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La coppolización de los abusos en el fútbol: nadie piensa en los pibes
Por Cosecha Roja - Wednesday, Apr. 04, 2018 at 11:19 AM

4 de abril de 2018 | Un chico de 16 años de las divisiones inferiores de Independiente se quiebra. Se pone a llorar y habla. Cuenta que fue víctima de abusos y que desde la pensión del Club lo llevaban a un departamento privado en Palermo y allí tenía sexo con hombres mayores de edad. La persona que lo escucha cuenta el caso a los dirigentes y estos hacen la denuncia. No es el único caso. Hay por lo menos siete menores abusados. Hay además otro jugador de inferiores que sería el nexo entre los pibes y los abusadores. Hay en principio una red de corrupción de menores que no se agota en ese club. A los pibes les ofrecían pasajes para visitar a sus familias en el interior, botines y cargas de SUBE a cambio de sexo.

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En paralelo a la investigación de la fiscal María Soledad Garibaldi, titular de la UFI número 4 de Avellaneda, el caso llega a las tapas de los diarios y a los programas de TV: noticieros, deportivos y hasta de espectáculos. Se filtran detalles escabrosos: se habla de pedofilia, prostitución, HIV y de una red que excede también a los clubes de fútbol. Opinan conductores, futbolistas y ex futbolistas. El ex delantero del Rojo y campeón del mundo en el ‘78, Daniel Bertoni, dijo con total naturalidad que “esto existió siempre”. “En la época nuestra también había rumores de estas cosas”, agregó y consideró “una suerte” que un chico se haya quebrado “porque sino esto seguía”. Otra vez en un contexto de abuso la red de complicidad y silencio: se sabía, pero nadie hablaba. Bertoni fue citado a declarar por Garibaldi, claro.

Se convierte el tema de la semana en las redes sociales. Bajo el hashtag #enigmático la conductora de radio, actriz y vedette Natacha Jaitt involucra a famosos. En la mesa de Mirtha Legrand revela el enigma y le pone nombre y apellido a los abusadores: la lista incluye a periodistas, productores, actores y políticos. El caso se coppoliza.

—Estamos hablando de cosas siniestras, de algo muy grave. Con esto no se puede jugar —se queja Natacha.

—Vamos a ver qué comemos primero —la interrumpe Mirtha. Antes de enfocar una brochette de salmón y langostinos, la cámara apunta a un collar perlas que la diva muestra en sus manos.

A lo largo del almuerzo, Gustavo Grabia, el periodista que denunció el caso en los medios, intenta explicar la causa judicial. Nadie lo escucha: al discusión entre Natacha y la periodista Mercedes Ninci incluye al papa Francisco, al ex legislador porteño Gustavo Vera y al padre Julio César Grassi. El rating sube. Guillermo Coppola mira en silencio.

Durante el fin de semana largo Alejandro Fantino, Oscar González Oro, Carlos Pagni, Enrique Pinti, Gustavo Vera ensayaron respuestas: dijeron que Mirtha prestó su programa para una operación. Que detrás de las denuncias estaban los servicios. Vera dijo que Natacha “trabaja para la banda de Stiuso”. Pagni agregó que hizo “espionaje clandestino”.

“Nos equivocamos, nos enceguecimos por el rating”, confesó Nacho Viale, nieto de Mirtha y productor del programa.

Natacha contra el mundo marcó un antes y un después. Más allá de la veracidad o la falsedad de su denuncia (ella asegura que tiene pruebas), su intervención en uno de los programas más importantes de la televisión argentina banalizó el debate: ya no importan las víctimas. Importan los nombres de los victimarios. Pero ni siquiera importan para desentramar una red de corrupción de menores. Importan para tirarse carpetazos, para defenestrarse unos a los otros. Para usar el derecho a réplica en sus programas de tv y sus editoriales. Importan por el rating.

En la pensión de Independiente de Villa Domínico hay 51 adolescentes de entre doce y diecinueve años. De esos 51, 45 vienen del interior del país. Sueñan con la gloria del fútbol. Vienen de hogares pobres y viven lejos de la familia y las redes de contención. Son las víctimas perfectas.

Pero no se pone el foco en los sueños de estos pibes. Se señala que nadie les puso un arma en la cabeza para hacerlo, que bien que se llevaban su par de botines y su carga de tarjeta SUBE. Se preguntan por qué los pibes no lo denunciaron antes. Se los revictimiza.

Ya se escucha a algún conductor de tv preguntarse quiénes de los jugadores que hoy brillan en primera división habrán sido víctimas en su paso por las inferiores. Quieren nombres famosos que alimenten ese debate feroz. Quieren rating.

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