moto, haciendo mucho ruido. Recuerdo que ingenuamente pensé “estos vienen en moto para hacer ruido porque son tres gatos locos, nosotras nos bastamos con nuestras voces porque somos miles”. Luego de las motos, un grupo de gente compuesto principalmente por hombres, y varias mujeres. Detrás, un camión azul enorme, de esos que se usan para transportar escombros o arena, y al final lo más curioso: un grupo de unos 15 hombres, todos con pechera amarilla que los identificaba como cooperativistas del programa Argentina Trabaja y algunos hombres vestidos de policía. Digo vestidos porque sus uniformes me resultaron ligeramente distintos a los que había visto por esos días en la Ciudad. Tenían las camisas más claras y usaban unas gorras negras.

Mientras, María Elena me pedía por teléfono que, si podía, vaya a ver a unas compañeras cerca del correo, porque al parecer un grupo de hombres las había agredido. Fuimos con mamá a ver qué pasaba, ella de paso iría al cajero. Cuando llegamos nos encontramos con María Elena y Nuria, su compañera, junto a un grupo de chicas, charlando, contando lo que había pasado. Dos hombres que concentraron en la marcha, habían agredido y pateado a una señora que estaba sentada sola en un banco, mientras esperaba que su contingente se organice para la vuelta.

Mientras charlábamos de lo sucedido, empezamos a ver cómo la plaza se llenaba de motos, escuchamos gritos de otras chicas y, cuando nos dimos cuenta, estábamos siendo perseguidas por una horda de hombres — principalmente adolescentes — en moto, que llevaban piedras, palos y hasta armas blancas. Subimos por la avenida Sarmiento y nos refugiamos en grupo en un garage con un portón enorme. Algunas chicas lloraban, mi mamá estaba dolorida de correr porque tiene artrosis en una rodilla. Enseguida decidimos salir de ahí, y seguimos por calle Santa Fe, en dirección a la Secretaría de Derechos Humanos.

El terror es una vivencia muy física, se parece mucho a una marea de pánico que invade y sobrepasa, a una inconsciencia temporal en el que la pérdida total de control te deja absolutamente vulnerable. La definición del terror es correr con tu mamá del brazo mientras un montón de tipos te persiguen en moto, tirándote pedazos de hormigón y al grito de “putas de mierda, las vamos a matar, lesbianas”.

Fuimos cuatro las que logramos refugiarnos detrás del pilar del edificio Altos de Mitre. Y fue la guitarra de Camila, una compa de Buenos Aires, la que nos salvó de dos piedrazos terribles que iban directo a nuestras cabezas. Los huecos quedaron grabados en las paredes como gritos mudos de la saña con la cual atacaron. Otro grupo de compañeras quedó más adelante, en la zona del garage. Entre ellas, había una chica con un bebé de dos años.

Ni los gritos de “Paren, hay un bebé”, detuvieron a los agresores, que nos acorralaron y tiraron a mansalva. Luego otra parte del grupo, a pie, se sumó a las agresiones. Uno de ellos, un señor morocho de chomba turquesa, me apretó el brazo y me sacó el teléfono, al ver que yo estaba filmando todo lo que pasaba. Otra señora me tiró directo a la cabeza con un termolar, que atiné a detener con mis manos.

La policía miraba, sin inmutarse. Ni los gritos ni el llanto del papá del bebé (era una familia de mochilerxs) logró sacar de su pasividad a las fuerzas de seguridad. Pudimos ver como un grupo de compañeras hizo un escudo humano para defender a ese bebé mientras los ataques seguían. Llegaron más efectivos policiales y la “marcha” se alejó caminando tranquilamente hacia la esquina de Casa de Gobierno. Una señora, enardecida, nos gritaba “Muéranse, muéranse, demoníacas”. Tal vez me hubiera reído si hubiera podido dejar de temblar. Guido, un compañero de la facultad que trabaja en Canal 9 intentó hacerme una entrevista, que fue boicoteada por una señora que quiso pegarle.

Nos abrieron las puertas de la Secretaría de Derechos Humanos, donde nos ofrecieron refugio, agua, alimento, espacio. Donde finalmente me quebré y una compañera me miró a los ojos y me dijo: “Calmate, estamos bien, esto nos sirve para recordar por qué luchamos. Luchamos porque existe esta gente”. Radicamos una denuncia colectiva. Las sospechas apuntan, por un lado, a la exdiputada provida Clelia Ávila, y por el otro, a la agrupación piquetera de Emerenciano Sena. Lo cierto es que hay fotos y videos disponibles para la investigación en curso.

Lo que siguió fue una seguidilla de abrazos, lágrimas en conjunto y redes que se activaron para acompañarnos. La certeza de la fuerza de la manada, y la convicción de que, por un lado, se trató de una emboscada, muy similar a la vivida en el Encuentro Nacional de Mujeres de Mar del Plata. La metodología de la caza de brujas cuando somos pocas y dispersas, el ensañamiento con las que quedan. Y por el otro, que este hecho fue premeditado y organizado, principalmente porque no son capaces de comprender, y mucho menos de sentir, que 70.000 mujeres nos encontremos y nos fortalezcamos entre hermanas, que dancemos en las plazas, que gritemos poesía en las calles, que lloremos y nos abracemos para defender el derecho a la plenitud, porque defendemos la paz. Paz que será posible en la medida que cesen las desigualdades. Nuestro lenguaje es ese, el del encuentro, con todas las letras. A ellos les quedan los piedrazos y las agresiones cobardes. Nos vemos en Chubut para seguir encontrándonos.

Católicos "cazando" mujeres por Diario Chaco

Fuente: http://www.chacodiapordia.com/2017/10/17/yo-vi-a-un-pro-vida-apedrear-a-un-bebe/

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