Es también el racismo, estupido

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Es preocupante que como sociedad esquivemos de tanto debate y análisis el grado de racismo que operó en el accionar de la patota que asesinó a Fernando Báez Sosa.

Diez jóvenes blancos de clase media alta que practican un deporte como el rugby, el cual es trinchera cultural de la elite porteña, donde sobra el sentimiento de superioridad racial, algo muy común de sectores de la cultura anglosajona que colonizó el mundo y estas pampas.
Diez pibes que matan a patadas en la cabeza al caído ya desvanecido al grito de “negro de mierda”.

Diez violentos que desaparecen la vida del morocho hijo de paraguayos, que se atrevió a ir a un boliche cheto y que con su acento paraguayo les dijo que “ya está” y que no quería problemas, prácticamente pidiendo disculpas luego de que su amigo volcara sin querer un vaso de bebida en la camisa de un miembro de la patota asesina.

Violencia también, es no decir ni mostrar todas las razones que motorizaron tan barbara matanza hace un mes en la costa de este país tan europeizado e intolerante hacia la otredad morocha que camina en toda su extensión desde hace milenios y que hoy en día representa al menos un sesenta por ciento de la población argenta.

Dicha violencia racista y clasista ya no permitirá que Fernando pueda estudiar y recuperar como lo venía haciendo la lengua guaraní, lengua que muchos jóvenes ocultan para evitar ser discriminados por sectores de esta sociedad violenta y enferma de intolerancia colonial.

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