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La clase obrera paralizó el país: hay fuerzas para derrotar a Macri y al FMI
Por Eduardo Castilla - Tuesday, Jun. 26, 2018 at 6:45 PM

La medida mostró el enorme poder social de millones de trabajadores y trabajadoras. La CGT volvió a llamar al Gobierno a “dialogar”. El sindicalismo combativo y la izquierda protagonizaron los piquetes y le dieron un carácter combativo a la jornada.

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Foto: Enfoque Rojo

Este lunes, las calles de las principales ciudades del país permanecieron prácticamente vacías a lo largo de toda la jornada. En la Ciudad de Buenos Aires, estaciones de trenes y subtes presentaron un paisaje de desolación.

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Esas imágenes sirvieron para evidenciar la masividad del paro nacional convocado por la CGT. Se trató de una enorme demostración del rechazo a la situación económica y social del país. Fue, claramente, la medida de fuerza más importante en muchos años.

El poder social de la clase obrera emergió paralizando los transportes, la producción, el comercio y la actividad económica en su conjunto. Si la ausencia de trenes, colectivos y aviones fue evidente, en los principales cordones industriales del país el paro se sintió potente.

El Gobierno utilizó como argumento que se “perdieron” $ 28.000 millones con la paralización de la actividad económica. Pero esa cifra desnuda el rol de la clase obrera como verdadera productora de riqueza.

El oficialismo también apeló al repetido pretexto de que había “intereses políticos”. Hay que hacer constar que, más allá de las intenciones de la dirigencia, el paro constituyó un fuerte pronunciamiento contra la gestión macrista. En este sentido, es cierto, fue una medida de carácter político.

La medida fue convocada por la absoluta mayoría del arco sindical. Salvo excepciones –como la ultraoficialista Uatre o el sindicato de taxistas que capitanea José Ibarra– la adhesión incluyó a tirios y troyanos. Hasta el oficialista Roberto Fernández, dirigente de la UTA, se vio obligado a llamar al paro.

El clima fue preparado por la creciente crisis social y económica, que se profundiza al calor del acuerdo firmado con el FMI. Una crisis que empuja hacia abajo las condiciones de vida de millones de personas. Mientras los grandes especuladores financieros gozan de múltiples “obsequios” por parte del Estado, para el pueblo trabajador crecen la miseria y los despidos.

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Una de traidores

Mirado de conjunto, resultó importante el rol jugado por sectores de la base obrera para garantizar el paro. Confirmando esa realidad, el mismo Schmid se vio obligado a “agradecer” a las comisiones internas y a los delegados que, en todo el país, sostuvieron el paro.

En diversos lugares de trabajo, esos delegados y comisiones internas tuvieron que batallar, no solo contra las patronales, sino también contra la conducción gremial. Un relevamiento demostró casos similares: dirigentes sindicales avalando aprietes empresarios.

En el mediodía de este lunes, era posible encontrar sucursales del supermercado Coto abiertas en la Ciudad. Un dato no menor es que en esa cadena pisa fuerte Ramón Muerza, quien se presenta como “opositor” al octogenario Armando Cavallieri. La relación estrecha de Muerza con Alfredo Coto debe haber colaborado para que la atención tuviera algo de “normalidad”.

La contracara de esa imagen pudo verse en otros lugares donde se impuso de la democracia de los trabajadores, que discutieron en asambleas la forma de afrontar el paro. Un ejemplo es lo ocurrido en el Astillero Río Santiago, en La Plata, donde la decisión colectiva dio lugar a un corte y movilización de 500 trabajadores y trabajadoras.

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Pañuelos (verdes) y piquetes

“Tenemos las pelotas que hay que tener”, afirmó Juan Carlos Schmid. Pronunció la frase al finalizar la conferencia de prensa de este lunes, luego de los cuestionamientos por el carácter pasivo del paro nacional. El triunviro suele ser presentado como “progre” dentro del (osificado) esquema de conducción de la CGT.

El reloj de Schmid atrasa. Más aun luego del tsumani verde que inundó las calles de todo el país e impuso la media sanción del derecho al aborto en Diputados. Y en momentos que se pone en discusión el carácter inclusivo del lenguaje ante las problemáticas de género. Anotemos que el sindicalista es hombre (muy) cercano a la Iglesia.

La falta de correspondencia con la realidad no es solo discursiva. En la mañana del lunes, cuando aún no despuntaba el día, lo que sobraron fueron ovarios. Las mujeres trabajadoras, embanderadas en pañuelos verdes, le pusieron el cuerpo a la Prefectura en la subida del Puente Pueyrredón. Esa pequeña batalla se ganó. Es de suponer que los dirigentes de la CGT dormían a esa hora.

La izquierda en las calles

“El movimiento obrero vino hasta ahora con Lexotanil y con la izquierda mordiéndole los talones”. La frase -según graficó un periodista de Clarín- pertenece a Luis Barrionuevo. El eterno cacique de Gastronómicos ratificaba lo inevitable del paro ante el ministro de Trabajo nacional.

Resulta imposible certificar la veracidad de esas palabras. Sin embargo, el análisis del “gran diario argentino” echa luz sobre una cuestión real: los últimos años confirmaron, a pesar de los duros ataques patronales en muchas empresas, que el avance de la izquierda trotskista y el sindicalismo combativo al interior de la clase trabajadora se mantiene.

Los piquetes en distintos puntos el país y varios de los accesos a la Ciudad de Buenos Aires volvieron a confirmarlo. Allí fueron protagonistas sectores antiburocráticos del movimiento obrero, que comulgan lejos de las conducciones burocráticas –tengan éstas un discurso opositor o uno oficialista–.

Si solo posamos la mirada en el corte del Puente Pueyrredón, podemos ver trabajadoras y trabajadores telefónicos, aeronáuticos, docentes, de salud, estatales, de la Alimentación y del subte, entre otros. Todos ellos y ellas integran agrupaciones opositoras en sus gremios.

Ese sindicalismo antiburocrático se halla estrechamente ligado al Frente de Izquierda y a las fuerzas que lo integran. Así, el MAC (Movimiento de Agrupaciones Clasistas) –que impulsa el PTS– se hizo presente en Puente Pueyrredón junto a referentes como Nicolás del Caño, Nathalia González Seligra, Myriam Bregman o Claudio Dellecarbonara, para hacer un listado más que corto. Esa corriente es, además, una de las más activas impulsoras de la pelea por las demandes del movimiento de mujeres, entre ellas, el derecho al aborto.

Pero además levantó este lunes, además de los reclamos por salario y empleo, otras banderas necesarias si se quiere enfrentar realmente el plan de Macri: el no pago de la deuda, la ruptura del pacto con el FMI, la anulación del tarifazo y los derechos de los trabajadores más precarizados.

Este lunes, quienes bloquearon los accesos a la capital del país confluyeron cerca del mediodía en un acto, en las inmediaciones del Obelisco.

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En los lujosos salones donde se reúnen empresarios y funcionarios gubernamentales se prefiere, por lejos, a los burócratas sindicales peronistas. Entre esa dirigencia enquistada puede haber matices y roces pero, a la hora de lidiar con la movilización callejera, se presentan como verdaderos agentes del interés capitalista al interior de las organizaciones obreras. Si se profundiza el avance de la izquierda, no aflorarían sonrisas en aquellos rostros.

Añadamos que el malestar en la cúpula cegetista no radica solo en las críticas. Incomoda también la perspectiva planteada por la izquierda. La exigencia de continuidad para las medidas de lucha es la única realista frente a la dureza del plan ajustador que proponen Macri, el Fondo y el gran empresariado.

Para Cambiemos no resulta tan mal escenario la realización de un paro sin continuidad que sirva, como definió un triunviro, para “descomprimir” la bronca.

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Esa situación pone a la CGT ante un escenario complejo. Su ligazón con el Estado –vía obras sociales y otros múltiples privilegios– así como su rol de control sobre la clase trabajadora, la empujan a la negociación. El descontento social y el ataque oficialista en dirección contraria.

Al interior de la cúpula sindical las diferencias discursivas no cuajan en prácticas distintas. Los gremios que se presentan bajo la prédica más opositora –como el moyanismo, la Corriente Federal o la CTA– no la traducen en acciones de lucha que puedan golpear el plan del Gobierno. La jornada de este lunes fue un buen ejemplo: siguieron la agenda del triunvirato. Allá lejos, y hace mucho tiempo, quedó la enorme concentración del 21F.

Un horizonte de creciente lucha hace temblar más que el frío invernal a quienes ocupan los cómodos sillones de la CGT. Significa el eventual desarrollo de un proceso de organización a amplia escala de sectores combativos y de la izquierda ligada al clasismo.

Conciencia sindical y conciencia política

“Es necesario que los trabajadores se expresen con conciencia sindical, que digan ‘no me muevo de mi casa porque estoy de acuerdo con la agenda que convocó la Confederación General del Trabajo’”.

Para Héctor Daer la “conciencia sindical” equivale a no desobedecer los mandatos burocráticos de la CGT.

La preocupación del dirigente va más allá del paro de este lunes. Para la jurásica conducción sindical se trata de impedir el avance de cualquier tendencia a la autonomía política de sectores de la clase trabajadora.

Pensar “sindicalmente” limita el desarrollo de una perspectiva política propia de los trabajadores. Una que supere divisiones internas, organizativas y corporativas.

Una de las batallas planteadas en ese camino es superar la brecha salarial y de condiciones laborales que separa hombres de mujeres. Estas abarcan a más del 50 % de la fuerza trabajadora en el país.

El escenario de un paro general permite hacer más visible una perspectiva así. El poder de los obreros y obreras golpeando de conjunto, hermanando en la acción a las docentes bonaerenses, a los petroleros neuquinos y a los metalúrgicos cordobeses; facilita plantear un accionar como clase. Ese es el temor de la dirigencia burocrática, llámese Moyano, Daer, Fernández o Acuña.

Esa es la apuesta estratégica de los sectores clasistas y la izquierda trotskista en el movimiento obrero. Esto implica, necesaria y urgentemente, la construcción de agrupaciones clasistas que den esa pelea al interior de cada sindicato. Implica, además, avanzar en el desarrollo de una fuerza política propia de la clase obrera.

El enorme poder desplegado por millones de trabajadores y trabajadoras este lunes habilita y obliga a dar pasos en ese camino, al tiempo de seguir exigiendo la continuidad necesaria de las medidas de lucha contra el ajuste.

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