10D: alegría en las calles en el adiós a Macri

En una de las mayores expresiones populares de los últimos años, cientos de miles de personas se manifestaron en las calles de Buenos Aires para celebrar la salida del gobierno de Mauricio Macri y la entrada de la nueva gestión encabezada por Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner. El peronismo que vuelve no es el kirchnerismo que se fue.

Es difícil ponerle un número. Desde la primera mañana hasta la noche, una multitud copó primero uno y luego otro de los extremos de la Avenida de Mayo, desde la Plaza del Congreso a la Plaza de Mayo. A la mañana, en el Congreso, asumieron los Fernández con una importante convocatoria. A la tarde el festival cultural en Plaza de Mayo explotó de gente.

A las 17 horas Fernández tomó juramento al nuevo gabinete, continuó el festival y pasadas las 20 Cristina y Alberto cerraron la jornada hablando a una multitud que desbordaba la Plaza, ahora sin rejas, y todas las calles adyacentes.

El día estuvo cargado de gestos, anécdotas y símbolos. Política de masas y de palacio. Estado, capital y trabajo. Geopolítica arremolinada en el torbellino regional y el choque de potencias donde aprieta el imperialismo estadounidense en su puja por no seguir retrocediendo ante China. Todo eso y más estuvo representado en la mañana del 10D en los palcos del Congreso y en las calles circundantes.

Al cruce de gestos entre Fernández, Macri y Fernández de Kirchner que concentró todas las miradas se le sumaron mil hechos más. Como el escrache de la Asamblea de Chilenxs a Sebastián Piñera que quedó trunco porque faltó a la cita tras esfumársele un avión militar al país trasandino. O el auto del diplomático chino que quedó por azar a metros de los aceiteros despedidos de Cofco, que le gritaban que reabra la planta de Valentín Alsina y el asiático sonreía y saludaba, sin entender  palabra. O en el brusco reseteo a un presunto modo “cordial” con el que se presentaron los efectivos de la Policía Federal en su primer día post-Bullrich, asincrónico en la región donde avanza raudamente la militarización de la vida cotidiana.

Hubo anuncios importantes, pesados, y ya se dispararon una multitud de lecturas e interpretaciones. Territorios y relatos están en disputa. Actores con importantes intereses juegan fuerte.

Pero sobre todo, lo que hubo ayer, más que ceremonias, anuncios, actos y relatos, fue emoción.

En las miradas de las mujeres que llegaron desde el conurbano profundo, en los obreros que reían a los gritos, en los dientes apretados, en los insultos que estallaron cuando apareció Macri en las pantallas montadas frente al Congreso.

Emoción, bronca, rabia. Por la magnitud del robo. Los tarifazos de varios miles por ciento, la timba financiera y la fuga de capitales, y la lisa y llana corrupción de Cambiemos significaron hambre, pobreza, sufrimiento y dolor.

Todo a flor de piel.

A la tarde Plaza de Mayo estalló. Una fiesta popular, una gran bailanta al aire libre multisectorial y multicultural.

Obreros dándole al bombo, tomando, conversando a los gritos. Sikuris. Jóvenes de organizaciones políticas bailando, señoras haciendo el trencito, drag queen y sus compañeres de grupos LGTB riendo y bailando cumbia, parejas de mediana edad danzando en un abrazo, jóvenes de los movimientos sociales y artesanos y colectividades de los países hermanos y una larga lista que no se puede abarcar, expresando una alegría más intensa y más abrasadora y más abrazadora que la térmica de +40° que caía sobre la ciudad.


La bronca y el dolor de la tierra arrasada que deja Cambiemos tras de sí continúan acá, pero el deseo de celebrar rompió dique en Plaza de Mayo.

Todos los problemas continúan. La deuda externa que Fernández declaró que honrará es uno de los más importantes. El perfil del nuevo ministro Martín Guzmán, un perfecto desconocido para la inmensa mayoría de los argentinos y cuya principal carta de presentación es el padrinazgo del premio Nóbel de Economía Joseph Stiglitz, promete una negociación lejos de los términos de la ortodoxia neoliberal que prefiere el capital financiero.

No hay señales claras de que el nuevo gobierno decida avanzar en lo que no hizo ningún gobierno, desde que la dictadura genocida -en sintonía con otros regímenes de la región bajo los designios de Estados Unidos y los organismos financieros internacionales- convirtió en los 70 a la deuda externa en un problema importante para el país: investigarla a fondo para desnudar su ilegalidad e ilegitimidad.

En este sentido sí avanzaron el economista ceteísta Claudio Lozano, que integra la coalición del nuevo gobierno y el referente del Observatorio por el Derecho a la Ciudad, Jonatan Baldiviezo -uno de los principales impugnadores de la especulación inmobiliaria del PRO en CABA- con la presentación penal que hicieron hace pocos días sobre el endeudamiento de Macri. ¿Acción aislada o coordinada para que avance en segundo plano?

Muchos problemas deja la herencia macrista. Otros, en cambio, son propios. En los ramales del justicialismo integrado al Frente de Todos, que es decir casi todo -con la excepción de algún personaje como Luis Barrionuevo- circula también un tren fantasma que se vio con claridad en el día de ayer. Políticos largamente impunes como Eduardo Duhalde y Carlos Saúl Menem son parte de la periferia del frente ahora gobernante, su ligazón relativamente tenue.

Otros, en cambio, como Felipe Solá, corresponsable de la Masacre de Puente Pueyrredón con Duhalde, son parte del núcleo de confianza del nuevo presidente y tendrán cargos destacados: Solá es el nuevo canciller y estará bajo su responsabilidad la iniciativa comercial de política exterior que se constituye como uno de los núcleos vitales de la política de Fernández, que requiere que por esa vía ingresen dólares genuinos.

Por ese mismo motivo existe una contradicción entre el anuncio de jerarquización de políticas ambientales mediante la creación del nuevo Ministerio de Medio Ambiente y la designación de Guillermo Nielsen, este sí un ortodoxo en las políticas del capital, al frente de YPF para que continúe con el desarrollo de políticas extractivistas en Vaca Muerta. Por idénticas razones, no hay expectativas de un cambio de fondo con el modelo híper contaminante agroindustrial vigente en el país, al que el referido Solá ayudó sustancialmente a instalarse en los 90 y se profundizó con los gobiernos tanto del kirchnerismo como del macrismo.

Los problemas que el kirchnerismo hereda de sí mismo son del capitalismo: el lugar dependiente, de despojo de recursos y creación de zonas de sacrificio que se nos asigna como país en el marco del desarrollo del capitalismo global contemporáneo. Esa dependencia la abrazó y profundizó Macri, sumándole nuevas categorías de saqueo y expoliación.

Los Fernández propusieron volver mejores. Ya anunciaron que van por esa cloaca que es la AFI y sus nexos judiciales y mediáticos.  Y el nuevo gobierno lanzará inmediatamente una batería de medidas redistribuitivas que atenderán la situación desesperante de los sectores de la población más castigados por el gobierno de Cambiemos. ¿Cabe esperar que ese “volver mejores” se aplique a otros problemas de fondo, como el saqueo y la contaminación extrema del extractivismo? A esa pregunta le cabe otra: ¿Es posible abandonar el extractivismo sin abandonar el paradigma capitalista?

En la Plaza del 10D todo parecía posible. Miles y miles de personas unidas por una alegría desbordante, embriagadora. Cuando Cristina salió al escenario y empezó a hablar, la gente la saludaba y lloraba y le recordaban que habían estado acá, cuatro años atrás, cuando ella se despidió de la presidencia. Estos cuatro años que fueron un infierno para millones de personas cambiaron al país y nadie es igual. Cristina no es igual y tampoco su movimiento.

La alegría de las Plazas del 10D no fueron las de un recital o la de una cancha de fútbol. Se equivocan quienes las equiparen o las minimicen.

Esta intensidad, esta emoción, esta fuerza son de unas bases que en buena parte pasaron los últimos cuatro años luchando contra el ajuste y la represión. Que estuvieron en las calles junto a otras organizaciones populares, gremiales y de izquierda que no eran kirchneristas o no lo son ahora.

El kirchnerismo que se fue en 2015 era un aparato debilitado por su integración a los distintos niveles del Estado y su acatamiento a la conducción de Cristina, en sus aciertos y errores. Este no es ése kirchnerismo.

Estas bases forjadas en la adversidad no son tampoco idénticas a los dirigentes oportunistas que no dudaron diez minutos en saltar el charco cuando cambió el viento y que fueron volviendo al redil en el ocaso del experimento macrista.

En la Plaza del 10D hubo intensidad y potencia. Terminado el acto, las calles de Buenos Aires quedaron durante horas colmadas por jóvenes que en bares, kioskos y veredas estuvieron debatiendo de política, discutiendo lo que fue y lo que vendrá.

Esto no es el kirchnerismo de 2015. Estas bases son otra cosa. El que no lo vea, no lo lea, dentro y fuera del kirchnerismo se equivoca.

¿Podrá el gobierno de los Fernández contenerlas, encauzarlas? ¿Se potenciarán o se difuminarán?

Dos hombres con la piel oscura, brillante, como la tienen quienes trabajaron muchos años al aire libre, señalan la Plaza y piden foto. “Mañana me tomo franco” dice uno, y sonríe, feliz.

Y su sonrisa la comparten miles a su alrededor.


Mañana del 10D: Plaza Congreso

Tarde del 10D: Plaza de Mayo

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