10D: Un pueblo movilizado por la derrota del gobierno de los CEOs

Desde la madrugada del lunes 10 incluso, cuando ya se conocía que se retirarían las vallas de Plaza de Mayo, se empezaron a acercar personas. Decenas de miles, quizás cientos o tal vez algún millón, coparon desde todo el día del Congreso a la Plaza de Mayo en un verdadero festejo popular que tuvo un eje central en el poder gritar a viva voz que el gobierno hambreador de Macri se iba.

Se levantaron las banderas históricas de los DDHH, con grandes sectores con el pañuelo verde bien visible, con banderas de las disidencias y, principalmente, contra las políticas de hambre y miseria de Cambiemos. Estuvo muy presente en forma colectiva la conciencia de la resistencia desarrollada en estos cuatro años, uno de los elementos que explica el fervor popular. Un aspecto a destacar, en ese sentido, fueron los actos y celebraciones en lugares de trabajo o dependencias que resistieron estos cuatros años los ataques patronales. A diferencia de lo que se viene expresando en Chile o Ecuador, no representó un cuestionamiento a la representatividad del sistema político tradicional y del estado, pero se opuso directamente en su contenido a las movilizaciones realizadas recientemente por las derechas en América Latina.

Desde ese punto de vista, es un error caracterizar la enorme movilización popular desarrollada como si fuera una celebración del pago de la deuda pública o las reformas neoliberales, de ningún modo ese puede ser considerado el carácter del acto, como tampoco puede ser intepretado como una instrumentaión de aparatos desde el estado cuyas bases serían una masa amorfa que desconocerían o carecerían de toda conciencia. Es una vulgarización y una ofensa que, lamentablemente, ejercen algunas organizaciones y que, obviamente, es recibida con rechazo de parte de esas bases (confíen o no en direcciones que no reflejan nuestro programa). La incapacidad de poder interpelar procesos masivos de esa envergadura hacia un sentido antisistémico debería ser materia de reflexión en las izquierdas y no una forma de autofirmación (al margen de los procesos).

¿Acaso un festejo por el fin de un gobierno hambreador y subordinado directamente al FMI no expresa un piso alto de conciencia de amplios sectores de nuestra sociedad ? ¿No deberíamos trazar desde ese reconocimiento las tareas que tenemos como izquierdas? Si el escenario que se avecina es encarado desde una mirada de soberbia a quienes desarrollan una experiencia con el nuevo gobierno dejaremos pasar nuevamente un ciclo político que está abierto a la disputa como evidencia la agudización y polarización regional entre los levantamientos contra el FMI en Chile y en Ecuador y la ofensiva del imperialismo y el fascismo en Bolivia y Brasil.

Los discurso de Alberto y CFK, por supuesto, no podían ir en otra sintonía. “Democracia para siempre” en momentos donde hay un golpe de estado en Bolivia avalado por el imperialismo y que fue rechazado por el gobierno entrante, y “Patria para Todxs” (sic) como el viraje hacia la recuperación de la justicia social entroncaron directamente con este sentir popular. Estas expectativas son anheladas y con buenos motivos para la mayoría del pueblo luego de años de una situación agobiante. Despreciar esas aspiraciones populares y contraponerlas a preceptos ideológicos son una condena al aislamiento de antemano.

Por supuesto, hacia adelante no serán días de fiesta. La renegociación del pago de la deuda pública; la presión por una reforma laboral; la búsqueda de un pacto social con una inflación de casi el 50%; el vinculo con las Iglesias al tiempo que se impulsa la legalización del aborto; la defensa del medioambiente y el aliento a Vaca Muerta; la designación, por un lado, de una ministra del Cels contra el gatillo fácil y, del otro lado, un defensor de Chocobar como Berni; el propio choque con la AFI y el Poder Judicial, en un estado de ebullición de América Latina y de tendencias a la recesión en el plano internacional pondrán en tensión más temprano que tarde todas las contradicciones de una coalición gobernante que aspira a poder mantener el pago de la deuda sin romper lazos con el FMI y conducir al país a una “normalización” en los términos que reclaman las cámaras empresarias.

Pero el rechazo de plano a comprender el contenido que moviliza a quienes depositan sus expectativas en el gobierno entrante nos excluye de cualquier posibilidad de convocarlas en el futuro a una perspectiva superadora. Por el contrario, debemos acompañar y alentar con nuestras propuestas y planteos a todas las manifestaciones populares en las calles que pongan en agenda, muchas veces en sus propios términos, todos los avances y conquistas posibles para el pueblo. Si rechazamos intervenir en cualquier evento de masas, en este caso uno que repudia a un gobierno de ricos, por su apoyo mayoritario al peronismo o porque implicaría una adhesión a sus direcciones deberíamos abstenernos de cualquier otra movilización popular de envergadura, básicamente. Por el contrario, llevamos nuestras banderas y planteos para convocar a una profundización de la intervención popular.

Compartimos esta reflexión colectiva porque entendemos que, por no ocupar a veces un lugar revelante desde las izquierdas, hay una tendencia a la subestimación de determinados procesos. Al revés, solo podemos apostar a poner en pie una verdadera alternativa de transformación social al servicio de las mayorías si intervenimos en esos procesos por otro desenlace que no sea la autoprofecia cumplida de la tragedia.

¡Vivan los festejos populares por haber echado a Macri!

¡Vamos por transformar todo lo que deba ser transformado!

Venceremos – Abriendo Caminos

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