¡Fui, soy y seré! Homenaje a Rosa Luxemburgo a 100 años de su asesinato

Hace 100 años, una de las revolucionarias más grandes de la historia del socialismo y el comunismo, Rosa Luxemburgo, caía asesinada por los grupos de tareas (las “Freikorps”) dirigidos por Gustav Noske y Fritz Ebert al mando del Estado alemán. La habían detenido la noche del 15 de enero junto a Karl Liebknecht, los habían trasladado a la sede de tiradores de la Guardia de Caballería. Allí fueron golpeados brutalmente, a Rosa le dieron un feroz culatazo de fusil en la cabeza y la arrojaron por unas escaleras. Luego fue subida agonizante a un vehículo. Frenan en el puente Landwehr. La bajan. Le pegan un tiro en la sien y la arrojan al río. En una práctica que a lo largo del siglo XX se convertiría en el modus operandi característico de la contrarrevolución en el mundo, su cuerpo fue desaparecido. Cinco meses después sus restos aparecieron en una orilla. Su amiga y camarada Mathilde Jacob sólo pudo reconocerla por la ropa y un medallón que siempre llevaba puesto.

Hace 100 años, con 47 años de edad, Rosa, la roja, caía asesinada por indicación de un gobierno al mando del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), el mismo partido al que Rosa había dedicado gran parte de su vida, hasta que éste desbarrancará para siempre al apoyar al estado alemán en la carnicería humana que fue la Primera Guerra Mundial. Ante el abandono del internacionalismo, la traición a los principios más elementales de la solidaridad de clase y el entierro de todas las banderas del socialismo y del marxismo en pos de la “defensa de la patria” imperialista, Rosa y muchos y muchas de las mejores militantes y dirigentes de la legendaria socialdemocracia alemana se retiraron del partido que habían construido para seguir peleando por lo que siempre habían defendido.

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Rosa había nacido en una localidad de Varsovia cuando Polonia estaba sometida al dominio de los zares rusos. En una de esas vueltas azarosas o misteriosas de la historia de las rebeliones, Rosa nació en 1871, el año en que se produjo la revolución de la Comuna de París. Siendo adolescente, movilizada por la indignación de haber visto la ejecución de cuatro militantes socialistas, se suma a los círculos socialistas que se multiplican en la clandestinidad. Tempranamente debe exiliarse, primero a Suiza y luego decide instalarse en Alemania. Desde entonces hasta su muerte, su compromiso ético y político es con la revolución de las y los explotados y oprimidos. La revolución es no sólo un objetivo o una meta, sino una razón de existencia, una forma de vida y una tarea que demanda lo mejor de su ser.

Como investigadora, emprende con rigor y obsesión el estudio del desarrollo del capitalismo en Polonia (tema de la tesis con que se gradúa en Suiza), la acumulación de capital a escala mundial, la relación de las “civilizadas” metrópolis capitalistas con las colonias en las que no dejan atrocidad por cometer. Como escritora y propagandista, busca superar las formas tradicionales de exponer para desarrollar un estilo apasionado que busca esclarecer al mismo tiempo que llama a la acción. Como oradora, conseguía entablar diálogo con las capas más castigadas del proletariado. Como docente, se dedicó a formar en el marxismo y en el pensamiento crítico y autónomo a varias camadas de militantes que pasaron por sus cursos en la escuela partidaria. Como polemista, fue filosa y mordaz con quienes buscaban acomodar la teoría para justificar una práctica crecientemente adaptada a las instituciones burguesas y que hacía de las necesarias reformas sociales un fin en sí. No dudó en enfrentarse a la debacle del reformismo que ponía la legalidad, las elecciones, la lucha sindical cotidiana por encima de la revolución viva y tumultuosa que se desarrollaba en 1905 y en 1917 antes sus ojos en Rusia.

Todas esas facetas fueron parte de una vida revolucionaria con todas las letras. Como mujer se negó a someterse a los dictados de una sociedad pacata y patriarcal que destinaba a las mujeres a ser amas de casas, esposas y madres como destino “natural”. También se enfrentó al machismo que regía dentro de su propia organización. Cuentan que al llegar a Alemania la dirección partidaria le ofreció un lugar para ocuparse de temas “de mujeres”. Rosa respondió con ironía que lo que le interesaba era el conjunto de la línea partidaria. Como comunista, fue una sólida crítica de la política colonial, en un contexto en el que no pocos socialistas consideraban que incluso luego de una revolución mundial, no podía “concederse” la autodeterminación a los pueblos coloniales porque eran “inferiores” e incapaces de autogobernarse.

Y como argamasa de toda esa febril actividad, Rosa fue una mujer que amó la vida. Disfrutaba de observar la naturaleza, de dar largos paseos por el bosque y la montaña, observaba y dibujaba flores y pájaros. Gozaba y sufría con sus relaciones amorosas. Construía amistades entrañables. Sufría ante el dolor de otrxs.

Perseguida y apresada varias veces por las fuerzas represivas, atacada no pocas veces y no siempre de modo frontal por algunos de sus propios compañeros de militancia, Rosa supo que la revolución era la necesidad pero también el deber de la clase trabajadora dispuesta a emanciparse a sí misma de la barbarie del capitalismo para construir una nueva humanidad. Esa confianza en la revolución no la abandonó ni siquiera cuando en enero de 1919 la represión se lanzaba contra ella y todo el movimiento revolucionario. En esos días aciagos, escribió:

“El orden reina en Berlín”

¡Esbirros estúpidos! Vuestro orden está edificado sobre la arena. La revolución mañana se elevará de nuevo con estruendo hacia lo alto y proclamará para terror vuestro entre sonido de trompetas:

¡Fui, soy y seré!

Fuente: http://venceremos-arg.org/2019/01/14/fui-sere-homenaje-rosa-luxemburgo-100-anos-asesinato/

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