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Yo quiero a mi bandera... tres años después
Por Marcelo Impemba - Tuesday, Dec. 19, 2017 at 4:05 PM

¿Cuáles son las intencionalidades de ser tratados como “traidores a la patria”, ante un acto de profundo carácter simbólico como es el izamiento de un elemento representativo de la cultura mapuche en la plaza principal y centro cívico de San Martín de los Andes, un territorio declarado municipio intercultural?”.

Yo quiero a mi bande...
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Así nos preguntábamos a fines del 2014, en el documento donde un grupo de docentes de la Universidad Nacional del Comahue reflexionábamos sobre el valor simbólico materializado con el izamiento de la bandera mapuche “wenufoye” en el centro cívico de San Martín de los Andes. Un hecho histórico programado originalmente para el 12 de octubre de ese año (día del Respeto a la Diversidad Cultural), y que tuvo que ser postergado por la fuerte confrontación derivada del cuestionamiento sobre la identidad étnica de nuestra localidad.

Tres años después, este acontecimiento cobra significado en tiempos pre y poselectorales en el que se expresan sentimientos encubiertos, que tratan de restablecer el orden y la relación de sometimiento, recurriendo a la propiedad estatal de la fuerza represiva, ante las aspiraciones de los pueblos indígenas de asumir el control de sus propias instituciones, formas de vida, de su desarrollo económico y recuperación territorial.

Las poblaciones mapuches son presentadas a la opinión pública asociadas a situaciones de permanente conflictividad –toma de tierras, cobros extorsivos, cortes de ruta, acciones de grupos armados–, como una amenaza externa, con el objetivo encubierto de desacreditar los reposicionamientos étnicos-identitarios de base territorial. El Estado en sus diversas formas ha promovido una peligrosa espiral de violencia, con el apoyo de sectores relacionados con el poder comunicacional, judicial y empresarial, generando una estigmatización remixada del “mapuche” como peligroso, terrorista y extranjero, con el objetivo de crear un enemigo interno. Es en estos momentos cuando las acciones reivindicativas de los grupos indígenas renuevan aquellos preconceptos racistas de una parte de la sociedad, que expresan su violento rechazo ante los conflictos étnicos y de clase.

San Martín de los Andes no está ajeno a este contexto nacional que nos interpela como sociedad. Desde sus orígenes, como resultado de los tramos finales de la denominada Campaña del Desierto, su historia estuvo vinculada a la dominación y relocalización del Lof Curruhuinca, primero del valle del Lácar a fines del siglo XIX; y en una segunda oportunidad en la década del 40 de Quila Quina con la llegada de Parques Nacionales. En ambos casos, el Estado nacional les reasignó a estas poblaciones mapuches los territorios sobrantes o marginales para el desarrollo de las actividades productivas de subsistencia. La conflictividad territorial resulta como consecuencia de la transformación en un lugar turístico, y esos espacios anteriormente concebidos como improductivos comenzaron a tener un alto valor paisajístico-turístico-inmobiliario.

A pesar de que San Martín de los Andes se autodenomina “intercultural” en los primeros párrafos de su carta orgánica desde el 2010, ha tenido una relación contradictoria con sus poblaciones mapuches. En aquellos momentos de visibilización, como el izamiento de la wenufoye en la plaza San Martín, la confrontación con el centro de esquí del cerro Chapelco o la declaración de sitio sagrado al Pijan Mawiza-volcán Lanín se recrea en ciertos actores sociales y sectores políticos de esta localidad la construcción de una alteridad amenazante, un “ellos-nosotros” donde se definen (y redefinen) violentamente las distancias económicas y culturales que, ocultas bajo el velo de la “diversidad cultural”, nunca dejaron de existir.

La interculturalidad es una cuestión de democratización de la sociedad. El reconocimiento activo del “otro” en la construcción de las relaciones pluriétnicas. Un cambio de alcance político, cultural y generacional. Como todo proceso social complejo, tiene sus aparentes avances y retrocesos.

Este camino de reconocimiento, respeto, integración y diversidad que tenemos que recorrer en forma conjunta nos interpela como sociedad sanmartinense no sólo en el plano político, sino también ideológico, educativo e institucional. Como sociedad civil hemos avanzado en la conformación de diversas organizaciones interculturales, como es el caso de la Mesa Chapelco. Creemos que el inicio del cambio a transitar comienza con expresar nuestro profundo rechazo hacia las expresiones racistas y xenófobas formuladas en los últimos tiempos, y una decidida oposición a la violencia que desprecia la cosmovisión de aquellos “otros invisibles”.

* Docente de la Facultad de Turismo (UNC) e integrante de Mesa Chapelco

El 10 de diciembre de 2014 se produjo el primer izamiento
de la wenufoye (bandera mapuche) en San Martín, parte de la construcción de la interculturalidad.

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