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Macrilandia
Por Diego Genoud - Saturday, Dec. 30, 2017 at 9:03 PM

30/12/2017 11:23 AM La economía en la montaña rusa, el mejor equipo de los últimos 50 años en el subibaja y el Presidente en descenso en el tobogán de la opinión pública. Peña va, Peña viene.

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Parece premeditado. Cada vez que Mauricio Macri se va a Villa La Angostura a pasar las fiestas, la economía se sacude. El 26 de diciembre de 2016, el Presidente recibió a Alfonso Prat Gay en el country Cumelén para escenificar el despido de un ministro de Economía estrella que se creía por encima de Marcos Peña y también del team leader de Cambiemos. Prat Gay era el abanderado del gradualismo y sus columnistas amigos lo definían como keynesiano.

Un año y dos días más tarde, con Macri otra vez en el Sur, el que tenía el pasaje listo para viajar era Federico Sturzenegger, sacrificado en el altar de la sagrada independencia del Banco Central. Otra vez, el jefe de Gabinete fue el encargado de alinear los planetas en un contexto económico bastante más complicado. Sturzenegger prefirió rendirse ante la evidencia de que el ajuste no va a ir a la velocidad que él pretendía con el festival recurrente de Lebacs y decidió tragarse el sapo de sentarse en una mesa de cuatro en la que casi no hacía falta. A cambio, conservó su sillón en la calle Reconquista 266.

Complacido por la revancha que le da el fulbito de Cambiemos, Prat Gay interrumpió su práctica de montañismo para decir desde Radio Mitre que no se puede vivir sin un ministro de Economía -como él, se cae de maduro- y sentenciar que se perdió un año. Otros, como Carlos Melconian, que también cayeron víctimas del péndulo oficial, dicen que los que se perdieron son dos años, el lapso que lleva en el poder el experimento de la alianza gobernante. Vuelve Peña a aparecer como el que ordena la guerra interna de un seleccionado de financistas que tienen a su cargo la vida de 40 millones de argentinos. Desde discusiones palaciegas, asoman victoriosos Mario Quintana, Luis Caputo y Nicolas Dujovne, en un orden antojadizo y discutible. Baja por la escalera Fede y sube en un ascensor apretado el trío en el que se destaca el ministro de Finanzas, primo de Nicolás Caputo.

Sturzenegger perdió porque su política era inviable y no paraba de acumular enemigos internos y externos. Los tres funcionarios antes mencionados, Elisa Carrió -que hace una semana, en un extenso reportaje con La Nación, le pidió que reflexionara- y Miguel Ángel Pichetto, que lo destripó el martes último con el ex columnista de Odisea Argentina presente en el Senado.

El presidente del Central era el abanderado de la ortodoxia, juzgado por sus detractores como un neoliberal salvaje, epígono y sobreviviente de la escuela de Domingo Cavallo.

Lo dicen economistas de un lado y del otro de la biblioteca: con la devaluación que impulsa ahora Cambiemos, se apuesta a redoblar el crecimiento con un dólar más alto y más inflación, en momentos en los que el consumo comenzaba lentamente a rebotar. La moneda norteamericana recuperará parte de lo perdido en detrimento de los salarios y para beneficio del campo, la industria y las economías regionales. Se pincha la bicicleta financiera y se recalienta la puja inevitable entre precios y salarios.

Más allá del subibaja de los nombres y las idas y vueltas, algo está claro: ante la encrucijada de la economía, no hay acuerdo en el living del oficialismo.

LA CAÍDA. Que Macri haya optado otra vez por alejarse 1.650 kilómetros del foco de tormenta y mirar todo por televisión desde Villa La Angostura no quiere decir que no haya tomado la decisión que cierra el segundo año de Cambiemos en el poder. Mucho menos, que pueda desligarse de la responsabilidad ante la principal conclusión que deja la aparición conjunta de los cuatro jinetes: dos años después, el Gobierno no acierta con el rumbo para sacar la economía adelante. Sigue graduando el ajuste con deuda externa y no tiene fuentes propias de financiamiento. La lluvia de inversiones tal vez sea una garúa.

Son Macri y Marcos Peña los que borran con el hachazo a Sturzenegger lo que escribieron con la renuncia de Prat Gay. Aunque se los preserve con toda lógica, son los responsables principales del extravío en el que anda el Gobierno. Con Fede, también cae derrotado Mauricio, que era su principal sostén. ¿La famosa credibilidad dañada afecta únicamente al Banco Central o es un problema de todo el elenco oficial?

Como publicó Letra P hace diez días, la dificultad extra que enfrenta Cambiemos después de haber sido plebiscitado en las urnas es que las expectativas, su principal capital, empiezan a marchitarse incluso entre los que respaldan al Gobierno. En la última semana del año, esa tendencia se vio ratificada con un dato al que el Círculo Rojo atiende siempre: el derrumbe en el Índice de Confianza del Gobierno que publicó la Universidad Torcuato Di Tella.

En los primeros quince días de diciembre, se quebró el envión poselectoral y la confianza -esa palabra clave para el Presidente- registró la peor caída desde que la alianza gobernante llegó al poder: más de 20 puntos, el doble de lo que había descendido en abril de 2016. El estudio, realizado por la consultora Poliarquía con 1.200 casos en 40 localidades de todo el país, muestra, además, que se vino a pique entre los consultados la “capacidad del Gobierno para resolver los problemas del país”, otro 20 %. Para matizar, puede consignarse que Cambiemos todavía tiene un 31% de diferencia positiva con respecto al último mes de Cristina Kirchner en el poder y que había elevado un 33% el índice de confianza a lo largo de los cinco meses que van de julio a noviembre. Sin embargo, una caída como ésta, dice el informe de la UTDT, sólo es comparable a la que sufrió CFK durante el conflicto con el campo. Aunque se trate apenas de una foto que puede cambiar mañana, sorprende el derrumbe y ¿también? que no haya tenido difusión en los grandes medios.

“No deja de ser sugerente que la mayor caída del ICG se da en el sub-índice que evalúa si el Gobierno defiende el interés general en lugar de intereses particulares, que es lo que uno debería esperar en caso de temas sensibles como la reforma previsional”, le dijo a Letra P Javier Zelaznik, uno de los autores del trabajo. El descenso, remarca el profesor de Ciencia Política de la Di Tella, excede al Gobierno y coincide con otras encuestas que muestran una caída generalizada de la aprobación de todos los líderes políticos.

CUESTIÓN DE FONDO. Más allá de la arquitectura que asume la política económica, la devaluación que estimula Cambiemos deja ganadores y perdedores en la economía y hacia el interior del Gobierno. Pero no resuelve los problemas, sino que apenas descomprime lo que se observa en la superficie. “La cuestión de las metas de inflación me resulta un tema secundario y coyuntural y no se va a resolver mientras no resolvamos el problema del balance de pagos, que es el que resuelve la cuestión fiscal. Si eso está resuelto, el programa antiinflacionario se vuelve trivial. Y si no lo puede resolver, el problema antiinflacionario es casi irresoluble, salvo por períodos relativamente cortos, como puede ser la década de la convertibilidad”, le dijo a Letra P un economista que critica al Gobierno desde la cercanía y la adhesión.

El experto considera que en 60 días nadie se va a acordar del cambio en las metas. “El problema es la dinámica de las exportaciones. Preguntarse de qué vive la Argentina, que es el foco que deberíamos tener. Cómo puede sostener su crecimiento el país, eso sigue sin discutirse. Si nos hiciéramos esa pregunta, buena parte de los conflictos de todos los días pasaría a un segundo plano, podríamos discutir algo sustantivo y ahí todos -Gobierno y oposición- tienen algo para decir. Es un tema dificilísimo y no tengo la solución, pero es lo que hay que tratar de responder”.

El especialista se anota entre los que consideran muy preocupantes los números del déficit externo. Según el INDEC, el déficit de cuenta corriente acumulado en los últimos 12 meses asciende a 26.634 millones de dólares, la cifra más alta desde 1998. Para no pocos economistas, es un número que genera pánico y que puede llegar al 6% del PBI, según estimó Prat Gay en Mitre. “A partir de esos niveles, el resto del mundo empieza a dudar si hay que financiar o no a la Argentina”, deslizó.

Dicen los que quieren bien a Macri que es el único que tiene la obsesión del ajuste a como dé lugar. Para Gerchunoff, “la cuestión fiscal es endógena al crecimiento y el crecimiento depende de que podamos dinamizar las exportaciones y comprar bienes de capital e insumos sin tener que endeudarnos”.

Desde esa visión, si las exportaciones no despegan de manera tal que logren compensar la intensidad de las importaciones de los consumos de la clase media, el país que hoy está en manos de Cambiemos seguirá rezando por tener financiamiento externo -dos años, cuatro años, seis años- hasta que un día, como advierte desde la ancha vereda ortodoxa Juan Carlos De Pablo, alguien baja la perilla y todo se termina.

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