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Los de "arriba" están aterrorizados por la combatividad de los "de abajo''
Por Nicolás Riu, CS de Combate - Tuesday, Dec. 26, 2017 at 2:40 PM

Batalla del Congreso: los de "arriba" están aterrorizados por la combatividad de los "de abajo"

26 de diciembre de 2017 | Los enfrentamientos anti Reforma Previsional trajeron a colación una pregunta que de acá en más atormentará a los capitalistas y sus secuaces - ¿Quién manda en casa? - ya que el fantasma de la huelga general se instaló para quedarse, en las inmediaciones del Congreso este combativo 18 de diciembre.

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Para Trotsky y para el marxismo en general, la huelga general cuestiona en los hechos el poder de los patrones y su estado, porque cuando esta se produce los obreros toman en sus manos lo que para el derecho burgués no les pertenece, generando una situación de “doble poder” que amenaza el orden instituido. Más allá de los límites del Paro Nacional decretado para el día de la movilización, la combinación entre esta medida y la irrupción de una vanguardia obrera multitudinaria e híper radicalizada, aterrorizó a los periodistas burgueses, que de conjunto caracterizan la existencia de una dinámica de carácter insurreccional.

Por eso, toda la prensa burguesa se preguntó al unísono: ¿Quién manda? ¿Las fuerzas represivas del capitalismo - que fueron desbordadas - o esas “hordas salvajes” que coparon la Plaza de los Dos Congresos durante varias horas, cuestionando objetiva e impúdicamente el monopolio del uso de la violencia? Aunque lo nieguen o lo oculten, los plumíferos a sueldo de los monopolios saben que los miles que enfrentaron a la yuta no estaban aislados, sino íntimamente ligados a esa enorme retaguardia constituida por los miles que se movilizaron y, principalmente, a aquellos otros millones que miraban con simpatía.

De ahí su desesperación, de ahí sus largas notas atacando a los “infiltrados” o tratando de desligar a unos con los otros, argumentando que “lamentablemente los violentos deslegitimizaron la protesta de quienes marcharon en paz”. ¡El miedo a lo que se viene es porque todos ellos saben que esa división no existió! El pánico que los atrapó es porque vieron que la represión no sirvió para nada, ya que a la noche muchas más personas ganaron las calles de la Ciudad de Buenos Aires y otras capitales del país para “cacerolear” y gritar dos consignas muy ligadas a la izquierda: “unidad de los trabajadores, y al que no le gusta…” y “Que se vayan todos…”

Los de arriba asumieron que los nubarrones del horizonte anuncian nuevas Puebladas y Argentinazos en donde la izquierda tendrá un protagonismo nunca visto en este país. ¡Una combinación fatal para quienes estaban acostumbrados a contar con una herramienta que ahora se les está hundiendo: el “salvavidas” peronista! Los gobernadores justicialistas, el Frente Para la Victoria y los burócratas sindicales más abyectos fueron desbordados, una situación que - de continuar y profundizarse - facilitará la construcción de órganos más democráticos y combativos que los viejos y caducos sindicatos estatizados del peronismo.

Estas asambleas populares, cabildos abiertos o coordinadoras, en cuyas entrañas se debatirá el futuro del país, rápidamente tenderán a convertirse en instituciones de “doble poder”, muy parecidas a las que aparecieron en todas las revoluciones, como los soviets rusos, los consejos húngaros o los cordones industriales chilenos. En la medida en que el proceso revolucionario avance, se planteará la posibilidad de que estas herramientas para la lucha y la discusión reemplacen a las instituciones burguesas, comenzando a poner en marcha la construcción de una nueva sociedad - de carácter socialista - sostenida por la democracia directa.

De ahí la insistencia de los periodistas y políticos burgueses en el sentido de remarcar el artículo de la Constitución Nacional que dice que taxativamente que “el pueblo no delibera ni gobierna, sino a través de sus instituciones…” ¡Los/as socialistas revolucionarios queremos cambiar esta normativa, para que sí lo haga! Por eso, actuando como los “demócratas” más radicalizados, decimos que la propia Constitución permite modificar esta ecuación, convocando a una Asamblea Constituyente - Libre y Soberana - en la cual el conjunto de la población no solo vota quien debe gobernar, sino principalmente en base a qué leyes y “modelo” de país deberá hacerlo.

En las actuales circunstancias debería convocarse a la Constituyente, ya que todo está en debate, por lo tanto es el pueblo el que tiene que tener la última palabra. ¡Si los de arriba no la convocan, deberán ser los trabajadores, a través de sus instituciones democráticas, quienes se encarguen de debatir e imponer una nueva “Carga Magna”! Los/as de abajo tienen que pelear para derrotar al Ajuste y los Ajustadores, y para acabar con este Sistema Capitalista Semicolonial que ajusta, saquea, explota y mata. Hay que construir desde las bases una nueva sociedad que lo reemplace, de manera de resolver las demandas insatisfechas de la mayoría de la población.

Las próximas batallas obreras y populares, como la que se viene contra la Reforma Laboral, empujarán en ese sentido. Los revolucionarios y las revolucionarias consecuentes debemos asumir esta perspectiva, uniéndonos para ayudar a poner en pie la nueva dirección obrera y socialista que reclaman las circunstancias. Condiciones para esto sobran, ya que la nueva vanguardia obrera - hija y nieta de aquella crisis del 2001 - interviene en esta crisis con la experiencia en su mochila, pero también revitalizada por haber vuelto a trabajar y por sacarse de encima esa enorme loza reaccionaria que es el peronismo, que se está hundiendo en el basurero de la historia.

Es por eso que decenas de delegados y activistas de base miran con simpatía o reivindican el papel jugado por el clasismo, que en los hechos actuó como la conducción de un frente mucho más amplio en una pelea que puso en jaque en varias oportunidades a las fuerzas represivas y a toda la institucionalidad burguesa. Estamos atravesando un proceso de maduración política de esta nueva vanguardia, que se perfila como artífice de los grandes cambios políticos y sociales que se avecinan, que para ser profundos deberán contar con una conducción revolucionaria que asuma las tareas del momento sin subestimar ni sobrevalorar el avance subjetivo de los nuevos luchadores.

Sintetizar estos avances con el programa socialista, rompiendo con el parlamentarismo, el sindicalismo, el pacifismo y todas las taras o desviaciones que durante estos años de “democracia burguesa” atraparon a buena parte de las organizaciones de izquierda, es la tarea que debemos afrontar.

“Lo que es hoy el único factor progresivo de la historia, no es el espíritu de arreglos de parlamentarios y periodistas, sino el odio legítimo y creador de los oprimidos contra los opresores. Hay que volverse hacia las masas, hacia sus capas más profundas. Hay que hacer un llamado a su pasión y a su razón. Hay que rechazar esta fatal “prudencia”, que es el seudónimo de la cobardía y que, en las grandes coyunturas históricas, equivale a la traición. El frente único debe tomar como lema la fórmula de Danton”: “¡Audacia, siempre audacia y todavía más audacia!”

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