19 y 20: diciembre en llamas

El 19 y 20 de diciembre de 2001 Argentina estalló y las esquirlas se esparcieron por todo el país. Las marcas de esa explosión difícilmente se borrarán de nuestra memoria.
 
Hoy presentamos este Especial, no solo para recordar ese momento sino, fundamentalmente, para invitar a la reflexión del significado de esas jornadas históricas. Profundizar, si se puede, sobre sus logros y limitaciones; qué nos dejó, qué permanece vivo.
 
No cerramos con ninguna conclusión; ofrecemos testimonios, relatos, opiniones. Simplemente abrimos las puertas para que circulen las ideas.
 
Red Eco Alternativo


Noche del 19 de diciembre de 2001. Foto: corresponsal popular en Indymedia Argentina

“Nos mean y los medios dicen que llueve” decía el graffitti que podía leerse en varias paredes de la Buenos Aires convulsionada durante aquellas jornadas del 19 y 20 de 2001.

Y nada más acertado que el significado que encerraba esa pintada. Porque muchos años de neoliberalismo impusieron el discurso único de los grandes medios concentrados, que se constituyeron en un eslabón más en la cadena de la hegemonía del poder de turno.

Hasta entonces muchos creían que la realidad era la que se veía por la tele y cuando salieron a las calles a protestar contra el estado de sitio decretado por el gobierno de Fernando de la Rua vieron que había otra realidad, diferente a la que se mostraba desde las pantallas.

Y quienes hacia años intentábamos penetrar como una cuña en la agenda de los grandes medios con nuestras propias agendas, pudimos también encontrarnos y reconocernos en las calles.

Además de estar en medio de las pedradas y los gases, en Red Eco nos propusimos buscar entre las multitudes a quienes tuviesen grabadores, cámaras de fotos, anotadores o cualquier otro elemento que nos diera la pista que podían ser periodistas, comunicadores populares. Y finalmente resultamos ser muchos, pero dispersos. Esas jornadas marcaron el inicio de un camino en que nos fuimos encontrando para coordinar nuestra labor comunicacional. Para mostrar que nuestros medios alternativos, comunitarios, populares, eran (y son) parte del pueblo y su lucha. Y llegar a organizarnos en red, en la Red Nacional de Medios Alternativos.

20 de diciembre de 2001. Foto: Indymedia Argentina

Esos días nos movilizaron desde bien adentro, desde nuestras entrañas…Y así los recuerdan luego de 18 años, muchos con quienes hablamos:

* El 19 y 20 de diciembre de 2001 es en muchos sentidos una bisagra, un punto de inflexión en la historia reciente personal y de la del país.
* Recuerdo la noche en que De la Rúa declaró el Estado de Sitio, lo estaba viendo en mi casa en la tele; y mientras él hablaba, empezaron a sonar las cacerolas.

* La escena era como bastante irreal porque De la Rúa hablaba y nadie lo escuchaba, solo se escuchaban las cacerolas.
* Sentimos temor, tristeza, la verdad fue como un recuerdo del pasado, terrible. Después de tan pocos años de democracia, otra vez un Estado de Sitio.

* Me paré en un banco de Plaza de Mayo y miré para Avenida de Mayo y era como una horda de gente que venía que no se podía creer.
* Cuando enciendo la TV para ver qué decían las noticias del día anterior, veo a la montada tirándole los caballos a las Madres, no era admisible y me fui a la Plaza.

* Había mucha gente espontánea como yo, era el mediodía, algunos con saco y corbata.
* Intentamos llegar a la Plaza, pero a medida que se avanzaba por Avenida de Mayo se hacía cada vez más complicado, básicamente por los gases.

* Se llegaban a escuchar estruendos de disparos y era constante el retroceder a velocidad de grandes grupos de personas por la misma avenida.
* Recuerdo el absurdo de que había limitaciones para extraer dinero, pero los pagos, incluso de impuestos, debían hacerse en efectivo.

* Recuerdo el corralito, que afectó mayormente a la clase media. Los subterfugios para sacar más dinero en efectivo.
* El 19 y 20 de diciembre marcó para siempre a una generación de militantes. La historia no empezó con nosotres, pero muchos y muchas empezamos nuestra historia personal y colectiva ahí.


Leyendo a Amanda (fragmento)

¿Y si fuera ésta la revolución?, se pregunta Amanda
Y yo con ella siento ese temblor como si lo fuera
De latido alrededor donde nadie queda afuera
Y pareciéramos juntos abrir camino
Con el batir intenso del no
El si es de nosotros
Como el agua ajena y el barro nuestro, dijo Juan
Mientras la marea rebozaba bordes
Del arroyito seco
Y como se reía y nos reímos sobre el bote que atravesaba la media noche
Fuera de cause los pequeños soviets de los barrios porteños
Y piquetes a lo ancho de todos los pueblos
¿Y si fuera…? Miedo da viniendo aquello que no sabemos…

Delia Bellessi


Recuerdo que el 19 a la tarde estaba en Avenida de Mayo y 9 de julio, o Diagonal y Pellegrini, y en el medio del tumulto veo venir a mi compañera que venía de una empresa de su trabajo con tacos altos y vestido largo, con una sonrisa, y le dije “qué hacés acá, andate, no podés estar así, no podés correr”, y ella me contestó “andate vos”… y por supuesto se quedó (Pablo).

En ese momento yo trabajaba en la Procuración Penitenciaria, y tanto el 19 como el 20 fui un día a la cárcel de Ezeiza y el otro a la de Marcos Paz de jóvenes adultos. Recuerdo que íbamos en combi y veíamos en la ruta hasta llegar a Marcos Paz sobre todo, el segundo día, los saqueos, veíamos los avances a los supermercados. Y a la vuelta directamente corrimos, diría, bajo las balas o cerca, porque la Procuración en ese momento estaba en Avenida Belgrano, casi Lima, muy cerca de donde fueron varias muertes de compañeros, y recuerdo correr de la mano de un compañero muy jovencito, Juan Martín Mena de la Procuración Penitenciaria, porque habíamos vuelto tipo dos o tres de la tarde, corrimos para salir de la Procuración, bajamos al subte, y yo lo único que quería era encontrarme con mi hijo que estaba en casa de mi madre. Mi hijo en ese momento tenía 9 años y con él miramos lo que sucedía por la tele, con mucha angustia, mucha tristeza. (Claudia).


De 2001 a 2019. Vigencias de aquel 20 de diciembre

Por Daniel Campione (profesor de la Universidad de Buenos Aires, militante de la Corriente Política de Izquierda)

La revuelta del 19 y 20 de diciembre de 2001 fue la resultante del descontento frente a una década larga de políticas que llevaron al incremento de la pobreza y el desempleo y a la privatización generalizada de los bienes públicos, acompañado por el hartazgo hacia una dirigencia política, y en menor medida empresarial, periodística y hasta judicial, que aparecían como inescrupulosos beneficiarios del deterioro de las condiciones de vida y de trabajo de la mayoría de la población. Para entonces la economía argentina llevaba más de cuarenta meses de recesión y un ritmo creciente de destrucción de empleos. El gobierno había dispuesto incluso un recorte nominal de salarios y jubilaciones, mientras se confiscaban los depósitos bancarios. La suma de enormes disconformidades terminó corporizada en un estallido que depuso a un presidente y puso en situación de crisis a los cauces habituales del transcurrir social, político y cultural.

Un punto inicial para arribar a la comprensión de la rebelión argentina es que no se trató de un movimiento puramente espontáneo, de un estallido de un momento, que brotó de la nada para volver a hundirse en ella. La segunda mitad de la década del noventa fue un período signado por el aumento de la desocupación, la pérdida salarial, el consiguiente aumento de la pobreza, el empeoramiento de las condiciones de trabajo, el deterioro de los sistemas de salud y educación. Asimismo, y en medida creciente, por la gradual reorganización de los espacios sociales más variados, y una revalorización de la acción colectiva signada por la progresiva pérdida del miedo instaurado desde la dictadura. Al individuo aislado buscando su salvación, que se proponía desde el poder, le sucede la apuesta por el colectivo tratando de encontrar un camino común, tanto para enfrentar al poder en sus diversas facetas como para construir espacios de decisión propia, de productividad política y autonomía. Y emergieron  grandes movilizaciones sobre el terreno arrasado que dejaban las políticas de privatizaciones y concentración del capital, como en Neuquén, Tartagal  y Mosconi.

En el momento del estallido, los componentes de relativa espontaneidad pusieron de manifiesto lo que Gramsci llamaría elementos de dirección consciente, que anidaban en su interior. No hubo organización ostensible en el sentido tradicional de acción concertada y planificada, pero sí una presencia de los sectores dotados de organización previa y tuvo un peso la conciencia cimentada por las luchas anteriores. Se condensó cierta recomposición de las clases subalternas, junto con el progresivo hartazgo de la situación de empobrecimiento permanente que se sufría desde hace un cuarto de siglo, más la gradual disipación del opresivo clima ideológico que siguió al derrumbe del bloque del Este, y el ejemplo de otras protestas multitudinarias y en ocasiones triunfantes. Ese conjunto se puso en tensión para producir la marea humana que el 20 de diciembre no retrocedió frente a las balas policiales y sancionó en los hechos la salida del presidente de la Rúa.

Se inició un lapso de movilización permanente, de continua creación de nuevas formas de organización y expresión que convirtieron por un tiempo a Argentina en una especie de laboratorio social en movimiento. Lleno de experiencias innovadoras, y del rescate de otras viejas que volvieron al primer plano.

Foto:Roman von Eckstein, Agencia Télam

¡Qué se vayan todos! fue la consigna inmortalizada en las movilizaciones de entonces. Aunque tenía un vago contenido “antiestablishment” en general, el destinatario principal era la mal llamada “clase política”. Se atacaba también a los empresarios más ligados a la corrupción de los políticos, como los de empresas privatizadas, o a la especulación ruinosa para las capas medias (los bancos), junto con algunos medios de comunicación. Pero los políticos profesionales arrastraban el anatema principal. Sufrían marchas de repudio, cacerolazos, escraches, que indicaban la voluntad de librarse de una dirigencia que había perdido toda legitimidad, a la que se culpaba en conjunto por el calamitoso estado de cosas alcanzado. Un sector de la protesta privilegiaba el matiz “antipolítico”. Otro grupo, identificado con distintos partidos de izquierda, aplicaba un enfoque vanguardista, que privilegiaba elevar a la propia fuerza a un rol de dirección.

Entre esas puntas no logró avanzar con claridad un criterio horizontal y pluralista, pero al mismo tiempo con conciencia del compromiso político, que no soñara con “cambiar el mundo sin tomar el poder”, como circulaba en aquellos años, ni diera privilegio absoluto a “lo social” frente a “lo político”.So capa de buscar un máximo nivel de democracia y negar acatamiento a cualquier liderazgo preconstituido, la cuestión del poder terminaba preterida y los movimientos se replegaban sobre las realizaciones locales y la dinámica de la autoorganización

De todos modos el rasgo en común, y gran parte de su valor intrínseco, era lo creativo, el arribo de lo impensado, la aparición de una izquierda sin precedente directo en agrupaciones preexistentes. La intensa movilización de trabajadores desocupados hizo afirmar a Pierre Bourdieu que era un “milagro sociológico”. Un ámbito que en la tradición se identificaba con la desorganización y desmovilización, el de los desempleados, se convertía en fuente de pujantes organizaciones que convulsionaban el país entero.

Junto a la fuerza de los piquetes protagonizados por los desempleados, en una escala de menor masividad, las asambleas barriales ocuparon un lugar importante. Tuvieron el sello de la rebelión en los barrios, muchos de ellos considerados de “clase media”. La nota dominante fue el componente deliberativo, la intencionalidad orientada a una democracia de base. Nucleaba a generaciones diferentes, situaciones sociales diversas, culturas distintas. Esa heterogeneidad se agrupaba frente a la crisis e intentaba respuestas, no sólo hacia el propio sector social sino en dirección a los visualizados como más pobres. Los comedores populares, el apoyo a las acciones piqueteras, expresada en la consigna “piquete y cacerola la lucha es una sola”, los espacios de trueque de bienes y servicios, acompañaron a la mayoría de las asambleas. No había jerarquías preconstituidas, ni direcciones formales, ni mediaciones representativas. Se acercaban a la utopía de la democracia directa en estado puro. Diversas tendencias actuaban en su seno, en algunos casos en busca de hegemonizarlas, y el desgaste fue bastante rápido. Muchas comenzaron a languidecer pocos meses después de su creación. Su espíritu, sus modos de acción, tendrían en cambio una vigencia más prolongada.

También cabe destacar a las fábricas “recuperadas”, experiencias de autogestión nacidas como medida defensiva contra la amenaza del desempleo, pero proyectadas hacia experiencias de iniciativa y autoorganización que, siquiera en el plano simbólico, se oponían a la empresa capitalista. La “fábrica sin patrones” era un modelo que venía de antes pero tuvo un ciclo de lucha y avances en torno a 2001. En base a la solidaridad con esas empresas autogestionadas se tejió una vasta trama de emprendimientos. La confección “Brukman” y el hotel Bauen constituyeron ejemplos de núcleos en torno a los cuales se articuló una movilización entusiasta y variopinta.

El reflujo de los movimientos articulados en torno a la democracia directa y la acción callejera fue muy visible desde 2003. El gobierno de Néstor Kirchner tomó nota de las reivindicaciones que afloraban desde el conjunto de las clases subalternas, y realizó una inteligente política de retomar la dirección sobre la base de concesiones importantes. El “saneamiento” del Poder Judicial, la reivindicación de las Madres de Plaza de Mayo, la reapertura de los juicios por crímenes de la dictadura, la aceptación de los movimientos piqueteros como actor social legítimo, la ampliación de prestaciones sociales, fueron gestos que jugaron a favor de la reconstrucción de una legitimidad. Ello no implicó la vuelta al estadio anterior. Las organizaciones surgidas al calor del estallido continuaron su evolución, se sostuvieron, se diversificaron, constituyeron alianzas o se fusionaron. Nuevas identidades en formación siguieron su paso.

El inicio del siglo XXI en Argentina fortaleció una entonces incipiente tradición de horizontalidad, con amplio lugar para lo “espontáneo”. Basada en el pluralismo de opiniones y de organización y en una alta valoración de los mecanismos de toma de decisiones, más allá de las propuestas programáticas. También adquirieron fuerza los propósitos de enfrentar al capitalismo desde una perspectiva que objetara todas las opresiones, no sólo las de clase. La cuestión de género y la ambiental, entre otras, fueron tomando un protagonismo inédito. Hubo corrientes de pensamiento y acción que abrevaron en todo ese movimiento y avanzaron en la conformación de una izquierda independiente o “nueva izquierda”. Con base en el espíritu de asamblea, el rechazo a las mediaciones institucionales y el énfasis en la autoorganización popular, se daba la disputa activa del espacio público con los aparatos orientados a la “institucionalización” y la cooptación. La encarnación más potente de la herencia de 2001, el movimiento piquetero, se convirtió en un actor permanente, con repercusión masiva y un crecimiento en el alcance y diversidad de sus organizaciones.

Las propuestas de construcción de una sociedad nueva se rearmaron desde su prefiguración en la sociedad existente. La apelación al colectivo se hizo más fuerte que la apuesta a una transformación orientada desde el estado. En algunos casos se propuso retomar la perspectiva revolucionaria y socialista del siglo XIX y XX, desde un abordaje crítico de puntos fundamentales de esa tradición, como la idea de partido de vanguardia. O el enriquecimiento de la perspectiva de clase más allá de los límites de la clase obrera tradicional. Los trabajadores precarios y los desocupados ingresaban de modo resonante en la reivindicación de su lugar como trabajadores y trabajadoras, mal que les pesara a las organizaciones sindicales predominantes y a los aparatos estatales involucrados en la administración de la relación capital/trabajo.

En los años sucesivos el avance del capitalismo en un sentido cada vez más destructivo y la ofensiva permanente sobre las condiciones de vida y de trabajo de las clases subalternas, hicieron día a día más imperiosa la alta valoración, no exenta de sentido crítico, de la experiencia de 2001.

Se necesita la construcción de una memoria histórica fecunda sobre esos hechos, no sólo desde la mira del historiador sino desde el encuentro intergeneracional de la militancia que vivió los sucesos con la que hoy se desenvuelve en organizaciones que se fundaron en aquellos días o que encontraron nuevos cauces de acción y pensamiento al calor de esas luchas.

Hoy nos encontramos frente a un nuevo rebrote de la política en las calles en diversos países de América Latina. Rechazo a políticas que promueven la concentración de la riqueza, la precarización del trabajo, la privatización de los bienes públicos. También rebelión contra todo un modo de entender la política como competencia y negociación entre elites reducidas, cada vez más alejadas de cualquier incidencia o control de la voluntad popular sobre sus decisiones. No hay que reducir estos hechos a reacciones frente a las políticas “neoliberales”, que lo son. Constituyen la impugnación a la asociación predatoria entre poder económico, político y cultural.

En el caso de Chile hay una recusación de la brutal mercantilización de todas las relaciones sociales y una clara demanda de terminar con la institucionalidad política y la regulación de derechos que contienen resabios del orden dictatorial de la época de Pinochet.

Hay resonancias del “que se vayan todos”, y de la virtual toma del espacio público, la irrupción de la “calle” contra el poder del “palacio”. La compatibilidad de la idea de “soberanía del pueblo” con niveles crecientes de desigualdad, es colocada en tela de juicio, mientras se recusa el bajo contenido democrático de las instituciones representativas en vigencia. La cuestión abierta es el potencial de organización popular, de coordinación entre instancias de base. Partidos políticos y grandes sindicatos no aparecen con protagonismo en estos movimientos. Hay mucho de “espontáneo” y desde el poder se los intenta domesticar tomando una parte de sus demandas y quitándole el componente de radicalidad democrática que éstas tienen. El escenario está abierto, pero más allá del incierto resultado final de la lucha en Ecuador, Colombia, Haití y Chile, ya puede decirse que América Latina ha vivido un momento nuevo, con una sacudida al poder existente a partir de unas clases subalternas lanzadas a una movilización creativa, persistente, con elevada vocación de enfrentar a la represión y al miedo.

En este tiempo de protestas contra el dominio desbocado del gran capital en varios países de América del Sur, cabe con más razón la reivindicación de la mejor herencia de 2001 en Argentina y su proyección hacia este presente de luchas y su integración a las mejores tradiciones combativas y anticapitalistas de nuestro país y del continente.


El 19 estaba mirando en la televisión todo lo que estaba pasando, pero era como que lo veía sólo en televisión, y cuando salí para ir a trabajar a la escuela realmente me asusté. Eso es lo que recuerdo. Y después seguir mirando la televisión adentro y no salir, y estar asustada por todo lo que estaba pasando. (Patricia).

Cuando De la Rúa decreta el Estado de Sitio nos fuimos con mi marido y mi hijo menor, pero no pudimos llegar a Plaza de Mayo porque era todo un caos, había disparos, era inaccesible por los gases lacrimógenos también. Había que correr, te tiraban los caballos encima, no llegamos, por supuesto había muchas corridas. Sentimos temor, tristeza, la verdad fue como un recuerdo del pasado, terrible. Después de tan pocos años de democracia, otra vez un Estado de Sitio. Ver las imágenes sigue siendo conmovedor, terrible la cantidad de muertos en democracia, todos los chicos que andaban en moto tratando de ayudar unos a otros. Y después andar por las calles como en una ciudad incendiada, porque había gomas quemadas por todos lados, íbamos caminando, con las cacerolas, fue muy fuerte. No tenía dinero en ningún banco yo, no fue por el corralito, sí entiendo que mucha gente sólo se movilizó cuando le tocaron los ahorros. (Mabel)  


Estudiantes en la facultad de Humanidades de Rosario al caer la noche del 19 de diciembre de 2001. Foto: corresponsal popular en Indymedia Argentina.

Mis recuerdos del 19 y 20

Por Ernesto Torres de Indymedia Argentina

En el 2001 yo estudiaba Comunicación en la Universidad Nacional de Rosario y trabajaba en un estudio de diseño. Me había ido a vivir por mi cuenta dos años antes y la situación era muy mala. No había movimiento de trabajo, apenas me alcanzaba para alquilar y comer, todo el 2001 había sido cobrar poco y tarde, contar monedas y vivir día a día. Para toda la gente a mi alrededor la situación ese año fue como vivir bajo una gran nube negra que nos cubría cotidianamente. No era sólo la falta de plata, era depresión, estrés, desmayos, problemas de salud.

Había comenzado a participar en comunicación popular a fines de 1999 y en Indymedia Argentina, recién formada, en el invierno de 2001, cuando salimos con dos compañeras a cubrir las movilizaciones piqueteras de la CTA, FTV y CCC junto a estudiantes. Hicimos un par de notas, nos entusiasmó, pero luego pasaron los meses y no pasaba nada. La nube negra estaba reconcentrada cuando llegó diciembre.

Mi recuerdo es que estábamos todos como zombis, golpeados. Vivíamos nuestras vidas cotidianas pero nadie estaba bien. De repente llegaron las primeras noticias de saqueos, como en 1989, que también empezaron en Rosario. Había tensión, se anunciaban protestas, y algunos nos pusimos alerta. Pero no teníamos idea de lo que iba a pasar.

El 19 de diciembre estábamos cenando con cumpas de la facu en la casa de una de ellas, en el macrocentro rosarino, cuando entró en pantalla la cadena nacional de De La Rúa. Fueron cinco minutos nomás, pero de golpe empezaron a sonar las cacerolas. Y no paraban. 40 minutos de cacerolazos, la gente salía a la vereda, a la calle, tiraban los petardos comprados para las fiestas, los autos pasaban tocando bocina, y de repente había alegría en esa protesta. Yo sentía que era algo increíble.

Después de un rato me fui caminando algunas cuadras hasta el lugar donde vivía y veía que era algo generalizado. Me senté en la PC, prendí la radio y empecé a subir noticias breves a Indymedia Argentina. La radio informaba de represión en los barrios, un contraste fuerte con el centro donde la policía estaba ausente.

Pasaban los minutos y los cacerolazos se habían calmado un poco, pero seguían. Por chat me cuenta un amigo que renunció Cavallo. De repente me doy cuenta que los cacerolazos se están focalizando. Me resisto a alejarme de la PC, pero salgo a la calle y busco el ruido: cientos, miles de vecinos se estaban concentrando en la Plaza San Martín.

Ese momento me llenó de emoción. Recuerdo claramente que me caían las lágrimas por el rostro.

Seguí a la multitud y nos fuimos las quince cuadras hasta el Monumento a la Bandera, donde estuve un buen rato. Luego volví y seguí publicando. Dormí un par de horas y después vino el 20: vimos la batalla de Plaza de Mayo por televisión mientras seguíamos recibiendo noticias de la represión en Rosario, y nos enteramos que habían matado a un militante social al que le decían “Pocho”.

No había cámaras digitales aún, sólo de rollo, así que sacábamos pocas fotos porque no podíamos pagar el revelado. Por eso no tengo fotos propias de diciembre de 2001: no tenía rollo esos días.

Segundo cacerolazo en el Monumento a la Bandera de Rosario el 20 de diciembre de 2001. Foto: corresponsal popular en Indymedia Argentina.

El Pocho Lepratti

“Cambiamos ojos por cielo

sus palabras tan dulces, tan claras

cambiamos por truenos

Sacamos cuerpo, pusimos alas

y ahora vemos una bicicleta alada que viaja

por las esquinas del barrio, por calles

por las paredes de baños y cárceles

¡Bajen las armas

que aquí solo hay pibes comiendo!”

Claudio nació en Concepción del Uruguay en febrero de 1966. El mayor de seis hermanos de una familia de trabajadores rurales, llegó a Rosario a fines del gobierno de Alfonsín. En 1986, luego de abandonar la carrera de Derecho en la Universidad de Santa Fe, ingresó como seminarista en el Instituto Salesiano de Funes. En el 89 dejó el seminario.

Empezó coordinando talleres para niños y dando clases de Teología junto con el Padre Edgardo Montaldo, un cura tercermundista que organizó las comunidades eclesiales de base en los setenta.

“Cambiamos fe por lágrimas

con qué libro se educó esta bestia

con saña y sin alma

Dejamos ir a un ángel

y nos queda esta mierda

que nos mata sin importarle

de dónde venimos, qué hacemos, qué pensamos

si somos obreros, curas o médicos

¡Bajen las armas

que aquí solo hay pibes comiendo!”

Para el año 2001, su esfuerzo había impulsado la creación de la Coordinadora Juvenil de la Vicaría Sagrado Corazón del barrio Ludueña, que nucleaba a siete grupos de adolescentes. Entre ellos «La Vagancia», que él fundó en 1994. Además, era un activo militante gremial de ATE. Todos los días atravesaba la ciudad en bicicleta por la avenida Circunvalación hacia su trabajo. Era ayudante de cocina en la escuela 756 del barrio de Las Flores.

Claudio “Pocho” Lepratti

“Cambiamos buenas por malas

y al ángel de la bicicleta lo hicimos de lata

Felicidad por llanto

ni la vida ni la muerte se rinden

con sus cunas y sus cruces

Voy a cubrir tu lucha más que con flores

Voy a cuidar de tu bondad más que con plegarias

¡Bajen las armas

que aquí solo hay pibes comiendo!”

Cuando la policía comenzó a reprimir y tirar contra los manifestantes, trepó al techo del colegio y a los gritos les pidió que no dispararan contra los pibes, que ellos sólo querían comer. En ese momento una bala, injusta como toda bala, le pegó en la garganta creyendo así silenciar su voz para siempre.

Claudio Lepratti fue uno de los siete muertos en Rosario durante la represión del 19 y 20 de diciembre de 2001. Tenía 35 años.

“Cambiamos ojos por cielo

sus palabras tan dulces, tan claras

cambiamos por truenos

Sacamos cuerpo, pusimos alas

y ahora vemos una bicicleta alada que viaja

por las esquinas del barrio, por calles

por las paredes de baños y cárceles

¡Bajen las armas

que aquí solo hay pibes comiendo!”

“El Ángel de la Bicicleta” – León Gieco


TESTIMONIOS DE A PIE : relatos desde la memoria del 19 y 20

Foto: Roman von Eckstein

MARCELO

El 19 y 20 de diciembre de 2001 es en muchos sentidos una bisagra, un punto de inflexión en la historia reciente personal y de la del país obviamente. Lo viví en dos planos, el profesional y el familiar, en una especie de puente armado de noticias entre un día y el otro. Por un lado, informar al oyente, y por el otro contener el temor de lo privado, de lo particular, de los afectos más cercanos. Por mi horario de trabajo en la radio me tocó volver con la manifestación más importante que conozcamos en la historia más reciente, cruzar el Puente Pueyrredón, que al año siguiente sería escenario de otra trágica manifestación reprimida, y en ese llegar casi salir corriendo a comprar cosas, lo que pudiera llevar en las manos, en las bolsas de un supermercado cercano, por el temor a lo que podía llegar a venir, por el día después. Era mirar la tele, ver ya el discurso del entonces presidente De la Rúa, después el helicóptero, y en el mismo momento mirar a mi hija que por entonces tenía 6 años, que si bien no entendía mucho se daba cuenta que algo estaba pasando, que en casa no sucedían las cosas de todos los días, que nuestra atención estaba dispersa por muchos lugares distintos y en muchas sensaciones distintas. La represión, la plaza, el fuego y los compañeros, de nuevo en este ida y vuelta de dos polos, el de la radio y el de la vida, porque ahí había compañeros que estaban trabajando y con los que yo había estado hasta hacía muy poquitas horas. La crisis, la movilización y por supuesto la tristeza, la incertidumbre, ese es como el rasgo más destacado que recuerdo de ese momento. Y después, en esta función periodística, contar todo lo que había pasado al otro día, desde una radio que prácticamente se convirtió en un monoprograma, todos los programas levantaron su trabajo habitual, lo hicieron con un mismo sentido y en una misma línea, acaso porque ya teníamos la experiencia más cercana de hacía unos tres meses con el ataque a las Torres Gemelas y demás, la radio se transformó en un gran programa para contar todo lo que había pasado, todo lo que estaba pasando todavía en ese momento, y lo que pensábamos que podía llegar a pasar, buscar esos testimonios era realmente estar en medio de la noticia, no solo del día sino del año y de esta historia tan reciente que nos toca vivir y protagonizar. Esas noticias de ayer que teníamos que contar y que iban a llenar seguramente años después varias páginas de los libros de historia que se escribieron en los últimos años. Me quedo con esa sensación, con la ambivalencia, con ese ida y vuelta de lo profesional y lo familiar, y con esa sensación de quiebre rotundo de una manifestación popular durísimamente reprimida, como pocas veces se ha visto en nuestra historia, más allá de la dictadura claro está, y por supuesto de la historia personal.

19 y 20 de diciembre quedó para siempre grabado en la memoria de cada uno de los que lo vivimos de un modo más o menos cercano.

GRACIELA

Veníamos de varios días de marchas al Congreso o Plaza de Mayo, mucha gente que nunca había salido a la calle lo hacía, recuerdo que en un momento me cruzo creo que a Diego Guelar y la gente lo reconoció y lo escrachó.

En particular recuerdo el 20, era jueves y las Madres hacían su ronda como todos los jueves desde que existen. Cuando enciendo la TV para ver qué decían las noticias del día anterior, veo a la montada tirándole los caballos a las viejas (las Madres), no era admisible y me fui a la Plaza. Había mucha gente espontánea como yo, era el mediodía, algunos con saco y corbata. En algún momento se ve que hubo orden de despejar la Plaza y se inició la represión, la montada, los gases, recuerdo que los gases picaban mucho en la piel. Todos corrimos, yo lo hice por Avenida de Mayo, terminé en la esquina de Lima y Rivadavia. No sabía, creo que nadie, que algunos jóvenes habían muerto en esa huida. Durante horas, muchos jóvenes luchaban con la cana, a veces avanzaba la cana y a veces avanzaban los chicos con sus piedras, pero siempre en la esquina de Avenida de Mayo y 9 de julio, además de los jóvenes habíamos muchos expectantes, mirando. Supongo que la cana tendría orden de que no pasáramos la 9 de julio, hasta que a la tarde, serían las 17, salieron a dispersar a todos, yo justo no estaba en ese momento, pero cuando quise regresar, llamé a una amiga para encontrarla y me contó eso, que no volviera porque les habían tirado con todo, gases, balas de goma.

Se de un compañero, hoy notero en una radio, que cuando se enteró lo que pasaba quiso ir como yo a la Plaza, pero lo agarró la cana antes de llegar y le dieron un culatazo en la boca y perdió varios  dientes.

Otras cosas que recuerdo… El hombre con la bala en el medio de la 9 de julio. El hombre tirado en las escalinatas del Congreso, que supe que después falleció a los pocos días.

20 de diciembre de 2001. Foto: Indymedia Argentina

MIGUEL ÁNGEL

¡Bajen las armas

Que aquí solo hay pibes comiendo!

León Gieco

Recuerdos tengo pero algo vagos. Venía exultante en esos momentos esperando la definición del campeonato Apertura 2001 pues estaba al alcance de la mano cortar la sequía de 35 años sin poder campeonar. El domingo 16 le ganamos a Lanús en Avellaneda manteniendo una ventaja de 3 puntos sobre River. Pero el equipo venía en bajón y nada estaba asegurado. Solo faltaba la última fecha que se disputaría el siguiente fin de semana. Y en eso se desata la peor crisis política en la Argentina post 1983. Antes de ir a la cancha pasé por Plaza Congreso con mi hijo para firmar un petitorio tipo consulta popular organizado por el Frenapo.

En cuanto a las jornadas decisivas, recuerdo más del 20 que del 19. Vivo en Haedo y en la noche del 19 hubo algunos caceroleos aunque sin demasiada continuidad. Trabajaba en esa época en Pompeya y al mediodía del día 20 nos dieron asueto en función del cariz que iban tomando los acontecimientos. En esa zona todo se veía medianamente tranquilo. Pasé por Flores a buscar a mi amigo Horacio que trabajaba en YPF y de allí nos fuimos hacia Plaza de Mayo. En realidad sería mejor decir que intentamos llegar a la Plaza, pero a medida que se avanzaba por Avenida de Mayo se hacía cada vez más complicado, básicamente por los gases. Se llegaban a escuchar estruendos de disparos y era constante el retroceder a velocidad de grandes grupos de personas por la misma avenida. Una gran confusión generalizada y todo muy espontáneo. También había una gran presencia de patrulleros que se abrían paso raudamente con tremendo ulular de sirenas.

Luego de varios intentos tuvimos que desistir y volvimos caminando por una desolada

Rivadavia hacia la estación Once. Todavía no nos habíamos enterado del impactante saldo de muertos y heridos que había dejado esa jornada.

De regreso al barrio fue como entrar en otro mundo. Todo extremadamente tranquilo y con la preocupación de algún que otro vecino por las posibles llegadas de “hordas” de pobres que andaban de acá para allá asaltando supermercados.

Luego una gran sensación de impotencia al comenzar a conocer muchos detalles acerca de la represión despiadada no solo en Capital sino en otros lugares del país. Tremendo drama. Y si  bien el fútbol había pasado a un segundo plano, esa ansiedad contenida parecía hacerse eterna.

MARTA

Mis recuerdos son más que nada de impresiones, de ese mes de diciembre.

Recuerdo el corralito, que afectó mayormente a la clase media, que no podía sacar del banco más que determinada suma por semana. Los subterfugios para sacar más dinero en efectivo (abrir más cuentas en distintos bancos, transferir desde la cuenta en que se cobraba el sueldo a cada una de esas otras cuentas, y hacer las extracciones por cajero automático).

Recuerdo el absurdo de que había limitaciones para extraer dinero, pero los pagos, incluso de impuestos, debían hacerse en efectivo (lo recuerdo porque tenía un plan de pagos de 3 cuotas en Rentas, y la tercera cuota me vencía en diciembre: no la pude pagar, porque el monto era similar a lo que podía sacar en una semana del banco, y solo podía pagarlo en efectivo).

Recuerdo la pobreza, cada vez más gente durmiendo en la calle; recuerdo haber visto en el microcentro de la Ciudad de Buenos Aires a gente comiendo de la basura.

Recuerdo la gente yendo a pedir comida a los supermercados, y luego los saqueos, no solo de comida, sino de cualquier tipo de productos, electrodomésticos, lo que sea.

Recuerdo las asambleas populares, espontáneas o no tanto, los cacerolazos, con la consigna que “se vayan todos”. Y mi pregunta (a mí misma), ya que el todos era mucho más amplio que los integrantes del Poder Ejecutivo: si se van todos, ¿qué hacemos?

Recuerdo que la tensión iba en aumento, los reclamos de comida en los supermercados, los saqueos, las asambleas, la gente reclamando el que “se vayan todos” era cada vez mayor, y De la Rua decidió declarar el estado de sitio. La noche del 19.

Lejos de lograr el efecto buscado, la gente salió más a la calle, recuerdo haberlo visto por televisión porque me había tomado vacaciones, la gente en la calle y la represión brutal, y los muertos.

Después, De la Rúa que renunció y se fue en helicóptero de la Casa Rosada.

Después, 5 presidentes en una semana (creo que el que más duró fue Rodríguez Saa ¿3 días?)

20 de diciembre de 2001. Foto: Indymedia Argentina

MARTINA

En diciembre de 2001, yo vivía a unas cuadras de la Plaza de Mayo, en la calle Perú, en San Telmo. El 19 a la noche me acuerdo que estaba comiendo una ensalada, vivía sola, estaba viendo tele y haciendo zaping pasé por Lanata que decía que en Palermo había cacerolazos. Bajé el volumen, abrí la ventana del departamento que daba como a un pulmón y escuché cacerolazos. Y así como estaba en ojotas y vestidito, agarré las llaves, sin plata ni nada y bajé a ver qué pasaba. Y veía que venía gente por Perú, les preguntaba a dónde iban y me decían “a la Plaza”, y entonces los seguí y era como que se iba uniendo gente en el camino hacia la Plaza y fui una de las primeras en llegar. Me acuerdo que me paré en un banco de Plaza de Mayo y miré para Avenida de Mayo y era como una horda de gente que venía que no se podía creer, después me paré en otro banco de la Diagonal y también venía muchísima gente caminando. Y lo particular era que no había banderas, yo que estuve en tantas marchas, esa era una marcha muy rara porque era a la noche, era una concentración espontánea, gente que bajaba de los edificios, otros en camisón que habían bajado a pasear el perro y siguieron hasta la plaza, sentía que había mucha gente a la que le había pasado lo mismo que a mí, bajó a ver qué pasaba, se embaló y fue hasta la Plaza. Y de a poco ví cómo se fue llenando la Plaza, y estalló de gente. La bronca que tenía la gente, mucha bronca tenía… Y ya cuando se llenó la Plaza me puse a hablar con la gente y algunos venían caminando desde Pueyrredón, habían bajado a pasear el perro y siguieron. Realmente fue histórico y fue muy lindo haber estado ahí viendo cómo se llenaba la Plaza.

Al otro día fue mi hermano a la Plaza, y como yo estaba muy cerca y pasaba la Caballería por ahí, estábamos como atrincherados, y le decía a mi hermano que no esté en la Plaza, que vaya para mi casa, que traiga fideos, como que había que abastecerse para quedarnos ahí porque no sabíamos hasta cuándo. Y mi casa era como el bunker de los que estaban en la Plaza que venían cuando veían que los iban a cagar a palos. Ese día yo no salí, mi hermano y los amigos iban a poner el cuerpo y volvían a casa, tomaban agua y volvían a salir. Me acuerdo patente la foto de la cana en la Caballería pegándole a las Madres. Terrible.

En la época del corralito, había ido con una amiga a sacar plata del banco por la caja, y nos tocó justo cuando venía atrás una horda de ahorristas enojados, con cacerolas. Nosotras habíamos entrado, estábamos haciendo la fila para la caja y al toque empezaron a correr todos para adentro del banco. Era rarísimo estar ahí adentro, empezamos a escuchar gritos como “ahí vienen, ahí vienen, bajen, bajen” y empezaron a bajar la persiana rápido, los empleados como que cambiaron la cara, nosotros quedamos adentro del banco y vimos y sentimos lo que sentían los empleados bancarios con los escraches de los ahorristas, era una sensación de mucha angustia. Del lado de adentro el ruido que se escuchaba era ensordecedor, entre las cacerolas más que golpeaban las persianas metálicas del banco, y se veían los bollos, y sentías que en cualquier momento entraban y nos linchaban a todos. La verdad que me dio como mucha pena por los empleados bancarios que no tenían nada que ver y vivían cotidianamente eso. Después me enteré que muchos tuvieron psicólogos porque era duro estar ahí adentro, yo lo sentí y no era empleada, estaba ahí de usuaria de los servicios del banco y la pasé mal.


TESTIMONIOS DE MILITANTES: el 19 Y 20, un antes y un después

 Foto: Fernando Gens/Archivo Telam

CARLA

El 19 y 20 de diciembre de 2001 fue para mí una especie de momento bisagra en términos de mi participación política. Creo que me marcó y por eso me resulta de gran relevancia continuar recordando el 19 y 20. Yo estaba estudiando la carrera de Ciencia Política en la UBA y al mismo tiempo había empezado a trabajar hacía muy poquito muy cerca de Plaza de Mayo, o sea que estaba medio como en el epicentro de los espacios más movilizados políticamente.

Del 19 me acuerdo que estaba saliendo del trabajo, nos hicieron salir antes por miedo, porque se planteaba que venían los saqueos hacia la Capital, y nos recomendaron salir en auto todos juntos. Yo iba con unos compañeros en un auto y empecé a escuchar los bombos y las bombas de gas, y mi primera sensación y reacción fue decirles “por favor, paren acá que voy a bajar”, me acuerdo la discusión con mis compañeros de trabajo diciéndome “no te bajes, no te bajes” y yo diciendo “tengo que estar acá, déjenme bajar”, con una mezcla un poco de locura pero al mismo tiempo con una sensación de que estaban pasando cosas de las que yo tenía que ser parte. Y así fue como el 19 fui a la Plaza de Mayo. Después recuerdo que me volví a mi casa en Vicente López, y mi familia es políticamente muy desmovilizada, por eso digo que también me movilizó desde lo personal. Yrecuerdo que ese día estaba mirando la tele y veo cómo de repente luego del Estado de Sitio todos empezaron a salir masivamente a la calle. En Vicente López se armó una movida muy gruesa en la Quinta Presidencial, en Olivos, y yo dije que iba, y tuve una discusión en casa muy fuerte porque me dijeron “si te vas, te cambiamos la cerradura de la puerta”, y yo dije “cámbienme la cerradura de la puerta pero yo me voy”, como que hubo ahí desde lo personal un proceso muy fuerte que me implicó un antes y un después en términos de la participación política, por eso para mí es tan importante.

El 20 también fui a trabajar, era un trabajo bastante negrero en un call center, que implicaba que no te pagaban si faltabas, y cuando llegué trabajamos tres horas y pasó lo mismo, nos hicieron volver, y ahí me fui directamente a la Plaza de Mayo, y llegué muy poquito antes de la represión fuerte y cuando ocurrió eso, creo que lo que me pasó es lo mismo que a un montón de gente que fue sola porque no estaba organizada en ese momento, fue la sensación de correr y no saber para dónde, y mucha impotencia y bronca por todo lo que estaba haciendo la policía. De la renuncia de De la Rúa me enteré bastante después porque yo estaba dando vueltas por la calle, hasta que me metí en un bar y ahí recién pude visualizar en la tele que De la Rúa había renunciado y la imagen del helicóptero.

De todos modos, gran parte de mis memorias tienen que ver con un antes y un después, con lo que se fue construyendo antes y después del 19 y 20, tengo muy presente la imagen de las asambleas en Gallardo y Corrientes, a donde yo iba en vez de ir a las clases en la sede de Parque Centenario de la Facultad de Ciencias Sociales, iba a esas asambleas, armábamos ollas populares, había cientos de personas en la calle debatiendo sobre la situación política y hacia dónde queríamos ir políticamente.

Tengo miles de imágenes de ese momento, miles de sensaciones. La primera, a contraposición de lo que le sucede a muchos, es una sensación de mucha alegría, en lo personal porque fue un fuerte despertar político, en términos de la práxis quizás, porque ahí me di cuenta que necesitaba empezar de una u otra manera a accionar políticamente en el espacio que fuera y como fuera, y ahí empecé todo un camino de búsqueda maravilloso e interesante. Pasé por muchas experiencias de organización política diferentes que me fueron enseñando muchísimo y también mucha alegría porque, independientemente de lo terrible que fue la situación de crisis y de lo espantoso de la represión, creo que ese momento también implicó el despertar político de muchos. No el 19 y 20 sino ese proceso de luchas que arranca con esa dinámica absolutamente novedosa que va a imponer el movimiento piquetero, con esas experiencias increíbles que van a ser las fábricas recuperadas únicas en el mundo, experiencias políticas, la algarabía que se vivía en términos de construcción política en las asambleas barriales y en el trabajo comunitario. Tengo esa memoria de ese proceso que me da mucha alegría, y también me da mucha tristeza y bronca que en el común de la gente, pero también en la generalidad de la militancia, el discurso que haya quedado de ese proceso sea solamente la situación crítica, la crisis; y me da mucha tristeza porque eso llevó indefectiblemente a que todos esos procesos políticos se perdieran literalmente, se institucionalizaran de diferentes maneras, se transformaran en todo eso que en ese momento se criticaba, se transformaron en brazos de una democracia representativa que a las claras en ese momento mostraba un límite, y que ese límite políticamente se identificaba en el accionar político, la gente mostraba ese límite y lo problematizaba, y el resultado de eso terminó siendo que gran parte de esas experiencias se terminaran volviendo parte de esa misma democracia representativa, y pienso en las asambleas devenidas en comunas, en los comuneros de la Ciudad de Buenos Aires, pienso en el movimiento piquetero devenido en los movimientos de la economía popular, muchas de las recuperadas devenidas en cooperativas institucionalizadas y con pocos proyectos de transformación social a la resistencia pura. Hoy, y quizás con el diario del lunes, me genera tristeza, y bronca también, porque no se supo aprovechar mucho de lo que ese proceso del 19 y 20 efectivamente nos dejó. La lectura de la izquierda fue que de eso solo devino la crisis, y perdimos todo lo rico que efectivamente se había construido, nos quedamos con el relato de lo terrible, no con el relato de lo posible. Aún así sigo reivindicando muy fuerte el 19 y 20, de hecho son grandes debates que doy con otros compañeros y otras compañeras de izquierda.

Creo que hoy en América Latina hay muchos procesos 19 y 20 que aparecen con sus particularidades territoriales, históricas, sociales. Creo que Chile está viviendo un proceso muy similar en términos de despertar político, y ellos mismos lo dicen “Chile Despierta”. Creo que Colombia viene hace un tiempo con ese proceso. Creo que el 19 y 20 dejó una marca, el tema es que tenemos que poder leer cuál es la marca que dejó y hacer un buen diagnóstico porque sino corremos el riesgo de perder ese 19 y 20, y que creo que es lo que está pasando, creo que efectivamente el 19 y 20 desapareció de la agenda de la lucha social y me parece muy triste, porque fue una gesta importante, y fue un gran mérito haber sacado a un presidente de esa manera, mostrando que no firmamos ningún cheque en blanco a nadie, no creo que sea un mérito aguantar y aguantar hasta los procesos electorales. Ese es el gran sinsabor y el sabor amargo que me queda luego del 19 y 20 de 2001.

ABEL

El 19 de diciembre de 2001 a eso de las 19, 19.30, salíamos de una reunión de activistas de ATE en un local de La Boca, y ahí nos enteramos de la implantación del Estado de Sitio. Yo salía con una compañera y me acuerdo de haberle comentado “uy, esto se va a poner jodido”. Como a las 20, 21 llegué a mi casa y al rato empezamos a escuchar unos ruidos, además de que estábamos escuchando radio y televisión, unos ruidos raros y no veíamos qué era, y al final salimos a la calle, salimos con mi compañera y la perrita, y al dar vuelta una esquina, yendo hacia Avenida Rivadavia y Acoyte, veo que está lleno de gente, y recuerdo haber comentado “uy, tanta gente, estado de sitio… el estado de sitio se lo van a meter en el culo”. Caminamos unos cien metros, y al llegar a lo que era ya una manifestación estaban cantando “duro, duro, duro, el estado de sitio se lo meten por el culo”… y ahí se empezó a ver más y más, muchísima gente más. Pasada la medianoche del 19 al 20, o al filo de esa hora, por noticias que recibíamos por radio de lo que estaba pasando en el centro, me decidí a ir hacia el lado de Congreso o Plaza de Mayo. Con suerte conseguí un omnibus que iba levantando gente, recuerdo que a la medianoche el chofer levantaba gente que no tenía para pagar y la dejaba subir gratis, y cuando estábamos llegando cerca de la zona de Congreso, el omnibus se tuvo que desviar porque por un montón de lugares había barricadas en las calles, así que estaba cortado el tránsito. Y serían más de las doce cuando llegué a Callao y Corrientes, ahí me bajé y caminé hacia Congreso, era dificilísimo llegar porque había gente, imposible saber qué cantidad, muy apretujada y muchísima, y empecé a buscar amigos, compañeros y compañeras, y no encontraba… y de a poquito, de a poquito fui subiendo, y llegué a subir por la escalinata del Congreso que estaba hasta el tope, llegué hasta arriba y ahí recuerdo ver a miles de personas, todas cantando, ahí ya se cantaba “que se vayan” y empezaron “que se vayan todos”, porque decían “que se vayan, que se vayan”, y después alguien agregó y así surgió el “Que Se Vayan Todos”, en esa misma medianoche”.

ROBERTO

El 19 y 20 de diciembre lo viví en la calle, como muchos. En mi caso en una movida espontánea, como también la de mucha gente. Era la época de “Piquete y Cacerola, la lucha es una sola”, y recordemos que la gran movilización se dio con la clase media porque se habían quedado con sus ahorros. Como muchos otros, yo estaba al margen de lo que había por detrás del 19 y 20, que eran los sectores del peronismo que aprovechaban la volada para después volver ellos. De entrada no se vio todo esto, porque empezaron las asambleas populares, pero después vimos que el peronismo, con Duhalde a la cabeza, había jugado muy fuerte para echarlo a De la Rúa, y ahí están las dudas que uno tiene hoy en día, porque si yo hubiera sabido que después de eso iba a venir toda la barbaridad que vivimos durante muchos años con los gobiernos peronistas y kirchneristas fundamentalmente, no sé, lo hubiera pensado dos veces antes de salir a la calle, pero estoy hablando con el diario del lunes, y con el diario del lunes es más fácil hablar. En mi caso espontaneidad como en el de muchos otros, y sobre todo en aquellos que murieron, 36 personas, y en otros casos todo arreglado para después tomar el poder y saquear al país como lo hicieron.

Los pueblos siempre cuando nos vemos agobiados, o vemos situaciones políticas degradantes, salimos a la calle, no siempre lo que se logra después de la salida es lo que uno quisiera, pero uno no se arrepiente, uno sale a ver si puede generar un gobierno mejor, o puede construir un gobierno mejor echando a ese que se va, y por ahí lo que viene es peor. Hoy lo estamos viviendo en algunos países latinoamericanos, movidas en contra del fraude o en contra de gobiernos que fueron transformándose en gobiernos autoritarios en determinado momento, y el pueblo sale a la calle y después lo aprovechan sectores que son a veces hasta peores.

MARA

Con la unidad de la izquierda, que en ese momento se llamaba Izquierda Unida (que era el PC y el MST), habíamos entrado al Congreso, y una de las consignas que más sonaba en ese momento era el  “que se vayan todos”. Imagínense nosotros adentro del Congreso, nos escupían y nos tiraban con esas bolitas de los árboles, que creo que eran de paraísos. Hasta que más o menos nos podían identificar o salíamos a los gritos diciendo quiénes éramos. Pero los asesores la ligábamos bastante. Yo en ese momento estaba con Patricia Walsh, que era diputada nacional.

Otra cosa que hacíamos era avisarle a la gente que los diputados, los senadores, se habían metido en el bar Casablanca, que está en Rivadavia y Riombamba en diagonal al Congreso, y ahí los iban a buscar. Conclusión, todo terminó con el jefe de la Cámara, que en ese momento era (Eduardo) Camaño, llamando a la diputada Walsh, y diciéndole “saquen a esa gente de ahí porque les voy a levantar un legajo”, o alguna cosa así como insinuando  que éramos nosotros quiénes estábamos avisando dónde estaban los diputados.

20 de diciembre de 2001. Foto: Indymedia Argentina

DANIEL

El 19 y 20 de diciembre de 2001 quienes en ese momento militábamos políticamente o teníamos inquietudes en materia política nos encontramos ante una insurrección de grandes contingentes de trabajadores, estudiantes, e inclusive sectores de la clase media que se rebelaban ante el derrumbe del esquema económico y social que había surgido a raíz de la política de convertibilidad de Domingo Cavallo, que terminó con el corralito y el corralón, o sea con la limitación de extracción de fondos por parte de quienes tenían cuentas bancarias. Se vivió con mucha intensidad e inclusive no solo se peleó en la Plaza de Mayo, que fue el lugar más notorio, sino que además hubo en los barrios enormes movilizaciones e inclusive saqueos en algunas localidades del Gran Buenos Aires. Era un momento social dificilísimo, había aumentado enormemente la desocupación, la convertibilidad estaba en crisis, es decir que ya un peso no equivalía realmente a un dólar como forzadamente pretendía hacer creer el ministro de Economía. Y los sectores populares comenzaron a organizarse de una manera embrionaria todavía alrededor de algunos dirigentes de peso. El proceso de la gran crisis que termina con la masacre de Plaza de Mayo y la huida de De la Rúa va a determinar más tarde, después de un conflictivo proceso político, con la asunción del gobierno por parte de Eduardo Duhalde, y el asesinato de Kosteki y Santillán, un dirigente piquetero y un militante, y esto va a abrir un proceso nuevo que va a culminar con las elecciones de 2003 en el que finalmente se impondrá Néstor Kirchner.

PÁJARO

Viví el 19 y 20 de diciembre de 2001 como los días esperados, soñados, la militancia de toda la vida aparecía ahí concretada con la gente en la calle, juntándose temerosa por la represión, pero contenta, viendo que juntos se podía. En lo personal, solo lo puedo comparar con el 25 de mayo de 1973 cuando sacamos a los presos de Devoto, fue histórico, también hubo muertos ese día. Recuerdo la gente en la calle, recuerdo la alegría, pero esa era la cresta de la ola, lo que me pareció muy lindo también es el sedimento que la ola dejó después en la playa, las asambleas populares, con sus idas y venidas. Tendríamos que hacer una autocrítica de eso, sin culpar a nadie pero no supimos, no pudimos llevar la cosa a buen puerto. De todas maneras, muchas de las reivindicaciones que ahí se pedían, eran reivindicaciones democráticas, yo defino eso como una multitud espontánea que pedía reivindicaciones democráticas, muchas de las cuales están consagradas en el artículo 14 bis de la Constitución Nacional. Algunos trasnochados pensaban que estábamos golpeando las puertas del Palacio de Invierno, era diciembre y muchos se ponían gorros de piel casi, pero hay que reivindicar aquella epopeya y no solo reivindicarla y valorarla sino tenerla como método, no podemos esperar que el pueblo gobierne por sus representantes, hay que salir a la calle y arrancarles, como les arrancamos en su momento los presos, las reivindicaciones populares.

CARINA

El 19 y 20 de diciembre marcó para siempre a una generación de militantes. La historia no empezó con nosotres, pero muchos y muchas empezamos nuestra historia personal y colectiva ahí. Con la rabia de ver caballos sobre nuestras Madres de la Plaza de Mayo, con la bronca de no ver futuro en esos políticos todos iguales y encontrarnos en las esquinas, junto a vecinos y vecinas desconocidas gritando que se vayan todos. Nos encontramos en las plazas de cada barrio y en el ejercicio asambleario. Nos encontramos con un país que no nos quería protagonistas de nada y que rifaba nuestro futuro al mejor postor. Y decidimos enfrentarlo, en las calles, en las plazas, en las escuelas. 18 años después podemos hacer balances, reflexiones y plantearnos los desafíos que siguen en pie después de aquellas jornadas. Pero tal vez lo más importante para rescatar es que no hay nada más poderoso que un pueblo unido. Protestando, deliberando, proponiendo. Y aunque 18 años después quieran contarnos otra historia, quieran solamente enumerar la crisis económica del 2001 y piensen que la historia es propiedad privada, nosotros y nosotras recuperamos a Rodolfo Walsh y sabemos que el pueblo aprendió que estaba solo y que debía pelear por sí mismo. Y que el 2001 también expresa eso. Un pueblo protagonista de su destino, el valor de la solidaridad, el dolor ante la injusticia, el poner el cuerpo. Así lo decimos en nuestras canciones… como el 20 de diciembre, hasta la victoria siempre.


Leyendo a Amanda (fragmento)

… Y parece siempre otra cosa
O la sombra de un error conocido, amanda
Que de ambas está hecha la historia
Pero la gracia, quizá , reposa en esa
Pregunta íntima, temblorosa que vos hacés lanzada al aire
Con el recuento minucioso de los hechos
Y hablándonos a todos en el cyber
Conseguís al mismo tiempo
Un misterio grande y delicado
Una cuestión de amor en la frase o en el gesto
Que interroga
Diciéndote al decirnos…Y si fuera ésta la revolución…

De amor asi, y tan íntima, la creyera
Porque te creo a vos y a juan y a la marea

Hermosos en el instante como una estrella fugaz
Cruzando el cielo

Diana Bellessi

 


Fuente: http://www.redeco.com.ar/nacional/gobierno/28104-19-y-20-de-2001-diciembre-en-llamas

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