La certeza del 10 de enero y los disparos por venir

Venezuela parece por momentos un río sin orillas. Las lógicas del conflicto profundo, silencioso como las piedras que se arrastran bajo el agua, han trastocado los tiempos. La multiplicación de acontecimientos como escuadrones envejece lo más reciente. ¿Cuánto parece haber pasado desde los drones que quisieron que ingresáramos a un agujero negro sangre? ¿Cuánto desde que veíamos cómo nos quemaban a la luz del día ante los fotógrafos de Reuters, AFP y EFE?

No es casualidad, confusión analítica o vivencial -hablar desde las trincheras tiene la ventaja de tocar las formas de los asaltos y el peligro de recibir impactos invisibles- es parte de la estrategia que enfrentamos, conducida por el bloque de la revancha que busca hacer tierra arrasada del chavismo. Donald Trump lo dijo sin filtro: limpiar Venezuela. Peleamos contra ese objetivo, esos intereses, esos métodos. Confundirse en el diagnóstico puede llevar a pensar que estamos en otro tipo de conflicto. Lo sucedido en Brasil, con la ecuación Golpe Parlamentario, persecución/encarcelamiento a Lula Da Silva –“no estoy preso, soy un rehén”, afirmó hace poco-, seguido de victoria de Jair Bolsonaro con masificación de la mentira de forma quirúrgica, debería dejar en claro el cuadro. Esa secuencia solo una parte del todo que enfrentamos en Venezuela.

Ese río sin orillas, sin punto donde descansar ni estabilizar, tiene fechas que permiten condensar declaraciones, anticipar los ángulos de tiro. Este 10 de enero es uno de esos momentos.

La asunción de Nicolás Maduro como presidente para el período 2019/2025 marca un nuevo punto de ruptura que es parte de una serie de movimientos anticipados desde que la derecha venezolana, bajo orden norteamericana, pateó la mesa en los diálogos de República Dominicana a principios del 2018 y decidió no presentarse a las presidenciales del 20 de mayo. Desde entonces la hoja de ruta quedó trazado en tres puntos centrales, el vaciamiento electoral previo, la impugnación de los resultados, el desconocimiento del nuevo mandato. Estamos en el tercer punto, está en preparación el cuarto.

¿Qué sigue?

A partir del 10 de enero Nicolás Maduro estará usurpando la presidencia de la República, en consecuencia, esta Asamblea Nacional asume la representación del pueblo”, afirmó Juan Guaidó desde la presidencia de la Asamblea Nacional (AN) en desacato, principal espacio desde el cual la derecha ha anunciado sus asaltos desde inicios del 2016.

Guaidó pertenece a Voluntad Popular, principal partido, junto a Primero Justicia, en haber encabezado la escalada de fuego del año 2017. Fingen demencia, republicanismos, continúan con los mismos planes.

Estaríamos entonces por ingresar a un nuevo momento: sería oficialmente -anuncia la derecha- una dictadura, y la AN encarnaría el poder legítimamente electo, y sería reconocida como tal por el Grupo de Lima. Así lo indica la declaración, emitida luego de la visita de Mike Pompeo, Secretario de Estado norteamericano, a Brasil para la asunción de Bolsonaro, y luego a Colombia. Los dos países son el territorio principal por dónde podrían acelerarse las acciones, por eso su visita estuvo ahí, para alinear, preparar. Las guerras no se improvisan. El orden de los movimientos indica los niveles de importancia: EEUU, Colombia/Brasil-Grupo de Lima, derecha venezolana

El Grupo de Lima podría tener el síndrome de la derecha venezolana: anunciar aquello que luego no puede hacer. El asunto es que el Grupo es en realidad la palabra del imperialismo a través de los gobiernos que le son subordinados en el continente -padecen un goce de su práctica neocolonial- lo que significa que deben buscarse los espacios decisores y financistas en los salones norteamericanos. Los terrenos de la ejecución deben buscarse en cambio en nuestro continente, en fronteras, fuerzas paramilitares/mercenarias, Asamblea Nacional en manos de la derecha. Los costos de los ataques también, los vivimos a diario.

No es la primera vez que la AN declara públicamente que no reconocerá al presidente. Sucedió en el 2016, en el 2017, en ambas oportunidades el intento de traducción a los hechos fue a través de acciones de fuerza. No hay vía para materializar su hoja de ruta que no sea a través de la violencia, aunque declaren que no saldrán de los caminos constitucionales. ¿Cuáles podrían ser las formas de esa violencia? Es una de las preguntas principales.

La derecha venezolana, dividida, con disparos en los pies, carga con derrotas acumuladas. Es la sombra de su sombra, que ya era poca. Eso le otorga una debilidad evidente a la vez que una posible fortaleza: ¿qué más pueden perder? Saben que recomponer su base social y movilizarla seguramente tardaría tiempo -en caso de lograrlo- y saben a su vez que su fuerza no depende de ellos sino del frente exterior. Están acorralados por su miserias y errores que los llevaron a callejones sin salidas. Un adversario/enemigo de esas características resulta peligroso.

En ese contexto la violencia en preparación podría tomar formas más directas. Un ejercicio de proyección permite pensar en una combinación de acciones: incidente creado en la frontera -falso positivo- que desencadene una escalada militar, combinado con acciones directas dentro del territorio nacional, el intento de acelerar una ruptura institucional, y al interior de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana. Cualquier disparo parece insuficiente sin ese último elemento, tanto para el acceso al poder político como para luego sostener la revancha que se pondría en marcha desde el aparato del Estado y sus anexos paramilitares.

La otra hipótesis se abre hacia la acción directa internacional. ¿Tiene posibilidad en esta etapa? Cualquier negación de plano es un error. Dependerá de la decisión de EEUU, que necesita de acuerdos dentro de un cuadro turbulento de disputas internas y geopolíticas, de posibilidades reales de operativizarlo a través centralmente de Colombia, y de las probabilidades reales de una victoria y no de un pantano. El punto del comunicado del Grupo de Lima que insta a Venezuela a no cometer provocaciones militares contra vecinos es una señala en esa dirección -además de defender a la empresa Exxon Mobil en el conflicto territorial por el Esequibo.

Finalmente, el camino que ya está anunciado con letra escrita es el del incremento del cerco diplomático, comunicacional, y los ataques más amplios sobre la economía. Es parte de la violencia diaria, que busca el colapso de las variables macroeconómicas y de las cotidianeidades de millones de personas. El objetivo es desgastar, quebrar por zonas, en su totalidad, conducir al país cada vez más cerca de su límite para desfondar, justificar las acciones de fuerza bajo el mantra de lo humanitario, desencadenar fracturas, implosiones. El plan ha dado resultados parciales, pero ha resultado insuficiente para el objetivo final. No existe garantía de que pueda lograrlo.

No significa que el gobierno, el chavismo en términos más amplios, tenga cartas suficientes para revertir las tendencias económicas y estabilizar el cuadro, en particular si al ataque se le suman los elementos de corrupción, complicidades, empresariado emergente que desplaza otras opciones, dificultad del actual ciclo del capital.

Un ejercicio de proyección indica que esta situación puede prolongarse por un período indefinido sin generar un desempate, aunque con las condiciones corrosivas de las actuales variables: hiperinflación, crisis de los servicios, metamorfosis de las formas de conseguir dinero, con mayor emigración y sus consecuentes remesas, economía de frontera, reventa, dolarización progresiva, y las varias formas que han sido inventadas para resolver lo que ya no resuelve un salario, junto con un Clap y un bono.

Por último, este escenario cuenta con la dimensión geopolítica: un escenario marcado por disputas de los EEUU con potencias emergentes -con el centro de gravedad en la disputa EEUU-República Popular China- han volcado a Venezuela a fortalecer alianzas con China, Rusia, Irán, Turquía, del orden de lo económico, diplomático, militar. Han permitido puntos de quiebre del cerco integral sobre el país. Las visitas de Maduro a China y a Rusia en el segundo semestre del 2018 son los puntos más visibles de esa agenda, esa inserción del conflicto venezolano en el gran conflicto mundial actual.

No parecen haber orillas cerca, puntos de descanso, ni desembocadura segura. La combinación de todas las variables da cuenta de un cuadro complejo, sin linealidades, reglas del juego establecidas con las que nadie puede confundirse. No existe el derecho a la inocencia. El 10 será la fecha que condense estos debates, que requerirá todo nuestro apoyo en la envestidura. El año será el desarrollo de los desgastes y asaltos que ya asoman a lo lejos, un lejos que parece cerca.

Fuente: http://www.15yultimo.com/2019/01/10/la-certeza-del-10-de-enero-y-los-disparos-por-venir/

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