Tiempos de inquietud, torbellino de incertidumbre: así vive Brasil cuando falta menos de un mes para las más imprevisibles elecciones presidenciales de las últimas décadas.
El favorito absoluto, el ex presidente Lula da Silva, sigue preso, a raíz de un juicio claramente manipulado en que fue condenado sin prueba alguna, y su candidatura ha sido impugnada. Tras él aparece en los sondeos el candidato de extrema derecha, Jair Bolsonaro, que está internado en una unidad de terapia intensiva, luego de haber sido apuñalado en un acto electoral. Su estado es considerado grave, y deberá seguir en el hospital al menos hasta el martes 19. Al llegar al hospital en la ciudad de Juiz de Fora, estado de Minas Gerais, Bolsonaro había perdido 40% de sangre y su presión arterial era de 10 por 3, o sea, estaba al borde de la muerte. Luego de una operación que llevó horas y pasar por la implantación de una bolsa de colonoscopía, el militar y diputado fue transferido para San Pablo. Su cuadro clínico es considerado estable pero de mucha gravedad. El sábado, llevó a las redes sociales una foto sacada dentro de la unidad de terapia intensiva, en la que aparece sentado y haciendo con las dos manos, pulgar e índice extendidos, la señal de un revólver: Bolsonaro, entre otras estupideces, defiende que se autorice el porte de armas a todos los brasileños. De ser así, y en lugar de un cuchillo de cocina su agresor hubiese usado una pistola, el ultraderechista estaría muerto.
De todas formas, es cierto que, con la agresión, todo se enredó, y cualquier previsión es más arriesgada que nunca. De seguro, lo que se tiene es una carrera contra el tiempo, con Lula tratando de transferir votos para el que era su candidato a vicepresidencia. Con Bolsonaro, la historia es otra. No tiene un partido fuerte, no cuenta con aliados de peso, la estructura a su alrededor es más bien frágil, y su campaña electoral depende esencialmente de él. Los primeros sondeos de opinión pública realizados luego de la agresión sufrida por él no indican, como se preveía, una subida fuerte en las intenciones de voto.
Hasta el pasado miércoles, la gran duda era saber cuál sería la estrategia de la izquierda una vez consolidada la impugnación de la candidatura de Lula. Ahora hay un componente nuevo: la puñalada contra Bolsonaro enturbió todo, y ya nadie sabe qué podrá ocurrir. Mientras Lula ha dado sólidas muestras de que podrá transferir votos a su hasta ahora postulante a la vicepresidencia, el ex ministro de Educación y ex alcalde de San Pablo, Fernando Haddad, es imposible prever si el ultraderechista Jair Bolsonaro logrará transferir parte de su electorado a Hamilton Mourão, un general retirado igualmente reaccionario que es su candidato a vice.
La coincidencia entre Mourão y Bolsonaro se reforzó cuando hubo una mención a un notorio torturador de la más reciente dictadura (1964-1985), el coronel Alberto Brilhante Ustra. En una entrevista televisiva transmitida en vivo el pasado viernes, Mourão pareció bastante más preparado que Bolsonaro, algo que, dicho sea de paso, resulta fácil, frente al bajísimo nivel del candidato principal. Pero llamó la atención al contestar a una pregunta sobre el coronel Brilhante Ustra, acusado de asesinar al menos 47 presos bajo su responsabilidad: ‘Héroes matan’. Los dos, Bolsonaro y Mourão, tienen a un torturador como héroe. Faltando poco para el primer domingo de octubre, la única estrategia visible a ser seguida por los responsables por la campaña de Bolsonaro será transformarlo en una especie de mártir. Como su tiempo de propaganda en la radio y televisión es casi inexistente, la salida será potencializar aún más el uso de las redes sociales.
Ya Haddad tendrá como principal argumento unir su nombre al de Lula, buscando despertar en el electorado la memoria de los buenos tiempos de sus dos mandatos presidenciales mientras hostiga el gobierno surgido a raíz del golpe institucional que destituyó a la presidenta Dilma Rousseff hace dos años, hundiendo el país en una crisis sin precedente. Se espera que el martes 11 sea el día en que Lula da Silva desista formalmente de seguir candidato, y que su Partido de los Trabajadores oficialice la candidatura de Haddad y de Manuela D’Avila, del Partido Comunista do Brasil, como vicepresidente.
Lula deberá divulgar, por medio de sus abogados, una carta que será una especie de testamento político: él solo podrá volver a presentarse como candidato cuando tenga 93 años, acorde a la punición que le impusieron. Resta saber qué pasará con los seguidores de Bolsonaro. De momento, se espera que él se recupere a tiempo de continuar en campaña. Si eso ocurre, todos los indicios apuntan para una dura disputa, en la segunda vuelta, con Fernando Haddad. El que salga victorioso de las urnas de octubre tendrá bajo los pies, en el primer día de 2019, un terreno más pantanoso que cualquier uno de sus antecesores desde la retomada de la democracia, en 1985.
Fuente: http://www.resumenlatinoamericano.org/2018/09/09/brasil-dias-de-indecision-y-de-tension/