Cómo hacerse con los recursos del Ártico, ahora accesibles debido al cambio climático ¡Sin mencionar esas palabras!

Donald Trump ocupó los titulares como de costumbre, pero no nos engañemos. Lo de este agosto no fue el trumpismo en acción, sino algo a lo que todos deberíamos empezar a referirnos como la Doctrina Pompeo. Sí, me refiero al Secretario de Estado Mike Pompeo que, en lo que respecta a la región del Ártico, tiene en mente mucho más que comprar Groenlandia.A mediados de agosto, como probablemente nadie olvidará, el presidente Trump sorprendió a los observadores internacionales al expresar su interés en comprar Groenlandia, una región semi-autónoma de Dinamarca. La mayoría de los comentaristas vieron el movimiento como un ejemplo más del comportamiento cada vez más errático del presidente. La primera ministra danesa, Mette Frederiksen, calificó la noción de tal venta como “absurda”, lo que llevó a Trump, en un estallido de cólera, a calificar sus comentarios de “desagradables” y a cancelar una visita de estado a Copenhague.

Sin embargo, una mirada más profunda a ese incidente y a los movimientos de la administración relacionados con el mismo sugiere una interpretación bastante diferente de lo que está sucediendo, con una inmensa importancia para el planeta e incluso la civilización humana. Bajo el impulso de Mike Pompeo, la Casa Blanca ve cada vez más el Ártico como un escenario clave para la futura competencia entre las grandes potencias, siendo el premio final un tesoro extraordinario de valiosos recursos, tales como petróleo, gas natural, uranio, zinc, mineral de hierro, oro, diamantes y minerales de tierras raras. Añadamos un factor más: aunque es probable que nadie en la administración mencione el término prohibido “cambio climático” o “crisis climática”, todos entienden perfectamente que el calentamiento global es lo que hace posible esta lucha por los recursos.

No es la primera vez que las grandes potencias prestan atención al Ártico. Esa región tuvo cierta importancia estratégica durante el período de la Guerra Fría, cuando tanto Estados Unidos como la Unión Soviética planearon usar sus cielos como pasillos para misiles y bombarderos con armas nucleares, enviados para atacar objetivos al otro lado del globo. Desde el final de esa era, sin embargo, ha sido en gran medida olvidado. Las frías temperaturas, las tormentas frecuentes y las aguas llenas de hielo impidieron la mayoría de los viajes aéreos y marítimos normales, por lo que, aparte de los pocos pueblos indígenas que se habían adaptado durante mucho tiempo a tales condiciones, ¿quién querría aventurarse allí?

Sin embargo, el cambio climático ya está alterando la situación de manera drástica: las temperaturas están aumentando más rápidamente en el Ártico que en cualquier otro lugar del planeta, derritiendo partes de la capa de hielo polar y exponiendo aguas e islas antes inaccesibles, al desarrollo comercial. Se han descubierto reservas de petróleo y gas natural en aguas anteriormente (pero ya no) cubiertas por hielo marino la mayor parte del año. Mientras tanto, están surgiendo nuevas oportunidades mineras en, sí, ¡Groenlandia! Preocupado ante la posibilidad de que otros países, entre ellos China y Rusia, puedan cosechar los beneficios de una zona tan alterada por el clima, la administración Trump ha lanzado ya una iniciativa global para garantizar el dominio estadounidense allí, incluso a riesgo de futuros enfrentamientos y conflictos.

La pugna por los recursos del Ártico se inició a principios de este siglo cuando las principales empresas de energía del mundo, lideradas por BP, ExxonMobil, Shell y el gigante ruso del gas, Gazprom, comenzaron a explorar en busca de reservas de petróleo y gas en áreas a las que solo recientemente se pudo acceder al retirarse el hielo marino. Esos esfuerzos cobraron impulso en 2008, después de que el Servicio Geológico de EE. UU. publicara un informe, Evaluación de los recursos del círculo ártico, indicando que hasta un tercio del petróleo y el gas no descubiertos del mundo se encuentran en áreas al norte del Círculo Polar Ártico. Se dice que gran parte de esta abundancia de combustibles fósiles sin explotar se encuentra bajo las aguas árticas contiguas a Alaska (es decir, los Estados Unidos), Canadá, Groenlandia (controlado por Dinamarca), Noruega y Rusia, los llamados “Los cinco del Ártico”.

Según el derecho internacional existente, codificado en la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (CNUDM), las naciones costeras tienen derecho a explotar los recursos submarinos hasta 200 millas náuticas de su costa (y más allá si su plataforma continental se extiende más allá de eso). Los Cinco del Ártico han reclamado su derecho a esas aguas como “zonas económicas exclusivas” (ZEE) o, en el caso de los Estados Unidos (que no ha ratificado UNCLOS), han anunciado su intención de hacerlo. La mayoría de las reservas conocidas de petróleo y gas se encuentran dentro de esas ZEE, aunque se cree que algunas se encuentran en áreas superpuestas o incluso disputadas más allá de ese límite de 200 millas, incluida la propia región polar. Por supuesto, quien posee Groenlandia posee el derecho a desarrollar su ZEE.

En su mayor parte, los Cinco del Ártico han afirmado su intención de resolver por medios pacíficos cualquier disputa que surja por reclamaciones impugnadas, que es el principio operativo detrás de la formación en 1996 del Consejo Ártico, una organización intergubernamental para estados con territorio por encima del círculo polar ártico (los Cinco del Ártico, Finlandia, Islandia y Suecia). Con reuniones cada dos años proporciona un foro en el que, al menos teóricamente, los líderes de esos países y los pueblos indígenas que viven allí pueden abordar problemas comunes y trabajar en soluciones cooperativas y de hecho ha ayudado a amortiguar las tensiones en la región. Sin embargo, en los últimos años ha resultado cada vez más difícil aislar el Ártico de las crecientes hostilidades de Estados Unidos (y la OTAN) hacia Rusia y China, o de la lucha global por recursos vitales. En mayo de 2019, cuando Pompeo dirigió una delegación estadounidense a la reciente reunión del consejo en Rovaniemi, Finlandia, la hostilidad y la necesidad de hacerse con los futuros recursos ya se habían puesto de manifiesto.

Cosechando las riquezas del Ártico

Un fórum que generalmente no va más allá de declaraciones anodinas sobre la cooperación internacional y la gestión ambiental adecuada saltó por los aires en la última reunión del Consejo del Ártico en mayo cuando Pompeo pronunció un discurso descaradamente belicoso y provocativo que merece mucha más atención de la que recibió en ese momento. Así que hagamos un pequeño recorrido por lo que puede convertirse en una proclamación histórica (en el más sombrío de los sentidos) de una nueva doctrina de Washington respecto al Lejano Norte.

“En sus primeras dos décadas, el Consejo del Ártico se ha permitido el lujo de centrarse casi exclusivamente en la colaboración científica, en asuntos culturales, en la investigación ambiental”, comenzó suavemente el secretario de Estado. Todos ellos, dijo, “temas importantes, muy importantes, y debemos continuar haciéndolo. Pero ya no podemos permitirnos ese lujo. Estamos entrando en una nueva era de compromiso estratégico en el Ártico, llena de nuevas amenazas para el Ártico y sus territorios y para todos nuestros intereses en esa región”.

En lo que resultó ser un discurso ultra duro, Pompeo afirmó que ahora estábamos en una nueva era en el Ártico. Debido a que el cambio climático -una frase que por supuesto Pompeo nunca pronunció- está posibilitando cada vez más la explotación de la gran riqueza de recursos de la región, ahora está oficialmente en marcha una lucha para obtener su control. Esta competencia por los recursos se ha complicado inmediatamente con una creciente confrontación geopolítica entre Estados Unidos, Rusia y China, generando nuevos riesgos de conflicto.

Sobre el tema de la explotación de recursos, Pompeo difícilmente pudo contener su entusiasmo. Refiriéndose a la burla que recibió William Seward por la compra de Alaska en 1857, declaró:

“Lejos del árido país que muchos pensaron que era en la época de Seward, el Ártico está en cabeza de la oportunidad y la abundancia. Alberga el 13% del petróleo sin descubrir del mundo, el 30% de su gas sin descubrir y una gran cantidad de uranio, minerales de tierras raras, oro, diamantes y millones de kilómetros cuadrados de recursos sin explotar “.

Igualmente interesante consideró la posibilidad de aumentar enormemente el comercio marítimo a través de las rutas comerciales trans-árticas recientemente descongeladas que unirán la región euro-atlántica con Asia. “Las reducciones constantes en el hielo marino están abriendo nuevos pasillos y nuevas oportunidades para el comercio”, dijo entusiasmado. “Esto podría reducir el tiempo necesario para viajar entre Asia y Occidente en hasta 20 días … Las rutas marítimas del Ártico podrían llegar a ser [los] Canales de Suez y Panamá del siglo XXI”. Que tales “reducciones constantes en el hielo marino” son consecuencia únicamente del cambio climático no lo mencionó, como tampoco mencionó otra realidad de nuestro mundo en calentamiento. Si el Ártico algún día realmente se convierte en el equivalente nórdico de un pasaje tropical como los canales de Suez o Panamá, eso probablemente significará que partes de esas áreas del sur se habrán convertido en equivalentes de desiertos inhabitables.

A medida que surgen nuevas oportunidades comerciales y de perforación, afirmó Pompeo, Estados Unidos tiene la intención de ser el primero en capitalizarlas. Luego comenzó a presumir sobre lo que la administración Trump ya había logrado, incluida la promoción de la expansión de la perforación de petróleo y gas en aguas marinas y también la libertad de “exploración de energía en el Refugio Nacional de Vida Silvestre del Ártico”, un tramo prístino del norte de Alaska apreciado por los ecologistas como un santuario para caribúes migrantes y otras especies en riesgo. Prometió que se han programado esfuerzos adicionales para explotar los recursos vitales de la región en los próximos años.

Un nuevo escenario para la competencia (y peor)

Idealmente, señaló Pompeo plácidamente, la competencia por los recursos del Ártico se llevará a cabo de manera ordenada y pacífica. Estados Unidos, aseguró a sus oyentes, cree en “una competencia libre y justa, abierta, bajo el imperio de la ley”. Pero otros países, agregó ominosamente, especialmente China y Rusia, no cumplirán con ese reglamento casi nunca y, por lo tanto, debe estar sujeto a una cuidadosa supervisión y si es necesario, a una acción punitiva.

China, señaló, ya está desarrollando rutas comerciales en el Ártico y estableciendo allí lazos económicos con naciones clave. A diferencia de los Estados Unidos (que ya tiene múltiples bases militares en el Ártico, incluida una en Thule en Groenlandia y por lo tanto tiene una presencia bien establecida allí) Beijing, afirmó Pompeo, está utilizando subrepticiamente una actividad supuestamente económica con propósitos militares, que incluye, de manera ominosa, el espionaje de submarinos de misiles balísticos norteamericanos que operan en la región, al mismo tiempo que intimidan a sus socios locales para su consentimiento.

Luego citó eventos en el lejano Mar del Sur de China, donde los chinos han militarizado una serie de pequeñas islas deshabitadas (dotándolas de pistas de aterrizaje, baterías de misiles y similares) y Estados Unidos ha respondido enviando sus buques de guerra en aguas adyacentes, para advertir sobre futuros enfrentamientos militares similares y posibles enfrentamientos en el Ártico. “Debemos preguntarnos si queremos que el Océano Ártico se transforme en un nuevo Mar del Sur de China, cargado de militarización y de reclamaciones territoriales”. La respuesta, aseguró a sus oyentes, es “bastante clara” (y estoy seguro de que pueden adivinar cual es)

El secretario de Estado utilizó después un lenguaje aún más fuerte al describir el “comportamiento agresivo de Rusia en el Ártico”. En los últimos años, afirmó, los rusos han construido cientos de nuevas bases en la región, junto con nuevos puertos y capacidades de defensa aérea. “Rusia ya está dejando allí huellas de nieve en forma de botas militares”, una amenaza que no se puede ignorar. “El hecho de que el Ártico sea un lugar salvaje no significa que deba convertirse en un lugar sin ley. No tiene por qué ser así. Y estamos listos para asegurarnos de que no lo sea”.

Y aquí llegamos al centro del mensaje de Pompeo: Estados Unidos, por supuesto, “responderá” reforzando su propia presencia militar en el Ártico para proteger mejor los intereses de Estados Unidos, mientras contrarresta las incursiones chinas y rusas en la región:

“Bajo el presidente Trump estamos fortaleciendo la seguridad y la presencia diplomática de Estados Unidos en el área. Por el lado de la seguridad, en parte en respuesta a las actividades desestabilizadoras de Rusia, estamos organizando ejercicios militares, fortaleciendo nuestra presencia de fuerzas, reconstruyendo nuestra flota rompehielos, ampliando los fondos de la Guardia Costera y creando un nuevo puesto militar de alto rango para Asuntos del Ártico dentro de nuestro propio ejército”

Para enfatizar la sinceridad de la administración, Pompeo señaló las maniobras militares más grandes de la OTAN y el Ártico de los Estados Unidos desde la era de la Guerra Fría, el ejercicio recientemente terminado “Trident Juncture” (al que se refirió incorrectamente como “Trident Structure”) que involucra a unas 50,000 tropas. Aunque el escenario oficial para Trident Juncture hablaba de una fuerza “agresora” no identificada, pocos observadores dudan de que el equipo aliado estaba reunido para repeler una hipotética invasión rusa de Noruega, donde tuvo lugar el combate simulado.

La realización de la Doctrina

He aquí las líneas generales de la nueva Doctrina Pompeo, centrada en el tema verdaderamente prohibido de la administración Trump: la crisis climática. De la manera más pugnaz imaginable, esa doctrina plantea un futuro de competencia y conflicto sin fin en el Ártico, que se vuelve cada vez más intensa a medida que el planeta se calienta y se derrite la capa de hielo. La noción de un enfrentamiento de Estados Unidos con los rusos y los chinos en el extremo norte, mientras explota los recursos naturales de la región, ha estado circulando de forma clara en Washington. En agosto, obviamente se había convertido ya en un lugar común en la Casa Blanca (por no hablar del Consejo de Seguridad Nacional y el Pentágono) para que el presidente ofreciera comprar Groenlandia.

Y cuando se trata de recursos y futuros conflictos militares, no era una idea tan estrafalaria. Después de todo, Groenlandia tiene abundantes recursos naturales y también alberga esa base estadounidense en Thule. Una reliquia de la Guerra Fría, la instalación de Thule, principalmente una base de radar, ya se está modernizando, a un costo de unos $ 300 millones, para rastrear mejor los lanzamientos de misiles rusos. Pompeo expuso que funcionarios clave en Washington claramente ven Groenlandia como un territorio valioso en la lucha geopolítica emergente, una evaluación que también claramente se ha abierto paso en la conciencia del presidente Trump.

Islandia y Noruega también juegan papeles clave en el nuevo cálculo estratégico de Pompeo y del Pentágono. Otra antigua instalación de la Guerra Fría, una base en Keflavik en Islandia ha sido ocupada por la Marina y ahora se está utilizando en misiones de guerra antisubmarina. Mientras tanto, el Cuerpo de Marines ha estacionado cientos de tropas de combate en bases cerca de Trondheim, Noruega, el primer despliegue permanente de soldados extranjeros en suelo noruego desde la Segunda Guerra Mundial. En 2018, el Pentágono incluso reactivó la extinta Segunda Flota de la Marina, asignándole la responsabilidad de proteger el Atlántico Norte y las cercanías marítimas del Ártico, incluidas las colindantes con Groenlandia, Islandia y Noruega. Considerémoslo como signos de tiempos de calentamiento.

Y todo esto es claramente solo el comienzo de un importante desarrollo y pruebas periódicas de la capacidad del ejército de los EE. UU. para operar en el extremo norte. Como parte del Ejercicio Trident Juncture, por ejemplo, el portaaviones Harry S. Truman y su flotilla de naves de apoyo fueron enviados al Mar de Noruega, la primera vez que un grupo de batalla de portaaviones de EE. UU. navega en el Círculo Polar Ártico desde que la Unión Soviética implosionó en 1991. De manera similar, recientemente el secretario de la Marina Richard Spencer anunció planes para enviar buques de guerra de superficie en misiones trans-árticas, otro nuevo movimiento militar. (Este tipo de navegación los submarinos nucleares de EE. UU. lo realizan regularmente, navegando por debajo del hielo marino).

La ironía del derretimiento ártico

Aunque el Secretario Pompeo y sus subordinados nunca mencionan el término cambio climático, cada aspecto de su nueva doctrina es producto de ese fenómeno. A medida que la humanidad lance más y más gases de efecto invernadero en la atmósfera y las temperaturas globales sigan aumentando, la capa de hielo del Ártico seguirá disminuyendo. Eso, a su vez, posibilitará cada vez más la explotación de las abundantes reservas de petróleo y gas natural de la región, lo que conducirá a una mayor quema de combustibles fósiles, un mayor calentamiento y una fusión cada vez más rápida. En otras palabras, la Doctrina Pompeo es una fórmula para la catástrofe.

Añadamos a este evidente abuso del planeta la probabilidad de que el aumento de las temperaturas y el aumento de las tormentas hagan que la extracción de petróleo y gas en algunas partes del mundo sea cada vez menos viable. Actualmente muchos científicos creen que es probable que las temperaturas diurnas de verano en las zonas productoras de petróleo de Oriente Medio, por ejemplo, alcancen promedios de 120 grados Fahrenheit en 2050, lo que hace que la mayoría del trabajo humano al aire libre sea mortal. Al mismo tiempo, el aumento de huracanes violentos y otras tormentas tropicales que pasan sobre las aguas cada vez más cálidas del Atlántico y el Golfo de México podrían poner en peligro la operación continua de sus plataformas de alta mar (así como en otras áreas de perforación igualmente propensas a tormentas). A menos que para entonces la humanidad se haya convertido a los combustibles alternativos, el Ártico puede ser visto como la principal fuente mundial de combustibles fósiles, intensificando la lucha por controlar sus recursos vitales.

Quizás ningún aspecto de la respuesta de la humanidad a la crisis climática sea más diabólico que éste. Cuanto mayor sea el número de combustibles fósiles que consumimos, más rápidamente modificaremos el Ártico, invitando a una mayor extracción de tales combustibles y su contribución al calentamiento global. Con otras regiones cada vez menos capaces de mantener una economía de extracción de combustibles fósiles, una adicción continua al petróleo asegurará la desolación del otrora prístino Extremo Norte a medida que se transforma en un escenario estilo Pompeo para un conflicto en llamas y el desastre de la civilización.

(Este artículo apareció por primera vez en TomDispatch).

Michael T. Klare es profesor de estudios sobre paz y seguridad mundiales en el Hampshire College. Su libro mas reciente es “The Race for What’s Left”.

Fuente: https://www.counterpunch.org/2019/09/13/the-pompeo-doctrine-how-to-seize-the-arctics-resources-now-accessible-due-to-climate-change-just-dont-mention-those-words/

Traducción para Sin Permiso de Anna Maria Garriga Tarré

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