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Macri como la dictadura, las cagadas antes y la buena letra después del Mundial
Por Jorge Falcone, Resumen Latinoamericano - Thursday, Mar. 01, 2018 at 11:48 AM

Macri en su laberinto: como la dictadura, las cagadas antes y la buena letra después del Mundial

1° de marzo de 2018 | Como agudamente han opinado numerosos analistas del campo popular, puede que el nexo entre las violentas manifestaciones de diciembre en protesta contra la Reforma Previsional y la descomunal concentración de trabajadores/as formales e informales del 21F – que incluyó un arco plural de adhesiones: organismos de DDHH, Movimiento de Mujeres, sindicalismo combativo de base, etc. – esté marcando la transformación del creciente hartazgo popular en voluntad irreversible de erigir una barrera infranqueable ante un gobierno que realiza ingentes esfuerzos por desacreditar, dividir, y cooptar a la dirigencia sindical.

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Para conjurar el vendaval popular que arrecia, rápido de reflejos (y aunque tiene posición tomada al respecto), el oficialismo ha arrojado la “manzana de la discordia” habilitando el debate sobre el derecho al aborto, que – como se sabe – aún genera tensiones en una amplia franja social. En tanto, intentará invertir menos que el año pasado, apurando a contra reloj cuanta medida impopular tiene en carpeta hasta la realización del Mundial de fútbol a celebrarse en Rusia entre el 14 de junio y el 15 de julio próximos. Tal como el Proceso de Reorganización Nacional en 1978 usufructuó el triunfo de nuestra Selección comprado a Perú, el think thank gubernamental se entusiasma imaginando las mieles que podrían disfrutar en caso de obtenerse un resultado favorable también en esta edición. Si eso ocurriera, procurarían culminar el año con una política de distención, para jugar sus fichas a todo o nada durante 2019, triplicando las inversiones de 2017 con miras a asegurarse un nuevo turno electoral, lo que, a la luz del descontento social en alza, por ahora parece constituir apenas una ambiciosa expresión de deseo.

Historizando un poco el momento actual, veremos que la acción de la dictadura que asaltó el poder en 1976 bien puede interpretarse como un tiro de gracia contra el Estado de Bienestar. En efecto, desde abril de aquel año el programa económico del ministro Martínez de Hoz se dedicó a desmontar prolija y sistemáticamente la Argentina de la Justicia Social, cimentada fundamentalmente entre 1945 y 1955, para atar el destino de nuestro país al designio del capitalismo global en ciernes. Veinte años después, ya bajo el llamado Consenso de las Commodities, un gobierno democrático – y paradojalmente también de signo justicialista – dejaría el camino expedito al avance del desierto verde de la soja, expresión parcial de una nueva matriz productiva colonial que habría de extenderse a todo el continente, independientemente del perfil ideológico de sus gobiernos. En tal contexto se iría configurando una clase dirigente, que nadie caracterizó mejor ni más oportunamente que el Grupo de Reflexión Rural: “Esta nueva oligarquía instaló su protagonismo de manera sigilosa. Una oligarquía distante de la otrora ‘oligarquía vacuna’ que se impusiera al país en las postrimerías del siglo XIX, a instancias del entonces presidente Julio Argentino Roca. Este sector, que tenía en la Sociedad Rural Argentina (SRA) su representación más genuina, conduciría – con breves interregnos – los destinos de la Argentina durante buena parte del siglo XX. Pero la irrupción histórica de esta nueva oligarquía no-terrateniente (es decir, una oligarquía que no basa su poderío económico en la propiedad sino en el uso de la tierra) configura un hecho decisivo que pocos se han atrevido a analizar. La ligazón que establece el modelo sojero entre el capital financiero y la investigación científico-técnica, transformó profundamente el esquema de producción agraria y redefinió las relaciones de poder”.

Tomando nota de esto último, y sumando el desencanto de una amplia franja social ante el abuso de un discurso seudo emancipatorio divorciado de impostergables cambios estructurales, no debería extrañar que en esta posguerra de un genocidio con alto poder aleccionador pasara a regir los destinos de la Nación una derecha de nuevo cuño, que gobierna reinventándose en periódicos retiros menos espirituales de lo que induce a suponer. En todo caso, la ofensiva antisindical en curso, acompañada de tardías medidas aparentemente éticas (como el combate al nepotismo en la función pública o el congelamiento salarial del staff gubernamental), y hasta – qué duda cabe – la imposición de una pena de muerte tácita por “gatillo fácil”, aún fidelizan a ese difuso y voluble electorado que a partir de 2015 decidió apostar por un cambio (?)

Por cierto, lo dicho hasta aquí no pasa por alto que en “el subsuelo de la Patria sublevado” viene gestándose una lenta y casi imperceptible transformación que por ahora quizá perciban más claramente l@s cientistas sociales especializados en el mundo del trabajo. Y es la que da cuenta de que una tercera parte (en expansión) de l@s trabajadores/as integra el fenómeno denominado “economía popular”, lo que pone en crisis la noción de sujeto histórico atribuida hasta no hace demasiado tiempo exclusivamente al Movimiento Obrero Organizado, colocando sobre el tapete una cada vez mayor gravitación – cuantitativa y cualitativa – de las organizaciones sociales. Sin ir más lejos, en la más reciente manifestación del mundo del trabajo, no casualmente fue el Secretario General de la CTEP quien reclamó ante más de 300.000 personas el más pleno apoyo al Paro Internacional de Mujeres del 8M, iniciativa hasta la fecha poco esperable por parte de la CGT. Los sectores más dinámicos del sindicalismo van asumiendo estos cambios, y algunos hasta se atreven a reclamar una reorganización de la central obrera que integre la representación de l@s trabajadores/as informales a su plantel dirigencial.

Por lo demás, una tasa de empleo modestamente traccionada por la construcción no resulta suficiente para absorber el amplio contingente de cesantead@s desde principios de año, ni para paliar una hambruna que aumenta exponencialmente (y que tal vez explica la proliferación de insultos al primer mandatario en estadios deportivos, subtes y recitales). Tampoco alcanza para diluir las responsabilidades de los ministros Aguad, Triaca y Caputo – por mencionar apenas a un puñado de los funcionarios más comprometidos – en los affaires del ARA San Juan, el maltrato laboral, o el ocultamiento de fondos off shore respectivamente. Todo lo cual parecería indicar que, a la hora de enfrentar el “malestar en las bases”, no bastará con reforzar asentamientos militares yanquis en las Tres Fronteras ni pedir la colaboración del Comando Sur para garantizar la seguridad del G-20 ni escuchar ofertas de la empresa europea Deveryware sobre equipos de geolocalización de sospechosos. Porque, como bien canta Silvio Rodríguez, “El tiempo está a favor de los pequeños. / De los desnudos, de los olvidados. /  El tiempo está a favor de buenos sueños / y se pronuncia a golpes apurados.-

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