Lo que 2019 deja a 2020

Uno de los principales editorialistas del Financial Times decidió unirse al coro de voces que descubrieron la ola de rebeliones populares que recorre el mundo, en lo que califica “el año de las protestas callejeras”. De entrada va más lejos, sin embargo, al decir que “cuando los historiadores pongan a 2019 en perspectiva, podrían declararlo también como un año clásico de la rebelión popular”. Este ideólogo de la clase dominante va de entrada más lejos que cuanto izquierdista pulula hoy en el mundo.

El comentarista se atreve a alinear 2019 con los años 1848, 1917, 1968 y 1989. Con esta analogía ubica a las rebeliones del año que concluye como un hito histórico, aunque es por supuesto confusa, porque amalgama revoluciones (1917) con semi-revoluciones (1848 o 1968) y contrarrevoluciones, como concluyeron las protestas y levantamientos de 1989. Esta carencia de método deja en el vacío las perspectivas de las rebeliones populares en desarrollo. Es lo que ocurre, asimismo, con el izquierdismo vulgar, que no osa plantear una perspectiva hasta que los hechos no se hubieran consumado.

Lo que sorprende, aunque hasta cierto punto, en un periodista del FT, es que no pueda encontrar un lazo común entre acciones de masas que se distinguen por sus localizaciones diferentes y por acentuadas particularidades nacionales. Es claro, sin embargo, que son eslabones de la cadena internacional de puebladas desatadas por la bancarrota capitalista que estalló en 2007/8. Este sacudimiento del sistema capitalista golpeó todas las estructuras establecidas y a los regímenes políticos más diversos. Cuando se tiene en cuenta la diversidad de estos movimientos, lo que se destaca es su homogeneidad, pues de Egipto a Irak y de Sudán a Argelia, se repiten consignas comunes – como la que reclama “la caída del régimen”. O los reclamos Fuera Piñera o Fuera Duque, por una Constituyente Soberana, en Chile y en Colombia – y también en Haití.

El periodista se asocia a la tesis de la ‘espontaneidad’ de estas rebeliones, sin advertir que una acción política de masas consiste en un movimiento de superación de esa espontaneidad – en un progreso cualitativo de lo consciente sobre lo espontáneo. Incurre de este modo en una falacia típicamente izquierdista, que consiste en depositar la ‘consciencia’ en los aparatos exteriores a las masas, y en negar un desarrollo de esa consciencia en las masas, en el pasaje de la acción parcial a la la acción colectiva. Olvidan que fueron las masas las que crearon los soviets, sobre los cuales los bolcheviques forjaron su estrategia política. Un partido revolucionario no representa un polo subjetivo opuesto a la subjetividad de las masas, sino como dos aspectos dialécticos de la subjetividad revolucionaria, Un partido se convierte en revolucionario cuando inter-actúa con la subjetividad de los explotados, para elevarse mutuamente al nivel histórico más alto. Es así que dota a las masas y a sí mismo de una capacidad de acción definitivamente decisiva.

Esta dificultad para atar los cabos entre, por ejemplo, la consigna de República Laica en Irak y, digamos, abajo la reforma previsional, en Francia, donde se ha desatado una semi-huelga política de masas, o abajo el estado español, por el derecho a la autodeterminación de Cataluña, demuestra una comprensión ingenua de la revolución mundial. La política mundial no es única, está articulada por medio de diversidades y contradicciones. Las rebeliones nacionales, femeninas, campesinas, de la juventud traducen en un lenguaje histórico y en una acción histórica a sujetos a desarrollo, la oposición irreductible entre las necesidades humanas y la dominación del capital.

Sólo aquellos convencidos de sus propios prejuicios, no advierten la ‘construcción de poder’ en los barrios, calles y empresas de Chile, y en la formación de grupos de acción de jóvenes contra la represión, con un rol destacado de la juventud femenina. Lo mismo no pueden advertir en la unión de shiitas y sunnitas en Irak, apoyada en millones de personas en las calles y barricadas, contra el estado sectario montado por la ocupación norteamericana. O el inicio de huelgas políticas generales en Colombia, luego de cuatro décadas. Estos hechos ‘objetivos’ son creaciones de las masas, ‘subjetivas’, y las que permiten una política revolucionaria, porque “de la nada no sale nada, salvo que ya esté adentro”.

Acertadamente, el editorialista británico, destaca que la impresión de falta de unidad de las numerosas rebeliones internacionales, está determinada por la ausencia de “un momento icónico”, a que no ha habido aún una victoria revolucionaria. Han caído gobiernos y gobernantes, pero todavía en el marco del régimen político pre-existente. La revolución se distingue de la victoria de la revolución – muchas revoluciones tardaron años en poner fin al viejo régimen político. La diferencia entre una revuelta y una revolución consiste en que esta posee un hilo de continuidad, determinado fundamentalmente por la crisis histórica en presencia. Las situaciones revolucionarias y las revoluciones, conjugan un impasse histórico de la sociedad, que se manifiesta en la imposibilidad de gobernar de los de arriba y el fin de la tolerancia de los de abajo. El columnista de marras deja constancia, con todo, que “en Medio Oriente y América Latina las protestas se encuentran lo suficientemente extendidas como para constituirse en un genuino levantamiento regional”.

El editorialista parece señalar lo obvio cuando señala que las rebeliones populares “no pueden disimular una carencia de organización y estrategia (…) son revueltas sin dirección”. No es tan sencillo, señor – en todos esos casos actúan fuerzas políticas con un mayor o menor asiento histórico nacional, que actúan como fuerzas vivas en oposición a una revolución y a una victoria revolucionaria. La falta de estrategias es un concepto vacío que la política no tolera – como todo el mundo sabe. El partido comunista, en Chile, en Colombia, en Uruguay, no es lo que fue, pero se encuentra aún instalado en los sindicatos y moldea, no como antes, claro, su política. Lo mismo el nacionalismo árabe, que apoyó incluso golpes militares ‘laicos’, en supuesta oposición al islamismo político. Existe una lucha política encarnizada, donde la llamada izquierda adopta una línea de pasividad política, en nombre de la ‘inmadurez subjetiva’. No se debe confundir una crisis de dirección con la falta de ella. Por ello es tan decisivo en el período revolucionario que busca abrirse camino, una lucha política bien determinada, que pasa, primero, por una adecuada caracterización de la etapa.

A pesar de todo, lamenta este hombre, “las protestas masivas de 2019 muestran pocos signos de extinguirse”. “La confrontación en España y Chile podrían intensificarse“. De modo que, “mientras 2019 califica por un lugar en los anales de la protesta callejera, es posible que el año que conmueva realmente al mundo termine siendo 2020.

Felicidades a los lectores, a todos los compañeros y a los luchadores.

Jorge Altamira

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *