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Si muere un idioma, pierde la humanidad
Por Mónica Carinchi - Actualidad de Tigre - Saturday, Feb. 17, 2018 at 12:33 AM

Punta Querandí, don Blas Jaime compartió la ceremonia de la bendición de los frutos

Llegados de distintos puntos cardinales, más de 100 personas compartieron la Bendición de los Frutos, ceremonia celebrada por Reinaldo y Gladis Roa, representantes del pueblo guaraní. A la celebración se sumó la presencia de don Blas Jaime, el último hablante chaná. En un tono pausado y con mucha precisión, contó algo de su historia y respondió preguntas, después de la proyección de Lantéc Chaná.

Si muere un idioma, ...
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En una nueva ceremonia guaraní de bendición de los frutos, la Comunidad Indígena Punta Querandí convocó a más de 100 personas. Muchos de ellos reiteran su presencia de manera sostenida; otros se acercan por primera vez para apoyar una lucha que ya lleva 8 años. Lucha por mantener público un territorio que fue ancestralmente habitado por pueblos originarios propios de esta región: guaraníes, querandíes, chanás.

Múltiples restos de vasijas y enterratorios dan cuenta de los pueblos que pisaron estas tierras; huellas de un pasado que se une a un presente que busca justicia. Y la justicia, imperceptible para algunos, va llegando: en la ceremonia se bendicen los frutos que da la tierra y se presenta públicamente a los niños, entonces, un niño se levanta y dice “éste soy yo”, ésa es su forma de decir “me identifico con la lucha de Punta Querandí”.

El niño caminó al lado de don Blas, el último hablante chaná. El presente y la historia se amarraron en las palabras de este ilustre visitante: “Que los pueblos se animen a salir de las sombras, que se animen a decir acá estamos, somos nosotros, los dueños de la tierra”.

Estos son los mejores frutos.

No están muertos

Ritual, comida comunitaria, intercambios y una presencia especial: Blas Jaime, conocido como el último hablante de la lengua chaná. Este hombre, apacible y gentil, llegó desde Entre Ríos para compartir la jornada del 21 de enero, contar su historia y presentar, una vez más, el documental realizado por Marina Zeising que muestra el interés que despertó don Blas entre los investigadores que consideraban que el chaná era una lengua muerta.

“Estuve en silencio durante 70 años”, dijo y todos comprendimos. “Para que con la ayuda de nuestro Señor se supriman las ocasiones de caer en la idolatría y el demonio no pueda continuar ejerciendo sus engaños, no deberá consentirse que ni en dialecto local ni en lengua general se celebren danzas, cantos ni taquies”. (Memoria del Fuego. Eduardo Galeano).

Los libros lo cuentan y su abuela y su madre lo vivieron en sus cuerpos: “Fuimos tratados como basura”, le dijeron.

La cultura chaná se transmitía por línea femenina, pero las hermanas de don Blas murieron pequeñas, por eso su madre tuvo que tomar la decisión, le pidió permiso y, cuando tenía 12 años, comenzó a enseñarle. “Ella me iba contando y luego me tomaba examen. ‘¿Qué es lo que te enseñé ayer?’ y yo repetía como loro”.

Don Blas se recordó como un joven tímido: “Mis amigos hacían cosas y yo me mantenía apartado porque sabía que tenía algo importante que debía hacer”.

Escribió un diccionario chaná-castellano; aprendió las costumbres y normas de convivencia de su pueblo, que llamaba a la mujer “guarda memoria”. “El pueblo chaná no puede bailar. Yo me voy a morir y nunca he llorado ni reído. No podemos ni arrodillarnos ni rendirnos, si uno está peleando, tiene que seguir hasta que mata o lo matan”.

Además de su abuela y su madre, un curandero chaná, que vivía en el monte, le transmitió sus conocimientos: “Tenía como 100 años, nunca se había calzado ni cortado las uñas de los pies. Andaba en cuero y si iba alguna dama, se metía un pantalón viejo”. Los conocimientos medicinales que le transmitió, quedaron plasmados en el diccionario: “Tenemos una farmacopea importante. Nadie usa las pencas –hojas de la tuna - y es un antibiótico”.

Ahora es la hija de don Blas quien tiene la misión de conservar y transmitir. Ambos dan clases de lengua chaná en el Museo Antonio Serrano de Paraná. Cuando comenzó, don Blas enseñaba con sonidos guturales, como él había aprendido, casi sin mover los labios, pero “así nadie aprendía nada”. Fue desarrollando, entonces, un sistema para enseñar; tradujo, además, leyendas y el Himno Nacional; ahora está con la traducción de Martín Fierro.

Don Blas sabe que “si un idioma se pierde, es una puerta que se cierra. Es la humanidad la que pierde”. Por eso ya está tranquilo, hizo su aporte, quedan documentos y su hija es la heredera de todos sus conocimientos. “Salir a la luz es muy importante porque valora a todos los pueblos originarios, no sólo a los chaná”.

Cayendo el sol, terminó la jornada y todos partieron con la certeza de que no fue un día más.

Foto: Don Blas Jaime en Punta Querandi

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