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México: entre el culto a la “muerte” y la violencia estatal
Por Tamara Moncada / ABP Ecuador - Sunday, Nov. 12, 2017 at 8:43 PM

Por otra parte, existe la presencia de la denominada Catrina[2], que surge como parte de la crítica social durante los gobiernos de Benito Juárez, Sebastián Lerdo de Tejada y Porfirio Díaz

México: entre el cul...
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Desde inicios de la civilización, el ser humano ha buscado una explicación para lo que desconocía o le inquietaba y, ante lo cual, propendió a crear dioses, tradiciones, rituales y simbolismos relacionados con su cosmovisión. Sumado a los fenómenos naturales, en muchos casos entendidos como castigo de los dioses, se encuentran las historias ancestrales que explican el origen del universo, la civilización y la vida; por lo que, la muerte no se escapa de este contexto.


En este sentido, la cultura mexicana brinda especial importancia y significación a la muerte, aspecto que, no únicamente, está ligado al fallecimiento o partida física de un ser querido, sino también se encuentra presente en el bagaje cultural, resultado de un proceso histórico que está latente desde las antiguas poblaciones Mesoamericanas y, posteriormente, con la llegada de la religión judeo-cristiana, impuesta por la cultura occidental.


Al respecto, la forma cómo se concibe a la muerte en México, resultado de la mezcla entre la cultura mesoamericana y la occidental, desembocando en que sea distinta a la de otras culturas y, por tanto, el proceso de duelo se enfrenta de una manera diferente. En otras palabras, el duelo puede ser entendido desde la dualidad que, por un lado, produce el sentimiento de pérdida del ser querido y, por otro lado, desde el renacimiento y la esperanza de reencontrarse con aquella persona.


Entre paréntesis, es menester indicar que durante el proceso de colonización se pretendió eliminar todo rastro de la población originaria del actual territorio mexicano[1], al igual que ocurrió en el resto del continente, proceso en el que se desapareció gran cantidad de aspectos de la cultura originaria.


Para 1795, se dice que en Veracruz una persona vio a la “Muerte” en las tablas de su vivienda, sin embargo, al recurrir al cura para que confirmara y bendijera la imagen, éste lo consideró como una presencia negativa y vinculada a rituales satánicos, situación que desembocó en que la creencia permanezca oculta y sea transmitida oralmente a través del tiempo. Posteriormente, para 1965, en Hidalgo resurge y se visibiliza el culto a la muerte, popularmente conocida como La Santa Muerte, principalmente, vinculada a quienes arriesgan constantemente la vida, aunque se ha propagado a sectores urbanos de la sociedad mexicana. Adicionalmente, es menester indicar que La Santa Muerte se representa tanto como una figura masculina –simbolizada de manera más agresiva– como femenina –personificada, principalmente, con los colores blanco y dorado–.

Por otra parte, existe la presencia de la denominada Catrina[2], que surge como parte de la crítica social durante los gobiernos de Benito Juárez, Sebastián Lerdo de Tejada y Porfirio Díaz. Al respecto, desde algunos sectores pertenecientes a la clase media se inició la elaboración de una serie de escritos que, redactados de forma sardónica, iban acompañados de imágenes de cráneos y esqueletos, los mismos que se difundían en los denominados “periódicos de combate”.


En dichos escritos, se propendía a denunciar y cuestionar la preeminencia de las clases pudientes, así como de la situación general del país. En este contexto, la Catrina nace como parte de un cuestionamiento político a la realidad de explotación y dominación, en la que vivía la sociedad mexicana de inicios del siglo XX; no empero, la situación política, económica y social no ha mejorado con el paso del tiempo, por el contrario, es evidente la preeminencia de sectores pudientes que, recurriendo al terrorismo de Estado, pretenden mantener intacto el statu quo preestablecido.

Por ejemplo, en septiembre de 2017, el país enfrentó cinco desastres naturales[3] que aproximadamente cobraron la vida de 500 personas, 200000 damnificados y daños materiales. Dichos fenómenos naturales, pusieron en evidencia la presencia de un gobierno que no trabaja en función de satisfacer las necesidades básicas de su población y, por ende, no se preocupa por eliminar las grandes brechas existentes que limitan las posibilidades para acceder a oportunidades que permitan generar mejores condiciones de vida de la población.

Adicionalmente, frente a la coyuntura electoral del 2018, se visibiliza que el proceso de reconstrucción del país se está politizando, puesto que los diferentes actores políticos manejan su discurso en torno a propuestas que planteen resolver los principales problemas de la sociedad mexicana y que tomen, como eje de acción, las políticas que deben ser implementadas para construir un Estado capacitado para hacer frente, primordialmente, a solventar los problemas existentes tras los desastres naturales. Tal situación, se enmarca en la preeminencia de sectores políticos representantes de las burguesías nacionales y que, por tanto, trabajarán en función de mantener las estructuras sociales que sustentan la continuidad del sistema capitalista.

Frente a esta situación, la población mexicana se ha planteado resistir a las visibles injusticias y desigualdades sociales latentes, frente a ello la respuesta del Estado ha sido la represión constante en contra de quienes confrontan y cuestionan las políticas neoliberales implementadas, siendo una muestra palpable de ello la desaparición de 43 normalistas de Ayotzinapa la noche del 26 de septiembre de 2014, en el Estado de Iguala.

Por consiguiente, el caso de Ayotzinapa, a pesar de su trascendencia, es uno más de los que ocurren a diario en el país, donde se ha utilizado la justificación de la lucha contra el enemigo interno para validar los crímenes de lesa humanidad que comete el Estado, puesto que no se ha limitado a la desarticulación de los grupos armados o de narcotraficantes sino que, por el contrario, ha significado la persecución en contra de las voces disidentes, que a diario se levantan en el país.

En fin, la presencia de la “muerte” en la cultura mexicana no se limita al ámbito espiritual o religioso, por el contrario, simboliza la celebración de la vida y, además, la necesaria existencia de sectores sociales que levanten su voz contra un Estado que, por un lado, representa los intereses de los sectores pudientes y que, por otro lado, se ha negado a generar las condiciones necesarias para garantizar una vida digna a su población, olvidándose de regresar a ver a los más vulnerables, quienes resultan ser las mayores víctimas de la violencia estatal.



[1] Diversas investigación estiman que, previo a la llegada de los españoles, la población mesoamericana oscilaba entre los 8 y 20 millones de personas; y, tras la etapa colonizadora, la población se redujo aproximadamente a un millón de personas, razón por la cual, se puede asegurar que existió un verdadero “genocidio indígena”.


[2] La Catrina es una figura ideada por el caricaturista José Guadalupe Posada, originalmente bautizada como La Calavera Garbancera, y bautiza por el muralista Diego Rivera.

[3] Los desastres naturales a los que se hace referencia son: inundación provocada tras 12 horas de lluvia, 6 de septiembre; Tormenta Tropical Lidia, 3 de septiembre; Sismo de 8.2, 7 de septiembre; Huracán Katia, 8 de septiembre; Sismo de 7.1, 19 de septiembre.

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